Tras el sabotaje hay que preguntarse: ¿Qué pasará si se
rompen los lazos comerciales y energéticos con Rusia? ¿Cómo cambiará la
relación entre el dólar y el euro? ¿Por qué no se discuten las consecuencias
económicas para Alemania y otros países europeos?
El euro sin la industria
alemana
Michael Hudson
El Viejo Topo
6 octubre, 2022
© Ilustración: Chen Xia/GT.
La reacción al
sabotaje de tres de los cuatro sistemas de oleoductos Nord Stream se ha
centrado en especulaciones sobre quién lo hizo y si la OTAN hará un intento
serio por descubrir a los responsables. Sin embargo, en lugar de pánico, ha
habido un gran suspiro de alivio, incluso de calma en la diplomacia
anglosajona.
La
desactivación de los gasoductos acaba con la incertidumbre y las preocupaciones
de EEUU y la OTAN. Una incertidumbre que había crecido considerablemente por
las manifestaciones que se produjeron en Alemania exigiendo el fin
de las sanciones y la puesta en marcha del Nord Stream 2 para resolver la
escasez de energía.
Los alemanes
empezaban a comprender lo que significaría el cierre de sus empresas
siderúrgicas, de fertilizantes, de vidrio y de papel higiénico. Estas grandes
compañías anunciaron que tendrían que cerrar por completo (o cambiar sus
operaciones a otros países) si Alemania no se apartaba de las sanciones
comerciales y monetarias contra Rusia.
Al otro lado
del Atlántico, la halcón del Departamento de Estado, Victoria Nuland, ya había
anunciado, a principios de Enero, cuál era la opinión de Estados Unidos: “de
una forma u otra, Nord Stream 2 no funcionará”. Un mes más
tarde en conferencia de prensa, junto al canciller alemán, el presidente Biden
respaldo directamente la amenaza: “ No habrá un Nord Stream 2. Le pondremos
fin… Lo prometo, seremos capaces de hacerlo”.
La mayoría de
los observadores asumieron que estas declaraciones reflejaban un hecho obvio:
los políticos alemanes estaban completamente en el bolsillo de EEUU y de la
OTAN. Los líderes de Alemania habían retenido las turbinas negándose a
autorizar Nord Stream 2, y Canadá se apoderó de las dínamos de Siemens
necesarias para enviar gas a través de Nord Stream 1. Estas medidas parecían
resolver las cosas hasta que un número creciente de ciudadanos y los
empresarios alemanes comenzaron a calcular lo que significa bloquear el gas
ruso para el tejido industrial y, por lo tanto, para el empleo doméstico.
Ante estas
manifestaciones, la voluntad de Alemania de autoimponerse una depresión
económica empezó a vacilar. Si los políticos alemanes hubiesen decidido poner
fin a las sanciones el frente de la guerra contra Rusia habría saltado por los
aires. Italia y Francia podrían haber seguido su ejemplo. Esta perspectiva hizo
urgente arrancar el mecanismo de las sanciones de las manos de los políticos
europeos
A pesar de ser
un acto de violencia, el sabotaje de los gasoductos ha restablecido la calma en
las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados europeos. No hay más
incertidumbres. Europa ya no podrá apartarse de la política
estadounidense restaurando el comercio con Rusia.
La sola amenaza
que Europa pusiera fin a las sanciones comerciales y financieras contra Rusia
se ha resuelto a favor de los Estados Unidos. Ya no habrá gas barato para las
industria europeas. La presión ha caído en tres de las cuatro tuberías, y el
agua salada las corroerá haciéndolas inútiles.
¿Hacia dónde van el euro y el dólar a partir de aquí?
Después del
sabotaje habrá que preguntarse ¿Qué pasará si se rompen los lazos comerciales y
energéticos con Rusia? ¿Cómo cambiará la relación entre el dólar estadounidense
y el euro? ¿Por qué no se discuten abiertamente las consecuencias
económicas para Alemania, Italia y otros países europeos?
El resultado no
lo discute ningún economista sensato: se producirá un colapso económico en
Alemania y en casi toda Europa. La próxima década será un desastre. Puede haber
recriminaciones por el precio pagado por permitir que la OTAN dicte la
diplomacia europea, pero no hay nada que Europa pueda hacer al respecto por el
momento.
Las
exportaciones industriales alemanas y la atracción de flujos de inversión
extranjera fueron los principales factores que sustentaron el tipo de cambio
del euro. Para Alemania, el gran atractivo de pasar del marco alemán al euro
era evitar que su superávit exportador hiciera subir el tipo de cambio del
marco alemán y en consecuencia sacara los productos alemanes de los mercados
mundiales.
La expansión de
la eurozona –incluyendo a Grecia, Italia, Portugal, España y otros países con
déficit en la balanza de pagos– impidió que el euro se disparara. En la
práctica la eurozona protegía la competitividad internacional de la industria
alemana.
Después de su
introducción a 1,12 dólares, el euro se hundió a 0,85 dólares en julio de 2001,
pero se recuperó y, de hecho, subió a 1,58 dólares en abril de 2008. Desde
entonces, ha ido descendiendo y, desde febrero de este año, las sanciones han
empujado al euro por debajo de la paridad con el dólar, a $0,97 hace unos días.
El principal
problema con un euro débil es el aumento de los precios del gas y del petróleo
y, también, de productos como el aluminio y los fertilizantes que requieren
grandes insumos de energía para su producción. Y a medida que el tipo de cambio
del euro cae frente al dólar, el costo de mantener la deuda europea en dólares
(condición normal para las filiales de las multinacionales estadounidenses)
aumenta, reduciendo sus ganancias.
Este no es el
tipo de depresión en la que los «estabilizadores automáticos» pueden funcionar
para restablecer el equilibrio macroeconómico. La dependencia energética es estructural.
Para empeorar las cosas, las reglas económicas de la eurozona limitan sus
déficits presupuestarios a solo el 3% del PIB. Esto impide que sus gobiernos
nacionales apoyen sus economías mediante el gasto deficitario. Los precios más
altos de la energía y los alimentos, y el servicio de la deuda en dólares,
dejarán menos ingresos para gastar en bienes y servicios.
Como puntapié
final, el analista internacional Pepe Escobar nos recuerda: “Alemania
está obligada por contrato a comprar al menos 40 mil millones de metros cúbicos
de gas ruso al año hasta el 2030… Según los contratos aunque a Berlín no le
llegue gasolina, por ejemplo producto de un sabotaje, igualmente debe pagar a
Gazprom”. Se puede esperar una larga batalla judicial antes de que el dinero
cambie de manos. Y la capacidad de pago final de Alemania se debilitará
constantemente.
A medio mundo
le pareció muy raro que el mercado de valores de EEUU se haya disparado hace
una semana. Tal vez, el Equipo de Protección contra un Colapso de Wall Street
haya intervenido para tratar de asegurar al mundo que todo estaba
razonablemente bien. Pero el mercado de valores cayó el jueves y el viernes. La
realidad no podía ignorarse más tiempo.
La competencia
de la industria alemana con la de los Estados Unidos está terminando. Ha
perdido Alemania. Esto ayudará fuertemente a la balanza comercial
estadounidense. Pero en la cuenta de capital, la depreciación del euro reducirá
el valor de las inversiones estadounidenses en Europa y el valor de sus
beneficios se contraerá sí o sí. En otras palabras, las ganancias globales
reportadas por las multinacionales estadounidenses caerán.
El efecto de las sanciones estadounidenses y la Nueva
Guerra Fría fuera de Europa
La capacidad de
muchos países para pagar sus deudas internas y externas ya estaba llegando al
punto de ruptura antes que las sanciones contra Rusia elevarán los precios
mundiales de la energía y los alimentos.
Los aumentos de
precios provocados por las sanciones se han visto agravados por el aumento
del tipo de cambio del dólar frente a casi todas las monedas (irónicamente,
excepto frente al rublo, cuya tasa se ha disparado en lugar de colapsar). Los
precios de las materias primas internacionales todavía se cotizan
principalmente en dólares, por lo que la apreciación del dólar está elevando
aún más los precios de importación para la mayoría de los países.
El dólar en
alza también eleva el costo en moneda local del servicio de las deudas
externas. Muchos países de Europa y del Sur Global ya han llegado al límite de
su capacidad para pagar sus deudas denominadas en dólares y todavía están
lidiando con el impacto de la pandemia del Covid.
Ahora que las
sanciones de Estados Unidos y de la UE/OTAN han hecho subir los precios
mundiales del gas, del petróleo y de los cereales, y que la apreciación del
dólar ha elevado el costo del servicio de las deudas, los países se encuentran
en una disyuntiva feroz: importan la energía y los alimentos que necesitan para
vivir o pagar su deuda externa. En este dilema alguien tiene que ceder.
El martes 27 de
septiembre, el secretario de Estado, Antony Blinken, derramó lágrimas de
cocodrilo y dijo que atacar los oleoductos rusos “no beneficia a nadie”. Pero
si ese fuera realmente el caso, nadie habría atacado las tuberías. Lo que el
Sr. Blinken realmente estaba diciendo era otra cosa: “No hagas preguntas
tontas”. Nadie cree que los investigadores de la OTAN vayan a trabajar en serio
y pongan en evidencia a Estados Unidos.
Los estrategas
de Washington tienen un plan sobre cómo proceder a partir de ahora. Intentarán
mantener una economía global neoliberal todo el tiempo que puedan. Usarán la
estratagema habitual para los países que no pueden pagar sus deudas: el FMI les
prestará el dinero, a cambio de la privatización de todo lo que queda de
dominio público, de otros activos y de los recursos naturales. Ya hay ávidos
inversores, entre los estadounidenses y sus aliados, dispuestos a comprarlos a
precio de subasta.
¿Funcionará? ¿O
los países deudores se unirán y encontrarán formas de restaurar el mundo sin
las «condiciones» que pone Estados Unidos?
Que el sur del
mundo implemente una alternativa al orden neoliberal es la gran preocupación de
los estrategas estadounidenses. Sus mejores pensadores saben que la
crisis no se resuelve saboteando Nord Stream 1 y 2. La
solución probablemente será, una vez más, la intervención militar y nuevas
revoluciones de colores para recuperar el poder perdido en el Sur Global y
Eurasia
Sin embargo, el
hecho que las sanciones antirrusas hayas funcionado justo lo contrario de lo
que creía la administración Biden ofrece una perspectiva para un nuevo orden
económico. El desprecio que expresan los diplomáticos estadounidenses hacia
otros países que actúan en su propio interés parte de una visión unilateral y
presuntuosa: Washington cree que no hay alternativa al dominio del dólar.
Por tanto, a
menos que los países trabajen juntos para crear una alternativa al FMI, al
Banco Mundial, a la Tribunal Internacional, a la Organización Mundial del
Comercio (y a otras agencias de la ONU controladas por los estadounidenses) la
dominación financiera y militar se seguirá desarrollando de acuerdo con las líneas
que han planificado los estrategas de Washington.
Entonces, ahora
la gran pregunta es la siguiente: ¿serán los países capaces de desarrollar un
orden económico alternativo para protegerse de un destino como el que ha
impuesto Estados Unidos a Alemania y Europa?
Fuente: Observatorio de la crisis.
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