Podemos y Sumar. Sumar y Podemos. Sin unidad no hay gobierno,
pero la unidad puede acabar con uno de los dos proyectos. El PP se relame,
soñando con una victoria que le dé para más de una legislatura. Las próximas
elecciones de mayo aclararán la situación.
Sumar para seguir gobernando
Manolo Monereo
El Viejo Topo
12 abril, 2023
Después de la
asamblea constitutiva de Sumar llegué a la conclusión de que
le estábamos exigiendo a Yolanda Díaz algo que no estaba en
condiciones de proponer e impulsar. Reclamar –al modo deAnguita– que
tenga programa, que construya un núcleo dirigente estable y que defina una
política de alianzas coherente era pedirle demasiado; si le añadimos, además,
la tarea de organizar desde abajo una forma-partido sólidamente instalada en
los territorios y con vínculos sociales fuertes, fácil es constatar que no hay
mimbres ni voluntad para afrontar semejante desafío.
Podemos surgió intentando traducir políticamente un movimiento (el 15M) que
impugnaba un orden social y exigía una democratización sustancial de las
relaciones sociales, no sólo políticas sino también económicas y mediáticas.
A Izquierda Unida le hubiese correspondido –en muchos sentidos
se lo merecía– ser el contenedor de una propuesta política alternativa; terminó
cayendo en un dilema que emerge siempre que la movilización toma el
protagonismo y el sujeto social cuestiona a la clase política. El dilema
consistía en que IU, para renovar a la sociedad y reformar las instituciones,
estaba obligada a cambiar sus estructuras y sus formas de hacer política. Al
final, como suele ocurrir, se terminó imponiendo la lógica del reparto de poder
interno y de acumulación partidista de unos resultados electorales positivos
que las encuestas venían anunciando.
Pablo Iglesias se la jugó e impulsó la fórmula Podemos como instrumento político
para cambiar las relaciones de poder existentes. No entro en si tenía o no un
proyecto de país o si estaba más o menos preparado para los desafíos de un
presente que era potencialmente constituyente. Actuó como si tuviera un plan y
una estrategia definida. La reacción que provocó Podemos se corresponde con
bastante precisión a las características que definen a nuestra singular
oligarquía y a las élites que legitiman su poder. Cada vez que existe la
posibilidad de una ruptura democrática, la plutocracia española ofrece dos
salidas: o restauración o golpe de Estado con posibilidad de traducirse en
guerra civil.
Lo que ocurrió
con Podemos se sigue discutiendo hoy y lo será aún más en el futuro. Lo que
hicieron con el partido de Iglesias fue una versión renovada de un “golpe de
Régimen” donde se mezclaron con profesionalidad y eficacia élites económicas,
clase política bipartidista, las viejas y siempre presentes cloacas de Estado y
los operadores mediáticos. A esto Héctor Illueca y yo le
llamamos la trama, que siempre ha estado ahí y que se activa en los
momentos en que peligra el poder de los que ganan siempre las elecciones sin
presentarse a ellas.
Ahora parece
que el enemigo a batir es Pablo Iglesias. Nombrar a Yolanda Díaz no fue una de
sus mejores decisiones. Basta con observar la gente que acompañó a su elegida
en su “investidura” para saber que en el Magariños se sumaron, con
gran visibilidad, viejos enemigos y se giraron antiguas facturas de los
damnificados –fueron muchos– por las políticas del fundador de Podemos. Cada
vez que Pablo Iglesias disiente públicamente de Yolanda Díaz más se fortalece
esta y más amigos gana. La política responde, demasiadas veces, a intereses de
grupo y a problemas que, por pudor, llamaremos personales.
Se ha llegado a
decir en estos días que Pablo Iglesias juega hoy el mismo papel que le tocó interpretar
a Cayo Lara en su época de Coordinador de IU; es decir, renuente a la
renovación y guardián de las esencias partidarias. Aquí, de nuevo, se confunden
los ecos con las voces. Pablo Iglesias, creó una formación partidaria a
contracorriente, enfrentada a una clase política corrupta e impulsando un
proceso político que he llamado –y sigo llamando– constituyente. El proyecto de
Yolanda Díaz poco tiene que ver con el proyecto originario de Podemos. Sumar
responde a un momento histórico-social distinto donde lo que está realmente en
juego es el tipo de restauración a concretar y sus márgenes sociales. Nada
demasiado diferente de lo que está ocurriendo en la Unión Europea.
Conforme la guerra en Ucrania se prolongue, más girará hacia el Este
su eje de gravedad, mayor será su dependencia económica y tecnológica de
los EEUU y, sobre todo, la OTAN se irá convirtiendo en la
verdadera dirección política de unas instituciones europeas en proceso de
mutación.
Hay un dato al
que no se le está dando la importancia debida; me refiero a la posición de
Pedro Sánchez ante la posible unidad de la izquierda más allá del PSOE. Por
primera vez los socialistas apuestan públicamente por su unidad y por la
convergencia de sus diversos y contradictorios componentes. Parece que lo del
voto útil, por ahora, quedó atrás. La razón de fondo es el convencimiento de
que para seguir dirigiendo el país necesitarán de un grupo parlamentario
significativo de Unidas Podemos o de Sumar siempre que no reste
demasiado. La complicidad entre Sánchez y Yolanda tiene que ver centralmente
con esto; a saber, seguir gobernando e impedir que las derechas unificadas
ganen las próximas elecciones.
Sumar responde
a una estrategia que se ha ido construyendo desde que Iglesias dejó el
gobierno. Pablo era y es incontrolable, demasiado dado a hacer públicas las
divergencias y a diferenciarse ley a ley. El secretario de Podemos tenía una
visión conflictual del gobierno de coalición donde presionar, negociar, buscar
aliados externos estaba al servicio de consolidar un espacio político en
peligro de ser neutralizado por un todopoderoso PSOE. Una política así definida
tenía un grave problema: no se podía mantener a medio y largo plazo. El final
era previsible: o dejar el gobierno o continuar en él de una forma más mesurada,
menos conflictual. La contradicción la resolvió Iglesias dejando la
vicepresidencia y nombrando sucesora a Yolanda Díaz; dicho de otra forma, dado
que el gobierno de coalición nunca estuvo en discusión, solo cabía pactar con
Pedro Sánchez un nuevo acuerdo, establecer complicidades y hacer del gobierno
–y su unidad– el centro de propuesta de Unidas Podemos.
No hay que
confundirse demasiado. Sumar es el producto de una alianza estratégica entre
Yolanda Díaz y Pedro Sánchez. Objetivo: bloquear una mayoría del PP/Vox y
seguir gobernando en coalición. Se trata de una operación con objetivos
precisos, apoyada por un bloque mediático definido y con la anuencia del PSOE.
Para que esto sea posible tiene que ser un proyecto cualificado: un programa
diferenciado pero que acepte los consensos básicos de las élites europeas; una
actitud unitaria, defensa nítida de las políticas comunes y alineamiento férreo
con la política de los EEUU. El eje electoral-institucional es el decisivo:
polarizarse con las derechas, defender los logros del gobierno y apostar
claramente por su continuidad.
Yolanda Díaz
sabe que su liderazgo tiene que ver centralmente con su papel como
vicepresidenta y con sus logros como ministra. Por eso no dimitió y construye,
no sin contradicciones, un proyecto organizado desde el gobierno y sus
recursos. Sumar será viable si, de una u otra forma, garantiza un nuevo
gobierno de coalición, consigue un apreciable número de diputados y diputadas,
y mantiene la necesaria cohesión interna. La próxima campaña electoral no será
fácil para Sumar. No se presenta y, sin embargo, hará campaña. En el Magariños
la presencia de Mónica García fue relevante y muy aplaudida como
futura Presidenta de Madrid. Hay un pequeño problema: UP se presenta con lista
propia frente a Más Madrid. ¿Qué campaña hará en la capital de
España la vicepresidenta? Situación parecida en varias comunidades autónomas,
en decenas de ciudades y en centenares de localidades y pueblos.
La realidad es
siempre una combinación entre lo que los medios promueven y las percepciones de
una ciudadanía que ha cambiado mucho después de la pandemia. La inseguridad se
ha ido haciendo existencial, el miedo al futuro gobierna el presente y la tarea
primordial parece ser aferrarse a una cotidianidad que se sabe pasajera. El que
me quede como estoy es la consigna del momento y la clase política está
dispuesta a garantizarlo. Es el viejo espejismo de mantener derechos y
libertades sin impulsar el conflicto social y sin enfrentarse con los que
mandan y no se presentan a las elecciones.
Ahora viene un
año electoral completo. Se hablará poco de política y se trabajarán los marcos
ya construidos. El poder vende; comunica como nadie y la vicepresidenta lo hará
bien. Los medios, por ahora, la respetan y la ensalzan. Si al final del ciclo
electoral se consigue gobernar con el PSOE, Sumar tendrá una cierta viabilidad;
si no, habrá que empezar desde el principio contra un gobierno
liberal-conservador que aprovechará su momento para la revancha social y
política. Serán tiempos duros y la crítica al pasado reciente, singularmente
despiadada.
Fuente: Nortes.
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