Tal
día como hoy de 1930 moría en Lima José Carlos Mariátegui. Pensador y político
marxista peruano, fue uno de los intelectuales más influyentes en la reflexión
sobre la cultura y sociedad latinoamericana. Lo recordamos con este texto de
1924.
Las reivindicaciones feministas
Laten
en el Perú las primeras inquietudes feministas. Existen algunas células,
algunos núcleos de feminismo. Los propugnadores del nacionalismo a ultranza
pensarían probablemente: he ahí otra idea exotica, otra idea forastera que se
injerta en la metalidad peruana.
Tranquilicemos
un poco a esta gente aprensiva. No hay que ver en el feminismo una idea
exotica, una idea extranjera. Hay que ver, simplemente, una idea humana. Una
idea característica de una civilización, peculiar a una época. Y, por ende, una
idea con derecho de ciudadanía en el Perú, como en cualquier otro segmento del
mundo civilizado.
El
feminismo no ha aparecido en el Perú artificial ni arbitrariamente. Ha
aparecido como una consecuencia de las nuevas formas del trabajo intellectual y
manual de la mujer. Las mujeres de real filiación feminista son las mujeres que
trabajan, las mujeres que estudian. La idea feminista prospera entre las
mujeres de oficio intelectual o de oficio manual: profesoras universitarias,
obreras. Encuentra un ambiente propicio a su desarrollo en las aulas
universitarias, que atraen cada vez más a las mujeres peruanas, y en los
sindicatos obreros, en los cuales las mujeres de las fábricas se enrolan y
organizan con los mismos derechos y los mismos deberes que los hombres. Aparte
de este feminismo espontáneo y orgánico, que recluta sus adherents entre las
diversas categorías del trabajo femenino, existe aquí, como en otras partes, un
feminismo de diletantes un poco pedante y otro poco mundane. Las feministas de
este rango convierten el feminismo en un simple ejercicio literario, en un mero
deporte de moda.
Nadie
debe sorprenderse de que todas las mujeres no se reunan en un movimiento
feminista único. El feminismo tiene, necesariamente, varios colores, diversas
tendencias. Se puede distinguir en el feminismo tres tendencies fundamentals,
tres colores sustantivos: feminismo burgués, femininismo pequeño-burgués y
feminismo proletario. Cada uno de estos feminismos formula sus reivindicaciones
de una manera distinta. La mujer burguesa solidariza su feminismo con el
interés de la clase conservadora. La mujer proletaria consustancia su feminismo
con la fe de las multitudes revolucionarias en la sociedad futura. La lucha de
clases –hecho histórico y no aserción teórica- se refleja en el plano
feminista. Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o
revolucionarias. No pueden, por consiguiente, combatir juntas la misma batalla.
En el actual panorama humano, la clase diferencia a los individuos más que el
sexo.
Pero
esta pluralidad del feminismo no depende de la teoría en sí mismo. Depende. Más
bien, de sus deformaciones practices. El feminismo, como idea pura, es
esencialmente revolucionario. El pensamiento y la actitud de las mujeres que se
sientan al mismo tiempo feministas y conservadoras carecen, por tanto, de
íntima coherencia. El conservatismo trabaja por mantener la organización
tradicional de la sociedad. Esa organización niega a la mujer los derechos que
la mujer quiere adquirir. Las feministas de la burguesía aceptan todas las
consecuencias del orden vigente, menos las que se oponen a las reividicaciones
de la mujer. Sostienen tácitamente la tesis absurda de que la sola reforma que
la sociedad necesita es la reforma feminista. La protesta de estas feministas
contra el orden Viejo es demasiado exclusiva para ser válida.
Cierto
que las raíces históricas del feminismo están en el espíritu liberal. La
revolución francesa contuvo los primeros germens del movimiento feminista. Por
primera vez se planteó entonces, en terminus precisos, la cuestión de la
emancipación de la mujer. Babeuf, el leader de la conjuración de los iguales,
fue un assertor de las reivindicaciones feministas. Babeuf arengaba así a sus
amigos: “no impongáis silencio a este sexo que no merece que se le desdeñe.
Realzad más bien la más bella porción de vosotros mismos. Si no contáis para
nada a las mujeres en vuestra república, haréis de ellas pequeñas amantes de la
monarquía. Su influencia sera tal que ellas la restaurarán. Si, por el
contrario, las contáis para algo, haréis de ellas Cornelias y Lucrecias. Ellas
os darán Brutos, Gracos y Scevolas.” Polemizando con los anti-feministas,
Babeuf hablaba de “este sexo que la tiranía de los hombres ha querido siempre
anonadar, de este sexo que no ha sido inútil jamás en las revoluciones”. Mas la
revolución francesa no quiso acordar a las mujeres la igualdad y la libertad
propugnadas por estas voces jacobinas o igualitarias. Los Derechos del Hombre,
como una vez he escrito, podían haberse llamado, más bien Derechos del Varón.
La democracia burguesa ha sido una democracia exclusivamente masculina.
Nacido
de la matriz liberal, el feminismo no ha podido ser actuado durante el proceso
capitalista. Es ahora, cuando la trayectoria histórica de la democracia llega a
su fin, que la mujer adquiere los derechos politicos y jurídicos del varón. Y
es la revolución rusa la que ha concedido explícita y categóricamente a la
mujer la igualdad y la libertad que hace más de un siglo reclamaban en vano de
la revolución francesa Babeuf y los igualitarios.
Mas
si la democracia burguesa no ha realizado el feminismo, ha creado
involuntariamente las condiciones y las premises morales y materials de su
realización. La ha valorizado como elemento productor, como factor económico,
al hacer de su trabajo un uso cada día más extenso y más intenso. El trabajo
muda radicalmente la metalidad y el espíritu femeninos. La mujer adquiere, en
virtud del trabajo, una nueva noción de sí misma. Antiguamente, la sociedad
destinaba a la mujer al matrimonio o a la barraganía. Presentemente, la
destina, ante todo, al trabajo. Este hecho ha cambiado y ha elevado la posición
de la mujer en la vida. Los que impugnan el feminismo y sus progresos con
argumentos sentimentales o tradicionalistas pretenden que la mujer debe ser
educada sólo para el hogar. Pero, prácticamente, esto quiere decir que la mujer
debe ser educada sólo para funciones de hembra y de madre. La defensa de la
poesía del hogar es, en realidad, una defensa de la servidumbre de la mujer. En
vez de ennoblecer y dignificar el rol de la mujer, lo disminuye y lo rebaja. La
mujer es algo más que una madre y que una hembra, así como el hombre es algo
más que un macho.
El
tipo de mujer que produzca una civilización nueva tiene que ser sustancialmente
distinto del que ha formado la civilización que ahora declina. En un artículo
sobre la mujer y la política, he examinado así algunos aspectos de este tema:
“a los trovadores y a los enamorados de la frivolidad femenina no les falta
razón para inquietarse. El tipo de mujer creado por un siglo de refinamiento
capitalista está condenado a la decadencia y al tramonto. Un literato italiano,
Pitigrillo, clasifica a este tipo de mujer contemporánea como un tipo de
mamífero de lujo.
“Y
bien, este mamífero de lujo se irá agotando poco a poco. A medida que el
sistema colectivista reemplace al sistema individualista, decaerán el lujo y la
elegancia femininas. La humanidad perderá algunos mamíferos de lujo; pero
ganará muchas mujeres. Los trajes de la mujer del futuro serán menos caros y
suntuosos; pero la condición de esa mujer sera más digna. Y el eje de la vida
femenina se desplazará de lo individual a lo social. La moda no consistirá ya
en la imitación de una moderna Mme. Pompadour ataviada por Paquín. Consistirá,
acaso, en la imitación de una Mme. Kollontay. Una mujer, en suma, costará
menos, pero valdrá más.
El
tema es muy vasto. Este breve artículo intenta únicamente constatar el carácter
de las primeras manifestaciones del feminismo en el Perú y ensayar una
interpretación muy sumaria y rápida de fisonomía y del espíritu del movimiento
feminista mundial. A este movimiento no deben ni pueden sentirse extraños ni
indiferentes los hombres sensibles a las grandes emociones de la época. La
cuestión femenina es una parte de la cuestión humana. El feminismo me parece,
además, un tema más interesante e histórico que la peluca. Mientras el
feminismo es la categoría, la peluca es la anécdota.