El eufemismo de la “nueva normalidad”
Fuentes: Rebelión
23.05.2020
«Ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y sin embargo, pestes y
guerras toman a las gentes siempre desprevenidas»
Albert Camus, La peste
(1947)
Nunca como
ahora se habían correlacionado tanto los conceptos “normal “y “patológico”,
entendiendo este último como un estado de enfermedad física y/o psíquica que
experimenta un individuo o comunidad. En términos llanos, por enfermedad se
puede entender, de acuerdo la Organización Mundial de la Salud (OMS), la
“Alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del
cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos
característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”. La anterior
es una definición convencional de la medicina occidental alópata que
generalmente atiende los síntomas, pero no las causas de una determinada
enfermedad (para abundar en el tema véase: Georges Canguilhem, Lo normal y
lo patológico, Siglo XXI, Buenos Aires, 1971).
Sin embargo,
una de las características de la Covid-19 consiste en que se desconocen con
certeza las causas que la producen —a lo sumo se han esgrimido algunas
probables hipótesis— y cuya evolución es prácticamente impredecible, a no ser
por los resultados de la aplicación de modelos matemáticos exponenciales que
pueden “predecir” trayectorias a futuro, como se puede apreciar en la actual
pandemia mundial de coronavirus que, habiendo emergido de una localidad de
China en diciembre de 2019 y declarada pandemia en marzo de 2020, se expandió
por el mundo hasta alcanzar y constituir su actual epicentro en Estados Unidos
que arroja todos los días miles de casos y de muertes como nadie se hubiera
imaginado unos meses antes de su estallido. En el período anterior a este,
existía y se desarrollaba una “normalidad capitalista” plenamente identificada
que, a la par que determinaba la vida cotidiana, a la vez se encaminaba —y se
encamina si no se corrige el rumbo— a la devastación ecológica del planeta y,
por consiguiente, de la humanidad.
Los conflictos
sociales, las luchas de clases, el desempleo, la miseria, la precarización del
trabajo, la criminalidad, las guerras y los genocidios, las recolonizaciones de
territorios y países por parte del imperialismo, particularmente
norteamericano; las crisis estructurales, comerciales, productivas y
financieras y el enriquecimiento inusitado de una fracción de la burguesía
mundial conformada por no más del 1% de la población global, forman parte de
esa “normalidad” cuya abolición o superación no figura en las agendas de los
gobiernos y de los empresarios que pregonan la urgente apertura de la economía
y el establecimiento de una presunta “nueva normalidad” que se ajuste a las
vicisitudes y circunstancias de los “nuevos tiempos” post-pandémicos.
En este
contexto, en las dos últimas semanas la prensa internacional de orientación
mayoritariamente conservadora y de derecha ha venido difundiendo —y sembrando—
la idea de que la pandemia está “cediendo” y, por tanto, es plausible dictar a
los gobiernos y empresarios la posibilidad de “abrir” sus economías
(capitalistas) mediante el desconfinamiento paulatino bajo el eufemismo de
avanzar hacia el establecimiento de un presunto “estado de nueva normalidad”
que no es otra cosa más que reciclar los procesos de explotación, acumulación y
reproducción del capitalismo depredador en función de la rentabilidad y la
obtención de ganancias. Significa, también, abrir los cines, los museos,
los centros recreativos, las discotecas, los bares, los antros, las fábricas,
los servicios, los gimnasios, los clubes de fútbol, las estéticas, las plazas
comerciales o shoppings, los aeropuertos, las depredadoras urbanizaciones en
construcción y las escuelas; reanudar la devastación ambiental y todo tipo de negocios
lucrativos, lícitos e ilícitos, “castigados“ por la pandemia; las gigantescas
aglomeraciones humanas y la segregación social y espacial; en pocas palabras,
la cotidianeidad capitalista, en un contexto grave e incierto donde el mundo se
aproxima a los 5 millones de casos declarados de la epidemia.
Los empresarios
y capitalistas, dueños de los negocios y de los medios de producción y de
consumo, así lo están demandando en todo el mundo sin importar la vida de las
personas e invocando falsas ideas y teorías fatalistas como la de la “inmunidad
de rebaño” del epidemiólogo sueco, Johan Giesecke, que reza que: “El
coronavirus se propaga como un incendio y no importa lo que uno haga, todos se
van a contagiar” e ilustra con la figura mediática de que: “El virus está
tratando de infectar a la población, eso es lo que el virus quiere hacer. Si la
suficiente cantidad de gente está inmunizada alrededor de alguien con el virus,
entonces el virus no puede infectar. Esa es una forma de explicar la inmunidad
de rebaño” que, agregamos, ha sido un fracaso en ese país como lo muestran las
cifras cuando las comparamos con otros países exitosos a nivel mundial en el
control de la pandemia como Cuba y Venezuela —esta con 290 casos activos y 10
muertos en todo lo que va de la pandemia, a pesar del criminal acoso, de las
amenazas y el bloqueo económico, marítimo, financiero y comercial impuesto a
esta nación soberana por el gobierno norteamericano— y que están muy alejados
de aquella teoría. Así, por ejemplo, mientras que en Cuba, con poco más de 11
millones de habitantes, y Suecia con 10; en el primer país, han fallecido al
día de hoy (20 de mayo) 79 personas con 270 infectados o activos, en el segundo
los números son: 3,831 y 22,721 respectivamente. Pero el sistema y los medios
hegemónicos de comunicación y sus ideólogos prefieren seleccionar como
“ejemplo” o “modelo” a Suecia, y publicitarlo, aunque sea el menos adecuado
ocultando, al mismo tiempo, las advertencias de la OMS de que cundan rebrotes”,
como en Estados Unidos en los estados que abrieron de manera precipitada e
irresponsable como en Europa.
Bajo el
eslogan: “es un momento de preparación, no de celebración”, la OMS advirtió que
hay muchas probabilidades de que se pueda registrar un peligroso segundo brote
de la epidemia Covid-19 en las próximas semanas, aún más mortífero que el de la
primera etapa y que pudiera coincidir con el sarampión y la gripe estacional.
Asimismo el organismo internacional de la salud señaló que, aunque se ha
registrado una relativa disminución de casos de la Covid-19 en países como
Francia, Italia (este último anunció que va a abrir sus fronteras) y Gran
Bretaña, ello no significa, de ningún modo, que la pandemia esté llegando a su
fin, y puso como muestra el hecho de que el epicentro del brote europeo se ha
trasladado hacia el este europeo con crecimientos exponenciales en Rusia,
Ucrania, Kazajistán y Bielorrusia. Por ello, en su 73 Asamblea celebrada el 18
de mayo de 2020 de manera virtual, el director de la OMS insistió y alertó
sobre el peligro de la apertura precipitada de las actividades económicas y
lucrativas que pudieran causar rebrotes con consecuencias desconocidas para las
poblaciones.
En el caso de
México, por ejemplo —a pesar de que el país registra más de 49 mil contagios y
5 mil 177 fallecidos— después de 75 días en que se registró el primer caso
de coronavirus (28 de febrero de 2020), el gobierno reclasificó y
catalogó como “actividades esenciales” para reactivarlas a las industrias de la
construcción, la minería y la fabricación de equipo de transporte (fabricación
de equipo e industria automotriz y de autopartes mayoritariamente propiedad de
empresas trasnacionales, justamente las que requieren y demandan las cadenas y
procesos productivos de valor y de plusvalía de Estados Unidos para “reactivar”
su economía a costa de los trabajadores mexicanos y de su segura exposición a
la infección del coronavirus (Forbes, “México inicia reapertura
presionado por EU y con promedio elevado de contagios”, 18 de mayo de 2020, en:
https://www.forbes.com.mx/economia-mexico-inicia-reapertura-presionado-por-eu-y-con-promedio-elevado-de-contagios-coronavirus/).
Es importante
destacar que esta apresurada “apertura” se da en el marco de la próxima entrada
en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá,
conocido como T-MEC, que el gobierno de la llamada Cuarta Transformación (4T)
asumió incondicionalmente. Para lo anterior, el 13 de mayo del presente dio a
conocer el Plan de Reactivación Económica que contempla la imposición de
la “nueva normalidad” en el marco de una política sanitaria supuestamente
enmarcada en el inicio del “aplanamiento de la curva”, aunque las infecciones y
fallecimientos vayan in crescendo (el detalle en: https://www.adn40.mx/noticia/poder/notas/2020-05-13-06-58/amlo-presenta-el-plan-de-reactivacion-economica
https://www.adn40.mx/noticia/poder/notas/2020-05-13-06-58/amlo-presenta-el-plan-de-reactivacion-economica).
Lo mismo ha
ocurrido en Europa donde, para muchos, apresuradamente España, Italia y
Alemania, entre otros, han procedido a “flexibilizar” las medidas de cuarentena
y de sana distancia. Por su parte, mientras que en América Latina, de acuerdo
con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la última semana los
contagios por Covid-19 aumentaron 14%, alcanzando 2 millones y más de 120 mil
defunciones, en lo que fue el “modelo” del FMI, Chile, donde el gobierno represivo
y neoliberal de Sebastián Piñera —que desde un principio desdeñó la pandemia y
convocó a que todo mundo se infectara para acabar con ella en la misma tónica
esquizoide de Bolsonaro y Trump— se vio urgentemente obligado, a su pesar, a
decretar completamente la cuarentena a raíz del incremento en más de 60% de las
infecciones de un día para otro entre la población. De este modo en este país
el número total de contagiados pasó de 37,040, el 14 de mayo del presente, a
47,781; y el de muertes de 369, en el primer año, a 450 unos días después. Este
caso, junto con el desastre de Brasil y de Estados Unidos que se han convertido
en el cenit de la pandemia mundial con miles y miles de muertos e infecciones
activas, es un magnífico ejemplo de la rotunda quiebra del capitalismo (en su
fase neoliberal) impuesto desde la época de la dictadura de Pinochet y
continuado a través de los sucesivos gobiernos civil-autoritarios hasta la
actualidad y donde más de un millón de trabajadores han perdido sus empleos en
las últimas semanas, al mismo tiempo que muchedumbres hambrientas marchan
diariamente por las calles de Santiago exigiendo al gobierno comida y atención
sanitaria que nunca llega.
El mundo
post-pandémico, que se está publicitando como la “nueva normalidad”, y que ya
han emprendido muchos países aún sin haber superado la epidemia, ciertamente no
será el mismo que el de la post-crisis de 2008-2009 y el preexistente a la
pandemia. Pero tampoco el que pregonan muchos análisis equivocados que entrevén
dejar atrás el neoliberalismo, pero sin abandonar el capitalismo, adoptando al
mismo tiempo una suerte de “capitalismo más humano” o con rostro humano; una
especie de utópica socialdemocracia keynesiana con un Welfare state
providencial políticamente “neutral” en el conflicto de clases sociales.
Hay que aclarar
que el capitalismo crea el neoliberalismo, pero no a la inversa, por lo que aún
en el incierto supuesto de que el gran capital decida asumir “otros modelos de
desarrollo“ o más bien de des-desarrollo al estilo del proteccionismo de Donald
Trump o del “modelo” británico del Brexit, al prevalecer el modo de producción
capitalista sustentado en la explotación del trabajo asalariado, en la
propiedad de los medios de producción, en la acumulación y valorización del
capital y en el objetivo persistente de operar fundamentalmente en función de
la obtención de cada vez mayores ganancias y rendimientos, prevalecerán la
desigualdad social, la precarización del trabajo, la pobreza y los sistemas de
dominación política represivos garantes de la “gobernabilidad “ del orden
capitalista burgués en escala planetaria.
En virtud de lo
anterior,
“…millones de
empresas quebrarán, cientos de millones de personas quedarán sin empleo, los
salarios caerán, aumentará la concentración monopólica, la miseria y la
desigualdad. Esto ya está sucediendo: según la OIT, la mitad de la fuerza
laboral del mundo verá destruido su modo de vida, es decir, 1.600 millones de
personas. De 3.300 millones de trabajadores, 2.000 millones son informales.
Solo en EEUU más de 20 millones de trabajadores perdieron sus empleos en abril,
llevando la tasa de desempleo al 14.7%, 33.5 millones de desempleados en dos
meses. A comienzos de año el desempleo era de 3.5%” (Patricia Lee,
“Desglobalización en marcha: ¿China podrá salvar al mundo otra vez?”, Sputnik,
18 de mayo de 2020, en: https://mundo.sputniknews.com/authors/patricia_lee_wynne/).
La “nueva
normalidad” reestablece el funcionamiento del capitalismo en crisis, lo ajusta
a las nuevas circunstancias del mundo post-pandemia y profundiza sus rasgos
destructivos y de barbarie. Por ello, será peor e indefectiblemente prevalecerá
por un tiempo más (¿meses, años, décadas?), a menos que el capitalismo deje
de existir. Pero este no es, por ahora, el caso en esta trágica coyuntura
devastadora e inmisericorde debido a que, hasta la fecha en nuestro tiempo
histórico, no se observan los sujetos revolucionarios del cambio organizados
para acometer esa tarea. Sin embargo, el futuro está abierto para la humanidad,
principalmente para la trabajadora que conforma la mayoría de la población del
planeta.
Adrián Sotelo
Valencia, Sociólogo, investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos
(CELA) de la FCPyS de la UNAM.
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