La conmoción causada por la agresión rusa ha impulsado a la
mayoría a vociferar pidiendo el envío de armas –y algunos de tropas– a Ucrania,
imaginando –pues de pura imaginación se trata– que Ucrania por sí misma puede
ganar la guerra, olvidando así lo verdaderamente importante: conseguir la paz.
Sobre la paz posible
Víctor
M. Sánchez-
El Viejo Topo
1 abril, 2022
La conmoción causada por la agresión rusa ha impulsado a la
mayoría a vociferar pidiendo el envío de armas –y algunos de tropas– a Ucrania,
imaginando –pues de pura imaginación se trata– que Ucrania por sí misma puede
ganar la guerra, olvidando así lo verdaderamente importante: conseguir la paz.
1. Inflación de charlatanes, ausencia de Ciencia
Uno de los magníficos escritos de H. M. Enzesberger,
titulado “La tribu de los charlatanes”, empezaba con una afirmación: “nuestra
cultura sufre una inflación desmesurada” de charlatanes, por supuesto[1]. En estos momentos vivimos inmersos en
una de esas hinchazones. Comprensible, pero de la que hay que sobreponerse
cuanto antes para hacer las cosas con racionalidad.
Al margen de la brutalidad, uno de los elementos distintivos
de la guerra de Ucrania actual ha sido la emergencia inmediata de un grupo
numerosísimo de oradores ambulantes, que pasan de tertulia en tertulia sin
haber leído una página sobre todo lo que se mueve alrededor de la Guerra y la
Paz; menos aún del propio conflicto de Ucrania que tanto nos horroriza. Hacen
ver que ellos sí se enteran de lo que pasa en el Mundo y ahí están para
contarlo. Lo cierto es que, si se intenta buscar y rebuscar en las biografías
de la inmensa mayoría de ellos –en especial de esos que ayer hablaban también
sesudamente, pongamos, de las granjas intensivas de cerdos– se torna
transparente enseguida que lo que hace que sepan tanto es el ignorante
atrevimiento. Es el “Tomate, tomate” de las tertulias políticas habituales que,
por desgracia, ahora orientan en la comprensión de la realidad internacional a
un segmento relevante de la población en un asunto que es de vida o muerte y,
por ello, nos interesa a todos racionalizar adecuadamente.
La política interna es una regla de tres simple y, hasta nos
la podemos tomar a pitorreo, como se hace tan a menudo; la Política Mundial es
una ecuación de cuarto grado, con elementos de física cuántica, en la que la
sociedad se juega una Guerra total si se acumulan pequeños errores en la toma
de decisiones políticas, como sucedió en la I Guerra Mundial. Se explica muy
bien en The Sleepwalkers: How Europe Went to War in 1914, del historiador
Christopher Clark (Sonámbulos, Galaxia Gutemberg, 2019). Una agregación
paulatina de representaciones erradas de la realidad, malentendidos y señales
equívocas acaban enfangando gradualmente a Europa en una guerra espantosa. Así
que tu mente, en manos de todo aquel ruido, está irremediablemente perdida.
Si se declara fuego en un edificio de oficinas, lo que salva
más vidas es respetar las reglas y protocolos de evacuación fijados por
expertos, no seguir a los que más gritan y gesticulan, provocando una marabunta
que bloquee las salidas. Hay fuego y sangre reales en Ucrania, y los
políticos y la sociedad debieran obrar con la máxima prudencia para evitar que
el desastre civil y militar, ahora inevitable, se acreciente. Hay que conjugar
lo emocional con lo racional para alumbrar más rápidamente un camino hacia la
paz y la libertad. Por este orden natural.
2. Vida y libertades humanas frente al misticismo numantino:
la paz posible
Sin duda, la compasión es una de las emociones que nos hace
humanos en un sentido positivo. Y toda la población de Ucrania la merece a
raudales. Pero también necesita la esperanza de que pronto podrán volver a sus
casas, las que queden en pie, y de que la solidaridad de la Europa occidental
llegará inmediatamente para aliviar su situación y reconstruir las derruidas
por la barbarie militar. Pero para retener esa esperanza hay que sobrevivir
primero, y a este fin se orienta la obtención de un alto el fuego rápido y
las negociaciones para una paz amarga, aunque paz al fin y al cabo, distinta a
la de los cementerios, que permita soñar con un futuro mejor. Sin futuro, no
hay ni esperanza ni libertad, solo desolación. Claro, la vida humana, por
desgracia, no es solo amor y compasión.
Desde el Antiguo Testamento, sabemos que también la
pasión humana nos conduce irreflenamente a la tentación por el mal. El
incumplimiento de la Ley nos expulsó del Jardín del Edén para siempre; y el
primogénito de los pecadores, Caín, del que venimos al parecer, nos legó un
segundo pecado capital, el asesinato de Abel, su hermano. Incumplir leyes y
asesinar son así también pasiones humanas originales negativas que, con los
precarios conocimientos del Bien y del Mal que adquirimos tras aquel
mordisquito bíblico, debemos evitar y, cuando no se consigue, expiar. Difícil
tarea. Más aún si nos dejamos llevar por la inflación belicosa que se propaga
por los Mass Media y en las redes, incluso entre colegas académicos. A los
típicos rambos de café y salón se les han unido los de la tertulia televisiva y
el wasap. Todo ese belicoso griterío de ocas, como lo llamaría Rubén
Darío, en nada ayuda ahora al restablecimiento urgente de la paz, aunque sea
precaria. Toda paz es precaria por definición, como la vida que se nos regala.
Y luego, cada cosa por su orden. Paz primero y Libertad después. Sin lo primero
nunca es posible lo segundo. O no es posible el tipo de libertad al que me
refiero aquí; la de los vivos. No aquella que llama a liberar las almas de
decenas de miles de personas de sus respectivos cuerpos; esa, en mi
diccionario, está en la voz muerte y forma parte de las visiones
místicas de la experiencia vital humana cuestionadas, justamente, por el médico
de guerra Julien Offre de La Mettrie en su obra magistral Homme a machine (1748):
afirmó que no se puede disociar el alma del cuerpo.
Las soluciones intuitivas y emocionales, o puramente
oportunistas como las de P. Sánchez, especialmente en Política Mundial,
conducen a situaciones peores que las que se quieren superar. Es peor el
remedio que la enfermedad. Son todos esos castillos en el aire que dibujan los
militares de salón que solo han visto la guerra en videojuegos o en el cine.
Hay que taparse los oídos al estruendo de esa cultura violenta y escuchar lo
más profundo de nuestra conciencia y razón. Lo que nos empuja a vivir más para
ser más libres; no a odiar y matar para liberar el alma, aunque esto
sea una reacción humana comprensible en la situación en que viven los
ucranianos. En el mundo complejo de los Estados soberanos la mera coexistencia
es lo más parecido a la paz. Y sin embargo es algo tan complejo y difícil de
conseguir, que no ha habido un solo año en la historia de la Humanidad, desde
los Anales de Mursili de circa 1356-1319 a. C. (A. Gótze, Die Annalen des
Mursilis, Leipzig, 1933) hasta hoy, en el que no se hayan enfrentado
bélicamente entidades soberanas territoriales, derramando la sangre de soldados
y civiles.
Los hay que, sin embargo, llaman naîves o ilusos a
los que se arriesgan a hacer discursos en favor de la paz, mientras hacen sonar
su trompetería de guerra y de muerte. ¡Cuánta ignorancia antropológica! Toda
guerra acaba con una paz, de uno u otro tipo, que es lo que buscan ambos
contendientes, agresor y agredido; unos más desesperadamente que otros. Y ahora
un discurso sobre la paz solo aspira a trazar la paz menos lesiva para Ucrania;
no aspira ni diseña paraísos en la tierra, que tiende por naturaleza al Valle
de Lágrimas. De hecho, los discursos sobre la paz sólo tienen sentido
pleno durante las guerras, para acelerar la llegada de la mejor paz posible; y
en tiempos de guerra los lanzaron gigantes como Isócrates (V-IV a.c),
Jesucristo (s. I), Erasmo (s.XVI), Kant (s. XVIII) o, N. Angel (s. XX), entre
otros. Este es uno más, aún muy defectuoso, minúsculo y modesto. Basta que
sea útil para quien lo lea y le hayan hecho dudar sobres sus convicciones
pacifistas en el caso concreto.
3. Inutilidad y efectos contraproducentes de las sanciones
económicas colectivas
Entre los aspectos abordados a la ligera por el coro de
engatusadores está su tratamiento de las sanciones económicas contra
Rusia. La idea es muy primaria, para que cale hondo con facilidad: Rusia está
recibiendo unas sanciones económicas (comerciales, financieras) tan fuertes que
está a punto de tirar la toalla, noqueada en el rincón del Ring Mundial. Es
falso. Eco falso. El Editorial Conjunto Occidental (ECO)
propagandístico. Desde los estudios académicos serios (Hufbauer et al, Economic
sanctions reconsidered, Peter Institute for International Economics, 2008;
Janes Lee, Societies under siege: exploring how international economic
sanctions (do not) work, Oxford University Press, 2015), los expertos indican
que este tipo de medidas: a) No logran modificar la acción exterior del
Gobierno castigado por ellas a corto plazo; b) Causan daño, sí, a la
sociedad del Estado, aunque ésta se acomoda con el paso del tiempo (¡qué
remedio!); c) Y, en realidad, todas han acabado invariablemente reforzando
el poder político-económico afectado. Le empuja a restringir libertades
públicas, reafirma su control de la economía y del espacio público, neutraliza
con más facilidad la pluralidad política.
El ejemplo más ilustrativo es el de Cuba desde que EEUU le
aplicó un embargo general en 1960. ¿Es acaso ahora más benévola que cuando
empezaron a aplicar las sanciones? No, solo se ha conseguido reducir su
esperanza a una vida digna; y su tejido socio-político vive en un coma
permanente, porque su dependencia del Estado es ahora total.
En contraste, los mismos orates pasan por encima la sistematización
correcta de las consecuencias que, a cambio del valor puramente simbólico
de las sanciones del que piensan sacar provecho los políticos, vamos a
tener que soportar en las próximas horas, días y meses, si no se para la guerra
y se retiran pronto. De esto te tienes que informar como el barco que se
encuentra sorpresivamente con un iceberg en alta mar. De sopetón, vas a cargar
el depósito de gasolina, y chocas con él. Hombre, pues no. Allá los rusos con su
brazo extirpado por las medidas coercitivas, a mi me preocupa más el pie o la
mano que me cercenan. Es lo que me dolerá y es innecesario perderlo puesto que,
pasado el efecto simbólico que anestesia el dolor, empeora nuestra situación,
no mejora la de la Ucrania agredida, y nos gangrena socialmente y, me temo,
políticamente. Crea pobreza, vamos. Serás más pobre. Mucho más pobre, y tu
drama no saldrá en ningún lado. Quedará difuminado en estadísticas y datos
agregados de inflación, decrecimiento o estanflación. Por ello, como los
expertos saben de antemano que no afectará el curso de la guerra, las sanciones
aplicadas hay que juzgarlas con otros criterios de racionalidad social,
política y ética, y rechazarlas de plano.
Según la prestigiosa Economic Intelligences Unit (UK)
estas son las consecuencias económicas de un alargamiento numantino de la
guerra de Ucrania y de las sanciones que nos aplicaremos recíprocamente, puesto
que donde las dan las toman; nosotros aplicaremos sanciones económicas, que
tendrán un efecto negativo para Rusia y para nosotros; y también recibiremos
las sanciones de Rusia, con el mismo efecto mutuo. Todas se habrán cumplido una
a una cuando leas este artículo, escrito a finales de febrero:
a) Los precios de las materias primas se mantendrán elevados
durante meses. Tantos como duren las sanciones, y algunos más. Es una de
las consecuencias que ya sentimos. Se debe a que hay dificultades de
suministros por la destrucción de la infraestructura física y las sanciones. Si
se imponen prohibiciones a la exportación de hidrocarburos por Rusia, no solo
se disparan los precios del petróleo y del gas, también los de los metales y
los del grano por las necesidades energéticas para su producción. Cuando se
estrecha un mercado, se encarece el producto afectado directamente y todos los
conectados a él a través de la cadena de producción.
b) Como Rusia produce también metales básicos y nos los
exporta (aluminio, titanio, paladio y níquel), todos estos subirán sus precios
e impactarán negativamente en los sectores industriales que los utilizan, entre
otros, la industria automotriz europea y española. Habrá cierres parciales de estas
industrias por su encarecimiento o escasez.
c) Esta subida también se proyecta sobre los productos
básicos agrícolas (trigo, maíz, cebada y colza) cuyos precios se
dispararán, y todas las cadenas de alimentación o producción a las que
contribuyan, humanas o animales. Aquí, la suma de Ucrania y Rusia representa
más de una cuarta parte del comercio mundial de trigo. Las interrupciones de
las rutas comerciales en el Mar Negro aumentan aún más la presión sobre los
precios de los cereales Y será superior aún si este año baja la cosecha de
Ucrania por la continuación de la Guerra y Rusia exporta hacia mercados no
europeos las suyas. La campaña de siembra de esta primavera en Ucrania está en
peligro severo. Se habrán interrumpido las tareas de preparación del campo y la
compra y distribución de semillas.
d) Más en general, todas las cadenas de suministro
quedarán afectadas y algunas se interrumpirán, lo que encarecerá muchos bienes
y reducirá la producción de otros. Tanto las terrestres, como las aéreas y
marítimas. Las sanciones financieras tienen impacto en las cadenas de
suministro porque afectan mucho a la operatividad de las empresas comerciales y
de transporte. La posible destrucción de algunas infraestructuras de transporte
(especialmente los puertos de Ucrania) agravaría estos problemas. Otras
quedarán paralizadas o muy reducidas sin necesidad de daños materiales. Hay
rutas terrestres entre Asia y Europa que pasan por Rusia y Ucrania. La nueva
“Ruta de la seda” se entorpece. El cierre recíproco de espacios aéreos
acrecienta esa carestía.
e) Con todo ello, el paro en España aumentará –y debe ser de
los más altos de la UE–, lo que junto con la inflación generalizada, aumenta
la posibilidad de que se produzcan desórdenes internos por razones sociales en
aquellos países más afectados por las consecuencias de las sanciones. No
creo que nuestros transportistas puedan aguantar el aumento brutal de los
costes del gasoil que por ahora nadie subvenciona. De ahí a la falta de
abastecimiento de productos básicos en supermercados media un paso. Es una
constante que suele acompañar a este tipo de situaciones, conforme a la
experiencia histórica acumulada.
f) La situación, a corto y medio plazo, nos volverá
también a nosotros más vulnerables a posibles injerencias externas y podría
lesionar nuestra estabilidad política, forzando a decretar el estado de alarma,
de excepción, o similares, o a comportarse como si estuvieran decretados. Los
partidos políticos extremos subirán en las bolsas parlamentarias. Eso
empobrecerá también la calidad de nuestra democracia.
Oirás pronto, si se continúa por esta senda, expresiones
como “pactos de salarios”, “sacrificios sociales”, “congelación de pensiones”,
“ahorro energético individual”, y otros eufemismos. Ahí están, también, los
curiosos asaltos masivos a nuestra frontera Sur. No han sido aleatorios. E
insisto, nuestro sufrimiento no alterará en nada la campaña militar de Rusia.
Las medidas aplicadas por la UE y el Gobierno de P. Sánchez sólo tienen un
efecto simbólico, el de calmar nuestra conciencia pensando que se hace algo
útil para los ucranianos asediados. No es así. Lo que hacen es, en realidad,
simplemente, tapar la incompetencia y errores de nuestra diplomacia europea y
gubernativa.
4. Dudosa ética de las sanciones
Por ello, además de los motivos humanitarios, que siempre
son los más determinantes –evitar más víctimas mortales, más desplazamientos
internos y más refugiados–, y a los que me he referido en otros escritos[2], hay motivos económicos, sociales,
políticos y éticos suplementarios que debieran empujar a la UE a trabajar
sin denuedo por obtener un alto el fuego entre los beligerantes, agresor y
agredido, en lugar de empujarlos a alargar la guerra con la venta de armamentos
a Ucrania apelando a su derecho a la defensa o supervivencia.
Lo tiene. Pero si alguien se está ahogando en un lago, mejor
lanzarle un salvavidas desde la orilla que tirarse al agua a rescatarlo sin
saber nadar, aunque te pida a gritos que nades en su salvación y no comprenda
tu falta de arrojo. E incluso si sabes nadar, mejor lanzar el salvavidas
también si no has hecho cursillos de salvamento en el agua; y no los hemos
hecho. Pero es peor que eso; el Editorial Conjunto Occidental ya te ha
persuadido de que lo óptimo es arrojarles unas botas militares de hierro. Juzga
tú mismo donde irá a parar el que se las ponga. Qué libertad le ofreces. Las
medidas coercitivas impulsadas por la UE además de políticamente
contraproducentes son éticamente dudosas, ambiguas e inconsistentes. También
para la sociedad rusa.
Imponer a los ciudadanos rusos una sanción colectiva es
éticamente injusto si decimos que la agresión internacional a Ucrania es “la
guerra de Putin el autócrata”. Si Putin es el responsable único, a él solo, y a
su cúpula de poder político-económico implicada en las decisiones, se debería
dirigir el daño causado por las sanciones. En el mundo moderno las
sanciones éticamente correctas son individuales (inteligentes), no colectivas
(torpes); queda para el Antiguo Testamento eso de castigar a los
hijos por los errores de los padres hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo.
20:5; Deuteronomio. 5:1-11.)
Mantenerlas para que se subleven los sujetos a su poder y
tomen al asalto la Plaza Roja de Moscú, como dicen también los opinadores y
políticos europeos, es, además de un pensamiento mágico más, una retorsión
a los civiles moralmente reprochable. ¡Vamos a hacerles pasar hambre, se
indica con jolgorio! De nuevo me remito al caso de Cuba. Y aceptar, a su vez,
que debemos laminar nuestro Estado de bienestar, ya muy malogrado tras dos
megacrisis económicas consecutivas, es irracional, lo diga J. Borrell. Von der
Leyen, P. Sánchez, J. Biden o el sursum corda. Castigamos a un tercero,
cortándole el brazo, automutilándonos la mano.
Como individuos racionales, mejor rebelarse. La Democracia y
los Derechos Humanos se crearon para que pudiéramos rechazar la sumisión a un
poder absurdo e incompetente, aunque se le haya votado. Ninguno de
nuestros oligarcas políticos europeos va a sufrir ni de refilón las medidas que
nos obligan a aceptar como necesarias. Tampoco Putin.
Ellos celebran sus festejos internacionales de luxury
believe class y la sociedad plebeya pone el sacrificio. Ellos harán
sus “reuniones en la Cumbre”, adoptarán decisiones idiocias, y nosotros
tendremos que pasar frío en casa para poder pagar el recibo de la luz. Tú y tus
hijos enfermáis por el frío que produce apagar la calefacción que no puedes
pagar. Ellos viajan en Jets y beben champagne en copas de
cristal de murano. Te piden que lo hagas además “durante los próximos años”,
mientras se desarrollan adecuadamente alternativas energéticas más caras. Ellos
se subirán sus salarios de clase política bienpensante, “por el trabajo bien
hecho”, nosotros veremos como la inflación se come nuestros ingresos y pequeños
ahorros.
5. Sistema de Seguridad Colectiva de la ONU vs.
dinámicas de Bloques militares
La brutalidad de la operación especial militar de agresión
de Rusia contra Ucrania ha cubierto también un tupido velo sobre otro aspecto
relevante del conflicto: la marginación del único Sistema de Seguridad
Colectiva universal en vigor, la Carta de las Naciones Unidas (1945). No se han
hecho respetar adecuadamente sus decisiones desde 2014 en el largo conflicto de
Ucrania. Y este factor forma parte del problema. El art. 1.4 de la Carta de la
ONU indica que es ésta, y no la OTAN o la UE, el “centro que armoniza los
esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes.” Fuera de
la ONU no se armoniza, ni se pacifica, ni se gana seguridad colectiva
internacional, sino que se tensionan las relaciones internacionales hasta que
revientan con violencia, como prueba lo sucedido en Ucrania.
El 17 de febrero de 2015, el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas aprobó la Resolución 2202 (2015) que daba la bienvenida y
apoyaba explícitamente los Acuerdos de Minsk (2014-2015) como marco
de solución de la controversia entre Ucrania y Rusia. El Gobierno ucranio de
Zelensky, desde su toma de poder hasta el 30 de enero de 2022, al igual que
todos los gobiernos ucranianos anteriores desde 2014-2015, fue afirmando
públicamente que no tenían ninguna intención de respetarlo. Y, en efecto, así
hicieron durante siete años consecutivos, sin grandes protestas de la UE. Sin
embargo, los Acuerdos de Minsk eran un acuerdo internacional de paz
plenamente vinculante para Ucrania que nunca estuvo a su disposición dejar de
cumplir, puesto que estaba comprometido jurídicamente a ellos por su propia
firma y políticamente por la resolución del Consejo de Seguridad que lo
respaldaba. A la misma habrá que volver para recolocar a Rusia en la casilla
negociadora.
Además, la Resolución A/ES-11/L.1 de la Asamblea General de
la ONU, de 2 de marzo, que tanto consuelo ha traído porque condena la agresión
de Rusia y pide que retiren sus tropas, no aprueba sanciones contra ésta;
pide un alto el fuego; y en su punto 14 “insta a la inmediata resolución
pacífica del conflicto entre la Federación de Rusia y Ucrania mediante el
diálogo político, las negociaciones, la mediación y otros medios pacíficos”. Hay
que cumplir así, el espíritu y la letra de la resolución, que refleja el mínimo
común denominador existente en la ONU en estos momentos, y no quedarse solo con
la parte que nos agrada. Otras propuestas de aplicar sanciones a Rusia fueron
descartadas durante su redacción y debate.
La UE debe así atenerse al espíritu y la letra de la Carta,
la reciente Resolución aprobada por la Asamblea General de la ONU, la más antigua
del Consejo de Seguridad, y a sus propios tratados constitutivos, que cuando
delimita sus funciones en materia de acción exterior y seguridad común afirma
que “La acción de la Unión en la escena internacional se basará en… el respeto
de los principios de la Carta de las Naciones Unidas” (22.1 y 22.2 c) TFUE).
Así, condenando la agresión de Rusia, tendría el deber de:
a) No enviar armas al conflicto, y retirar a la mayor
brevedad de tiempo posible las sanciones financieras y comerciales que
castiguen severamente a la población rusa, a la población española y a la
población europea del Sur en general, para dejarlas circunscritas a Putin y su
cúpula gubernativa, por el bien de la ciudadanía en general, que ni allí ni
aquí ha decidido lanzarse a la guerra y, por ello, no es responsable de la
misma. Además de que, empobreciendo a esa sociedad, se refuerza a Putin y su
círculo decisorio interno, los que impulsan esta guerra de agresión.
Le estamos restando fuerzas a la sociedad rusa, inclusive a
las partes de esa “oligarquía” más occidental que podría mover hacia una
política exterior rusa diferente, y no lo contrario que es lo que quieren
hacerte ver que se consigue al aplicar esas sanciones indiscriminadamente. Como
muestran los datos del Yuri Levada Analitycal Center (https://www.levada.ru/en/ratings/),
está aumentando el apoyo social a Putin en Rusia. Y no hay “una” oligarquía
rusa; es múltiple y plural en su visión de Rusia y el Mundo: los hay
globalistas y occidentalistas, pero también aislacionistas nacionalistas. La UE
machaca a los primeros y deja intactos a los segundos.¿Cómo entonces influirán
a Putin si pasan, empobrecidos, a ser irrelevantes?
b) Instar a ambas partes a aceptar un alto el fuego
inmediato, que paralice la situación militar en el momento en que se encuentra
ahora; y que facilite la celebración de negociaciones bilaterales o con
mediador que se orienten hacia la salida de las tropas de Rusia del territorio
de Ucrania, que no estaba bajo su tutela o dominio antes del inicio de la
agresión; la neutralidad militar de toda Ucrania; y un arreglo temporal sobre
Dombás y Crimea, que deje las espadas en alto sobre su soberanía –así será
aunque el acuerdo final diga lo contrario, ex inuiria non ius oritur–, y
que a la vez, impida ad calendas graecas que se vuelvan a cruzar
violentamente las armas.
c) Y llevar a cabo lo único que la UE ha hecho y sabe hacer
en cuestiones relativas a la paz y seguridad internacionales con eficiencia:
prestar socorro a los refugiados y desplazados internos y prepararse para
reconstruir Ucrania sobre bases económicas, militares y de seguridad más firmes
a largo plazo, teniendo en cuenta que el Oso de la taiga, cuando vuelva a ella,
seguirá vigilando para que nadie prenda antorchas cerca de su bosque. Ni
cerillitas siquiera.
Lo digo especialmente, por los puristas sobrevenidos del
Derecho Internacional. Hay que recordar que el art. 52 de la Carta de la ONU
solo acepta la existencia de organizaciones regionales cuyo fin sea entender en
los asuntos relativos al mantenimiento de la paz si sus actividades son
compatibles con los propósitos y principios de la ONU. Es dudoso que esto se
esté cumpliendo cuando el art. 53.1 de la CNU indica taxativamente que “no se
aplicarán medidas coercitivas en virtud de acuerdos regionales o por organismos
regionales sin autorización del Consejo de Seguridad”.
La UE carece de esta autorización en estos momentos y no la
obtendrá. Esta autorización no es aplicable a la aplicación de sanciones
económicas y financieras en asuntos relativos al mantenimiento de la paz, pero
sí lo es al envío de armas a un escenario de guerra entre terceros estados,
salvo que la UE esté formalmente en guerra con Rusia. Si fuera así,
debería explicar con qué base jurídico-competencial ha alcanzado esa posición,
puesto que carece explícitamente de tales atribuciones, lo que es una violación
también del art. 5.1 TUE, algo que genera, ipso iure, una vulneración
grave de la Constitución Española. En ella se fija con claridad que “Al Rey
corresponde, previa autorización de las Cortes Generales, declarar la guerra…”.
No se ha celebrado esa sesión en el Congreso ni hemos visto al Rey
declarándonos beligerantes contra Rusia. Ni a nadie, por cierto. Y esa
competencia jamás se trasladó a la UE a través del art. 93 de la Constitución
Española.
6. La paz amarga es posible, como en tantas otras ocasiones…
“All novelty is but Oblivion”, decía Bacon (Essays, 1597).
Desde la creación de la ONU (1945) ha habido muchas guerras y se han creado
muchos espacios territorialmente problemáticos como el que emergerá de esta
crisis. Entre otros los Territorios Ocupados de Palestina (1948), que siguen
ocupados por Israel; la Isla de Taiwán (1949), por EEUU; el Sahara Occidental,
por Marruecos; Chipre del Norte (1979) por Turquía; Kosovo (1999), por EEUU;
Osetia del Sur y Abjasia (2009) por Rusia, etc.; y aún hay otros más antiguos
como las Islas Malvinas, en disputa por su soberanía entre Gran Bretaña y
Argentina; o el mismo Peñón de Gibraltar, cuya soberanía reclamamos a los
británicos cada año desde el s. XVIII. Si lo que piden que ahora hagamos es
realmente racional, justo, ético y necesario, propongo, para ser consistentes,
aplicar medidas del mismo tipo al resto de Estados ocupantes ilegales previa
agresión internacional en violación del Derecho. Lo demás es doblez pasada por
altura de miras.
Así que, sí o sí, se va a sumar Ucrania al largo listado de
desaguisados gravísimos de la Política Mundial creados desde 1945 y quizá,
quizá, si se trabaja a futuro más en el seno de la diplomacia multilateral que
representa la ONU, y menos en el fortalecimiento de alianzas militares
regionales como la OTAN o la UE –que es en lo que quieren convertirla también,
sin serlo ahora–, se pueden evitar otros a futuro y sacar muy lentamente del
saco los acumulados para que la pus que supuran no reviente en el futuro, con
las mismas consecuencias trágicas que hoy padece Ucrania.
Rusia ha cometido un acto de agresión internacional. Debe
retirar sus tropas de Ucrania. Se puede alcanzar una solución diplomática en la
senda de los Acuerdos de Minsk (2014-2015) que fueron respaldados por
el CS de la ONU, aunque esta posibilidad se reduce cuanto más se alargue la
guerra. Conviene declarar el territorio de Ucrania como espacio internacional
militarmente neutral a través de una Resolución del Consejo de Seguridad de la
ONU. La UE, sus miembros, y todos como seres humanos debemos hacer el mayor
esfuerzo posible para prestar socorro humanitario a todos los refugiados y
desplazados internos. La UE tiene un bagaje sobre el terreno encomiable para la
reconstrucción de Ucrania, puesto que ha desarrollado con éxito decenas de
misiones de paz y reconstrucción con esperanzadores “cascos blancos” de paz. Es
su sitio, es nuestro europeísmo constitucional, el auténtico, y no aventuras
militaristas redundantes a la que supone la OTAN.
Víctor M. Sánchez es Doctor en Derecho Internacional
Público y CEO Byron Books, Huygens Editorial.
Notas:
[1] H. M. Enzesberger, Las máscaras de
la razón, Círculo de Lectores.
[2] Artículos de prensa, “Una salida para
Ucrania”, Crónica Global, 20 de marzo de 2014; «Estado de guerra», E-noticies,
7 de marzo de 2022; «ECO», en Economía Digital, de 10 de marzo de
2022.1995.
Fuente: Revista nº 411 – Abril 2022 de El Viejo Topo.
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