sábado, 13 de junio de 2020
Qué fue primero, ¿El huevo o la gallina? Lo primero fue el trabajo, que es lo que más huevos tiene, sin el cual no podría existir la gallina de los huevos de oro con los que se enriquecen unos cuantos
Priorizar la vida o la economía dictará los rumbos urbanos pospandemia
Por Mario Osava
12/06/2020
Fuentes: IPS
Lo primero es salvar vidas, exigió la pandemia covid-19,
en un esfuerzo con que se evitó, además, que las pérdidas económicas
fuesen aún más demoledoras si no se hubieran impuesto duros
aislamientos. Pero esa prioridad puede invertirse tras la crisis y
desecharse lecciones que abrirían caminos para modelar mejores ciudades.
“La pandemia sirvió a la toma de conciencia sobre la necesidad de
cambiar el paradigma urbano”, a la vez que despertó “una solidaridad
espontanea de ciudadanos en red, muchos ayudando a vecinos que antes
ignoraban”, apuntó Carmen Santana, una urbanista chilena que vive entre
París y la ciudad española de Barcelona.
La
desigualdad social, bien conocida en América Latina, se hizo más
trágica ahora que se convierte en epicentro de la pandemia y cobra
su precio en vidas, así como la precariedad de los servicios de
salud, la mala nutrición que se refleja en subalimentación y en
obesidad que se reveló un factor de vulnerabilidad a la covid-19.
Queda
la interrogante de si las ciudades, especialmente las grandes
metrópolis que sufrieron el ataque más brutal del coronavirus,
enderezarán su desarrollo hacia necesidades humanas o seguirán en
sus dinámicas dictadas por intereses económicos que les impusieron
disfuncionalidades, según dijeron arquitectos-urbanistas, a los que
IPS entrevistó por teléfono, desde sus distintas urbes.
Es
muy temprano para prever que transformaciones urbanas ocurrirán,
porque ellas dependen del tiempo que durará el aislamiento y el
distanciamiento físico, advirtió Nabil Bonduki, profesor de la
Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la brasileña Universidad
de São Paulo (FAU-USP).
Si
la epidemia pierde fuerza o es controlada por una vacuna o
medicamentos a corto plazo, las urbes volverán a la normalidad con
sus contradicciones anteriores, pero si se prolongan las actuales
rígidas medidas contra aglomeraciones en las calles, espectáculos y
comercio, habrá cambios que aún son imprevisibles, evaluó.
“Ya
es inevitable un fuerte incremento de las actividades virtuales, como
las reuniones empresariales, que se comprobaron muy productivas, el
trabajo remoto y la enseñanza a distancia”, reconoció, desde São
Paulo.
Bonduki,
quien encabezó la elaboración del Plan Director de São Paulo como
concejal en 2013-2014, no cree que haya un retroceso en la búsqueda
de ciudades más densas, con “ocupación de vacios urbanos y áreas
subutilizadas, y quizás apartamientos más grandes”, para incluir
una oficina.
De
todos modos, es el poder político que determinará los rumbos,
aunque es previsible una fuerte presión de la sociedad por mayores
inversiones en salud y reducción de la pobreza, vaticinó.
Su
colega en la FAU-USP, Raquel Rolnik, quien fue relatora
especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho Humano a una
Vivienda Adecuada, de 2008 a 2014, rechaza la creencia difundida
de una correlación entre densidad urbana y propagación del
coronavirus.
“Metrópolis
súper, megadensas como Singapur, Hong Kong y Seúl no sufrieron
ninguna hecatombe, sino una cantidad relativamente baja de víctimas.
En Nueva York, (el distrito de) Manhattan, muy denso, no tuvo más
muertos que Staten Island, menos denso”, ejemplificó.
Acotó
que “en São Paulo y Río de Janeiro, hay favelas donde la covid-19
plagó y en otras no”, para negar el “estigma” que se pretende
pegar a esos barrios hacinados.
“En
Brasil y en el mundo se nota que el mayor contagio tiene más que ver
con el flujo de circulación de personas, que con la densidad”,
prosiguió Rolnik desde São Paulo.
“Ciudades
que atraen mucha gente venida de muchos países, de circulación
global en gran escala, como Londres, Nueva York y São Paulo, se
hicieron focos de la pandemia”, destacó en una lista de urbes a
las que pueden sumarse otras como Milán o Madrid, de los dos países
que fueron epicentros de la pandemia en Europa.
La
simplificación del tema interesa a grupos que construyen, por
ejemplo, condominios de lujo en las afueras de la ciudad, que
intentarían seducir compradores con el alejamiento de la ciudad y la
posibilidad del teletrabajo, acusó.
Son
los mismos intereses financieros que impulsan ciudades “poco
resilientes”, que acumulan problemas como “viviendas cada vez más
caras y más pequeñas” y la contaminación del aire por
automóviles en proliferación, destacó Santana, quien dice tener
“alma chilena, espíritu francés y corazón catalán”.
Los
“especuladores inmobiliarios” son los que tratan de confundir las
aglomeraciones humanas que favorecen el contagio con la densidad
urbana, que puede ser “saludable y sensible”, con más humanos y
menos coches, dijo desde Barcelona, capital de la región de
Cataluña y la segunda ciudad española en población.
Los
vehículos ocupan 50 a 60 por ciento del espacio de las ciudades,
lamentó.
Las
cuestiones urbanas son complejas y sus soluciones no se encuentran en
el “pensamiento piramidal y lineal, sino en el circular”, resumió
Santana, socia de la empresa Archikubik,
que se presenta como un “ecosistema de arquitectura, urbanismo y
paisaje urbano”.
Sus
propuestas para reurbanización, que espera sean mejor acogidas tras
el “frenazo” de la pandemia, comprenden espacios públicos
verdes, barrios productivos, incluso con agricultura urbana, sitios
de la dignidad humana con alojamiento y baños públicos para acoger
refugiados y gente de la calle y la “renaturalización” de las
ciudades.
“Los
animales reaparecieron en las ciudades cuando se salieron los coches
(automóviles), generando una nueva ecología urbana y acercando las
personas a la naturaleza”, celebró.
La
pandemia fomenta una reflexión sobre cómo invertir “la proximidad
física y distancia social” de muchos en la ciudad. “Lo que se
necesita es una densidad razonable, denso por la multifuncionalidad,
con vivienda, trabajo, comercio, esparcimiento, cultura, servicios,
todo en una mezcla local”, razonó Carlos Moreno, profesor de la
Universidad Paris I
Pantheón-Sorbonne.
Este
urbanista y científico francés de origen colombiano, experto en
ciudades inteligentes, innovación tecnológica y sistemas complejos,
prefiere denominar “intensidad social” a la “densidad
razonable”, con locales que combinan las dimensiones económicas,
ecológicas y sociales.
Hay
que promover el “encuentro urbano-humano” en que las personas
dejen de ser “fantasmas digitales socialmente desconectados”,
dijo desde París.
El
posible mayor uso de automóviles constituiría un “triple
retroceso”, porque emiten contaminantes, como el dióxido de
nitrógeno y partículas finas, que agravan la letalidad de la
covid-19, según varios estudios, el aire interior es viciado y el
vehículo somete sus usuarios al “anonimato ciudadano”, observó
Moreno.
El
espacio urbano es de convivencia, generador de vínculos, pero “el
auto no genera ni actividad económica ni vínculos sociales”,
refleja egoísmo y hoy ni siquiera representa estatus social,
concluyó.
Son
temas urbanos cuyo debate debe intensificarse hasta que se realice el
27 Congreso
Mundial de Arquitectos que se aplazó de este año para entre el
18 y el 22 de junio de 2021, a causa de la pandemia. Se espera a
cerca de 15 000 participantes en su sede, Río de Janeiro.
El
aplazamiento tiene la ventaja de preparar mejor el encuentro de la
Unión
Internacional de Arquitectos y ampliar las discusiones incluso
con los efectos ya conocidos del coronavirus en las ciudades, sostuvo
Sergio Magalhães, arquitecto y urbanista que preside el Comité
Organizador.
Río
de Janeiro, designada Capital Mundial de la Arquitectura por la
Unesco (Organización de Naciones Unidos para la Educación, la
Ciencia y la Cultura), exhibirá su centro histórico de casi cinco
siglos y las consecuencias de la pandemia en una ciudad turística.
Brasil
destacará también con ciudades muy maltratadas por los gobiernos
locales y por el nacional, según Magalhães, profesor de la
Universidad Federal de Río de Janeiro y reconocido por la
urbanización de unas 150 favelas de la ciudad en el proyecto
Favela-Barrio en los años 90.
Las
ciudades brasileñas son precarias porque 80 por ciento de sus
viviendas fueron construidas por la propia población, sin ningún
financiamiento o apoyo. De 1950 a 2010 cerca 60 millones de
domicilios urbanos asi nacieron en el país, una hazaña popular.
Otros
40 millones se construirán hasta 2030, aunque la población casi no
crecerá, porque las familias están disminuyendo en miembros,
explicó Magalhães.
Una
causa de los graves problemas urbanos es su expansión territorial,
con baja densidad, dificultando el saneamiento y los servicios
urbanos. Río de Janeiro creció territorialmente tres veces más que
su población desde 1960, ejemplificó.
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De cuando no había comunistas para echarles la culpa
Las raíces estadounidenses del nazismo
Por Jorge
Majfud
Rebelión
08/06/2020
FOTO
Fuentes: Rebelión -
Foto: Grupo asociado al Ku Klux Klan en Alemania.
Las ideas de
superioridad de la raza blanca para explicar y justificar el imperialismo
moderno fueron moneda común durante el siglo XIX en ambos lados del Atlántico,
generaciones antes que apareciera la excusa del comunismo. En Estados Unidos
las justificaciones científicas eran necesarias para mantener oprimida a su numerosa
población negra.
“Si eres
rubio, perteneces a la mejor gente de este mundo. Pero todo se terminará
contigo. Tus antepasados han cometido el pecado de mezclarse con las razas
inferiores del sur. Como resultado, las mejores cualidades de los rubios, pertenecientes
a la raza creadora de la mejor cultura, se ha ido corrompiendo, sobre todo
aquí, en Estados Unidos”.
Así comienza el
New York Times su artículo destacado del 22 de octubre de 1916 basado en
el nuevo libro de Madison Grant The Passing of the Great Race (El final
de la Gran Raza) quien, “en palabras mucho más científicas”, alerta del
fin de la raza rubia a manos de los blancos de pelo castaño y, peor, de los de
pelo castaño de piel oscura. Según el autor, el problema de los nórdicos era
que no disfrutaban del frío y preferían el calor y la calidez soleada del sur,
pero sólo podían subsistir en estas regiones tropicales como dueños de las
tierras sin tener que trabajarlas. Los habitantes de India hablan la lengua
aria pero su sangre ha perdido la calidad del conquistador. El autor, en una de
sus conclusiones más moderadas, descubre que la solución está en las prácticas
del pasado. “Ninguna conquista puede ser completa si no se extermina a las
razas inferiores y los vencedores llevan a sus mujeres con ellos… Por
estas razones, los países al sur del cinturón negro de Estados Unidos, y hasta
los estados al sur de Mississippi deben ser abandonados, es decir, libres,
dejados a la suerte de los negros”.
Las ideas de
superioridad de la raza blanca para explicar y justificar el imperialismo
moderno fueron moneda común durante el siglo XIX en ambos lados del Atlántico,
generaciones antes que apareciera la excusa del comunismo. En Estados Unidos,
las justificaciones científicas eran necesarias para mantener a su numerosa
población negra (primero como esclavos y luego como ciudadanos segregados) en
el lugar que supuestamente les correspondía según las reglas del orden, la
civilización y el progreso.
Ya avanzado el
siglo XX, los memorandos y los informes de diferentes políticos,
senadores y embajadores continuaron con esa tradición. El jefe para América
Latina y eventual embajador, Francis White, durante décadas escribió reportes y
dio conferencias a futuros diplomáticos explicando que “con algunas
excepciones, los gobiernos de América latina, sobre todo aquellos en los
trópicos, poseen muy poca sangre blanca pura y mucha deshonestidad”. Para
White, Ecuador era un país retrógrado porque tenía “apenas cinco por ciento
de sangre blanca; el resto son indios o mestizos”. Su consejo a los futuros
cónsules y embajadores que lo escuchaban en una conferencia en 1922 fue: si les
toca un país de indios, sepan que “la estabilidad política está en
proporción directa a la cantidad de blancos puros que ese país posea”.
Según Grant, y
según muchos otros, la raza blanca ha sobrevivido en Canadá, en Argentina y en
Australia gracias a que ha exterminado a las razas nativas. Si la raza superior
no extermina a la inferior, la inferior vencerá. “Por mucho tiempo, América
se ha beneficiado de la inmigración de la raza nórdica, pero lamentablemente,
en los últimos tiempos también ha recibido gente de las razas débiles y
corruptas del sur de Europa. Estos nuevos inmigrantes ahora hablan el idioma de
la raza nórdica, usan la misma ropa, han robado sus nombres y hasta comienzan a
aprovecharse de nuestras mujeres, aunque apenas entienden nuestra religión y
nuestras ideas.
The Passing of
the Great Race no se convirtió en un best seller inmediato,
pero sí en uno de los clásicos del racismo científico del siglo XX que
encontrará eco fácil en las élites económicas y en sus aspirantes pobres de
raza blanca. Entre sus ávidos lectores se contarán Theodore Roosevelt y Henry
Ford, futuro admirador y colaborador de Adolf Hitler, a quien se lo
recomendará. The Boston Transcript publicará que todas las personas
pensantes (es decir, blancas) deberían leerlo. El libro produjo un fuerte
impacto en la clase dirigente y ayudó a definir las categorías que los elegidos
usaron luego para redactar las leyes de inmigración en Estados Unidos en 1924:
arriba se ubica la raza nórdica, más abajo los judíos, españoles, italianos e
irlandeses y, aún más abajo, todo el resto de apariencia oscura. Según el
autor, “la capacidad intelectual de las razas varía como varían los aspectos
físicos de cada una… A los estadounidenses les ha llevado cincuenta años para
comprender que hablar inglés, usar buena ropa, asistir a la escuela y a la
iglesia no transforma a un negro en un blanco”.
El autor no
aclara si los racistas procedentes de las razas superiores no son las
inevitables excepciones a la regla, ya que es bien sabido que entre los blancos
también existen los integrantes con aguda discapacidad mental que, por obvias
razones, no se consideran como tal y son los primeros en adoptar esta teoría de
la superioridad por asociación que no requiere méritos individuales.
Unos años
después, en 1924, del otro lado del Atlántico, un soldado en su celda llamado
Adolf Hitler leerá con pasión el libro de Madison Grant y comenzará a escribir Mi
lucha. Hitler reconocerá The
Passing of the Great Race como su biblia. Cuando Hitler
se convierta en el líder de la Alemania nazi, su ministro de propaganda, Joseph
Goebbels, leerá con la misma pasión el libro Propaganda, del estadounidense
judío, doble sobrino de Sigmund Freud, Edward Bernays. Berneys no inventará las
fake news pero las elevará a la categoría de ciencia. Diferente a su tío
Freud, probará que estaba en lo cierto cuando, en 1954, por pedido de la CIA,
logre hacer creer al mundo que el nuevo presidente de Guatemala no era un
demócrata sino un comunista. Como consecuencia de esta manipulación mediática,
cientos de miles de muertos alfombrarán los suelos de Guatemala en las
siguientes décadas.
El soldado
Adolf Hitler no tenía ideas radicales. Tampoco era un pensador radical, sino
todo lo contrario: sus ideas y su pensamiento eran de uso común en su época,
sobre todo del otro lado del Atlántico. En Estados Unidos, la idea de una
gloriosa raza teutónica y aria amenazada de extinción por las razas inferiores
eran moneda en curso durante el siglo XIX, desde los encapuchados del Ku Klux
Klan hasta para presidentes como Theodore Roosevelt, pasando por marines y
voluntarios que cazaban negros por deporte, violaban a sus mujeres y se
divertían justifiando las violaciones como forma de mejorar la raza de las
islas tropicales. Es muy probable que el nazismo hunda algunas de sus raíces en
el sur de Estados Unidos, mucho antes de perder la memoria durante la Segunda
guerra mundial.
Diez años más
tarde el zoólogo de la Universidad de Berkeley Samuel Holmes propondrá la
esterilización forzada de los mexicanos en Estados Unidos (de la misma forma
que se había esterilizado a diez mil «idiotas» sólo en California) para
resolver el serio problema racial que significaba disminuir la calidad de la
raza estadounidense. “Los hijos de los trabajadores de hoy serán ciudadanos
mañana”, afirmaba Holmes. En artículos sucesivos, repetirá la advertencia
hecha por Theodore Roosevelt sobre el “suicidio racial” que encontrará
eco no sólo en los miembros del Ku Klux Klan sino en una vasta masa de
ciudadanos anglosajones, la que derivará, durante la Gran Depresión, en la
persecusión de mexicanos y en la deportación de medio millón de ciudadanos
estadounidenses con aspecto de mestizos.
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