domingo, 24 de mayo de 2020

Para un análisis político de la actualidad, pero como si estuviéramos en un juego floral de la política, igual, sin considerar que: estúpido, es la economía. Como si no estuviéramos en la ultima fase histórica que se abre con la crisis de 2008, de la última forma capitalista que precede a su extinción: el fascismo financiero. Tal que si los políticos oficiales estuvieran en la inopía o dándose un garbeo por las nubes, igual; del primero al último (yo me refiero a los formalmente de izquierdas, porque yo no tengo por qué meter en este saco al caballo de Santiago Abascal), y nosotros, los trabajadores, como si la cosa no fuera con nosotros, esperando sin hacer nada ni preocupándonos de por donde viene el aire, a que caigan los bocadillos de mortadela del cielo (Por eso yo que soy un demócráta de pura cepa, pero ni de izquierdas ni de derechas ni ná de ná, que yo no soy de ná, que ya he votado y todo, no me canteo ni quiero saber nada de política estoy quieto en la mata, echándole vivas a mi lider, que es el que le mete la mortadela al pan, que es mi espíritu y el que piensa y se sacrifca por mí, porque es muy bueno mi lider, mientras me corroe el alma todos los miedos, incertidumbres e impotencias, todo ello muy sano. Lo pone la Constitución, lo he visto yo, aunque ni siquiera me he leído la Constitución, ¿Para qué leer?, si tengo a mi lider que lee por mí.



La teoría de los tres bloques de Fernández Vara que puede enmendar Arrimadas

  • El presidente extremeño cree que España está dividida en tres bloques: izquierda, derecha y nacionalistas. El centro ha muerto y no hay vasos comunicantes
  • Sin embargo, Arrimadas surge como alternativa al nacionalismo, dando opciones al Gobierno y volviendo al centro
Cuarto poder.ee
El domingo, 24 de mayo de 2020

 El presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. EFE/Jero Morales/Archivo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afronta la crisis sanitaria más grave de la democracia con un Congreso que le recibe con hostilidad. El nerviosismo por amarrar las votaciones y que nada falle hace que el PSOE quiera explore todas las vías, como el polémico acuerdo con EH Bildu que luego rectificó. El encaje de bolillos que tiene que hacer en cada estado de alarma, las caceroladas que tienen gran acogida mediática y la oposición sin tregua de las derechas no ha hecho, sin embargo, que emerja una alternativa sólida. Unas horas antes de la última sesión del Congreso, el presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, vaticinaba de que ni siquiera unas elecciones supondrían un cambio. Para el socialista, la sociedad española está dividida en tres bloques políticos: la izquierda, la derecha y el independentismo.Y ninguno se mueve.

La reflexión del socialista extremeño se produjo el pasado martes, después del Consejo de Política Territorial del PSOE y horas antes de que tuviera lugar el polémico pacto con Bildu, que desconcertó a buena parte de los socialistas y visibilizó las distintas visiones del Gobierno. Sin embargo, sirve para comprender cómo ve Fernández Vara el terreno de juego y las encrucijadas de la política española: "La sociedad española no está dividida en dos facciones electorales, sino en tres: izquierda, derecha y el nacionalismo. No hay movimiento entre bloques", explicaba. El presidente autonómico auguraba que, aún habiendo elecciones, las mayorías no variarían, incluso aunque hubiera transferencia de votos entre partidos: lo que perdiese el PP lo ganaría Vox o Ciudadanos y lo que perdiese el PSOE lo ganaría Unidas Podemos y viceversa.

"El centro político desapareció en España", reflexionaba sobre las posturas políticas moderadas. No es lo único que ha 'muerto' en la política española, también lo han hecho los vasos comunicantes que permitían las transferencias de electores: "Lo que ocurría en España que ya no ocurre es que había trasvase entre bloques". Al no haber posibilidad de configurar otras mayorías,  la consecuencia es que  "las decisiones caigan en los partidos nacionalistas" y el Gobierno tenga que sudar en cada votación.

Rosas y espitas

Esta rigidez entre los bloques cae sobre los socialistas a la hora de tener que sacar cada votación en el Congreso: "Los partidos del Gobierno nos hemos sentido muy solos porque el PP, también Vox, han dimitido de su responsabilidad", confesaba la portavoz del Ejecutivo, María Jesús Montero, el pasado viernes tras el Consejo de Ministros. Las consecuencias son que el diálogo entre bloques tome forma de lo que Sánchez llama "espita", es decir, que se pongan sobre la mesa otros temas que nada tienen que ver con el estado de alarma, como la reforma laboral por parte de Bildu o la petición de reactivar la mesa de diálogo por parte de ERC.

En su comparecencia del martes, Fernández Vara anteponía las caceroladas contra el Gobierno a la "mayoría silenciosa", una expresión que ya utilizó la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en 2013 cuando las protestas eran contra la austeridad de Rajoy.

¿Un 'nuevo' centro-derecha como alternativa al bloque nacionalista?
Cada vez que surge una polémica, presidentes autonómicos como el aragonés Javier Lambán  o el castellanomanchego Emiliano García-Page dejan claro su preferencia en los acuerdos con Ciudadanos. "Podemos tener diferencias, pero compartimos un mismo proyecto de país", explicaba Fernández Vara en RNE el mismo miércoles, cuando le hacían elegir entre ERC y los naranjas. 

En la votación del miércoles, la quinta prórroga del estado de alarma, Ciudadanos consolidó su condición de partido bisagra, al menos, en plena emergencia sanitaria y sin ahorrarse críticas al Gobierno en sus discursos. Inés Arrimadas, además, ha aguantado la presión. La citada encuesta situaba a Inés Arrimadas como la segunda líder mejor valorada, con una nota de 4,3, solo por detrás del presidente Sánchez, que saca un 4,9. Le sigue el 'popular' Pablo Casado con un 3,8. Todos suspenden.

El portavoz de Ciudadanos, Edmundo Bal dejó muy claro que su 'sí' no es una carta blanca para el resto de legislatura: "A usted le votamos que no, pero votamos que sí a los españoles". Pero en contraposición con el PP y Vox, Ciudadanos apuesta por la "altura de miras", el pragmatismo y  la responsabilidad. 

Si hace unas semanas, Ciudadanos parecía condenado a estar a la sombra de un PP que conservaba el liderazgo y de un Vox creciente, ahora los 10 diputados naranjas han cobrado protagonismo y tienen perfil propio dentro de las derechas. Ya no provocan burlas en las filas socialistas por su irrelevancia, sino que reciben sus llamadas y amplían su influencia.

Además, venden su sí como una alternativa al nacionalismo, que además, hasta ahora Sánchez no tenía.  El martes, se jactaban de que el acuerdo con el Gobierno iba a impedir poner en marcha la mesa de negociación con ERC, ni los separatistas para dinamitar la igualdad entre españoles.

La insegura mayoría del Gobierno

Con cada vez más dificultades, el Gobierno español ha ido aprobando hasta cinco prórrogas del estado de alarma para combatir las crisis del coronavirus, negociando a varias bandas. Más que "espacios de encuentro" ha abierto espacios en paralelo con fuerzas tan antagónicas como ERC, Ciudadanos, PNV y ahora, Bildu, un socio siempre incómodo. El PSOE sabe que firmar un acuerdo con los abertzales es abrir la caja de los truenos, como bien conoce la presidenta navarra María Chivite.

La arriesgada negociación de la abstención de Bildu respondía a la necesidad de ir sobre seguro a la sesión, ya que sin los abertzales al Ejecutivo también le daban los números. Esta maniobra deja entrever también la inseguridad que genera en el Ejecutivo las mayorías ajustadas que maneja en el Congreso. El PSOE quiso atar la aprobación, incluso si Ciudadanos se echaba para atrás, lo que sugiere que los socialistas no acaban de fiarse de los naranjas. Tras la cuarta prórroga, donde ERC votó "no" volvieron a reanudar relaciones con los catalanes, en señal de que el espíritu de la investidura seguía siendo una vía abierta para navegar la complicada legislatura.

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Pandemia y Vox; Gobierno que no instruye a la población y Vox. Y como no funcionen los Círculos de Podemos; las Asambleas de IU; las Agrupaciones del PSOE y demás organizaciones, ya lo comenzamos a ver: Vox


La gripe española de 1918 y el ascenso del nazismo: tomen nota

Rebelion
 Fuentes: Público 

 23/05/2020   
  

 Foto: Hospital militar de emergencia durante la epidemia de Gripe Española, en Camp Funston (Kansas, EEUU). Museo Nacional de Salud y Medicina


Los estudios científicos que han demostrado la alta correlación existente entre el deterioro de la vida económica y el ascenso de la extrema derecha son muy abundantes.

Más concretamente, se han podido demostrar algunos hechos que deberían ser tomados muy en cuenta por nuestros políticos y gobernantes.

En primer lugar, sabemos que el ascenso de la extrema derecha no se produce como consecuencia de cualquier tipo de crisis, sino de las financieras y cuando el periodo de recesión posterior a la crisis es duradero.

También sabemos que las políticas de austeridad, los recortes en el gasto público que llevan consigo disminución de las prestaciones sociales y deterioro de los servicios públicos, están altamente correlacionadas con el ascenso del la extrema derecha. Algo que se ha podido demostrar perfectamente en el caso alemán: tras las políticas de grandes recortes que se llevaron a cabo entre 1930 y 1932, el partido nazi multiplicó su voto, pasando de tener poco más del 2% en 1928 a casi el 45% en 1933.

Desde hace unos días sabemos un poco más sobre el ascenso del nazismo en Alemania pues un economista de la Reserva Federal de Nueva York, Kristian Blickle, ha publicado un estudio, todavía en versión preliminar, en el que se demuestra la gran influencia que la pandemia de gripe española tuvo en el éxito posterior de Adolf Hitler (puede leerse aquí).

Blickle ha analizado las muertes producidas por aquella pandemia en las diferentes regiones y ciudades alemanas y ha podido comprobar que allí donde la mortalidad fue más alta se registró tiempo después un mayor apoyo electoral a los partidos de extrema derecha y particularmente al nazi.

Su análisis pone de manifiesto que las ciudades y regiones donde hubo más muertos a causa de la pandemia registraron luego más desempleo y recortes de gasto público. Estos dos factores están claramente relacionados con el ascenso de la extrema derecha, según el análisis de Blickle, aunque igualmente demuestra que ni el mayor nivel de paro ni las políticas de austeridad fueron las únicas vías por las que la pandemia terminó produciendo un aumento del voto al partido nazi. De hecho, señala que otras enfermedades, como la tuberculosis, que producían más o menos las mismas muertes que provocó la gripe española, no tuvieron el mismo efecto sobre el electorado.

En su opinión, lo que ocurrió fue que aquella pandemia concentró principalmente sus efectos sobre la juventud, primero en cuanto a mortalidad se refiere y, más tarde y a consecuencia del recorte de gasto y del cambio demográfico, en la mentalidad y en las actitudes sociales. Blickle señala, por ejemplo, que los recortes afectaron a servicios disfrutados especialmente por la población más joven y que el origen foráneo del virus fomentó el resentimiento hacia los extranjeros que fueron vistos como responsables de la pandemia. De hecho, muestra que el porcentaje de votos para los extremistas de derecha aumentó particularmente en las regiones que históricamente habían culpado a las minorías de las plagas medievales.

En todo caso, el ascenso del nazismo seguramente no pueda explicarse sólo por ese tipo de razones económicas. También se ha comprobado que influyó decisivamente la enorme polarización social y política de aquel periodo. Leon Trotski retrató muy gráficamente lo que ocurría en esa Alemania donde germinaba el terror. Decía que era como una pirámide en cuyo vértice superior había una bola que la extrema derecha, por una parte, trataba de volcar hacia la izquierda para romper la espalda del movimiento obrero mientras que el partido comunista, por otra, la empujaba hacia el otro lado, para rompérsela al capitalismo.

Después de 2008 sufrimos una recesión larga y muy dura, durante unos años que han visto crecer la extrema derecha en casi todos los países del mundo, hasta el punto de que son bastantes los que están gobernados por líderes extremistas como Trump, Orban o Bolsonaro. El Royal United Service Institute, un centro de estudios inglés bastante conservador, acaba de publicar un pequeño informe en el que se indica que el nivel de amenaza del extremismo de derecha amplificado por la crisis global es alto (aquí). Por un lado, porque está extendiendo la idea de que «la reconstrucción de un orden mundial racialmente puro requiere avivar el caos mediante ataques masivos y tomar las armas para desencadenar una guerra racial»; y, por otro, por el riesgo de que un colapso económico provocado por las medidas necesarias para atajar la pandemia produzca disturbios civiles masivos que desestabilicen a los gobiernos y fuerzas de seguridad.

La covid-19 no es una pandemia exactamente igual que la provocada por la gripe española, pero deberíamos tener cuidado pues sus antecedentes y la situación que se está generando tienen casi todos los ingredientes que facilitaron la llegada al poder de los nazis: el deterioro económico es evidente, los recortes ya los hemos sufrido y otros nuevos están a la vuelta de la esquina, el desprecio de la política democrática como instrumento de gestión de los asuntos públicos es extraordinario, la polarización agobiante y la xenofobia tremenda. ¿Qué se puede esperar cuando nada más y nada menos que el portavoz del Departamento de Salud y Servicios Humanos de la primera potencia mundial, Michael Caputo, dice que la covid-19 se produce porque «millones de chinos chupan la sangre de los murciélagos rabiosos como aperitivo y se comen el culo de los osos hormigueros», o que «los demócratas están presionando para que el virus mate a mucha gente»? (aquí).

A mi juicio, la conclusión ante estos estudios históricos y ante la situación en la que nos encontramos es bastante clara. Hay que ser muy pragmáticos porque lo mejor suele ser enemigo de lo bueno: hay que evitar, antes que cualquier otra cosa, que la economía, la situación de las empresas y las condiciones de vida de la gente se deterioren. Y, además, hay que luchar contra la polarización política y tratar de evitarla por todos los medios. Insistir hoy día en una estrategia de confrontación entre derecha e izquierda es la forma más rápida y segura de provocar un choque social de consecuencias nefastas que sufrirán en mayor medidas las clases trabajadoras y las personas menos favorecidas. Es imprescindible diseñar un proyecto político de mucha más amplia mayoría, basado en la defensa de los derechos humanos, de la democracia, de la transparencia, la libertad, la solidaridad y la justicia; un proyecto que sólo tenga enfrente a quienes se atrincheran en el búnker de sus privilegios y de su inmenso egoísmo, y no a la mitad de la sociedad.

Juan Torres López es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Dedicado al análisis y divulgación de la realidad económica, en los últimos años ha publicado alrededor de un millar de artículos de opinión y numerosos libros que se han convertido en éxitos editoriales. Los dos últimos, ‘Economía para no dejarse engañar por los economistas’ y ‘La Renta Básica. ¿Qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene?’


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Después del coronavirus. Atender al efecto sin considerar las causas es como el que tiene hambre y le dan bicarbonato



El eufemismo de la “nueva normalidad”

Fuentes: Rebelión
23.05.2020 

«Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y guerras toman a las gentes siempre desprevenidas»
          Albert Camus, La peste (1947) 
          
Nunca como ahora se habían correlacionado tanto los conceptos “normal “y “patológico”, entendiendo este último como un estado de enfermedad física y/o psíquica que experimenta un individuo o comunidad. En términos llanos, por enfermedad se puede entender, de acuerdo la Organización Mundial de la Salud (OMS), la “Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”. La anterior es una definición convencional de la medicina occidental alópata que generalmente atiende los síntomas, pero no las causas de una determinada enfermedad (para abundar en el tema véase: Georges Canguilhem, Lo normal y lo patológico, Siglo XXI, Buenos Aires, 1971).

Sin embargo, una de las características de la Covid-19 consiste en que se desconocen con certeza las causas que la producen —a lo sumo se han esgrimido algunas probables hipótesis— y cuya evolución es prácticamente impredecible, a no ser por los resultados de la aplicación de modelos matemáticos exponenciales que pueden “predecir” trayectorias a futuro, como se puede apreciar en la actual pandemia mundial de coronavirus que, habiendo emergido de una localidad de China en diciembre de 2019 y declarada pandemia en marzo de 2020, se expandió por el mundo hasta alcanzar y constituir su actual epicentro en Estados Unidos que arroja todos los días miles de casos y de muertes como nadie se hubiera imaginado unos meses antes de su estallido. En el período anterior a este, existía y se desarrollaba una “normalidad capitalista” plenamente identificada que, a la par que determinaba la vida cotidiana, a la vez se encaminaba —y se encamina si no se corrige el rumbo— a la devastación ecológica del planeta y, por consiguiente, de la humanidad. 

Los conflictos sociales, las luchas de clases, el desempleo, la miseria, la precarización del trabajo, la criminalidad, las guerras y los genocidios, las recolonizaciones de territorios y países por parte del imperialismo, particularmente norteamericano; las crisis estructurales, comerciales, productivas y financieras y el enriquecimiento inusitado de una fracción de la burguesía mundial conformada por no más del 1% de la población global, forman parte de esa “normalidad” cuya abolición o superación no figura en las agendas de los gobiernos y de los empresarios que pregonan la urgente apertura de la economía y el establecimiento de una presunta “nueva normalidad” que se ajuste a las vicisitudes y circunstancias de los “nuevos tiempos” post-pandémicos. 

En este contexto, en las dos últimas semanas la prensa internacional de orientación mayoritariamente conservadora y de derecha ha venido difundiendo —y sembrando— la idea de que la pandemia está “cediendo” y, por tanto, es plausible dictar a los gobiernos y empresarios la posibilidad de “abrir” sus economías (capitalistas) mediante el desconfinamiento paulatino bajo el eufemismo de avanzar hacia el establecimiento de un presunto “estado de nueva normalidad” que no es otra cosa más que reciclar los procesos de explotación, acumulación y reproducción del capitalismo depredador en función de la rentabilidad y la obtención de ganancias.  Significa, también, abrir los cines, los museos, los centros recreativos, las discotecas, los bares, los antros, las fábricas, los servicios, los gimnasios, los clubes de fútbol, las estéticas, las plazas comerciales o shoppings, los aeropuertos, las depredadoras urbanizaciones en construcción y las escuelas; reanudar la devastación ambiental y todo tipo de negocios lucrativos, lícitos e ilícitos, “castigados“ por la pandemia; las gigantescas aglomeraciones humanas y la segregación social y espacial; en pocas palabras, la cotidianeidad capitalista, en un contexto grave e incierto donde el mundo se aproxima a los 5 millones de casos declarados de la epidemia.

Los empresarios y capitalistas, dueños de los negocios y de los medios de producción y de consumo, así lo están demandando en todo el mundo sin importar la vida de las personas e invocando falsas ideas y teorías fatalistas como la de la “inmunidad de rebaño” del epidemiólogo sueco, Johan Giesecke, que reza que: “El coronavirus se propaga como un incendio y no importa lo que uno haga, todos se van a contagiar” e ilustra con la figura mediática de que: “El virus está tratando de infectar a la población, eso es lo que el virus quiere hacer. Si la suficiente cantidad de gente está inmunizada alrededor de alguien con el virus, entonces el virus no puede infectar. Esa es una forma de explicar la inmunidad de rebaño” que, agregamos, ha sido un fracaso en ese país como lo muestran las cifras cuando las comparamos con otros países exitosos a nivel mundial en el control de la pandemia como Cuba y Venezuela —esta con 290 casos activos y 10 muertos en todo lo que va de la pandemia, a pesar del criminal acoso, de las amenazas y el bloqueo económico, marítimo, financiero y comercial impuesto a esta nación soberana por el gobierno norteamericano— y que están muy alejados de aquella teoría. Así, por ejemplo, mientras que en Cuba, con poco más de 11 millones de habitantes, y Suecia con 10; en el primer país, han fallecido al día de hoy (20 de mayo) 79 personas con 270 infectados o activos, en el segundo los números son: 3,831 y 22,721 respectivamente. Pero el sistema y los medios hegemónicos de comunicación y sus ideólogos prefieren seleccionar como “ejemplo” o “modelo” a Suecia, y publicitarlo, aunque sea el menos adecuado ocultando, al mismo tiempo, las advertencias de la OMS de que cundan rebrotes”, como en Estados Unidos en los estados que abrieron de manera precipitada e irresponsable como en Europa.

Bajo el eslogan: “es un momento de preparación, no de celebración”, la OMS advirtió que hay muchas probabilidades de que se pueda registrar un peligroso segundo brote de la epidemia Covid-19 en las próximas semanas, aún más mortífero que el de la primera etapa y que pudiera coincidir con el sarampión y la gripe estacional. Asimismo el organismo internacional de la salud señaló que, aunque se ha registrado una relativa disminución de casos de la Covid-19 en países como Francia, Italia (este último anunció que va a abrir sus fronteras) y Gran Bretaña, ello no significa, de ningún modo, que la pandemia esté llegando a su fin, y puso como muestra el hecho de que el epicentro del brote europeo se ha trasladado hacia el este europeo con crecimientos exponenciales en Rusia, Ucrania, Kazajistán y Bielorrusia. Por ello, en su 73 Asamblea celebrada el 18 de mayo de 2020 de manera virtual, el director de la OMS insistió y alertó sobre el peligro de la apertura precipitada de las actividades económicas y lucrativas que pudieran causar rebrotes con consecuencias desconocidas para las poblaciones.

En el caso de México, por ejemplo —a pesar de que el país registra más de 49 mil contagios y 5 mil 177 fallecidos— después de 75 días en que se registró el primer caso  de coronavirus (28 de febrero de 2020), el gobierno reclasificó y catalogó como “actividades esenciales” para reactivarlas a las industrias de la construcción, la minería y la fabricación de equipo de transporte (fabricación de equipo e industria automotriz y de autopartes mayoritariamente propiedad de empresas trasnacionales, justamente las que requieren y demandan las cadenas y procesos productivos de valor y de plusvalía de Estados Unidos para “reactivar” su economía a costa de los trabajadores mexicanos y de su segura exposición a la infección del coronavirus (Forbes, “México inicia reapertura presionado por EU y con promedio elevado de contagios”, 18 de mayo de 2020, en: https://www.forbes.com.mx/economia-mexico-inicia-reapertura-presionado-por-eu-y-con-promedio-elevado-de-contagios-coronavirus/).
Es importante destacar que esta apresurada “apertura” se da en el marco de la próxima entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, conocido como T-MEC, que el gobierno de la llamada Cuarta Transformación (4T) asumió incondicionalmente. Para lo anterior, el 13 de mayo del presente dio a conocer el Plan de Reactivación Económica que contempla la imposición de la “nueva normalidad” en el marco de una política sanitaria supuestamente enmarcada en el inicio del “aplanamiento de la curva”, aunque las infecciones y fallecimientos vayan in crescendo  (el detalle en: https://www.adn40.mx/noticia/poder/notas/2020-05-13-06-58/amlo-presenta-el-plan-de-reactivacion-economica https://www.adn40.mx/noticia/poder/notas/2020-05-13-06-58/amlo-presenta-el-plan-de-reactivacion-economica).

Lo mismo ha ocurrido en Europa donde, para muchos, apresuradamente España, Italia y Alemania, entre otros, han procedido a “flexibilizar” las medidas de cuarentena y de sana distancia. Por su parte, mientras que en América Latina, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la última semana los contagios por Covid-19 aumentaron 14%, alcanzando 2 millones y más de 120 mil defunciones, en lo que fue el “modelo” del FMI, Chile, donde el gobierno represivo y neoliberal de Sebastián Piñera —que desde un principio desdeñó la pandemia y convocó a que todo mundo se infectara para acabar con ella en la misma tónica esquizoide de Bolsonaro y Trump— se vio urgentemente obligado, a su pesar, a decretar completamente la cuarentena a raíz del incremento en más de 60% de las infecciones de un día para otro entre la población. De este modo en este país el número total de contagiados pasó de 37,040, el 14 de mayo del presente, a 47,781; y el de muertes de 369, en el primer año, a 450 unos días después. Este caso, junto con el desastre de Brasil y de Estados Unidos que se han convertido en el cenit de la pandemia mundial con miles y miles de muertos e infecciones activas, es un magnífico ejemplo de la rotunda quiebra del capitalismo (en su fase neoliberal) impuesto desde la época de la dictadura de Pinochet y continuado a través de los sucesivos gobiernos civil-autoritarios hasta la actualidad y donde más de un millón de trabajadores han perdido sus empleos en las últimas semanas, al mismo tiempo que muchedumbres hambrientas marchan diariamente por las calles de Santiago exigiendo al gobierno comida y atención sanitaria que nunca llega.
El mundo post-pandémico, que se está publicitando como la “nueva normalidad”, y que ya han emprendido muchos países aún sin haber superado la epidemia, ciertamente no será el mismo que el de la post-crisis de 2008-2009 y el preexistente a la pandemia. Pero tampoco el que pregonan muchos análisis equivocados que entrevén dejar atrás el neoliberalismo, pero sin abandonar el capitalismo, adoptando al mismo tiempo una suerte de “capitalismo más humano” o con rostro humano; una especie de utópica socialdemocracia keynesiana con un Welfare state providencial políticamente “neutral” en el conflicto de clases sociales.

Hay que aclarar que el capitalismo crea el neoliberalismo, pero no a la inversa, por lo que aún en el incierto supuesto de que el gran capital decida asumir “otros modelos de desarrollo“ o más bien de des-desarrollo al estilo del proteccionismo de Donald Trump o del “modelo” británico del Brexit, al prevalecer el modo de producción capitalista sustentado en la explotación del trabajo asalariado, en la propiedad de los medios de producción, en la acumulación y valorización del capital y en el objetivo persistente de operar fundamentalmente en función de la obtención de cada vez mayores ganancias y rendimientos, prevalecerán la desigualdad social, la precarización del trabajo, la pobreza y los sistemas de dominación política represivos garantes de la “gobernabilidad “ del orden capitalista burgués en escala planetaria. 

En virtud de lo anterior, 

“…millones de empresas quebrarán, cientos de millones de personas quedarán sin empleo, los salarios caerán, aumentará la concentración monopólica, la miseria y la desigualdad. Esto ya está sucediendo: según la OIT, la mitad de la fuerza laboral del mundo verá destruido su modo de vida, es decir, 1.600 millones de personas. De 3.300 millones de trabajadores, 2.000 millones son informales. Solo en EEUU más de 20 millones de trabajadores perdieron sus empleos en abril, llevando la tasa de desempleo al 14.7%, 33.5 millones de desempleados en dos meses. A comienzos de año el desempleo era de 3.5%” (Patricia Lee, “Desglobalización en marcha: ¿China podrá salvar al mundo otra vez?”, Sputnik, 18 de mayo de 2020, en: https://mundo.sputniknews.com/authors/patricia_lee_wynne/).

La “nueva normalidad” reestablece el funcionamiento del capitalismo en crisis, lo ajusta a las nuevas circunstancias del mundo post-pandemia y profundiza sus rasgos destructivos y de barbarie. Por ello, será peor e indefectiblemente prevalecerá por un tiempo más (¿meses, años, décadas?), a menos que el capitalismo deje de existir. Pero este no es, por ahora, el caso en esta trágica coyuntura devastadora e inmisericorde debido a que, hasta la fecha en nuestro tiempo histórico, no se observan los sujetos revolucionarios del cambio organizados para acometer esa tarea. Sin embargo, el futuro está abierto para la humanidad, principalmente para la trabajadora que conforma la mayoría de la población del planeta.


Adrián Sotelo Valencia, Sociólogo, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la FCPyS de la UNAM.

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