martes, 26 de marzo de 2019

VENEZUELA. ANALISIS NO IDEOLÓICO DEL ACTO TERRORISTA DEL CAPITAL CONTRA LOS TRABAJADORES VENEZOLANOS

Venezuela
 
Apagón y reestructuración capitalista
 
19/03/2019 | Norman Antonio Boscán 
 
Venezuela vivió durante los últimos días un apagón generalizado en todo el territorio nacional que afectó la telefonía, el expendio de gasolina, suministro de agua potable, el funcionamiento de los puntos electrónicos para el pago con tarjetas de crédito y débito, así como el flujo de dinero por el cierre de bancos y cajeros electrónicos. La mayoría de negocios cerraron y las mercancías eran vendidas en dólares a un sobreprecio de más del 1000 %.

Quienes habían comprado comida para más de un mes, con el propósito de proteger sus ingresos de los efectos devastadoras de la hiperinflación, vieron echarse a perder sus reservas de carnes, verduras, quesos y otros alimentos ante la imposibilidad de conservarlas en frio. La bolsa de hielo de un tamaño de 50 cm era vendida durante esos días en el mercado a un costo de 15 dólares la unidad. Los electrodomésticos comenzaban a sufrir los embates de los cambios de voltaje propios de los intentos por restablecer el fluido eléctrico.

Los servicios de terapia intensiva, diálisis, operaciones de emergencia hospitalaria se vieron seriamente afectados por el prolongado apagón. El expendio de medicamentos sufrió el impacto de las limitaciones en los mecanismos de venta y la especulación se evidenció en esta área.

Los rumores de alzamiento militar, insurrección de los barrios o pobladas descontentas se generalizaron, con versiones para cada uno de los sectores en pugna. El rumor boca a boca, expresaba los deseos de cada uno de los actores en conflicto. Mientras los opositores al proceso bolivariano inflaban el rumor de movimientos cívicos militares contra el gobierno de Maduro, los simpatizantes del gobierno señalaban que los barrios enfurecidos irían a las urbanizaciones de los ricos a saldar cuentas por los efectos del apagón en su cotidianidad, enseres y pequeñas propiedades. Pero, a pesar de los rumores, nada de ello ocurrió; saqueos aislados en Valencia y Maracaibo (las dos ciudades más importantes después de Caracas), mostraban el despertar de hechos vandálicos despolitizados.

La polarización es evidente. No hay espacio político en este momento para una tercera fuerza distinta a las dos existentes. Pero el campo no está unificado, ni en el chavismo-madurismo, ni en la oposición. En las fuerzas sociales del gobierno cada vez es más evidente una distinción entre Chavismo y Madurismo; por un lado están los Chavistas No Maduristas con un odio creciente a la derecha, quienes ante la falta de dirección política que los exprese se mantienen en las filas del Madurismo; mientras que por otro lado, el Madurismo duro se divide entre los simpatizantes de Maduro y los que comienzan a ver a Diosdado Cabello como su líder alternativo, siendo este último sector cada vez más irreflexivo e intolerante ante cualquier crítica. En las fuerzas de la oposición las representaciones políticas del viejo modo burgués tratan de agruparse para volver a construir la hegemonía ante la creciente influencia del sector proclive a una reestructuración burguesa liderada por el capital trasnacional. Guaidó sigue liderando, pero si no consigue una pronta resolución a favor del sector que representa puede encontrar cuestionamientos decisivos a su liderazgo en el interior de la oposición. La mayoría de los trabajadores y sectores populares que siguen apuntalando una salida anticapitalista, continúan apoyando a Maduro por ahora, mientras logran ser un sector con estructura organizativa y capacidad de influir en la correlación de fuerzas.

Los trabajadores, la clase obrera y los sectores populares 

Quienes más han sufrido los efectos de la hiperinflación (superior al millón por ciento anual) han sido los y las trabajadores. El salario básico es de solo 6 dólares norteamericanos mensuales y un profesional con altas responsabilidades de gestión solo alcanza los 20 dólares mensuales. El máximo de retiro de dinero efectivo que pueden dispensar cajeros y bancos es de 3000 bolívares diarios, es decir, un dólar, mientras un kilo de carne de res tiene un costo de 7.800 bolívares.

Si una trabajadora o empleado va todos los días a su sitio de empleo el salario solo le alcanzaría para sufragar el transporte, razón por la cual hoy la ausencia laboral es algo permitido en Venezuela. Uno o dos días de cumplimiento de horario laboral a la semana resultan más que suficientes para que una institución o empresa no se quede sin trabajadores.

Salarios en bolívares devaluados (1 dólar cuesta 3000 bolívares) y precios dolarizados, es el desencuentro dramático al que se ve enfrentada la clase trabajadora. Ello ha motivado a que más de dos millones de profesionales y trabajadores hayan emigrado a otros países de la región, buscando estabilidad laboral y tratando de recuperar el poder adquisitivo de sus salarios. Dentro de la inmigración hay opositores y chavistas.

El propio apagón eléctrico tuvo su impacto más profundo en las condiciones de vida y cotidianidad de quienes viven del trabajo, evidenciando una vez que la actual crisis la sufren con mayor peso los y las trabajadoras.

La pregunta inexplicable para muchos analistas que no han venido a Venezuela es ¿Por qué no se produce un estallido social en medio de estas condiciones? Ello no ocurre por cuatro factores; el primero, por el acumulado de agenda social desplegado entre 1999 y 2014 que generó una democratización de las condiciones de vida de la población más vulnerable como no había ocurrido en la historia republicana. Segundo, por la continuación y profundización de la agenda social durante el gobierno de Maduro, especialmente los llamados CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción), los bonos en dinero depositados periódicamente en las cuentas de las y los trabajadores, y el bajo costo de servicios públicos y combustible. Tercero, por la torpeza de la derecha política, quien promete eliminar la agenda social, obligar a los beneficiarios de vivienda de interés social a cero costos (más de dos millones de hogares) a pagarlas al precio del mercado inmobiliario del presente, así como revertir las pensiones universales (más de cinco millones), gratuidad de la educación, entre otros. Cuarto, por la falta de organizaciones revolucionarias con influencia de masas que planteen alternativas radicales ante la actual situación.

El fantasma de la negociación recorre las calles

Después de varios días sin electricidad, todo vuelve progresivamente a la normalidad. La cuerda se tensa a tal punto, que el cansancio de la mayoría de la población es evidente y, en las calles se comienza a hablar de posibles desenlaces a esta situación. La mayoría habla de una inminente negociación mientras no faltan quienes hablan de insurrección contra el capital o contra el madurismo.

¿Cuáles son los escenarios que se manejan en las calles sobre la negociación? Primero, un acuerdo del sector del capital trasnacional liderado por Guiadó /Leopoldo López y María Corina Machado con la fracción del gobierno liderada por Maduro, que implicaría amnistía e inmunidad para el uso de capitales del sector de la burguesía Bolivariana que el segundo representa. Este acuerdo involucraría la renovación del CNE, la convocatoria a nuevas elecciones generales con Diosdado Cabello como Candidato Presidencial del Chavismo-Madurismo. De perder las elecciones, el PSUV que entonces sería de Diosdado, representaría los intereses de la burguesía Bolivariana e intentaría servir de muro de contención social ante la eventual rebeldía social que implicaría la aplicación de un paquete del Fondo Monetario Internacional.

Segundo, una negociación mediada por la burguesía trasnacional y el Pentágono, entre Guaidó/López y Diosdado Cabello que dejara fuera del acuerdo al Madurismo y a las fracciones burguesas representadas por AD 1/, COPEI 2/, MAS 3/, ABP 4/, UNT 5/, entre otros. Esta negociación tendría como eje narrativo el desembarco firme del capital trasnacional bajo la conducción del binomio Guaidó-López, dejándole algunas migajas al Diosdadismo que pasaría a cumplir el rol de burguesía nacional y de partido policlasista de contención.

Tercero, una negociación directa del Pentágono y el capital trasnacional con el Madurismo, que dejara fuera de la esfera del poder al Diosdadismo pero también a buena parte de las representaciones políticas de la burguesía tradicional venezolana. En este caso, la cohabitación y redistribución del poder se haría con Guaidó y Leopoldo López quienes representan al capital trasnacional y quienes serían la oposición hegemónica en este periodo y accederían al poder en las elecciones de 2024.

Cuarto, el rumor de reuniones entre ex altos funcionarios del Chavismo (ex ministros especialmente) con Primero Justicia 6/(Capriles) y Voluntad Popular 7/(Leopoldo/Guaidó) para abrir paso a una salida negociada a la crisis con la vieja burguesía nacionalista surgida entre 1936-1998. Según esos rumores, estas iniciativas secretas generan tensiones en distintas instancias opositoras despolarizadas, como las expresadas en la Intersindical (sindicatos patronales, de derecha y ultra izquierda), así como en algunas plataformas opositoras de la cual forman parte los citados ex funcionarios. El común identificador de este sector es el odio personalizado contra la figura de Maduro que les lleva a explorar cualquier salida más allá de una posición política clara.

Estas posibilidades de negociación de las cuales se habla sin tabúes ni desparpajo en las calles, bien han podido ser filtradas con propósitos exploratorios o son el resultado de inteligencia social. Todos estos escenarios de negociación tienen como común identificador el hecho de desconocer el proceso de politización y empoderamiento de la ciudadanía ocurrida durante los últimos veinte años. Ya en otro artículo nos concentraremos solo en el tema de los límites de la negociación y sus vericuetos.

La agresión imperialista

Para el imaginario popular las posibilidades de invasión extranjera parecieran haberse diluido, a pesar que la derecha venezolana sigue hablando de autorizar a través de la Asamblea Nacional (AN) de Guaidó el ingreso de tropas foráneas al territorio nacional. Por ahora nos interesa destacar que en los barrios y urbanizaciones se comienza a hablar que los gringos le dieron la espalda a Guaidó porque éste había prometido un levantamiento popular desde el 23F, lo cual no ocurrió ni pareciera vislumbrarse en el horizonte.

El antiimperialismo une a la izquierda revolucionaria mundial. Sin embargo, este antiimperialismo no deja a un lado las críticas a las políticas de conciliación de clase del gobierno de Maduro, así como al creciente autoritarismo del madurismo alimentado por concepciones neo estalinistas. El tic-tac del ocaso del apoyo de las fuerzas revolucionarias mundiales comienza a presionar un giro a la izquierda del proceso bolivariano o el Madurismo se quedará solo con el apoyo de las corrientes ortodoxas minoritarias en el panorama mundial.

Sin embargo, no considero que la amenaza de intervención militar haya cesado. Todo pareciera indicar que en una nueva ofensiva para la transición negociada, ya no con el garrote imperialista sino con la zanahoria de los demócratas y en la cual serían protagonistas la socialdemocracia internacional, la familia Clinton, Bernie Sanders, y la izquierda titubeante al estilo de la dirección mayoritaria de Podemos, está por llegar. De fracasar esta nueva ofensiva negociadora, es muy probable que se reabran las posibilidades de una intervención militar.

El mayor problema en este sentido pareciera tenerlo una ultra izquierda incapaz de valorar que el anti imperialismo de la población venezolana, es también crítico del Madurismo y que un sector importante de este sector está a la espera de una nueva correlación de fuerzas que permita su emergencia para un giro a la izquierda. Al no ser este sector del Chavismo un factor con vocación de suicidio político, ello hace que la ultra izquierda no lo pueda ver o la desprecie con el argumento de gobierneros. Lo cierto es que las únicas posibilidades de radicalización revolucionaria en Venezuela en este momento, subyacen al interior del chavismo revolucionario que está invisibilizado en el Chavismo-Madurismo y, fundamentalmente en sus conexiones con los sectores organizados de la población.

Este sector no es un deseo metafísico, sino que se evidencia en expresiones populares que cada vez se convierten más en colectivas, las cuales señalan que antes que las tropas invasoras toquen el territorio patrio y tengamos que enfrentarlos, iremos por las cabezas de los ricos para que ellos sean los primeros caídos en esta guerra; evidenciándose no solo una politización social sino una creciente conciencia de clase respecto a la urgencia de radicalización anticapitalista.

Explicaciones que son solo medias verdades para complacer a un sector u otro

Volviendo sobre el apagón eléctrico, el gobierno habla de un sabotaje informático y de pulsaciones electromagnéticas para caotizar las cabeceras de generación y distribución eléctrica. Ello estaría siendo ejecutado por tecnología satelital de punta con el apoyo de una fuerza de pie sobre el terreno conformada por mercenarios y actores políticos nacionales. Sería una acción coordinada por EE UU. La oposición habla de fallas por parte del gobierno de Nicolás Maduro en el mantenimiento y reposición de equipos en obsolescencia programada de la industria eléctrica. Para la oposición la corrupción es una causa de la desinversión en el sector.

Así como la oposición venía hablando de un eminente caos en los servicios públicos, lo cual pareciera corroborar que estaban enterados previamente de una acción de sabotaje en curso por parte de fuerzas extranjeras, por otra parte, desde hace más de tres años, en reuniones en las directivas de CANTV 8/, Corpelec 9/y el Metro de Caracas, se mencionaba el inminente colapso parcial y progresivo de muchos servicios públicos, debido a la carencia de divisas para adquirir partes, repuestos y componentes tecnológicos 10/. Ello hace pensar en una combinación de factores conspirativos y de incapacidad para evitar el colapso que se evidenció en la semana del apagón.

Mientras el gobierno mostró flancos en sus estrategias preventivas y de defensa estratégica, la oposición liderada por Guaidó/López al no haber logrado el derrumbe del gobierno de Maduro ha generado una caída brusca en la esperanza de sus bases respecto a una transición en el corto plazo. El deterioro de la situación política nacional sigue siendo el rasgo distintivo, así como el creciente hastío de la población con los efectos de la crisis de gobernabilidad.

El Apagón en el marco de la reestructuración capitalista en ciernes y la negociación política en curso 

Como explicaba en mi anterior artículo (Claves para entender lo que pasa en Venezuela 11/>), la actual etapa de la lucha de clases y restructuración burguesa en Venezuela se inicia en 1983 con seis elementos claves: a) caída de los precios petróleos cuyo efecto se descargó sobre los hombros de la clase trabajadora y sectores populares; b) reestructuración capitalista mundial presentada bajo el formato de globalización que demandaba una subordinación e integración de las burguesías nacionales al capital trasnacional, lo cual no se ha podido lograr ni con los intentos de CAP (1988-1992) ni de Chávez (1999-2002 /2003-2012), ni Maduro (2013-2018); c) la derrota de la experiencia soviética que generó un pragmatismo sin norte estratégico en buena parte de las izquierdas venezolanas; d) la inexistencia de una organización revolucionaria y un proyecto político amplio que lidere las masas hacia el socialismo en el periodo 1983-2019; e) el surgimiento del Chavismo que representó para todos los factores la posibilidad de salir de la crisis iniciada en 1983; f) la coaptación histórica del movimiento social tanto en la cuarta como en la quinta república.

En Venezuela, el imaginario y desarrollo del capitalismo está asociado a la renta petrolera, el enriquecimiento de los capitalistas a través de las importaciones de partes, productos, bienes, alimentos y medicinas, así como a la incapacidad para entender los cambios que deben operar los capitalistas criollos para garantizar estabilidad y desarrollo tanto en el modo de producción como en la gobernabilidad en la actual etapa (1983-2019). Esto ha impedido la integración de capitales nacionales con el capital trasnacional derivado de la tercera revolución industrial y su integración dinámica a la nueva fase de acumulación capitalista asociada a esta vuelta de tuerca tecnológica.

Esto se expresa en hechos muy concretos, por ejemplo, a pesar del surgimiento de nuevos materiales y metales (1950-1980) y, la caída de la demanda del hierro a escala mundial que conllevaron al cierre de las siderúrgicas como la de Lieja (Bélgica) y Monterrey (México), en Venezuela, por el contrario, se ha mantenido subsidiada esta industria para fortalecer el capital nacional protegido por el Estado. Y es que las burguesías venezolanas (de la cuarta y quinta república) se han estructurado y entienden solo bajo el proteccionismo del Estado, teniendo una incapacidad de origen para competir en el mercado global como lo demanda desde los ochenta el capital trasnacional. Las siderúrgicas existentes han tenido que innovar sus equipos y procesos incorporando las innovaciones tecnológicas derivadas de la tercera revolución industrial. Este fenómeno es parecido en otros sectores y no solo en el plano industrial, abarcando los campos de las comunicaciones, medicina, educación, entre otros, proceso que está detenido desde hace décadas en Venezuela.

Ni Capriles ni Chávez-Maduro expresaron disposición real a esta apertura demandada por el capital trasnacional. Por el contrario, en los últimos años surgió una nueva burguesía bajo el proteccionismo del Estado como había surgido la burguesía del periodo 1936-1998. Solo Guaidó y Leopoldo López, a través de su programa de gobierno (2019) y del libro sobre Política Energética (2017), respectivamente, han mostrado signos de entender y disposición para actuar conforme a los mandatos del capital trasnacional. Por ello, el apoyo de los países imperialistas y sus acólitos a la presidencia interina de Guaidó, porque la valoran como una salida capitalista ideal a la crisis iniciada en 1983.

En ese marco, el apagón de la semana pasada refuerza la tesis en los capitalistas y la oposición venezolana de la inminente necesidad de abrir las puertas de par en par a la inversión internacional a gran escala, dentro de una reestructuración intensiva liderada por el capital trasnacional. Hoy toda la oposición, al unísono, habla de la urgencia de abrirle las puertas al capitalismo global y comienza a debatir cómo integrarse a esta dinámica como socios minoritarios. El apagón no era para derrocar la Maduro, sino para profundizar el deterioro de su imagen y construir hegemonía sobre la supremacía del capital trasnacional, lo cual fue logrado.

Ahora, la negociación para la solución a la crisis política en Venezuela cuenta como nuevo incluido al sentido común del capital trasnacional, algo que hasta ahora le había resultado esquivo al centro de reestructuración capitalista mundial. Lo que no terminan de tener en cuenta quienes festejan este salto cualitativo es que la mayoría de los trabajadores están dispuestos a enfrentar de manera combativa, los efectos de esta reestructuración en el mundo del trabajo. Por ello, en nuestro próximo artículo volveremos sobre el tema de la negociación, mientras comenzamos a trabajar las caracterizaciones de los principales actores nacionales de la negociación.

Norman Antonio Boscán es analista político

Notas:

1/ AD: Acción Democrática, principal partido Socialdemócrata venezolano quien lideró la revolución democrática burguesa de 1958.
2/ COPEI: Partido Socialcristiano que participó junto a AD y URD en el Pacto De Punto Fijo que expresó el acuerdo de gobernabilidad de la revolución democrático burguesa (1958-1998
3/ MAS: Movimiento Al Socialismo, partido de centro izquierda, afiliado a la socialdemocracia internacional, que surgió de una división del PCV a finales de los sesenta del siglo XX. El MAS se convirtió en el factor de gobernabilidad a la izquierda del sistema
4/ ABP: Alianza Al Bravo Pueblo, pequeña organización socialdemócrata, escindida de AD, liderada por el auto exiliado Antonio Ledezma quien trabaja abiertamente por una invasión imperialista a Venezuela.
5/ UNT: Un Nuevo Tiempo, partido escindido de AD el cual es liderado por el candidato presidencial Manuel Rosales. Se rumora que después de un corto auto exilio pactó con el gobierno en algunos aspectos
6/ Primero Justicia es un partido político que se define como liberal, pero que en realidad es neoliberal y de ultra derecha. Es liderado por Capriles y Borges (en el auto exilio)
7/ Partido Político de ultraderecha escindido de Primero Justicia. Representa abiertamente los intereses del capital trasnacional en Venezuela. Es liderado por Leopoldo López preso por el intento de insurrección denominado “La Salida” a comienzos de 2017 y, por Guaido, auto proclamado Presidente de Venezuela
8/ Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela
9/ Corporación eléctrica estatal
10/ la burguesía venezolana interesada en enriqucerse con la importación nunca se preocupó por la conformación de un parque industrial y tecnológico importante. Esto ocurrió tanto con la burguesía generada en el periodo 1936-1998 como con la que fue surgiendo en el periodo 2003-2019.
11/ https://www.vientosur.info/spip.php?article14640

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COLONIZACIÓN ESPAÑOLA. LEYENDA NEGRA?


López Obrador solicita a España "pedir perdón" por los agravios contra los pueblos indígenas durante la 'Conquista'
26/03/2019 

El presidente de México también hizo la misma exigencia al Papa Francisco: "Hubo matanzas, imposiciones, la llamada Conquista se hizo con la espada y con la cruz", dijo.



El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, informó este lunes que envío cartas al rey Felipe VI de España y el Papa Francisco para exigirles una disculpa por los agravios cometidos contra los indígenas durante la llamada Conquista, entre 1519 y 1521. 
"Envié ya una carta al rey de España y al Papa para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos. Hubo matanzas, imposiciones, la llamada Conquista se hizo con la espada y con la cruz", reveló el mandatario mexicano en un video desde la zona arqueológica de la civilización maya de Comalcalco, en el estado de Tabasco (sur).

Acompañado de su esposa, la escritora Beatriz Gutiérrez, el jefe del Ejecutivo señaló que también pedirá perdón porque después de la Colonia "hubo mucha represión contra los pueblos originarios", así como sometimiento a los pueblos originarios que habitaban el continente americano.

"Yo lo voy hacer porque después de la Colonia hubo mucha represión a los pueblos originarios, fue lamentable lo que pasó con el exterminio de los yaquis, a los mayas, incluso el exterminio a los chinos en plena Revolución Mexicana (en 1910) desde el Porfiriato y luego en la Revolución", señaló.

En su mensaje, López Obrador llamó a que el año 2021 sea el de la reconciliación, cuando se cumplirán 500 años de la caída de Tenochtitlán y 200 de la consumación de la Independencia de México, pero, consideró, que la disculpa previa es un paso obligado.

"Ya es tiempo de decir: vamos a reconciliarnos, pero primero pidamos perdón", indicó.

España rechaza con 'firmeza'

El Gobierno de España lamentó que se hiciera público el contenido de la misiva de López Obrador, que habría sido enviada el pasado 1 de marzo, y rechazó con "firmeza" el contenido de la misma.

"El Gobierno de España lamenta profundamente que se haya hecho pública la carta que el presidente de los Estados Unidos Mexicanos dirigió a su majestad el Rey el pasado 1 de marzo, cuyo contenido rechazamos con toda firmeza", señaló el titular del Ejecutivo español, Pedro Sánchez.

"La llegada hace 500 años de los españoles a las actuales tierras mexicanas no puede juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas", habría manifestado Sánchez según reportes de la prensa.

Apenas el 30 de enero pasado, Sánchez realizó una visita de Estado a México, convirtiéndose en el primer visitante oficial recibido por Andrés Manuel López Obrador.

Matiza dichos

Ya en el acto de conmemoración de los 500 años de la batalla de Centla, municipio del estado de Tabasco, López Obrador reiteró el envío de las misivas y aclaró que el reclamo para que España y la iglesia católica pidan perdón por la Conquista no busca resucitar diferendos, sino evidenciar los abusos cometidos contra los pueblos originarios y que se reconozca el saqueo colonial de los recursos naturales de México.

"Se debe de reconocer también lo que significó el saqueo colonial de nuestros recursos culturales. Pero no es el propósito resucitar estos diferendos, sino ponerlos al descubierto, no mantenerlos en el subsuelo, como algo subterráneo, porque todavía, aunque se niegue, hay heridas abiertas", aseveró en el acto público celebrado este lunes.

La batalla de Centla fue un enfrentamiento ocurrido el 14 de marzo de 1519, en el que indígenas maya-chontales se enfrentaron con los españoles, comandados por Hernán Cortés.


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HOY COMO AYER NOS SIGUEN ENGAÑANDO. HASTA QUE TOMEMOS CONCIENCIA DE LA IMPORTANCIA QUE TIENE EL TRABAJADOR



A 16 años de la invasión a Irak
La gran mentira

Rebelión
26.03.2019

Como toda guerra, la de Irak fue producto de una gran mentira, una mentira propagada por casi todos los principales medios y por una clase intelectual profesional vinculada al poder, y todos éstos, hasta hoy día, jamás han pagado las consecuencias y muchos menos han tenido que rendir cuentas por su complicidad. Es una guerra en la cual se fabricó la justificación frente a todos: se declaró que Irak tenía armas de destrucción masiva, que era en parte responsable de los atentados del 11-S, que era un Estado que daba refugio a "terroristas". Todo eso fue falso. Y se sabía en esos mismos momentos; millones de personas en algunas de la movilizaciones antiguerra más grandes de la historia lo sabían, no cayeron en en el engaño.


La semana pasada se cumplió el 16 aniversario de la guerra de Estados Unidos en Irak, algo que casi nadie en calles, universidades, cafés, antros, parques o edificios gubernamentales registró, y menos aún comentó. Ni el comandante en jefe. Esa y las otras guerras ya se ha vuelto parte del ruido de trasfondo de este país. Una guerra más, una mentira más.

Esta mentira costó más de 190 mil civiles muertos por violencia directa de esa guerra, casi 5 mil militares estadunidenses que han perecido, cientos de miles de civiles y militares heridos, y un costo mayor de 2 billones de dólares hasta la fecha (y eso que no es la guerra activa más larga en la historia del país; esa tiene 17 años y está en Afganistán), según el informe Costos de Guerra, de la Universidad Brown.

La gran mentira implicó que miles de jóvenes estadunidenses –en su gran mayoría pobres y de clase trabajadora– fueron enviados a Irak o Afganistán a matar y herir a otros jóvenes como ellos. Los que regresaron, si es que no en un ataúd o en una camilla, sí con heridas sicológicas de largo plazo, fueron recibidos por una población que, la verdad, si es que se acuerda de ellos, prefiere no ponerle mucha atención a todo eso, más allá de rendir homenajes a nuestros veteranosantes de un partido de beisbol o de futbol.

Seguramente es el único país en la historia donde uno puede pasar por las calles de todas las ciudades y grandes pueblos sin darse cuenta ni acordarse que está en medio no sólo de una, sino de varias guerras.

Como toda guerra, la de Irak fue producto de una gran mentira, una mentira propagada por casi todos los principales medios (con algunas notables excepciones) y por una clase intelectual profesional vinculada al poder, y todos éstos, hasta hoy día, jamás han pagado las consecuencias y muchos menos han tenido que rendir cuentas por su complicidad.

Es una guerra en la cual se fabricó la justificación frente a todos: se declaró que Irak tenía armas de destrucción masiva, que era en parte responsable de los atentados del 11-S, que era un Estado que daba refugio a terroristas. Todo eso fue falso. Y se sabía en esos mismos momentos; millones de personas en algunas de la movilizaciones antiguerra más grandes de la historia lo sabían, no cayeron en en el engaño.

El objetivo no tenía nada que ver con democracia, libertad, asistencia humanitaria ni nada de eso. Tenía el objetivo de cambio de régimen y, ni hablar, petróleo.

Entre los promotores más feroces de la mentira en el gobierno de George W. Bush estaban Elliott Abrams y John Bolton, junto a un amplio elenco de los mismos jefes de medios e intelectuales de tanques pensantes,tanto conservadores como liberales, que hoy día invitan a todos a creerles algunas más, incluido el caso de Venezuela.

Como señala el periodista Matt Taibbi, de Rolling Stone, el daño que esta historia (la guerra contra Irak) causó en nuestras reputaciones colectivas aún es poco entendida en el negocio (de los medios), y señala que esa mancha no se podrá lavar hasta que enfrentemos qué tan mal fue, y es mucho peor de lo que estamos admitiendo, aun ahora.

¿Cuántas otras guerras repletas y justificadas con mentiras continúan hoy día? Hay una contra los inmigrantes en la frontera (con despliegue militar), otra permanente contra el narco, y ni contar las acciones bélicas activas de Washington en varias partes del mundo, incluidos por lo menos siete países que casi ningún estadunidense puede siquiera nombrar.

Según el informe Costos de Guerra, Estados Unidos conduce hoy día actividades anti-terroristas en 80 países (40 por ciento de los países del planeta), ha gastado más de 5.9 billones en las guerras posteriores al 11 de septiembre de 2001, han muerto un total de 480 mil personas en Irak, Afganistán y Pakistán, incluidos 244 mil civiles por violencia directa, casi todo con justificaciones engañosas.

Las mentiras oficiales cuestan muy caro, pero casi nunca para los mentirosos, sino para todos los demás. Esa es la verdad.

Fuente: http://www.jornada.com.mx/2019/03/25/opinion/023o1mun

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GREG GRANDIN / HISTORIADOR "EL TRUMPISMO ES LO QUE PASA CUANDO TERMINA EL IMPERIO"

ÁLVARO GUZMÁN BASTIDA / IGNASI GOZALO-SALELLAS / HÉCTOR MUNIENTE

 Sociología Crítica
2019/03/18

Hay una raza de historiadores que no rehúye la actualidad, sino que más bien la buscan con su tiralíneas. Greg Grandin es uno de éstos. Profesor en la New York University, miembro de la American Academy of Arts and Science y articulista habitual en la revista The Nation, su trabajo como historiador analiza críticamente el imperialismo estadounidense. Especializado en el “patio trasero” de EE.UU., como les gusta llamar a los dirigentes estadounidenses a América Latina, Grandin ha sido implacable con las políticas del terror, que durante décadas han apoyado y financiado los gobiernos norteamericanos. Imprescindible es su biografía sobre el gran prohombre de la política exterior estadounidense, Henry Kissinger, Kissinger´s Shadow (2015), pero no menos importantes son Empire’s Workshop: Latin America, the United States, and the Rise of the New Imperialism (2007) o The Last Colonial Massacre: Latin America in the Cold War (2004). 
Este 2019 publica The End of the Myth: From the Frontier to the Border Wall in the Mind of America, un riguroso y a la vez original trabajo sobre la transformación de la idea de frontera en el imaginario americano desde su fundación. “Ahora, en lugar de que la frontera se abra hacia el exterior, esta se cierra sobre Estados Unidos”, escribe. “El arquetipo de la nación ya no es el pionero colonizador. Sus iconos son el policía migratorio que hace redadas y el patrulla fronterizo”. Conectando la política exterior estadounidense con la frontera, Grandin interpreta las políticas de Donald Trump como un nuevo capítulo de un país convulsionado ante la pérdida de su hegemonía global.

De su trabajo subyace una crítica implícita al relato establecido que señala a Donald Trump como una figura sin precedentes. Hablemos sobre esa idea de que Estados Unidos es un país de inmigrantes y que existe una continuidad histórica a la hora de recibir con los brazos abiertos a quienes vienen de otras partes del mundo con la intención de perseguir su “sueño americano”. Trump, se supone, rompe por completo con esa tradición. ¿Qué le falta a ese relato?

Hay dos relatos sobre Trump que de alguna manera chocan y terminan por profundizar lo equivocados que están ambos. Uno dice que Trump representa algo completamente sin precedentes, que el país antes de él estaba completamente alineado con los procedimientos democráticos, que el extremismo quedó relegado a los márgenes, que era liberal y tolerante. Así que Trump se presenta como una ruptura, como algo sin precedentes. La otra cara de esa moneda sería que Trump supone la consumación de una especie de supremacismo blanco que ha estado presente desde la creación y que por tanto no sólo tiene precedentes, sino que es una culminación.
DESDE HACE UN PAR DE DÉCADAS LA CAPACIDAD QUE TIENE ESTADOS UNIDOS DE ORGANIZAR SU POLÍTICA DOMÉSTICA A TRAVÉS DE LA PROMESA DEL CRECIMIENTO ILIMITADO SE HA TERMINADO
Creo que esas dos ideas, aunque una de ellas tiene mucho más protagonismo en el relato dominante, dejan de lado una cuestión clave: el trumpismo es lo que pasa cuando se termina el Imperio, cuando se da un cambio cualitativo en la capacidad de Estados Unidos de proyectar sus contradicciones hacia afuera. Y es que Estados Unidos no es una organización política cualquiera, ni siquiera un imperio cualquiera. No se me ocurre ninguna otra nación ni formación imperial que haya tenido el concepto de la expansión tan integrada durante tanto tiempo, antes incluso de ser fundado como tal. Ahora bien, dicha expansión asume diversas formas: territorial, militar, de mercado, comercial, económica o cultural. Pero desde hace un par de décadas esa capacidad que tiene Estados Unidos de organizar su política doméstica a través de la promesa del crecimiento ilimitado se ha terminado. Y esto es así por la guerra interminable, el colapso financiero de 2008 y, sobrevolándolo todo, el cambio climático y la catástrofe ecológica a cuyo precipicio nos acercamos. La promesa del crecimiento ilimitado ya no es tal.

Aunque siempre han existido extremistas y demagogos a lo largo la historia de Estados Unidos, han estado relegados a los márgenes. Esto lo hacía posible el ‘frontier universalism’, o universalismo de frontera, que era capaz de arrogarse con cierta credibilidad un cierto liberalismo de centro.

Ha mencionado la palabra frontier. Hablemos sobre ese concepto y el de border, palabras inglesas que significan en esencia lo mismo pero se distinguen en sus matices. Usted escribe que “Estados Unidos fue forjado por su frontier, y hoy en día está siendo desmantelado por su border”. En castellano, ambos términos se traducen como frontera…

La idea de frontier es, en cierta medida, un sustituto de la expansión a la que me vengo refiriendo. Es algo que se remonta a la fundación de la sociedad anglosajona en Norteamérica, la idea de ir moviéndose hacia el Oeste y adentrarse en el bosque formaba parte de esa experiencia.

La revolución americana se hizo en parte contra el intento por parte de la corona británica de limitar el asentamiento, de acorralar a los colonos blancos al Este de los montes Allegheny, de los Apalaches. La Revolución se planteó como un acto de resistencia frente a esas políticas de la Corona. A partir de ahí, se da esa idea constante de avanzar territorialmente. Como bien dice, la palabra frontier a principios del siglo diecinueve significaba básicamente border, o frontera. Significaba frente militar. Significaba demarcación política. Significaba lo que significa en español: un límite.

Pero poco a poco toma un cariz más existencial, de civilización, pasando a ocupar el tipo de espacio en el que se crea una cultura política. El teórico de todo esto es Frederick Jackson Turner, un historiador que escribe en 1893 un breve ensayo titulado El significado de la frontera en la historia estadounidense. En él, Turner argumenta contra historiadores anteriores a él que intentaban situar todo lo bueno de Estados Unidos en valores importados del Viejo Continente, Europa. Turner dice: “No, lo que es bueno”, y con esto se refiere a la igualdad política, al individualismo de cierto carácter mutuo, de optimismo boyante, todo eso “se crea en la frontera, en esta tierra libre”. A partir de ese momento, la frontier se convierte en uno de los mitos centrales del nacionalismo estadounidense. Todo lo que se entiende como positivo se asigna a la frontier. Es el lugar en el que Estados Unidos se proyecta hacia el mundo. Es el futuro.

El concepto pasa a tomar vida propia a partir de Turner, expandiendo y refinando su significado y su función ¿verdad?

Desde el principio, la frontier es también la border, el límite político. La frontera. Toda la violencia de la eliminación forzosa de los “indios”, todo ese impulso de moverse hacia el Oeste se basa en el genocidio y la limpieza étnica, así como en la práctica de la guerra contra México. Esas guerras engendran un cierto tipo de racismo muy concreto. Los colonos blancos se asientan sobre la tierra, reclamando más libertad a través de la represión de la gente de color y acto seguido definen esa misma libertad en oposición a la de la gente que reprimen. 

Según su relato, el racismo se institucionaliza a través de esta idea de la frontier. Habla, en concreto, del concepto de la “fronterización de la política nacional”. Y utiliza para ilustrarlo un incidente en concreto que tuvo lugar en 1931. ¿A qué se refiere?

Estados Unidos está marginalizando el racismo en torno a la frontera. Esto desemboca en la creación de la patrulla fronteriza, que se funda en 1924 y es desde sus orígenes una vanguardia de la supremacía anglosajona. Su personal lo componen hombres de clase media separados de la vida agrícola por un par de generaciones. Muchos de ellos tienen experiencia en la Guardia Nacional, los Texas Rangers o la policía local, y son tremendamente racistas porque se invistió en ellos el poder de decidir quién era legal y quién no. Pertenecer a la Patrulla también daba poder con respecto a los blancos de la clase terrateniente, de manera que se usaba el racismo para cimentar su propio estatus en relación con los blancos que estaban por encima de ellos. Era una estructura racista.

Usted escribió una serie de artículos muy sugerentes en los cuales se preguntaba por quién mató, en diciembre de 2018, a la niña guatemalteca de siete años Jakelin Caal Maquín (fallecida en un centro de detención de menores inmigrantes de EE.UU.). Permítanos que le preguntemos nosotros a usted: ¿quién la mató? 

Décadas de política económica estadounidense en Centroamérica y la militarización de la frontera. En 2005, escribí un libro sobre Centroamérica en el que repasaba todo eso. Uno de los asuntos centrales del mismo era la participación de los Estados Unidos en el diseño de lo que fueron las primeras desapariciones masivas de América Latina en 1966. La persona a la que enviaron fue un antiguo agente de la Patrulla Fronteriza. Era un sheriff de Oklahoma, que pasó a ser agente de la Patrulla, y a la postre trabajó para la CIA organizando escuadrones de la muerte. Muchos de estos patrulleros fronterizos, con el tiempo, pasan de la Patrulla Fronteriza a la CIA. Hubo una conexión directa entre la Operación Espaldas Mojadas y los Escuadrones de la Muerte, y después, por supuesto, el círculo se cierra y toda esa violencia y desplazamiento en Centroamérica lleva a oleadas de migración hacia Estados Unidos, donde se topa con una frontera militarizada.

Adelantemos unos años para hablar sobre una serie de momentos o instituciones que son clave en su relato. Escribe sobre la firma del tratado comercial entre Estados Unidos, México y Canadá, conocido como NAFTA, y luego, tras los atentados del 11-S, la creación del verdadero aparato de deportación y ejecución migratoria, que fue la Policía Migratoria o ICE. ¿Qué significado tienen estos desarrollos, en relación el uno con el otro? 

Hay dos caminos que circulan en paralelo. Por un lado está la vertiente explícitamente supremacista blanca, los xenófobos, el Ku Klux Klan, los nazis y demás grupos que forman parte de la derecha más revanchista. Pero, por otro lado, está la Corporate America, el mundo empresarial estadounidense. NAFTA, en gran medida, es la respuesta a una crisis, el intento de reorganizar el mercado de Norteamérica. NAFTA tiene una larga historia y profundas raíces —recordemos que lo propone Ronald Reagan, lo negocia George H.W. Bush y lo firma Bill Clinton—, pero uno de los puntos más importantes es liberar al capital para que este fluya de un lado a otro en forma de mercancías. Sin embargo, no tiene ninguna provisión acerca de la movilidad del trabajo. 

Coincidiendo con NAFTA, Bill Clinton empieza a militarizar la frontera. Así que, en efecto, lo que esas dos políticas hacen es capturar a la fuerza de trabajo mexicana, inmovilizarla y paralizarla para que no tenga la misma movilidad que el capital y las mercancías. Se permite al capital moverse con libertad a México y tener acceso al trabajo barato. Si se hubiera permitido al trabajo fluir con tanta facilidad como al capital y las mercancías, eso hubiera socavado el sentido mismo del acuerdo. Hay que entender que NAFTA supone el cénit de la globalización, de la apertura, la joya de la corona de la globalización económica. Este es solo un ejemplo de las contradicciones del viejo modelo, que era a fin de cuentas insostenibles. Y eso es lo que nos trae a alguien como Trump. 

Hablemos sobre el muro. Escribe usted que hay una larga historia de barreras físicas en la frontera y, al mismo tiempo, lo que llama un “grito de guerra nativista”. ¿Puede explicar cómo esa idea tomó fuerza a partir de Vietnam? ¿En qué medida ese hecho reforzaría su relato sobre la ‘frontier’ y la expansión exterior como un ‘efecto bumerán’ hacia Estados Unidos? 

De nuevo, esto tiene raíces profundas en el viejo orden. El muro y la construcción de una barrera física se remontan a finales de los años sesenta o principios de los setenta. Se puede relacionar fácilmente con la derrota en Vietnam, o el principio de esa derrota. Uno de los planes de Robert McNamara, el Secretario de Defensa de entonces, era construir una barrera entre el Norte y el Sur de Vietnam para detener las infiltraciones del Norte de Vietnam. Se gastó millones en aquello y fracasó.  
CLINTON ES EL QUE LO CONVIERTE EN UN ASUNTO DE POLÍTICA NACIONAL LA INMIGRACIÓN Y EL MURO HABLANDO DE LOS ILEGALES EN UN DISCURSO SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN
Luego sucedieron un buen número de cosas: primero terminó el llamado Programa Bracero en 1964, lo que dejó en la ilegalidad a cientos de miles de trabajadores temporeros mexicanos. La posterior reforma de la ley de inmigración de 1965 impuso por primera vez cuotas sobre el número de mexicanos que podían venir. De manera que, de pronto, estos cambios legislativos propiciaron que se crease una categoría nueva criminal: la del inmigrante indocumentado. 

Es Clinton el que lo convierte en un asunto de política nacional. Habla de los ilegales en un discurso sobre el estado de la nación. Aprueba un gran número de leyes, como la de reforma del estado de bienestar, pero también otras que expanden más y más la categoría de inmigrante ilegal y socavan cada vez más sus derechos civiles, limitando su igualdad ante la ley y sus derechos a un juicio justo, al tiempo que aumenta exponencialmente el gasto en la Patrulla Fronteriza, la Policía Migratoria y todo el aparato.

Sorprende esa idea de que el muro siga funcionando como grito de guerra durante décadas, tanto como para terminar propulsando a alguien como Trump hasta la Casa Blanca, al tiempo que se construían centenares de kilómetros de vallas. ¿Cómo se explica esa fuerza? 

El muro en sí funciona como grito de guerra solamente en el ámbito de la derecha nativista. Es en torno a 1992 cuando el Partido Republicano, empujado por la presión de su ala derecha con Buchanan, empieza a incorporar en su programa la demanda de una barrera física en la frontera. Luego pasan dos décadas divididos entre dos posibles respuestas: la primera es hacer demagogia con este asunto, pensar cómo hacer que sea más difícil votar, jugar la carta del nativismo y el racismo. Pero por otro lado hay un ala del Partido Republicano que cree que pueden ganarse el apoyo de los latinos. Piensan aquello que le gustaba decir a Ronald Reagan: “Los mexicanos son republicanos, lo que pasa es que todavía no lo saben”. Así que los republicanos, desde Reagan hasta el mandato de George W. Bush, están divididos entre esos dos impulsos.  

Con el tiempo crece en las filas republicanas el miedo a que puedan perder estados como Texas, Arizona o Florida, como ya hicieron con California tras apretar las clavijas a los inmigrantes, y que el Partido Republicano deje de existir como tal a escala nacional. El momento en que Bush pierde su apuesta por hacer una reforma migratoria marca el principio del ascenso del Trumpismo, que se termina por apoderar del Partido Republicano. 
Al mismo tiempo que sucede eso, se produce lo que usted llama “la muerte del mito de la frontera”. Curiosamente, fija esta muerte en torno a lo que llama el “momento cowboy de Obama”, la muerte de Osama Bin Laden. ¿Puede explicar qué implicaciones tiene el agotamiento de esa capacidad de expansión hacia el exterior a la que se refiere?

Hay una larga historia en todo esto, pero centrémonos en la crisis de los setenta. Es un momento en el que Carter habla sobre los límites del crecimiento. Ronald Reagan, y la restauración del ideal de la frontera, supone una restauración del ideal de avanzar sobre el Tercer Mundo, de expandir la privatización y el poder empresarial. De Reagan y Bush padre hasta Clinton y Bush hijo, Estados Unidos va subiendo la apuesta con cada nuevo presidente. Por un lado, está el proyecto neoliberal. Por otra, el ala neoconservadora y militarista, y ambas resultan escaldadas: la catástrofe que la Guerra de Iraq desencadenó y el colapso financiero de 2008 son puntos de inflexión. Por supuesto, es cierto que Estados Unidos tiene aún 800 bases militares por todo el mundo, está metido en siete guerras y gasta setecientos mil millones de dólares al año en su ejército. Pero creo que la función ideológica de la guerra constante ha perdido su capacidad de canalizar pasiones hacia las cruzadas mesiánicas de antaño. 

Y la clave de lo que dice estriba en que todo esto sucede al mismo tiempo que el proyecto neoliberal se derrumba en 2008. 

Abu Ghraib es uno de los momentos decisivos. Al mismo tiempo, el modelo económico hace crack. Se ha producido una recuperación, pero esta ha sido del todo perversa, en la que la desigualdad sigue igual de arraigada y de la que generaciones enteras no han podido recuperarse. Así que están esos dos factores, el económico y el militar y, sobrevolándolo todo, el medioambiental, la cuestión de la sostenibilidad. Creo que esas tres cosas han restado a los políticos la capacidad de invocar al crecimiento incesante como manera de responder a demandas sociales. Se ha extendido la desesperanza. Y Trump supo explotar todo eso. Fue capaz de articular un desencanto con el orden establecido que era muy profundo. Y creo que los demócratas no se dan cuenta de eso. La gente no tiende a establecer la conexión con Iraq, pero creo que Trump se explica, en gran medida, a través de Iraq.

Sobre Venezuela, escribió un artículo fascinante sobre cómo la derecha utiliza dicho país para redibujar las líneas de la batalla política. Implícito en ese artículo hay una crítica a la incapacidad de la izquierda de articular un proyecto de política exterior alternativo. ¿Qué hay en juego con Venezuela? 

La crisis de Venezuela tiene varios niveles. En cierta medida, la cosa va de petróleo, obviamente. Pero de petróleo como poder, no solo como generador de ganancias. Va de quién controla el petróleo. A lo largo de su historia, cada vez que Estados Unidos hace una apuesta de poder a nivel global y la pierde, se repliega y vuelve a América Latina para reagruparse. El New Deal lo hizo, al igual que la Nueva Derecha después de Vietnam, con el escándalo Irán-Contra y Centroamérica.  
HOY ES CIERTO QUE TRUMP ESTÁ INTENTANDO SALIR DE AFGANISTÁN, PORQUE AQUELLO HA SIDO UNA CATÁSTROFE. Y DE NUEVO SE VUELVE SOBRE AMÉRICA LATINA. Y NO ES SÓLO VENEZUELA
Hoy es cierto que Trump está intentando salir de Afganistán, porque aquello ha sido una catástrofe. Y de nuevo se vuelve sobre América Latina. Y no es sólo Venezuela. Se trata de reordenar todo el continente. Ahí está Brasil, con el ascenso de Bolsonaro, un fascista, y una alianza continental con elementos más conservadores. Si nos remontamos a hace diez años, toda la región se alzaba como un desafío a la hegemonía y el poder de Estados Unidos en cuestiones económicas, con tratados de libre comercio alternativos, además de en cuestiones de tortura y la Guerra Contra el Terrorismo, de política para con Oriente Medio, sobre Irán, Israel o Palestina. Y ahora vemos un giro de 180 grados en el que la región ha vuelto al redil de la esfera de influencia de Estados Unidos. Y la cosa también va sobre China. Sobre ponerle un coto a China.  

Luego está la cuestión ideológica. La política exterior es el terreno en el que se establece la hegemonía, no sobre otros países, sino dentro de este país. Así que, como manera de atacar al socialismo aquí, que está en alza, todo lo que tienen que hacer los republicanos es apuntar hacia Venezuela y decir: “¿Ves? Eso es lo que pasa con el socialismo”. Luego tiene que ver con establecer un proyecto normativo sobre cómo tiene que ser la sociedad. La fuerza política que domine la política exterior domina la política nacional. 

Terminemos mirando hacia adelante. Ha proliferado una oposición vibrante a las políticas migratorias de Trump por todo el país, y líderes emergentes como Alexandria Ocasio-Cortez o Ilhan Omar han triunfado con un programa que parece muy distinto del que han defendido históricamente los demócratas en los dos asuntos que nos atañen. En inmigración, exigen la abolición de la policía migratoria. En cuestiones de política exterior, cuestionan desde la relación con Israel al apoyo a los Escuadrones de la Muerte en las guerras sucias de Centroamérica. Dado este terreno político, ¿qué posibilidades se plantean?

Es bueno que el ala izquierda del Partido Demócrata esté desarrollando un proyecto internacionalista, porque, como he dicho, la política exterior es el terreno de juego en el que se establece la hegemonía, en términos gramscianos, no sobre otros países sino sobre el nuestro. Es el lugar en el que se formulan las ideas sobre cómo es mejor organizar la sociedad. Pero hay una trampa tendida para esta nueva izquierda ascendiente: en la historia de Estados Unidos, nunca ha habido un periodo de reforma política que no haya dependido de la expansión política. La nación se fundó como tal sobre la idea de que la expansión es necesaria para conseguir y proteger el progreso social. Y durante siglos, la idea se ha hecho realidad, una y otra vez, a través de la guerra. 

Pero ese tiempo se acabó. Ya no cabe la reforma que cabalgue sobre el poder nacional. El eslabón que unía el progreso liberal, por muy modesto que fuera, con la expansión, se ha roto. Toca diseñar una manera de ganar –de construir una fuerza de gobierno– desmontando los cimientos podridos del poder nacional como existen hoy en día: hay que acabar con las guerras, cerrar las bases, practicarle la eutanasia a la industria de los combustibles fósiles, ponerle grilletes a las finanzas y llevar a la bancarrota al presupuesto militar. No será fácil. 

AUTOR

  • Álvaro Guzmán BastidaNacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.
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