domingo, 9 de febrero de 2020

SEÑORA MINISTRA DE IGUALDAD Y TAL. APARTE DEL FEMINISMO DEL LA,LE,LI,LO,LÚ ¿SERÍA POSIBLE OTRO FEMINISMO QUE SIRVA A LAS MUJERES QUE NO SON "GOBERNATAS"?



¿Ganamos las mujeres si renunciamos a la lucha de clases y nos unimos al feminismo burgués?


DIARIO OCTUBRE / febrero 8, 2020

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Asistí el pasado 31 de enero al II Encuentro Nacional de Organizaciones Sociales realizado en la Concha Acústica de la Universidad Nacional, evento que fue muy importante pues allí las masas luchadoras ejercieron la democracia que estaban exigiendo a las direcciones burócratas y politiqueras de las centrales el día anterior en el teatro Jorge Eliecer Gaitán.

Me encontraba cerca al puesto de publicaciones de Revolución Obrera, cuando se nos acercó una compañera ya de edad, muy cariñosa a ofrecernos un separador con una poesía muy bonita, cuya autora también se encontraba allí. Aprovechamos para intercambiar algunas opiniones al respecto del feminismo, de la conmemoración del 8 de marzo y de diferentes eventos organizados alrededor de esta importante cuestión. Pronto quedaron al descubierto las dos posiciones sobre si la causa más profunda del machismo eran los hombres o una sociedad capitalista basada en la propiedad privada.

Tuvimos una interesante discusión que para mí fue muy provechosa y muy propicia a propósito de la lucha que impulsa la Unión Obrera Comunista (mlm) con un movimiento fuerte contra las manifestaciones de machismo en su interior, pues la discusión giró precisamente a ese respecto.

Ella me manifestaba que en su juventud había participado en organizaciones revolucionarias cuyos planteamientos eran los mismos; pero había salido decepcionada pues esos compañeros con su discurso “revolucionario” oprimían las compañeras, las opacaban en su trabajo, las menospreciaban, utilizaban su prestigio personal para flirtear o ser infieles, se hacían los pendejos con las responsabilidades en el hogar y los hijos etc., etc.

Todo esto la había convencido que el machismo y el patriarcado, como ellas lo expresan, solo se pueden derrotar haciendo parte de movimientos femeninos donde por un lado, no tienen que estar tratando esos problemas pues no hay hombres; “evitando la lucha” y por otro, defendiendo reivindicaciones que sean “tangibles”.

Esto me hizo reflexionar sobre la importancia del movimiento que lleva a su interior la Unión Obrera Comunista; me pregunto si los camaradas comprenden la seriedad de llevar a cabo ese movimiento.

La camarada Nadezhda Krúpskaya decía que si no lográbamos ganar a las mujeres a la causa proletaria, se convertían en una fuerza que le iba a ayudar y servir consciente o inconscientemente a la burguesía, así que debíamos hacer TODOS los esfuerzos por conquistar esa fuerza sin la cual, como decía Marx, no se puede triunfar.

Lo que me dijo la compañera me alertó, pues algunas camaradas de la organización pueden estar pensando lo mismo, debido a que sus compañeros cometen los mismos errores que ella mencionaba.

Y aquí hay dos cuestiones para analizar. La primera es que los camaradas hombres no están haciendo los suficientes esfuerzos por rectificar sinceramente, reconocer la importancia del problema y encontrar la forma para superar sus deficiencias de manera conjunta. La segunda, que algunas camaradas se están dejando derrotar, por una concepción metafísica pues renuncian a persistir en la lucha y en la educación de los compañeros, olvidando que esta contradicción solo se resolverá en el Comunismo.

La compañera que me abordó, está profundamente equivocada, como toda la concepción del feminismo burgués, al creer que la emancipación de la mujer será posible organizando una guerra contra los hombres, creando organizaciones únicamente de mujeres, o transformando el 8 de marzo en una huelga únicamente de ellas, desvirtuando su origen anticapitalista y, por tanto, de unidad con los hombres oprimidos y explotados por este sistema. Al igual que ilusoriamente creer que esas ventajas “tangibles” brindadas por el Estado burgués garantizarán la liberación de la mujer, tales como la sentencia de la Corte Constitucional sobre el aborto sobre la cual ya están reculando.

La causa de que se siga reproduciendo el patriarcado es la propiedad privada, el surgimiento de ésta ocasionó el derrocamiento del derecho materno; al abolir esta condición material se sentarán las bases para avanzar en una verdadera emancipación; pues no va a existir propiedad sobre nada, incluidas las mujeres, que por siglos han sido tratadas como propiedad de los hombres.

Solo un Estado que se mantenga firme en esta medida, la abolición de la propiedad privada, podrá garantizar materialmente, no de palabra, la liberación de la mujer: garantizando una mejora considerable en los salarios e igualdad con respecto a los hombres; haciendo que los cuidados de hijos y hogar dejen de ser un problema individual para convertirse en un problema social, lo cual descarga de inmediato esa responsabilidad entregada porque sí a las mujeres; no criminalizando el aborto, pero sí brindando todas las posibilidades materiales para que sean madres si lo quieren así. Estas son las reales condiciones para que las mujeres se liberen de las ataduras del pasado y puedan participar en igualdad con los hombres en los asuntos económicos, sociales, políticos, científicos, etc.

Ese Estado es el dirigido por los obreros y los campesinos que solo será posible si se destruye el Estado burgués mediante una Guerra Popular en la que necesaria y obligadamente, deberá participar LA MITAD DEL CIELO.

¡No podemos renunciar a la lucha de clases! Las mujeres perdemos y de paso la humanidad entera, si nos unimos al feminismo burgués.
Una camarada

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DERECHOS HUMANOS. ¿NO ES EL PRIMER ELEMENTO, ELEMENTO, DE LA ECOLOGÍA HUMANA. PARA LA RELACIÓN DEL BICHILLO DE LA ESPECIE HUMANA CON SU MEDIO. NO ES IMPRESCINDIBLE PARA LA ECOLOGÍA HUMANA SOSTENIBLE, DE MODO QUE EL SER HUMANO SEA UN SER HUMANO, INCLUYENDO AL MORO JUAN, POBRE, SIN PAPELES E INMIGRANTE?



Cuando a los derechos humanos se les llama "adoctrinamiento"

08.O2.2020


Si abres la lata verás lo que hay realmente: el fascio, la purulencia del capitalismo, porquería compuesta de razones estratégicas, lo atado y bien atado, el fondo, el más allá, el extremo de la desvalorización humana. En el Estado Español empieza por la negación de la dictadura franquista y la negación de la memoria histórica democrática, segunda potencia mundial en personas desaparecidas por la violencia fascista, detrás de Camboya, lo acompañan con la negación de los derechos humanos y continúan por la negación del derecho internacional

(Ramón Pedregal Casanova)

Hemos de sentar las bases para educar y educarnos en una ética cívica y laica contra la barbarie. Para pasar de hacer campañas de lucha contra la pobreza, a campañas de lucha contra la riqueza. Para pasar de “gestionar contingentes” de inmigrantes, a una política de fronteras abiertas para las personas y no únicamente para las mercancías. Para deconstruir el lenguaje neoliberal del egoísmo insolidario. Educarnos en una ética cívica y laica de la solidaridad en definitiva, que deje de proclamar los derechos humanos y los ponga en práctica de forma radical y clara

(Enrique Javier Díez Gutiérrez)

Debido a la creciente permisividad hacia la ultraderecha y el neofascismo en nuestro país, estamos pisando un terreno cada vez más pantanoso. Hace pocos días, durante el inicio “solemne” de la legislatura por parte del Rey, daba mucha risa escuchar a Santiago Abascal diciendo que eran los partidos que no reconocían al Rey los que deberían estar fuera del Parlamento, cuando quienes de verdad tenían que estar fuera del Parlamento son los esperpentos de VOX, formación política que debería estar ilegalizada si viviéramos en una auténtica democracia. Y otra discusión falsa que causa sonrojo es el reciente debate en la Asamblea de Madrid entre la Presidenta Díaz Ayuso y la representante de VOX, Rocío Monasterio: mientras ésta le indicaba que el PP tenía complicidad con la izquierda en relación al mal llamado “Pin parental”, aquélla le respondía que le dijera casos de profesores concretos que estuvieran “adoctrinando” a sus hijos en las escuelas madrileñas, para así poder intervenir y “actuar contra ellos”. Como decimos, un debate absurdo, porque es falso. Y es falso porque en el fondo las dos están de acuerdo en que no se puede, según ellas, “adoctrinar” en las escuelas y esto ocurre, según PP y VOX (y en menor medida C’s), cuando nuestros docentes les hablan a nuestros escolares sobre derechos humanos. 

Las formaciones políticas de la derecha española son las que siempre se han rasgado las vestiduras cuando se ha intentado desligar la enseñanza de la religión del currículo escolar y lo han vuelto a incluir (véase la LOMCE, el último precedente) cada vez que han podido. Pero eso, según estas formaciones políticas, no es adoctrinar. En cambio si a nuestros alumnos se les habla en clase de educación sexual, de valores cívicos y democráticos, de derechos humanos, de igualdad y tolerancia, de opciones sexuales, de machismo y feminismo, del derecho de asilo, de la memoria histórica, de derechos económicos, sociales, culturales, ambientales, colectivos, etc., entonces sí están “adoctrinando” a nuestros hijos e hijas. En cambio, el “Misterio de la Santísima Trinidad” o el relato del descubrimiento de América, junto con charlas a favor de la ilegalización del aborto, por ejemplo, no serían considerados para estos grupos “adoctrinamiento”. Estamos llegando, como vemos, a una situación extremadamente grotesca e indeseable. Y lo peor de todo es que este debate se normaliza y llega bajo una capa de legitimidad al debate popular. Y entonces nos podemos encontrar a personas debatiendo de estas cosas en el metro, por la calle, en un bar, en la tienda, en el autobús o en las redes sociales. La razón última de todo ello es que aún no nos hemos creído del todo la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, por citar el referente oficial más reciente. 

Porque creerse de verdad aquella declaración implica, de forma automática, que todas las opciones políticas que la cuestionen deben quedar fuera del debate público, es decir, ilegalizadas. Amparándose en la democracia y en la libertad de expresión, no podemos tolerarlo todo. Por ejemplo, no podemos ser racistas. Si una formación política defiende abiertamente el racismo y la xenofobia, lisa y llanamente no puede pertenecer al debate público. No está legitimada para expresar sus opiniones, porque sus opiniones no respetan el marco de los derechos humanos que la comunidad internacional se impuso a partir de un determinado momento histórico. Pero como decimos, cuando esto no ocurre, corremos el peligro de normalizar debates, opiniones y opciones políticas que no respeten este marco, y vuelvan a lanzar ciertos debates públicos que ya deberían haber sido erradicados. Otro ejemplo: no se puede hacer apología del fascismo. Por tanto, si alguien exalta el franquismo, debería ser detenido inmediatamente como delincuente. Pero estamos acostumbrados, porque lo hemos normalizado (porque a su vez nuestros gobernantes lo han permitido), a que se exalte el franquismo (incluso el nazismo) por parte de determinadas personas o grupos políticos y aquí no pasa nada. Incluso hay medios de comunicación que están encantados de proporcionarles un altavoz para que puedan pronunciarse con total claridad. La exhumación del dictador del Valle de los Caídos fue un claro ejemplo de ello. 

El objetivo está muy claro: ya que no pueden alterar el contenido de los libros de texto tal como a ellos les gustaría (casi volviendo al nacionalcatolicismo), así como purgar (como se hizo durante la dictadura) a todos los docentes que planteasen criterios diferentes a los establecidos por la cultura del odio, lo que intentan es que unos padres racistas puedan educar a sus hijos en el racismo, que unos padres homófobos puedan educar a sus hijos en la homofobia o que unos padres machistas puedan educar a sus hijos en el machismo. Y aunque lo han planteado poniendo como ejemplos estos temas, en la práctica el “Pin parental” llegaría a mucho más, estableciendo una censura educativa cada vez que, por ejemplo, la escuela pública intentara criticar a las grandes empresas transnacionales, denunciara las tremendas desigualdades sociales o intentara educar a los estudiantes en una visión crítica sobre el sistema económico dominante. En realidad, el “Pin parental” lo que intenta es prohibir que nuestros escolares sean formados bajo cualquier actitud, precepto o teoría crítica sobre el mundo que sus padres entienden. Precisamente por ello atenta contra los derechos humanos fundamentales. 

Mientras no alcancemos el estatus de una sociedad verdaderamente democrática y asumamos el pleno respeto a los derechos humanos en su totalidad, continuaremos permitiendo opiniones y debates extremadamente peligrosos que ponen en riesgo (porque anulamos las garantías de no repetición) nuestro sistema democrático, abriendo la puerta a derivas e involuciones retrógradas y aberrantes. El “Pin parental” ha sido la última muestra: como les aterra que nuestros escolares sean formados en dichos valores de igualdad, multiculturalidad, respeto y tolerancia, resulta que han diseñado un mecanismo que permite una vergonzosa injerencia de los padres y madres para interceptar dichos contenidos e impedir la asistencia de sus hijos a dichas actividades, jornadas, charlas, asignaturas, ciclos, mesas redondas, conferencias, etc. Y amparándose bajo la falsa denominación de “adoctrinamiento”, pretenden impedir que las nuevas generaciones abran sus mentes a dichos valores. Estos grupos políticos pretenden impedir que la escuela pública enseñe a los estudiantes que tenemos derecho a exigir unas condiciones de vida dignas, que tenemos derecho a vivir en paz, a no ser discriminados por ningún motivo o a expresar sin temor nuestra opción sexual o nuestra preferencia religiosa. Pero tampoco quieren que se cuenten a nuestros alumnos las maldades del capitalismo, ni por qué vienen tantos inmigrantes a nuestras costas, ni quiénes son los responsables de la destrucción de nuestro planeta. Son los mismos, por supuesto, que fomentan una educación clasista, elitista, sexista, segregacionista, religiosa (católica), y que para que todo ello tenga cabida fomentan y financian la educación privada y concertada, mientras reducen y marginan la educación pública. Y es que el no creerse del todo los derechos humanos nos lleva por senderos muy peligrosos. 

(Blog “Actualidad Política y Cultural”, http://rafaelsilva.over-blog.es

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FUTBOL, HISTORIA



El equipo favorito de Durruti y otros clubes de fútbol con vínculos anarquistas
  • Un libro publicado por Miguel Fernández Ubiría, "Fútbol y anarquismo", recopila y rescata la memoria de los casos más llamativos hasta nuestros días
  • El Club Deportivo Júpiter de Barcelona fue fundado en 1909 en el barrio de PobleNou y mantuvo una clara orientación libertaria
  • En Argentina, el primer equipo en el que jugó Maradona, el actual Argentinos Juniors, fue en origen el Mártires de Chicago, un símbolo de la lucha obrera
CUARTOPODER.ES
 9 de febrero de 2020



 Imagen de un partido del C.D Júpiter a comienzos del siglo XX. / Arxiu Historic Poblenou

 “No tardamos mucho en darnos cuenta de que cambiar el fútbol era más difícil que hacer la revolución”. La frase es del periodista y escritor anarquista argentino Osvaldo Bayer. Pese a ello, la historia nos ha dejado un buen puñado de intentos por cambiar este deporte. Principalmente, surgieron iniciativas para ello a comienzos del siglo XX. Muchas de ellas lo hicieron desde las ideas anarquistas o anarcosindicalistas y la lucha obrera. Un libro publicado por Miguel Fernández Ubiría, Fútbol y anarquismo (Catarata, 2020) recopila y rescata la memoria de los casos más llamativos hasta nuestros días. 

Con prólogo de Carlos Taibo y epílogo del exentrenador argentino Ángel Cappa, el libro realiza un recorrido por equipos significativos surgidos en países como Argentina, Chile, Italia, Francia, Brasil, Inglaterra, España, México o Uruguay. Es precisamente en este último donde surgió la idea de publicarlo. “El origen fue bastante fortuito. Antes de mi primera noticia de la relación entre fútbol y anarquismo no tenía ni la más remota idea de que obreros anarcosindicalistas habían sido fundadores de equipos. Incluso cuando, después de saberlo, lo comenté con compañeros y amigos libertarios, nadie tenía ni idea de esto”, explica a cuartopoder el autor del libro.

La pista surgió en Montevideo hace unos cinco años. Fernández Ubiría comía con un “viejo anarquista”, Juan Carlos Mechoso. “Empezamos a hablar de muchas cosas. Y surgió el fútbol. Él vive en el barrio de El Cerro, el colindante es La Teja. Y me dijo que allí había un equipo fundado por anarquistas, principalmente españoles del sindicato de picapedreros y que se llama Progreso”, apunta. A partir de ahí despertó más curiosidad y comenzó a investigar sobre este listado de clubes con orígenes o vínculos obreros y libertarios.

En el libro se repite varias veces una idea: el origen del fútbol no es obrero. Surgió de la mano de la burguesía inglesa en las llamadas “public schools”, centros educativos de élites. “Pero enseguida el proletariado se apropió de él. Al fin y al cabo, con una pelota de trapo y cuatro piedras ya podías jugarlo en cualquier descampado. Y otros deportes como el cricket necesitaban otro tipo de equipamiento. El proceso fue bastante rápido”, resume Fernández.

La gran eclosión de clubes obreros fueron las tres primeras décadas del S.XX. “Había muchos equipos pero el futbol era amateur”, destaca, Y precisamente el paso a la profesionalización acabó en cierta manera con las filosofías anarquistas de muchos clubes que o bien no querían o no podían dar ese paso. “Pasar a la profesionalización es el punto fundamental porque ellos jugaban para divertirse y disfrutar. Una vez que se profesionaliza el asunto, se acaba”, señala el autor del libro.

El equipo anarquista de Barcelona

En España solo hay reflejados dos casos en el libro. Uno es el Rayo Vallecano. Pese a no ser un club fundado por anarcosindicalistas o anarquistas ni definirse como tal, Fernández pone en valor a la afición de claro marcado antifascista.


Sin embargo, el otro club sí está directamente vinculado al movimiento anarquista. No en vano fue el equipo a cuyos partidos asistían históricos anarquistas como Buenaventura Durruti, Juan García Oliver, Francisco Ascaso o Gregorio Jover. Se trata del Club Deportivo Júpiter, fundado en Barcelona en el año 1909. Surgió, más concretamente en el barrio de Poblenou, “ejemplo paradigmático de la revolución industrial en Catalunya”, según el autor. En el barrio la presencia del sindicato CNT en la vida cotidiana era “casi absoluta”. Tanto en ese barrio como en el adyacente del Clot vivían los citados conocidos anarquistas.

El libro subraya que en diferentes escritos de la época se da cuenta de la asistencia de Duruti y el resto con bastante frecuencia a partidos del Júpiter. El club fue fundado por dos hermanos escoceses trabajadores de una de las fábricas de la zona. “Poco a poco el club fue haciéndose mayor de la mano de la ideología libertaria”, explica el libro. El club entero, afirma Fernández, estaba afiliado a la CNT y tenía una sección de atletismo y otra de excursionismo.

Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), el club tuvo problemas por las semejanzas de su escudo con la bandera independentista catalana. El régimen trató de boicotearles en varias ocasiones. Pese a ello se proclamaron, en 1925, campeones de Catalunya y de España en el grupo B (equivalente a la segunda división). De aquellos años de represión de la dictadura contra la CNT, que fue ilegalizada, datan anécdotas curiosas en la trayectoria del Júpiter. Los libertarios aprovechaban los viajes del equipo para transportar armas a otras ciudades escondidas dentro de los balones. “Los balones antiguos tenían unos cordones por donde se accedía al pitorro de la cámara de aire para inflarlos. Los libertarios retiraban la cámara de aire e introducían la pistola desmontada”, cuenta el libro.

El 18 de julio de 1936, fecha del golpe militar el campo del Júpiter se convirtió en un centro neurálgico de la resistencia en el barrio. Las zonas inferiores de las gradas del Lope de Vega se habían convertido en un arsenal de armas. “Parece ser que los anarcosindicalistas, previendo la que se avecinaba, fueron almacenando armas bajo esa tribuna”, se destaca. Tras la victoria fascista, el Campo de la Bota, el primero y anterior que tuvo el Júpiter, fue elegido por el régimen para fusilamientos.

El equipo se transformó durante el franquismo y en 1948 fue trasladado a otro barrio mientras el Lope de Vega fue derribado. Unos 70 años después el equipo sigue compitiendo en categoría menores. Pero la historia oficial ha borrado el pasado. En su web oficial se omite todo tipo de rastro de anarquismo. Un hecho que, destaca Fernández, es habitual en numerosos casos.

América Latina, la cuna del fútbol anarcosindicalista

Los ejemplos más numerosos se encuentran en diferentes países latinoamericanos. Y de ahí son también algunos de los ejemplos más significativos para Fernández Ubiría. En Argentina hay dos clubes de relevancia. La mayoría de aficionados al fútbol conocerán a Argentinos Juniors por ser el club de origen de Diego Armando Maradona, pero muy pocas personas sabrán que en su origen se llamaba “Mártires de Chicago” en homenaje a los sindicalistas anarquistas en mayo de 1886 mientras participan en unas acciones de lucha laboral. Un acontecimiento que convirtió el 1 de mayo como día internacional del trabajador.

“Los fundadores eran anarcosindicalistas seguidores de Bakunin. En la historia oficial eso no lo ves”, señala Fernández. El club se fundó en 1901 en el barrio de Buenos Aires de Villa Crespo. Tras varios años con el nombre original, una fusión con el equipo del barrio de La Paternal dio origen en 1904 al nombre de Asociación Atlética Argentinos Juniors.

Otro equipo argentino significativo es Chacarita Juniors, que nace en 1906. Fue fundado por varios jóvenes en una biblioteca libertaria y los colores elegidos para la camiseta eran el rojo y negro a bastones verticales. En 1919 se refundó, y a partir de allí se cambiaron los colores. Una vez más la historia oficial ha omitido esos primeros años del club.

Uruguay es otro punto importante. El club del que le habló el amigo anarquista a Fernández es el más exitoso a nivel deportivo de los que recoge el libro. El C.A Progreso fue fundado, como apuntamos al comienzo, por sindicalistas picapedreros, la mayoría procedentes de Catalunya. El club siguió su trayectoria logrando su mayor triunfo en 1989, año en el que fue campeón de liga de la primera división uruguaya. Como curiosidad, en 1979 llegó a la presidencia del equipo Tabare Vazquez, que en 2005 llegó a la presidencia del país de la mano de la coalición izquierdista Frente Amplio.

“Hay un equipo precioso que desapareció que es el viejo River, desaparecido en 1925. Dejaron incluso de competir. Todos los fundadores eran anarquistas”, destaca también como ejemplo uruguayo el autor del libro. La publicación menciona unos 40 equipos. Algunos ejemplos: en Brasil se encuentran, entre otros, el Libertario F.C o el Autónomos F.C. En Chile el Deportivo Kegan o el CD Arturo Fernández Vial. En Francia el Red Star FC. En México el UD Sinaia. En Inglaterra el Easton Cowboys. En Italia el CD Lebowski. En Alemania el Sankt Pauli y en Croacia el RNK Split.

Fútbol alternativo y fútbol popular

En las últimas páginas el autor diferencia entre los conceptos de “futbol alternativo” y “fútbol popular”. Respecto al primero cabe destacar, según Fernández, que tienen sus competiciones propias y cuenta con algo más de trayectoria histórica, de décadas. Pero principalmente a principios de este siglo surgen también otros modelos de clubes debido al descontento con la gestión, desapariciones de equipos de referencia, etc. Algunos ejemplos de estos últimos como el Atlético Club de Socios o el Unionistas de Salamanca los tratamos en un reportaje publicado por cuartopoder.

“Yo los diferencio por una razón, aunque ambos funcionan de manera asamblearia. Los alternativos tienen una implicación política más fuerte. Tiene unas ideas libertarias o tienen una implicación enorme con su entorno, defienden causas sociales, se definen específicamente antirracistas, antifascistas, etc.”, apunta Fernández.

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SOBRE KIRK DOUGLAS



Kirk Douglas

"Yo soy Espartaco"



Pepe Gutiérrez-Álvarez 
VIENTOSUR
07.02.2020 

Acaba de fallecer Kirk Douglas, uno de los últimos representantes de los tiempos de esplendor del siempre ambivalente Hollywood dentro del cual representó junto con otros como Burt Lancaster, su franja más “radical” expresada sobre todo en su dos películas con el más marxista Stanley Kubrick: Senderos de gloria y Espartaco.

Su verdadero nombre es Issur Danielovitch Demsky (Ámsterdam, Nueva York, 9 de diciembre de 1916), hijo de trapero, inmigrantes rusos judíos, los inicios en el país de las oportunidades no fueron fáciles. Con su familia sumida en una profunda pobreza, tuvo que trabajar como botones o participando en combates de lucha libre. Con eso podía pagarse la matrícula de la Universidad de St. Lawrence y ayudar mantener a su familia. Años más tarde, tras subsistir con pequeños trabajos, decidió probar suerte como actor ingresando en la Academia Americana de Arte Dramático. Compaginaba sus estudios artísticos realizando pequeños papeles de actor en obras teatrales amateurs, en ocasiones bajo el seudónimo de George Spelvin Jr. También trabajaba como profesor de teatro en el House Settlement de Greenwich. Su carrera artística comenzó finalmente en los escenarios teatrales de Broadway en 1941, con la obra Spring Again. Desgraciadamente y como muchos otros actores, su ascenso se vio interrumpido por  la segunda guerra mundial. Hasta 1943 sirvió en la marina, alcanzando el grado de teniente, pero regresó a casa herido tras caer en combate.

Ese mismo año se casaba con su primera mujer, Diana Hill, con la que tuvo dos hijos (Michael y Joel) y de la que se divorciaría en 1951. Cuando años más tarde en una entrevista, le preguntaron a Kirk Douglas qué le había llevado a Hollywood, él se limitó a contestar: "Bueno, siempre me asustó la idea de ir a Hollywood. Lo que realmente me atrajo a Hollywood fue que cuando estuve allí me encontraba en la ruina. Ya ves, nunca tuve intención alguna de convertirme en estrella de cine. Nunca pensé que podía dar la talla. Mi única idea era ser actor teatral, algo de lo más sencillo. Pero entonces firmé un cheque por valor de quince dólares, pero vi que no tenía fondos y sabía lo suficiente de economía como para entender que estaba sin blanca. Así que... En ese momento alguien me invitó a venir a Hollywood, y yo pensé que podía aprovechar la oportunidad". A su regreso a Broadway le surgió la posibilidad de reemplazar al impagable Richard Widmark en una obra teatral. Pero es en ese momento cuando Lauren Bacall, que había estudiado con él en la academia, lo recomienda al productor Hal Wallis para que dar el salto a la gran pantalla. En 1946, Kirk rodaba ya su primera película, El extraño amor de Marta Ivers (The Strange Love of Martha Ivers, Lewis Milestone, 1946), una evidente metáfora del carácter criminal del capitalismo en la que daba vida a un político alcohólico. Sólo un año más tarde rodó Regreso al pasado, dirigida por Jacques Tourneur, estimada en un referéndum de la revista “Dirigido por…”, como la mejor película del género negro, y en la que fue el gánster sin miramientos en oposición al atormentado Robert Mitchum.

Pero el éxito le Kirk llegó con su interpretación de un luchador ambicioso y sin escrúpulos en El ídolo de barro (Mark Robson, 1949) Con este papel, que le valió su primera nominación al Oscar, dio a conocer su vigoroso físico, su intensa personalidad y sobre todo ese característico hoyuelo en la barbilla que todos conocemos. Le costó hacerse con el papel, ya que por entonces había interpretado personajes muy diferentes: "Tuve que convencer a (Stanley) Kramer y (Carl) Foreman de que podía interpretar a Midge Kelly. Tenían dudas acerca de mí [...] Aunque intentaban ser diplomáticos, se preguntaban si podría interpretar a un boxeador. Finalmente me di cuenta de lo que querían, supongo que es lo que hacen las estrellas. Me quité la chaqueta y la camisa, tensé el torso y flexioné mis músculos. Ellos asintieron satisfechos al ver que no habría problema. Probablemente sea el único actor en Hollywood que se ha tenido que desnudar para conseguir un papel". Otro éxito de esta primera época fue Brigada 21 (William Wyler, 1951), donde, a mi parecer, cae en su peor defecto: sobreactúa. Se trataba de una adaptación de una obra de Broadway que describe la vida cotidiana en una comisaría de policía de Manhattan. Un temperamental policía (Kirk Douglas) recurre a los métodos más implacables para obtener información de cualquier sospechoso de un crimen. Obtuvo cuatro nominaciones a los Óscar de 1952, y Douglas se convirtió en una estrella, pero su actuación fue muy discutida, demasiado teatral. Fue consolidando su posición en los años 50 con películas nada desdeñables como El trompetista (M. Curtiz), pero sobre todo con El Gran Carnaval de Billy Wilder que realizó un retrato despiadado de la prensa sensacionalista. Por aquel entonces Kirk Douglas ya se había labrado un nombre y estaba consolidado como una estrella que se podía permitir –como Lancaster- ciertos márgenes de autonomía a través de su propia productora, la Byrna. .

El espaldarazo final le llegó en 1952 con una magnífica película de Vincente Minelli, Cautivos del Mal (), que le valió su segunda nominación al Oscar. En ella interpretaba a un productor de cine sin escrúpulos que no duda en aplastar a sus allegados para conseguir los mejores resultados. Otros papeles memorables como el que interpretó en Río de Sangre (Howard Hawks, 1952) le acabaron de convertir en uno de los mejores actores del western. En 1954, Douglas rodó 20.000 leguas de viaje submarino, la adaptación de Richard Fleischer de la celebérrima novela de Jules Verne con un pletórico James Mason como capitán Nemo cuya bandera negra y su actitud de oposición al orden establecido nos sugiera al Verne más afín a su amigo Elisée Reclús.

La fama, sin embargo, fue algo difícil de llevar para Kirk Douglas. En 1957, en una entrevista con Mike Wallace, desgranaba con detalle lo que le había acarreado la popularidad en aquellos tiempos.

“-De acuerdo, ¿dinos qué ocurre cuando te conviertes en una estrella?

-Bueno, lo que ocurre cuando te conviertes en una estrella es que de repente te das cuenta de que eres un gran negocio. Ya no eres sólo un tipo que dice ’Mira, quiero interpretar este o aquel papel’. Si eres una estrella, eres un gran negocio. Te conviertes en un hombre de cuyo trabajo dependen muchos para vivir. Y creo que eso te convierte en una especie de monstruo, sin duda es lo más difícil de llevar. No se trata de actuar. Cuando actúas sientes que pones toda tu vida en ello, te gusta sentir que eres un actor que conoce su oficio, pero para lo que nunca estás preparado es para el éxito. Nunca fui a una escuela que me enseñara cómo manejar ese tipo de situaciones, y eso lo convierte en algo difícil. También tiene un precio. Hay un montón de cosas acerca de la fama que convierten la vida del actor en algo complicado.

-¿Como por ejemplo...?.

-Bueno, la pérdida de tu privacidad. O como el hecho de que justo ahora, en tu programa, esté nervioso mientras realizas una especie de disección de mi persona. Bien, esto es a lo que la fama me ha llevado.”

En 1955, Douglas se hacía con dos papeles, uno en la “libertaria” La pradera sin ley (King Vidor), luego con Pacto de honor (Andre de Toth). Por entonces decidió adentrarse aún más en el mundo del cine abriendo su propia productora, Bryna Productions. Trabajó nuevamente de la mano de Vincente Minnelli, cuando Kirk Douglas nos ofreció una de sus interpretaciones más reconocidas, dando vida de manera convincente a Vincent Van Gogh en la película El loco del pelo rojo (Vincente Minnelli, 1956), acompañado por un soberbio Anthony Quinn como Gauguin. Este trabajo mereció su tercera nominación al Oscar y el premio de la crítica de Nueva York. Como él mismo suele decir, fue su papel favorito: "Por primera vez en mi carrera artística, el papel me absorbió por completo. Incluso dormí en la habitación donde él se suicidó". El magnetismo que desprendía, su fuerza y su carácter le hacían encajar perfectamente en el cine de acción, concretamente en el western.

En 1957 rodó la magnífica Duelo de titanes, posiblemente la mejor película de John Sturges, donde Kirk interpretaba al famoso Doc Holiday en una revisión en clave de tragedia griega del duelo en O.K. Corral. Repetirá con Sturges en otro vibrante western en clave policiaca y rotundamente antirracista: El último tren de Gun Hill. Si sus colaboraciones con Minnelli habían sido cruciales para el ascenso de Kirk, no menos importantes fueron las películas que hizo de la mano de Stanley Kubrick. Su primer trabajo en común fue Senderos de Gloria (1957), un alegato tan intensamente antimilitarista (marxista) que no encontraba a nadie que se atreviera a producirla. El proyecto estuvo en stand by hasta que en 1957 Kirk Douglas se involucró a través de su propia productora, rebajándose el sueldo a un tercio de lo acostumbrado.

Kirk Douglas produjo muchas de sus películas, y quizás una de las que recuerdo con más cariño sea Los vikingos, uno de los grandes clásicos del cine de aventuras estrenada en 1958 que contó con actores de la talla de Tony Curtis o Ernest Borgnine, y en la que Kirk daba vida a un orgulloso vikingo con sed de gloria y fortuna. Por aquellos tiempos salió a la luz que en la película, rodada en Alemania, habían trabajado algunos antiguos miembros del partido nazi. Eso era algo de por sí relevante, dado que Kirk Douglas era judío y nunca había ocultado su mezcla de sentimientos hacia el pueblo alemán. Pero aún así mostró una clara despreocupación por el tema cuando le preguntaron si no le interesaría saber esos detalles de antemano: "No me interesa por la sencilla razón de que eso representaría una completa investigación de cada persona que trabajara en el equipo. Me gusta pensar que la guerra ha acabado. Estamos en paz, trabajando juntos, de otra forma sería absurda mi presencia aquí. Si vengo como un detective privado, dispuesto a investigar a cada persona, nunca podría llegar a hacer ninguna película". Su segunda colaboración con Kubrick fue con Espartaco que no era ni la mitad de buena que la anterior, aunque sí fue una de superproducciones más emblemáticas de su tiempo, más madura histórica y políticamente. Anteriormente había sido Ulises (Mario Camerini, 1954) en una coproducción italo-norteamericana memorable que causó el entusiasmo del público por el péplum griego, un hecho del que se haría eco Cinema Paradiso…

En 1962 trabajó a las órdenes del “blacl liste” David Miller en Los valientes andan solos (D. Miller), su película favorita según confesión propia (y una de las mías, me siento orgulloso al ver su anarquismo cuando me acababa de enterar qué significaba esta palabra) que estaba basada en la obra de una novela de Edward Abbey, destacado escritor ecolibertario y que fue adaptada por Dalton Trumbo con el que volvió a coincidir en El último atardecer (The Last Sunset), un notable western de Robert Aldrich. Entre sus producciones también destaca una película de 1964 dirigida por John Frankenheimer, Siete días de mayo. En esta trama de conspiración fascista incubada en la cúpula militar y política de Washington, Douglas tuvo la ocasión de trabajar de nuevo con su amigo Burt Lancaster (con quien en total rodó siete películas) y una ya madura Ava Gardner. Treinta años habrían de pasar para que la American Civil Liberties Union y el Writers’ Guild of America reconociera su esfuerzo y coraje.

A continuación regresó al cine de aventuras con una digna película bélica dirigida por Anthony Mann, Los héroes de Telemark, (The Heroes of Telemark, 1965) un film basado en la historia del sabotaje aliado contra una fábrica alemana de agua pesada en Noruega durante la segunda guerra mundial. Y aunque no puede considerarse una de las mejores obras de Mann, es un thriller bélico de una calidad superior a la media habitual que supo explotar el duelo interpretativo entre Kirk Douglas y Richard Harris. No abandonaría el género, ya que al año siguiente estrenaba ¿Arde París?, un apasionante relato con guión de Gore Vidal y Francis Ford Coppola. Protagonizada por un extenso reparto, la trama describe el levantamiento de París ante la ocupación nazi en toda su crudeza aunque se olvida de poner en primer plano a los anarquistas españoles que llevaban los primeros tanques que liberaban la ciudad de los nazis.

En 1968 trabajó con Martín Ritt Mafia, en un film ambientado en las relaciones personales de una familia de gángsters; un film que fue injustamente menospreciado. Poco después participaba en uno de los proyectos menos satisfactorios de Elia Kazan, El compromiso (1970) un interesante drama basado en las relaciones de pareja en el que Kirk compartía cartel con Faye Dunaway y la siempre soberbia Deborah Kerr (más el enorme Richard Boone). Y bueno, llegados a este punto podemos decir con toda seguridad que el mejor trabajo del actor en esta etapa de su carrera fue El día de los tramposos (Joseph L. Mankiewicz, 1970), un western en verdad atípico de temática carcelaria que contaba con la inestimable presencia de Henry Fonda. En cierta forma podemos decir que esta película fue ideada como un auténtico tratado de la abyección inherente al egoísmo propietario, y aunque la crítica de su tiempo no fue generosa con ella, creo que el tiempo la ha puesto en el lugar que le corresponde.

La década de los setenta se caracterizó por la participación de Kirk Douglas en una serie de películas mediocres, algunas incluso lamentables. No en vano los más puristas afirman que artísticamente "murió" por esas fechas. Pero también participó en proyectos simpáticos. Por ejemplo, quizás los más nostálgicos recuerden La luz del fin del mundo (, 1971), una de aventuras “como las de antes” sin conseguirlo basada en una novela de Julio Verne. El mayor atractivo de la cinta reside en la atmósfera tenebrosa que genera y en su cartel, que además de Douglas contó con un enigmático Yul Brynner y nuestro querido Fernando Rey. De ese mismo año es El gran duelo (A Gunfight), un curioso western coprotagonizado por el cantante Johnny Cash que proponía un enfoque diferente en un género que por aquellos tiempos estaba agonizando, y que salvó los trastos gracias al carisma de Douglas.

Debido a los constantes desacuerdos con los directores, Kirk decidió arriesgarse y dar el salto a la dirección, pero ya nada era igual. Su ópera prima fue Pata de palo (Scalawag,1973) rodada con más fe que presupuesto y que fue un rotundo fracaso en todos los aspectos. Dos años más tarde sí que cumplió las expectativas con Los justicieros del oeste, donde interpretaba a un cowboy rudo y ambicioso, aunque no volvió a sentarse en la silla del director. Quizás lo más bizarro que se puede encontrar a estas alturas de su carrera es Holocausto 2000, una producción italiana que toca el tema del apocalipsis y las profecías bíblicas. No sólo es una película mala, sino que además carece de todo sentido, con lo cual únicamente puede ser disfrutada por los amantes del gore y la violencia absurda. Quizás para redimirse nos regaló un trabajo más que correcto en La furia (The Fury, 1978) dirigida por Brian De Palma y que curiosamente seguía ahondando en el tema de lo paranormal como hiciera dos años antes con Carrie. Un año más tarde Kirk protagonizaba la que para muchos (aunque hizo muchas malas, sobre todo al final) es la peor película de toda su carrera: Cactus Jack. A partir de 1980 se redujo considerablemente el número de trabajos. Solamente vale la pena recordar Saturno 3, una película de terror espacial que pese a contar con un buen guión y unas buenas interpretaciones lo que le ha valido una cierta recuperación. Todo lo que le sigue es ya de una absoluta banalidad de manera que el propio actor se jubiló por más que le habría gustado acabar como su amigo Burt Lancaster, quien al final todavía participó en alguna que otra joya como Novecento o Atlantic City.

En 1988, a los 72 años publicó, sus memorias bajo el título El hijo del trapero (Ragnar’s Son en original). Un viaje de autodescubrimiento bajo un título que evoca el oficio de su padre: "Mis padres eran pobres y analfabetos. Al llegar a Estados Unidos creían que las calles americanas estaban construidas con adoquines de oro. Mi padre se hizo trapero porque a los judíos les estaba prohibido trabajar en las fábricas, y yo soy el fruto de estas circunstancias. Cualquier americano es una mezcla de razas y culturas, y ser hijo de judíos me llena de orgullo".

Douglas también tocó el género de novela sin mucho reconocimiento. En 1992, después de un grave accidente aéreo que casi le cuesta la vida, publicaba El Regalo, de la misma época data su segundo libro biográfico, Ascendiendo la montaña, que vería la luz años más tarde y que le valió en septiembre de 1999 el Premio Literario del Festival de Deauville. Y es que dicho accidente, en el que murieron dos personas, le hizo preguntarse por qué había sobrevivido. Una pregunta que se repitió cuando años más tarde resistía milagrosamente una apoplejía. A partir de ahí, y tras asumir que a los 14 años había tratado de dejar atrás el judaísmo, hizo inventario de su vida plasmando los resultados. También escribió un par de libros infantiles, entre ellos Jóvenes héroes de la Biblia. Ya en el 2002 escribía su tercer libro biográfico, Mi golpe de suerte, y hace apenas un año nos llegaba su última inspiración, un bello libro que lleva por título Afrontémoslo: 90 años viviendo, amando y aprendiendo. En 1996, la Academia decidió finalmente otorgarle un Oscar especial por sus 50 años de carrera artística. Ya forman parte de la historia las palabras que pronunció emocionado ante una multitud puesta en pie: "Veo a mis cuatro hijos, y están orgullosos del viejo. Yo también estoy orgulloso de haber formado parte de Hollywood". Cabría decir que de lo mejor de Hollywood, ya que, exceptuando el infame bodrio sionista La sombra del gigante (, 1966), Douglas raramente se prestó a pagar su cuota de películas indignas. Actor de teatro y de cine, productor inquieto, director de escasos vuelos, Douglas puede considerarse un tipo afortunado ya que participó en algunas de las obras mayores de un tiempo que va desde la segunda mitad de los años cuarenta hasta principios de los setenta. Seguramente no supo envejecer, su egocentrismo fue célebre, se peleó con muchos directores aunque tuvo la inteligencia de optar por una segunda oportunidad. En muchas ocasiones, cayó en la sobreactuación. También fue acusado de ser reiterativo en sus recursos de tipo airado, pero estas tendencias fueron neutralizadas con la ayuda de los grandes cineastas con los que tuvo el acierto de trabajar: Lewis Milestone, Jacques Tourneur, Richard Fleischer, Vincente Minnelli, John Sturges....

Todo ello en una época en la Hollywood vivía su agonía, Kirk Douglas proclamó “Yo soy Espartaco” (Ed. Capitán Swing, Madrid, 2013) nada parecido a la realidad, pero contribuyó más que nadie a que el legendario libertador tracio se hiciera célebre en todo el mundo, y contribuyó como pocos a poner fin a las “listas negras” de manera que Trumbo pudo luego realizar…Y Johnny cogió su fúsil. Tampoco fue un anarquista como aseguró Fernando Fernán-Gómez, pero algunas de sus películas respiran un potente aliento libertario. No fue un hombre comprometido en sentido “sartriano”, pero sí representó a la izquierda del “New Deal” y mostró unas potentes inquietudes democráticas y sociales, baste mencionar Senderos de gloria. Para los neoconservadores, Douglas fue un “rojo”, pero nunca se atrevieron a meterse con él dado su prestigio, algo similar les sucedió a Burt Lancaster y a Gregory Peck. Su lista de títulos “clásicos” es muy considerable, justo es recordarlo ahora que se publica un nuevo libro suyo de memorias que habrá que leer, a ser posible después de revisar algunas de sus grandes películas. Siendo ya casi un centenario, no hay duda de que Kirk Douglas ha dejado un buen recuerdo amén de un legado de pensamiento crítico envuelto en buena parte de sus interpretaciones.

Un legado que no podemos permitir se extravíe, y que debería de servir para nuestra memorias y nuestras escuelas.

Pepe Gutiérrez-Álvarez es escritor y miembro del Consejo Asesor de viento sur
06/02/2020

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