jueves, 20 de marzo de 2014

GEOGRAFIA DE LA ESPAÑA GURTELIANA EN EL REINO DEL REY

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UCRANIA Y EL PIENSO IDEOLÓGICO DE ENTONTECER QUE NOS ECHAN LOS GRANDES MEDIOS DE COMUNICACIÓN INSOCIALES DE ESPAÑA


Yo creo que debería ser cosa del Código Penal (aunque antes haya de pasar por la toma de conciencia social) que ocultar información para deformar intencionadamente la realidad social es (debería) delito contra la sociedad, y por extensión, contra la humanidad. Por ejemplo,  lo que está pasando en toda España relativo con las Marchas de la Dignidad, que si se cumple con lo programado de Acampar en Madrid hasta las próximas Elecciones Europeas para darle en los hocicos al gobierno de Rajoy y amenzar con darle en los hocios a los jefes del PSOE, para que no siga con las misma política del gobierno de Rajoy, pero con otro nombre, y no para cuestionar que el gobierno de Rajoy no haya accedido al poder a través de las urnas, que eso no lo discute ni Dios, sino para decir basta a los distintos tipos de "robos" que está realizando, y que subir al poder democráticamente como ha hecho el gobierno de Rajoy, en absoluto da derechos a vender a España y el futuro de  los españoles trabajadores en sus distintas ramas a los intereses de cuatro capolines del capital, sumiendo en l amiseria a los primeros.
Conviene recordar que también Adolf Hitler llegó al poder de forma impecablemente de mocrática a través de unas elecciones escrupulosamente legales. Por cierto, con millones de votos socialistas y comunistas (aviso a votantes más que a navegantes).
Otro tanto cabría decir acerca de lo que está pasando en Ucrania, Venezuela, caso Gürtel, Casa Real, EREs en Andalucía, Jueces como la juez Alaya que tira y tira de la manta, la enrolla enrolla que es uan barbaridad, pero que el dinero robado no lo devuelve ni Dios ni van de cabeza a la cárcel, negociso de Florentino Pérez o el marido de la señora Cospedal, las subvenciones recibidas por Abel Matutes, el cobro que no cobra pero que si cobra Mariano Rajoy el manso por su paga de Registrador, o el qué del qué del porque el señor Almunia se ha hecho rico de rica riqueza..., etc., etc. de etc., por ejemplo de ejempleradidades.
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Vicenç Navarro

Publico.es 

18 mar 2014

Lo que no se está diciendo sobre Ucrania

La gran mayoría de medios españoles están presentando la situación que ocurre en Ucrania como un alzamiento popular en contra de un gobierno corrupto y sumamente impopular. De ahí que esté generando una simpatía generalizada, favorecida por unos medios que, todavía estancados en la ideología de la Guerra Fría, ven a Rusia como el enemigo. Y puesto que Rusia había apoyado a ese gobierno, mientras que los que se le opusieron favorecían más su conexión con la Unión Europea, se explica la lectura tan favorable de la revuelta popular contra el gobierno, la cual ha acabado deponiéndolo, aun cuando dicho gobierno había sido elegido democráticamente.

Ni que decir tiene que la revuelta contra el gobierno depuesto ha sido una revuelta popular. Pero la realidad es más complicada que la que los medios anuncian. En realidad, no se ha señalado (con la excepción de Rafael Poch, corresponsal de La Vanguardia en Alemania) que hoy Ucrania es el único país de Europa donde existen miembros de un partido nazi en posiciones de gran poder. El partido nazi se llama paradójicamente Libertad (Svoboda) y sus miembros en el gobierno son el ministro de Defensa (Igor Tenyukh), el viceprimer ministro para Asuntos Económicos (Aleksandr Sych, que es el ideólogo del partido que ha presionado, entre otras medidas, para que se prohíba el aborto), el ministro de Agricultura Igor Shvaika (uno de los mayores terratenientes de Ucrania), el ministro de Ecología (Andriy Moknyk, que había sido la persona de contacto con grupos nazis europeos), el director del Consejo Nacional de Seguridad Andry Parubiy (y director de la milicia militar del partido), el Fiscal General del Estado (Oleh Makhnitsky), y el ministro de Educación Serhiy Kvit, entre muchos otros. El poder de este partido condiciona claramente al nuevo gobierno de Ucrania.

Dicho partido fue fundado en 1991, presentándose como el sucesor de la Organización de Nacionalistas Ucranianos (ONU) fundada por un personaje, Stepan Bandera, clave en la historia reciente de Ucrania. El partido Svoboda lo presenta como su máxima inspiración. Fue definido como un héroe nacional en el año 2010 por el Presidente Victor Yushchenko, más tarde sustituido por el democráticamente elegido Yanukovich, el Presidente del gobierno depuesto como resultado de la revuelta popular. Este último gobierno retiró el honor que se había concedido a Bandera, aunque es más que probable que el nuevo gobierno lo restituya.

Bandera, cuyo homenaje conllevó la protesta de la Tribunal Europeo de Justicia (European Court of Justice), fue el mayor aliado del régimen nazi de Hitler en Ucrania, habiendo dirigido dos batallones que se integraron en las SS nazis alemanas en su lucha contra la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial (según el Centro Simon Wiesenthal, esos batallones detuvieron a 4.000 judíos ucranianos, enviándolos a campos de concentración nazis en Lviv en julio de 1941). En los escritos de la organización fundada y dirigida por Bandera (ONU) se habla explícitamente de la necesidad de limpiar la raza, eliminando a los judíos. El Profesor de Historia de la Tufts University Gary Leupp, en su detallado artículo “Ukraine: The Sovereignty Argument, and the Real Problem of Fascism” (CounterPunch, 10.03.2014), del cual extraigo todos los datos que presento en esta primera parte del artículo, cita textos enteros mostrando el carácter nazi de dicha organización. Cuando la Alemania nazi invadió Ucrania, Bandera declaró su independencia, cuyo gobierno trabajó “muy próximo y hermanado con el nacionalsocialismo de la Gran Alemania, bajo el liderazgo de Adolf Hitler, que está formando una nueva Europa”.

El partido dominante en el nuevo gobierno de Ucrania, Svoboda, se considera orgulloso heredero del ONU, y quiere purificar la sociedad ucraniana, persiguiendo violentamente a homosexuales, prohibiendo el aborto, estableciendo un orden jerárquico y disciplinado, enfatizando la masculinidad y la parafernalia militar, llamando a la expulsión de la mafia judía moscovita y eliminando el comunismo, comenzando por la prohibición del Partido Comunista y la persecución de sus miembros o intelectuales afines. Piensa también eliminar más tarde a todos los partidos. En realidad, el programa no puede ser más claro. En el año 2010, la web del partido indicaba “Para crear una Ucrania libre… tendremos que cancelar el Parlamento y el parlamentarismo, prohibir todos los partidos políticos, estatalizar todos los medios, purgar a todo el funcionariado y ejecutar (término que utilizan) a todos los miembros de los partidos políticos antiucranianos”. El Congreso Mundial Judío (World Jewish Congress) declaró a este partido como partido neonazi el mayo del año pasado.

¿Cómo es que un partido nazi está gobernando hoy Ucrania?

Las movilizaciones populares que terminaron con el gobierno eran en su mayoría movilizaciones espontaneas, con escasa estructura organizativa. De ahí que un grupo, incluso armado, con apoyo político internacional, pudiera adueñarse fácilmente de aquellas movilizaciones, jugando un papel importante en las etapas finales del movimiento popular. Y, por paradójico que parezca, tanto EEUU como la UE jugaron un papel clave en esta promoción. En realidad, EEUU más que la UE. Fue precisamente Victoria Nuland, responsable del Departamento de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos (una funcionaria de la ultraderecha dura nombrada por el Vicepresidente Cheney durante la Administración Bush, y que sorprendentemente fue mantenida en este cargo por la Administración Obama) la que apoyó más fuertemente y abiertamente al partido Svoboda, pues era el más antiruso de los grupos que existían en esas manifestaciones. Fue este personaje la que utilizó la famosa expresión “¡Que se joda la UE!” (“Fuck the EU!”), insistiendo en que el gobierno tenía que tener en cuenta a Svoboda, por muy mala imagen que ello creara. En realidad, dicho partido, en las últimas elecciones, solo ha recibido un 10% del voto. Pero su enorme influencia no deriva de su apoyo popular, sino de las maquinaciones que han tenido lugar, en las que el gobierno estadounidense y el alemán han jugado un papel central. Ambos desean expandir el área de influencia de la OTAN hacia el este de Europa, y ven la situación de Ucrania como favorable a ello. El miembro de Svoboda que es ministro de Defensa es favorable a la OTAN y ha estudiado en el Pentágono en EEUU.

¿Cuál es el futuro de Ucrania? 

Hoy las elites gobernantes a los dos lados del Atlántico norte se encuentran en una situación conflictiva. Por un lado, está el complejo militar industrial de EEUU, que está muy a la defensiva (debido a los recortes tan notables del gasto militar del gobierno federal, resultado del hartazgo de la población estadounidense hacia las campañas bélicas que caracterizan la política exterior de EEUU) y que desea reavivar por todos los medios la Guerra Fría para justificar la recuperación de su papel central en el sistema político-económico estadounidense.

Pero esta estrategia choca claramente con los intereses financieros y económicos de la UE y también de EEUU. Rusia es el tercer socio comercial de la UE después de EEUU y China, con un intercambio comercial de más de 500.000 millones de dólares en 2012 (Bob Dreyfuss “Capitalism Will Prevent a Cold War Over Ukraine”, The Nation, 10.03.2014). Alrededor del 75% de todas las inversiones extranjeras en Rusia proceden de la UE, siendo Rusia la mayor proveedora de gas de la UE. Y el capital de los grandes oligarcas rusos está en bancos europeos, en su mayor parte en la City de Londres. Hoy, el gran capital financiero e industrial no desea una Guerra Fría. En realidad, gran parte del armamento de Rusia es construido hoy en Suecia y Francia (la última compra es de helicópteros, 1.700 millones de dólares). De ahí que por mucho que se hable de penalizar a Rusia, poca acción militar es probable que ocurra. No estamos en la primera página de la III Guerra Mundial, pero ello no implica que no estemos viendo el resurgimiento del nazismo, apoyado paradójicamente por élites gobernantes a los dos lados del Atlántico norte, que representa la mano dura necesaria para llevar a cabo las políticas de corte neoliberal que el gobierno ucraniano realizará para facilitar su integración en la UE.

UCRANIA



Ucrania
La hipocresía de las grandes potencias

The Independent
Rebelión
18-03-2014

Una nube de testosterona en forma de hongo se ha abatido sobre las redes sociales; aspirantes a Dr. Strangelove reclaman incluso una acción militar contra Rusia, es decir, dar el “primer paso hacia el exterminio nuclear de la especie humana”. El enfoque de los gobiernos occidentales, por suerte, ha sido bastante más comedido, aunque no exactamente por amor a la paz: el Partido Conservador británico, financiado por la City londinense, quiere que el dinero ruso siga fluyendo a las entidades financieras, y el gobierno alemán no quiere que le cierren la espita de gas.

Pero bravuconadas e intereses particulares aparte, la invasión rusa obliga a la política exterior occidental a mirarse en el espejo, por mucho que eso nos haga estremecer. “La primera víctima cuando estalla la guerra es la verdad”, dicen que dijo el senador estadounidense Hiram Warren Johnson en 1918; en la crisis ucraniana, la primera víctima ha sido la ironía. “ Uno no invade sin más otro país aduciendo un falso pretexto para defender sus propios intereses”, ha declarado John Kerry, secretario de Estado de un país que, como es notorio, hizo precisamente eso hace casi exactamente 11 años. “ El mundo no puede dar el visto bueno a semejante violación de la soberanía de otra nación”, proclama solemnemente el ministro de Asuntos Exteriores británico, William Hague, quien votó a favor del apoyo a la guerra de Iraq en la Cámara de los Comunes en 2003.

Reflexionemos un poco sobre cómo tanto el gobierno ruso como los ciudadanos rusos justifican la agresión en Ucrania. Un gobierno elegido democráticamente ha sido derribado violentamente. En las filas de la insurrección victoriosa destacan extremistas de derecha que han pasado a ocupar cargos gubernamentales clave. Ha habido un intento de eliminar el ruso como lengua oficial, propuestas de prohibir los partidos políticos y la imposición de oligarcas no elegidos en regiones ucranianas, lo que supone una amenaza creciente para la minoría rusa, muchos de cuyos componentes tienen pasaporte ruso. La idea de seguridad de Rusia está influida por el hecho de que ha sido atacada repetidamente desde occidente con consecuencias catastróficas, y el acuerdo con Ucrania le permite estacionar miles de soldados en Crimea.

Estas justificaciones son muy discutibles, por supuesto. Un mandato democrático no da carta blanca al gobierno para que actúe como le dé la gana. Lo que hubo en Ucrania no fue un golpe, sino un verdadero levantamiento popular en las regiones occidentales y centrales del país, e incluso en el este y el sur. Es cierto que el Sector Derecha con sus subfusiles AK-47 desempeñó un papel decisivo en el éxito de la revuelta y se ganó así el respeto de grupos más moderados: existe una siniestra tradición de conservadores y liberales que han ayudado a los fascistas a hacerse con el poder. El nuevo gobierno ucraniano tiene siete ministros de extrema derecha, entre ellos el viceprimer ministro Oleksandr Sych, del partido neofascista Svoboda, que a juicio del Congreso Mundial Judío la UE debería prohibir. Pero no son dueños de toda la revuelta y la intervención rusa no hará más que reforzarles.

No ha habido ataques sistemáticos contra los rusoparlantes; el intento de eliminar el ruso como lengua oficial ha fracasado hasta ahora; y tampoco es cierto que todos los rusoparlantes deseen la unificación con Moscú. Las pasadas invasiones bárbaras en Rusia no justifican sacrificar el derecho de los países vecinos a la autodeterminación. Ahora bien, la retórica de la intervención rusa es fiel reflejo de la de nuestros líderes occidentales cuando envían a “nuestros chicos” a la guerra: defender la democracia, parar los pies a los fascistas de hoy, proteger los derechos de las minorías, apoyar la autodeterminación. Es fácil cuestionar los motivos de las potencias extranjeras y desechar sus justificaciones: eso se sobreentiende. Pero si uno hace lo mismo con sus propios gobernantes, le tratan de propagador de teorías de la conspiración o le acusan de hacer el juego al enemigo.

Los abogados de la política exterior occidental acusan a quienes llaman la atención en estas ocasiones sobre nuestro propio historial de ser adictos a la frase “¿y qué me dices de…?” o de pretender desviar el debate. Cuando una potencia extranjera hace algo malo, dicen que los contrarios a la guerra siempre preguntan “¿y qué me dices de Occidente?”, supuestamente para indicar que nuestras faltas hacen buenas las suyas. Esto no es ni mucho menos lo que se pretende con este argumento. Rusia está gobernada por un régimen autoritario que ataca las libertades civiles y discrimina a las personas LGBT. Sus propósitos en Ucrania no son nobles. “Lo que ocurre en Crimea estos días es un clásico acto de intervención imperialista”, como apunta el grupo radical ruso Izquierda Abierta. Las grandes potencias siempre han aprovechado o promovido agravios genuinos para justificar su política interesada: incluso Mussolini justificó su invasión en Abisinia diciendo que era para salvar el país de la tiranía de la esclavitud.

Pero esto debería obligarnos a considerar cómo nos ve el resto del mundo. El Reino Unido apoyó al gobierno de EE UU en la invasión de Iraq con un falso pretexto, devastando el país y matando de paso a cientos de miles de personas. Israel puede violar sistemáticamente las resoluciones de las Naciones Unidas, construyendo asentamientos ilegales y anexionando tierras palestinas. Nuestra gran aliada, la dictadura de Arabia Saudí que decapita a supuestas brujas y amputa las manos de los ladrones, invadió Bahréin (a instancias del régimen dictatorial de este país, desde luego) para ayudar a sofocar una movilización por la democracia y los derechos humanos. EE UU lanza ataques con drones en países soberanos como Pakistán, desafiando abiertamente al parlamento nacional y matando a innumerables civiles.

Si Rusia, o cualquier otro país considerado adversario, actuara de esta manera, los llamamientos a la acción serían ensordecedores. Cuando un país extranjero comete una agresión, en Occidente surge como un reflejo la idea de que “tenemos que hacer algo”; lo mismo ocurre en otros países cuando somos nosotros los que cometemos actos similares. Sin embargo, el término “Estado granuja” no se aplica a los países que violan el Derecho internacional, sino de aquellos que no se doblegan a la voluntad de Occidente.

Esto no quiere decir que esos ataques al orden internacional hayan provocado la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Sin duda se habría producido igual. No obstante, todo eso son síntomas del mismo fenómeno: las grandes potencias utilizan el Derecho internacional como instrumento para atacar a los oponentes, pero lo dejan de lado cuando no les conviene. Los líderes occidentales tampoco pueden afirmar sin torcer la cara que los gobiernos elegidos han de ser derribados en las urnas y no con métodos violentos. Han sido cómplices del golpe militar que ha derribado en Egipto al candidato electo de los Hermanos Musulmanes, el presidente Morsi, y del establecimiento de una junta que ha encarcelado y asesinado a oponentes. Han aprobado el derrocamiento del presidente ucraniano Yanukóvich. Ambos gobiernos violaron los derechos humanos, pero la posición oficial de Occidente consiste claramente en apoyar el derrocamiento violento de gobierno electos en determinadas circunstancias.
Los defensores de la política exterior occidental acosan a los activistas antiguerra: sois los primeros en salir a la calle cuando Occidente lanza bombas, ¿dónde están ahora vuestras pancartas en Trafalgar Square reclamando “Rusia fuera de Ucrania”? Es una crítica extraña, pues las protestas suelen producirse para presionar al propio gobierno, bien para que detenga una intervención en el exterior, bien para que actúe. Protestar en defensa de una política del gobierno parecería extraño y podría utilizarse para promover la escalada en vez de la paz. Como dice Ilya Budraitskis, un anticapitalista ruso que participó en la manifestación del pasado domingo contra la guerra en Moscú, que fue reprimida: “Creo que los activistas antiguerra de cada país deberían criticar en primer lugar a su propio gobierno”.

Esto no es desentenderse de la solidaridad. La democracia, los derechos humanos y la paz son causas universales, globales. Están siendo amenazadas continuamente por las grandes potencias, y por eso todos nosotros, tanto en Moscú como en Londres, Pekín o Washington, tenemos que luchar por un nuevo orden mundial que impida que las grandes potencias vayan pisoteando a los demás. Una vieja causa, sí, pero el futuro de todos nosotros depende de ella.

Fuente: http://www.independent.co.uk/voices/comment/owen-jones-the-hypocrisy-of-the-great-powers-is-on-display-again-in-ukraine-9171396.html
Traducción: VIENTO SUR



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