La
propuesta de Mélenchon se caracteriza por la coherencia entre principios,
programa y estrategia. No engaña y apuesta por decir la verdad. Se podría
exponer así: un programa social y democrático avanzado no es compatible con
esta Unión Europea.
Jean-Luc Mélenchon: la fuerza de la república
El Viejo Topo
6 abril, 2022
Para Oscar
Lafontaine, dignidad en tiempos de vileza
Mélenchon y
Lafontaine entraron en nuestro mundo como parte de aquella socialdemocracia que
no quería dejar de serlo y que hacía de la coherencia, fuerza y programa. Eran
tiempos de optimismo: foros sociales, movilizaciones de amplio espectro e
izquierdas que crecían en Francia, Italia, Grecia, Alemania, Portugal… El
Partido de Izquierda europeo como expresión de un sujeto político que quería
construirse con vocación de mayoría, desde un programa claro y nítido de
izquierdas. “Otra Europa es posible” resumía y sintetizaba una voluntad, una
apuesta diferenciada formulada en positivo. Todo esto terminó el día que Alexis
Tsipras se plegó al chantaje de la Unión Europea y aplicó un durísimo programa
de austeridad que, lo sabemos hoy con claridad, solo sirvió para pagar deudas y
terminar de hundir a la economía griega.
Los tiempos han
cambiado para peor, mucho peor. Lafontaine deja Die Linke después de que este
partido aceptara los nuevos presupuestos de guerra, en el marco de un
reforzamiento estructural del complejo militar-industrial alemán y de una OTAN
que cierra cualquier posibilidad de una apertura al Este. Mélenchon sigue en la
pelea, en una lucha desigual por reivindicar una nueva república asentada en un
bloque nacional-popular que existe y se moviliza pero que no tiene, hoy por
hoy, una definición política autónoma capaz de convertirlo en sujeto de un
proyecto alternativo de país. Esta es la cuestión decisiva.
El mapa
político-electoral de Francia parecía acotado: tres derechas duras que le
disputaban la mayoría a un Macron situado en un centro virtual, simplemente
porque no parecía tener un competidor serio a su izquierda. De nuevo, aparece
Mélenchon con un discurso potente cargado de propuestas, defendiendo un proceso
constituyente hacia una nueva república y colocando en su centro un proyecto
alternativo de sociedad, de gobierno y de Estado. La reacción ante la guerra de
Ucrania ha sorprendido: rechazo de la intervención militar de Rusia, apuesta
clara por la salida de la OTAN y defensa de una política de no alineamiento.
Los momentos de crisis, conflictos, guerras son los que miden a las políticas y
a los políticos, los que ponen en evidencia la hondura de sus principios, la
consistencia de su carácter y su subalternidad o no ante los poderes económicos,
mediáticos y político-militares dominantes. Mélenchon, en plena campaña
electoral -y contra corriente- ha sido coherente con una política y ha salvado
la dignidad de una izquierda en retroceso en todas partes.
La Francia
Insumisa aparece en las encuestas en tercer lugar con una media del 14% de los
votos. Macron encabeza con un 28% aproximadamente y con una Marie Le Pen que
empieza a distanciarse de Zemmour y se acerca, de nuevo, al 19%. El Partido
Socialista prácticamente desaparece, al igual que el Partido Comunista; los
Verdes se estancan en torno al 5%. El mapa de las encuestas dice mucho de la
realidad política y cultural francesa. El 30% de los que piensan votar lo van a
hacer a la extrema derecha y algo más de un 10% al antiguo Partido gaullista.
La estrategia de Macron consiste en polarizarse con Marie Le Pen y en la
segunda vuelta llevarse los votos de la izquierda como mal menor ante el miedo
al triunfo de las derechas populistas. Todo esto cambiaría si en la segunda
vuelta quien aparece frente al actual presidente es Mélenchon. Sabemos que esto
es muy difícil pero la esperanza está creciendo en un pueblo descreído,
resentido con los políticos y con una rabia acumulada por años de engaños y
mentiras y, es lo más grave, ante un futuro cada vez más incierto e inseguro.
Las gentes siguen buscando protección, firmeza frente a los grandes poderes
económico-financieros y defensa de los derechos sociales. Un orden basado en la
justicia, la igualdad y la solidaridad
La batalla de
Mélenchon trasciende a Francia. Si algo nos dice la experiencia de países como
Italia, es que la izquierda puede desaparecer como fuerza real y que los
sistemas políticos de la Unión Europea tienden a crear en cada uno de los
Estados –como dice Luciano Canfora- “partidos unificados de régimen” basados en
una política económica y social común, en un rígido alineamiento con los
Estados Unidos y organizados por la OTAN. La crisis de Ucrania demuestra
precisamente esto: hemos pasado del pensamiento único a la política única y a
una forma-partido profesional y oligárquica férreamente subordinada a los
grandes poderes económicos. En el centro, unos todopoderosos medios de
comunicación que promueven un discurso disciplinario que excluye el pensamiento
crítico y margina a la disidencia. El liberalismo conservador y autoritario es
ya la centralidad.
Hay que
subrayar la importancia de su programa. Mélenchon está haciendo una campaña
fundada en un conjunto articulado de propuestas muy precisas y con gran
contenido transformador. Para el político francés el programa es un contrato
que se pacta con la ciudadanía, que orienta el voto y fomenta el compromiso
político. Para decirlo de otra forma, se trata de convertir esta durísima
precampaña y campaña en la construcción colectiva de una esperanza concreta,
viable, posible y, a la vez, impugnadora de un sistema político y económico
dominado por el capitalismo financiero y sometido a la lógica de los grandes
poderes económicos. Sé positivamente que para los grandes medios, el programa
está para no cumplirse y que es un adorno que apenas si cubre unos discursos
vacíos, sin concreciones, basados en el insulto como método de diferenciación.
Mélenchon se opone radicalmente a esto. El aspecto programático más rompedor de
La Francia Insumisa es abrir un proceso constituyente que ponga fin a la
“monarquía presidencial” y que conduzca a una VI República de base
parlamentaria. La idea de “democratizar la democracia” es fundamental, así como
la apelación continua a una ciudadanía activa capaz de autogobernarse al modo
republicano.
La segunda idea
central es la planificación ecológica y la reorganización territorial del país.
Esta parte se concreta mucho. El núcleo de la propuesta consiste en aprovechar
la necesaria e inevitable reconversión ecológica de la economía y de la
sociedad para diseñar un nuevo modelo productivo asentado en el territorio
desde una lógica superadora del beneficio capitalista. La clave es la
planificación democrática y descentralizada de la economía al servicio de las
necesidades básicas de las personas, respetuosa con el medio natural y
sólidamente insertada en unos espacios rurales siempre en peligro de abandono o
en decadencia permanente.
La tercera idea
es la defensa de un proteccionismo ecológico y solidario. Se trata de un
control democrático del comercio, de las inversiones extranjeras y de la
circulación del capital que pueda poner en peligro los fundamentos de un modelo
alternativo social y ecológicamente sostenible. La centralidad del programa
sigue siendo el mundo del trabajo y los derechos sociales de las clases
trabajadoras. A contracorriente, de nuevo, se defiende el pleno empleo, la
reducción de la jornada laboral y la estabilidad en el trabajo desde una
defensa de las pensiones y de una democracia que llegue a las empresas.
Si algo caracteriza
la propuesta de Mélenchon es la coherencia entre principios, programa y
estrategia. En este sentido no engaña y apuesta por decir la verdad. Se podría
exponer del siguiente modo: un programa social y democrático avanzado no es
compatible con esta Unión Europea. Dicho de otro modo, la UE es el mayor
obstáculo para realizar políticas realmente de izquierdas. La lógica que se
propone es usar a fondo el derecho de veto que tienen los Estados para impedir
nuevos avances de las políticas neoliberales y usar sin miedo el poder que da
el gobierno para definir políticas autónomas coherentes con el programa,
sabiendo que se enfrenta al consenso de Bruselas. Soberanía popular, autonomía
productiva y económico-financiera e independencia nacional están íntimamente
unidas a una política internacional de no alineamiento, de lucha por la paz y
por un nuevo orden planetario más justo y democrático. Tampoco en esto engaña
el programa de La Francia Insumisa: todo esto es incompatible con la
pertenencia a una organización militar como la OTAN que sirve a los intereses
de los EEUU.
Publicado originalmente en el blog El Comején.
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