Rosa
Luxemburgo. Obras Escogidas. 11 de 17
Izquierda
Revolucionaria
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2.
La política agraria de los bolcheviques
Los
bolcheviques son los herederos históricos de los niveladores ingleses y los
jacobinos franceses. Pero la tarea concreta con la que se vieron enfrentados
después de la toma del poder era incomparablemente más difícil que la de sus
predecesores históricos. (Importancia de la cuestión agraria. Ya en 1905.
¡Luego, en la Tercera Duma, el ala derecha del campesinado! La cuestión
campesina y la defensa, el ejército.)
Con
toda seguridad la solución del problema a través de la expropiación y
distribución directa e inmediata de la tierra por los campesinos era la manera
más breve y simple de lograr dos cosas distintas: romper con la gran propiedad
terrateniente y ligar inmediatamente a los campesinos al gobierno
revolucionario. Como medida política para fortalecer el gobierno proletario
socialista, constituía un excelente movimiento táctico. Desgraciadamente, sin
embargo, la cuestión tiene dos caras; y el reverso consiste en que la
apropiación directa de la tierra por los campesinos no tiene nada en común con
la economía socialista.
En
lo que se refiere a las relaciones dentro del agro, la transformación
socialista de las relaciones económicas presupone dos cosas:
En
primer lugar, sólo la nacionalización de las grandes propiedades rurales, que
constituyen las formas y medios de producción agraria más avanzados
técnicamente y más concentrados, puede servir de punto de partida al modo
socialista de producción de la tierra. Por supuesto, no es necesario sacarle su
parcela al pequeño campesino. Podemos esperar con confianza que será ganado
voluntariamente por las ventajas de la producción social y que se persuada,
primero, de la conveniencia de unirse a una cooperativa, y luego de la de
entrar a formar parte del conjunto de la economía socializada. Sin embargo,
toda reforma económica socialista de la tierra debe empezar obviamente por la
gran propiedad y la mediana. El derecho de propiedad debe, antes que nada, ser
patrimonio de la nación, o, lo que tratándose de un gobierno socialista
significa lo mismo, del Estado. Esta es la única manera de posibilitar la
organización de la producción agrícola de acuerdo con las necesidades de la
producción socialista a gran escala.
Además,
en segundo lugar, constituye un requisito para esta transformación terminar con
la separación entre economía rural e industria, tan característica de la
sociedad burguesa; así se logrará la interpenetración y fusión de ambas,
preparando el camino para la planificación de la producción agrícola e
industrial con un criterio unificado. Cualquiera que sea la forma práctica
particular en que se organice la economía (a través de comunas urbanas, como
proponen algunos, o dirigida desde un centro gubernamental) debe estar precedida
por una reforma introducida desde el centro, y ésta a su vez precedida por la
nacionalización de la tierra. Nacionalización de las grandes y medianas
propiedades y unión de industria y agricultura: éstos son los dos requisitos
fundamentales de cualquier reforma económica socialista; sin ellos no hay
socialismo.
¡Quién
puede reprochar al gobierno soviético no haber llevado a cabo estas poderosas
reformas! Lenin y sus camaradas, en su breve periodo de gobierno, se han visto
metidos en el centro de un rugiente remolino de luchas internas y externas,
atacados por incontables enemigos y adversarios. Sería muy triste criticarlos
porque, en tales circunstancias, no resolvieron, ni siquiera atacaron, una de
las tareas más difíciles, con toda seguridad la más
difícil, de todas las que plantea la transformación
socialista de la sociedad. ¡Incluso en Occidente, en condiciones mucho más
favorables, nos romperemos muchas veces los dientes cuando estemos en el poder
con esta dura nuez antes de poder resolver las más complicadas de las miles de
dificultades que presenta esta tarea gigantesca!
Un
gobierno socialista que tomó el poder debe, en todo caso, hacer una sola cosa:
tomar medidas que apunten en la dirección de ese requisito fundamental de una
reforma socialista posterior de la agricultura; debe por lo menos evitar todo
lo que pueda trabar el camino a esas medidas.
Pero
la consigna levantada por los bolcheviques, toma y distribución inmediata de la
tierra por los campesinos, necesariamente apunta en la dirección opuesta. No
sólo no es una medida socialista; no permite encarar esas medidas; acumula
obstáculos insuperables para la transformación socialista de las relaciones
agrarias.
La
toma de las grandes propiedades agrarias por los campesinos, siguiendo la
consigna breve y precisa de Lenin y sus amigos: “vayan
y aprópiense de la tierra”, llevó simplemente a
la transformación súbita y caótica de la gran propiedad agraria en propiedad
campesina. No se creó la propiedad social sino una nueva forma de propiedad
privada, es decir, la división de grandes propiedades en propiedades medianas y
pequeñas, o de unidades de producción grandes relativamente avanzadas en
primitivas unidades pequeñas que utilizan técnicas del tiempo de los faraones.
¡Y
eso no es todo! Con estas medidas, y por la manera caótica y puramente
arbitraria en que fueron ejecutadas, la diferenciación creada por la propiedad
de la tierra, lejos de eliminarse, se profundizó. Aunque los bolcheviques
llamaron a los campesinos a formar comités para intentar, de alguna manera, que
la apropiación de la tierra de los nobles constituyera un acto colectivo,
resulta claro que este consejo general no podía cambiar la práctica y la
relación de fuerzas reales en lo que se refiere a la tierra. Con o sin comités,
los principales beneficiarios de la revolución agraria fueron los campesinos
ricos y los usureros, la burguesía de las aldeas, que tienen en sus manos el
poder real en cada aldea rusa. No hace falta estar presente allí para
imaginarse que con la distribución de la tierra no se eliminó, sino que
aumentó, la desigualdad económica y social entre los campesinos, y que los
antagonismos de clase se agudizaron. Esta apropiación del poder va en
contra de los intereses del proletariado y el
socialismo. Antes, se oponían a la reforma socialista en el campo solamente una
reducida casta de propietarios rurales nobles y capitalistas y una pequeña
minoría de burgueses ricos de las aldeas. Y su expropiación por un movimiento
popular revolucionario de masas era un juego de niños. Pero ahora, luego de la
“apropiación”, hay una masa enorme, recién desarrollada y poderosa de
campesinos propietarios opuestos a todo intento de socialización de la
producción agraria, que defenderán con uñas y dientes su propiedad
recientemente adquirida contra cualquier ataque socialista. La cuestión de la
futura socialización de la economía agraria (es decir, cualquier socialización
de la producción en general en Rusia) se ha transformado ahora en una cuestión
de oposición y lucha entre el proletariado urbano y la masa campesina. Hasta
qué punto se ha vuelto agudo este antagonismo lo demuestra el boycot campesino
a las ciudades, que les proporcionan el medio en el cual ejercer la
especulación, de la misma manera en que lo hace el junker prusiano.
El
pequeño campesino francés se transformó en el más firme defensor de la gran
Revolución Francesa, que le dio la tierra confiscada a los émigrés.*
Como soldado de Napoleón, condujo a la victoria
el estandarte francés, cruzó toda Europa e hizo pedazos el feudalismo en un
país tras otro. Lenin y sus amigos pueden haber esperado un resultado similar
de su consigna agraria. Sin embargo, ahora que el campesino ruso se apropió de
la tierra con su propio puño ni sueña con defender a Rusia y la revolución a la
cual le debe esa tierra. Se aferra obstinadamente a sus nuevas posesiones y
abandonó la revolución a sus enemigos, el estado a la decadencia y la población
urbana al hambre.
(Discurso
de Lenin sobre la necesidad de la centralización en la industria, la
nacionalización de los bancos, el comercio y la industria. ¿Por qué no de la
tierra? Aquí, por el contrario, descentralización y propiedad privada.
(El
propio programa agrario de Lenin era diferente antes de la revolución. La
consigna tomada, o casi, de los tan vituperados socialrevolucionarios sobre el
movimiento campesino espontáneo.
*
En francés en el original. [N. del T.]
(Con
el fin de introducir los principios socialistas en las relaciones agrarias, el
gobierno soviético ahora intenta crear comunas agrarias con proletarios que en
su mayoría son desempleados de la ciudad. Pero es fácil prever que los
resultados de esos esfuerzos serán tan insignificantes que desaparecerán
comparados con el amplio espectro de las relaciones agrarias. Buscando los
puntos de partida más apropiados para la economía socialista, dividieron las
grandes propiedades en unidades pequeñas; ahora tratan de construir unidades
productivas modelo, comunistas, a partir de comienzos insignificantes. En estas
circunstancias, estas comunas podrán considerarse solamente experimentos, no
una reforma social general. Monopolio del grano con subvenciones. ¡Ahora, post
festum, quieren introducir la guerra de clases en la
aldea!)
La
reforma agraria leninista creó una nueva y poderosa capa de enemigos populares
del socialismo en el campo, enemigos cuya resistencia será mucho más peligrosa
y firme que la de los grandes terratenientes nobles.
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