miércoles, 6 de abril de 2022

Lejos de Ucrania, Afganistán es “la mayor crisis humanitaria del mundo”

 

Lejos de Ucrania, Afganistán es “la mayor crisis humanitaria del mundo”

 


KAOSENLARED / 06.04.2022

Publicado el 5 de abril de 2022 Por Otros medios

 

La guerra interminable y el reciente bloqueo económico de Estados Unidos al gobierno talibán define un escenario de hambruna masiva, alertan los organismos internacionales.

Andrés Ferrari Haines

El 11 de enero pasado, Naciones Unidas lanzó el “mayor llamamiento de ayuda para un país en toda su historia“. Solicitó más de 5 mil millones de dólares porque el 95 por ciento de los afganos no tiene para comer y casi nueve millones corren el riesgo de morir de hambre, incluyendo un millón de niños.

La periodista Jane Ferguson denunció que más de 20 millones de afganos están al borde de morirse de hambre, constituyendo la mayor crisis humanitaria del mundo. De forma similar se expresó el secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, Martin Griffiths, al alertar que “se avecina una catástrofe humanitaria en toda regla”, que para David Miliband, presidente del Comité Internacional de Rescate, “podría matar a muchos más afganos que los últimos 20 años de guerra”.

El ex primer ministro del Reino Unido Gordon Brown exclamó que Afganistán, “una vez estuvo casi en el centro de la atención mundial y ahora es una tierra casi olvidada. Nuestros ojos se han desviado a medida que se desarrolla el mayor desastre humanitario del planeta”. Advirtió que por la escala de la catástrofe se observan “niños muriendo de hambre o congelados frente a nuestros ojos, padres vendiendo sus riñones y madres que venden a sus bebés, todo en un intento desesperado por alimentar a los que aún están vivos“.

Las sanciones de Estados Unidos

Ezra Klein, en su artículo en el New York Times del 20 de febrero, apunta que la situación dramática de Afganistán se agravó cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden congeló más de 7 mil millones de dólares que le pertenecían al gobierno afgano, la gran mayoría de sus reservas de divisas.

Las sanciones originariamente tenían como objeto a los talibanes como grupo terrorista, pero cuando este grupo tomó el poder con la retirada de los países occidentales, las multas comenzaron a aplicarse sobre el país. A continuación, la Unión Europea cortó otros 1400 millones de dólares en asistencia gubernamental y ayuda para el desarrollo. En consecuencia, Afganistán tuvo que cerrar al menos 2 mil centros de salud que atienden a unos 30 millones de personas, sobre la población total de 40 millones, por lo que Vijay Prashad destaca que “la mayoría de los afganos ha perdido el acceso a la atención médica”.La crisis llevó a que un millón de personas intenten huir a Irán y Pakistán, por lo cual se teme que haya una crisis en toda la región. La Unión Europea está preocupada que se repita la crisis migratoria de 2015, cuando más de un millón de personas, en su mayoría sirios, buscaron asilo en Europa. Ese temor llevó a la UE a prometer más de mil millones de dólares en ayuda humanitaria para Afganistán y para los países vecinos que reciban a los afganos.

Doble vara

La situación afgana se agravó ahora más porque Biden decidió que los cerca de 7 mil millones de dólares congelados se consignaran mitad para los afganos y mitad para compensar a las familias de las víctimas del 11 de septiembre. Pero como la Casa Blanca afirmó que busca “que los fondos lleguen a la gente de Afganistán y no a los talibanes y los actores maliciosos”, incluso la parte correspondiente a los afganos va a demorar hasta que se delinee la forma concreta en que se harán las transferencias.

El argumento para destinar la mitad de los fondos a familiares de las víctimas del atentado de 2001 es que en 2012 éstos ganaron un juicio en un tribunal de Estados Unidos contra los talibanes y otras organizaciones. Charlie Savage explica que como la decisión judicial no tenía forma de ejecutarse, “el juicio parecía simbólico”. El retorno de los talibanes al poder llevó a que los tribunales decidieran que los activos afganos en Estados Unidos puedan tomarse como pago.

La especialista en derecho internacional Arianna Rafiq cuestionó la lógica de esa decisión porque “los activos del Estado no pasan a ser de los talibanes únicamente porque asumieron el gobierno. Tampoco los bienes del Estado pertenecen a su respectivo gobierno”. Por otro lado, también citó a Andrew Maloney, uno de los abogados que representan a las familias, quien aceptó el argumento de Rafiq, pero luego sostuvo que “como país, como pueblo, tienen cierta responsabilidad por permitir que los talibanes regresen”.

Phyllis Bennis, del Instituto de Estudios Políticos, denunció la lógica contradictoria detrás de la incautación de activos, porque por un lado se sostiene que los talibanes no son el gobierno legítimo de Afganistán, no permitiendo que retiren los fondos. Por el otro, se los considera lo suficientemente legítimo como para usar ese dinero “para pagar lo que Estados Unidos cree que es la deuda de los talibanes en un fallo dictado en Estados Unidos”.

En esa línea, Samina Akhter destaca en el sitio thegeopolitics que “la noción de que los afganos pueden buscar métodos legales para accionar contra los Estados Unidos por la participación de ese país en la devastación de Afganistán es absurda”. El mensaje es claro: “las vidas de los estadounidenses son más importantes que las vidas de los afganos, y el dolor de los estadounidenses es más grande que el de los afganos”.

Bandidos

El gobierno talibán en Afganistán ha condenado esa medida. Suhail Shaheen, representante ante las Naciones Unidas, requirió que se descongele el dinero y se mantenga bajo el control del Banco Central Afgano.

En Kabul, capital afgana, una manifestación masiva señaló que los afganos no tenían nada que ver con los ataques del 11 de septiembre y pidieron a Estados Unidos una compensación financiera por los cientos de miles de afganos asesinados durante los 20 años de guerra y ocupación.

También en su país Biden recibió fuertes críticas. Barry Amundson, cuyo hermano fue asesinado el 11 de septiembre, reconoció esta injusticia: “Me temo que el resultado final de incautar este dinero será causar más daño a los afganos inocentes que ya han sufrido mucho”. Para Michael Kugelman, subdirector del Programa de Asia en el Centro Wilson, la medida de Biden es “despiadada”.

La diputada Ilhan Omar tuiteó que “no había un solo afgano entre los secuestradores. Mientras tanto, estamos dando billones de dólares a los gobiernos de Arabia Saudita y Egipto que tienen vínculos directos con los terroristas del 11 de septiembre. Castigar a millones de personas hambrientas por estos crímenes es inconcebible.”

H.A. Hellyer, de la Universidad de Cambridge, y Farid Senzai, de la Universidad de Santa Clara en California, denunciaron en el New York Times que “los afganos no fueron responsables del 11 de septiembre. Al menos la mitad de los afganos de hoy ni siquiera había nacido en 2001”.

Esto no es diferente de la conducta de los bandidos”, dijo el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, porque “sin el consentimiento del pueblo afgano, Estados Unidos se hace deliberadamente de activos que pertenecen al pueblo afgano, incluso manteniéndolos como propios”,

Asesinato en masa

Austin Ahlman en The Intercept afirma que un alto asesor de política exterior demócrata en forma anónima sostuvo que la medida de Biden “efectivamente equivale a un asesinato en masa”. Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación Económica y Política, caracterizó la decisión de Biden como generadora de una hambruna masiva.

Ahlman destaca que el anónimo asesor sostuvo que Biden “ha recibido advertencias del Secretario General de la ONU, el Comité Internacional de Rescate y la Cruz Roja, con un consenso unánime de que la liquidez del Banco Central es de suma importancia y que ninguna cantidad de ayuda puede compensar la destrucción del sistema financiero de Afganistán y de toda la macroeconomía”.

*PPGEEI/UFRGS-Brasil.
Página 12

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Jean-Luc Mélenchon: la fuerza de la república

 

La propuesta de Mélenchon se caracteriza por la coherencia entre principios, programa y estrategia. No engaña y apuesta por decir la verdad. Se podría exponer así: un programa social y democrático avanzado no es compatible con esta Unión Europea.


Jean-Luc Mélenchon: la fuerza de la república

 

Manolo Monereo

El Viejo Topo

6 abril, 2022 




Para Oscar Lafontaine, dignidad en tiempos de vileza

 

Mélenchon y Lafontaine entraron en nuestro mundo como parte de aquella socialdemocracia que no quería dejar de serlo y que hacía de la coherencia, fuerza y programa. Eran tiempos de optimismo: foros sociales, movilizaciones de amplio espectro e izquierdas que crecían en Francia, Italia, Grecia, Alemania, Portugal… El Partido de Izquierda europeo como expresión de un sujeto político que quería construirse con vocación de mayoría, desde un programa claro y nítido de izquierdas. “Otra Europa es posible” resumía y sintetizaba una voluntad, una apuesta diferenciada formulada en positivo. Todo esto terminó el día que Alexis Tsipras se plegó al chantaje de la Unión Europea y aplicó un durísimo programa de austeridad que, lo sabemos hoy con claridad, solo sirvió para pagar deudas y terminar de hundir a la economía griega.

Los tiempos han cambiado para peor, mucho peor. Lafontaine deja Die Linke después de que este partido aceptara los nuevos presupuestos de guerra, en el marco de un reforzamiento estructural del complejo militar-industrial alemán y de una OTAN que cierra cualquier posibilidad de una apertura al Este. Mélenchon sigue en la pelea, en una lucha desigual por reivindicar una nueva república asentada en un bloque nacional-popular que existe y se moviliza pero que no tiene, hoy por hoy, una definición política autónoma capaz de convertirlo en sujeto de un proyecto alternativo de país. Esta es la cuestión decisiva.

El mapa político-electoral de Francia parecía acotado: tres derechas duras que le disputaban la mayoría a un Macron situado en un centro virtual, simplemente porque no parecía tener un competidor serio a su izquierda. De nuevo, aparece Mélenchon con un discurso potente cargado de propuestas, defendiendo un proceso constituyente hacia una nueva república y colocando en su centro un proyecto alternativo de sociedad, de gobierno y de Estado. La reacción ante la guerra de Ucrania ha sorprendido: rechazo de la intervención militar de Rusia, apuesta clara por la salida de la OTAN y defensa de una política de no alineamiento. Los momentos de crisis, conflictos, guerras son los que miden a las políticas y a los políticos, los que ponen en evidencia la hondura de sus principios, la consistencia de su carácter y su subalternidad o no ante los poderes económicos, mediáticos y político-militares dominantes. Mélenchon, en plena campaña electoral -y contra corriente- ha sido coherente con una política y ha salvado la dignidad de una izquierda en retroceso en todas partes.

La Francia Insumisa aparece en las encuestas en tercer lugar con una media del 14% de los votos. Macron encabeza con un 28% aproximadamente y con una Marie Le Pen que empieza a distanciarse de Zemmour y se acerca, de nuevo, al 19%. El Partido Socialista prácticamente desaparece, al igual que el Partido Comunista; los Verdes se estancan en torno al 5%. El mapa de las encuestas dice mucho de la realidad política y cultural francesa. El 30% de los que piensan votar lo van a hacer a la extrema derecha y algo más de un 10% al antiguo Partido gaullista. La estrategia de Macron consiste en polarizarse con Marie Le Pen y en la segunda vuelta llevarse los votos de la izquierda como mal menor ante el miedo al triunfo de las derechas populistas. Todo esto cambiaría si en la segunda vuelta quien aparece frente al actual presidente es Mélenchon. Sabemos que esto es muy difícil pero la esperanza está creciendo en un pueblo descreído, resentido con los políticos y con una rabia acumulada por años de engaños y mentiras y, es lo más grave, ante un futuro cada vez más incierto e inseguro. Las gentes siguen buscando protección, firmeza frente a los grandes poderes económico-financieros y defensa de los derechos sociales. Un orden basado en la justicia, la igualdad y la solidaridad

La batalla de Mélenchon trasciende a Francia. Si algo nos dice la experiencia de países como Italia, es que la izquierda puede desaparecer como fuerza real y que los sistemas políticos de la Unión Europea tienden a crear en cada uno de los Estados –como dice Luciano Canfora- “partidos unificados de régimen” basados en una política económica y social común, en un rígido alineamiento con los Estados Unidos y organizados por la OTAN. La crisis de Ucrania demuestra precisamente esto: hemos pasado del pensamiento único a la política única y a una forma-partido profesional y oligárquica férreamente subordinada a los grandes poderes económicos. En el centro, unos todopoderosos medios de comunicación que promueven un discurso disciplinario que excluye el pensamiento crítico y margina a la disidencia. El liberalismo conservador y autoritario es ya la centralidad.

Hay que subrayar la importancia de su programa. Mélenchon está haciendo una campaña fundada en un conjunto articulado de propuestas muy precisas y con gran contenido transformador. Para el político francés el programa es un contrato que se pacta con la ciudadanía, que orienta el voto y fomenta el compromiso político. Para decirlo de otra forma, se trata de convertir esta durísima precampaña y campaña en la construcción colectiva de una esperanza concreta, viable, posible y, a la vez, impugnadora de un sistema político y económico dominado por el capitalismo financiero y sometido a la lógica de los grandes poderes económicos. Sé positivamente que para los grandes medios, el programa está para no cumplirse y que es un adorno que apenas si cubre unos discursos vacíos, sin concreciones, basados en el insulto como método de diferenciación. Mélenchon se opone radicalmente a esto. El aspecto programático más rompedor de La Francia Insumisa es abrir un proceso constituyente que ponga fin a la “monarquía presidencial” y que conduzca a una VI República de base parlamentaria. La idea de “democratizar la democracia” es fundamental, así como la apelación continua a una ciudadanía activa capaz de autogobernarse al modo republicano.

La segunda idea central es la planificación ecológica y la reorganización territorial del país. Esta parte se concreta mucho. El núcleo de la propuesta consiste en aprovechar la necesaria e inevitable reconversión ecológica de la economía y de la sociedad para diseñar un nuevo modelo productivo asentado en el territorio desde una lógica superadora del beneficio capitalista. La clave es la planificación democrática y descentralizada de la economía al servicio de las necesidades básicas de las personas, respetuosa con el medio natural y sólidamente insertada en unos espacios rurales siempre en peligro de abandono o en decadencia permanente.

La tercera idea es la defensa de un proteccionismo ecológico y solidario. Se trata de un control democrático del comercio, de las inversiones extranjeras y de la circulación del capital que pueda poner en peligro los fundamentos de un modelo alternativo social y ecológicamente sostenible. La centralidad del programa sigue siendo el mundo del trabajo y los derechos sociales de las clases trabajadoras. A contracorriente, de nuevo, se defiende el pleno empleo, la reducción de la jornada laboral y la estabilidad en el trabajo desde una defensa de las pensiones y de una democracia que llegue a las empresas.

Si algo caracteriza la propuesta de Mélenchon es la coherencia entre principios, programa y estrategia. En este sentido no engaña y apuesta por decir la verdad. Se podría exponer del siguiente modo: un programa social y democrático avanzado no es compatible con esta Unión Europea. Dicho de otro modo, la UE es el mayor obstáculo para realizar políticas realmente de izquierdas. La lógica que se propone es usar a fondo el derecho de veto que tienen los Estados para impedir nuevos avances de las políticas neoliberales y usar sin miedo el poder que da el gobierno para definir políticas autónomas coherentes con el programa, sabiendo que se enfrenta al consenso de Bruselas. Soberanía popular, autonomía productiva y económico-financiera e independencia nacional están íntimamente unidas a una política internacional de no alineamiento, de lucha por la paz y por un nuevo orden planetario más justo y democrático. Tampoco en esto engaña el programa de La Francia Insumisa: todo esto es incompatible con la pertenencia a una organización militar como la OTAN que sirve a los intereses de los EEUU.

 

Publicado originalmente en el blog El Comején.

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