viernes, 13 de julio de 2012

PUBLICADO EN CRONICA DE ARAGON

APUNTES PARA LA NUEVA REVOLUCION SOCIAL

  (5)
 

RAJOY: EL GOBIERNO DEL DESGOBIERNO

Al circo de Mariano Rajoy el simplius-simplius le están creciendo hasta los enanos, y eso no significa más que la simple ruina de Mariano Rajoy el simplius-simplius y de su circo, claro está. 

Tras diecinueve días de marcha desde casi los cuatro puntos cardinales de España (Asturias; Castilla-León; Aragón; Castilla-La Mancha y Andalucía) los mineros se han plantado ante el ministerio de Industria en Madrid, después de más de un mes de huelga con graves disturbios sociales en algunos puntos, para exigirle al gobierno que paralice el recorte de las ayudas al sector minero (200 millones de euros) en el presente año de 2012, porque el cese de las ayudas a la minería estaba acordado que sería en el 2018. Es decir, que los mineros no están demandando ninguna reivindicación nueva para sacar los pies del tiesto, sino algo tan elemental como el cumplimiento por parte del gobierno de lo que ya estaba pactado. 

Las muestras de apoyo y solidaridad recibidas por los mineros a su llegada a Madrid de parte de algunos miles de madrileños, constituye sin duda un elemento cargado sobre todo de emotividad, que aun considerándolo positivo, no deber servir, sin embargo, para darnos por satisfechos.

Apoyar moral y anímicamente a los mineros en sus demandas es algo que indiscutiblemente hemos de hacer, por ahí hemos de empezar. Pero el problema a resolver no es el del apoyo moral a los mineros como un acto desinteresado, altruista o piadoso. El problema a resolver es que quienes a los mineros les empeoran las condiciones de vida negándoles el trabajo, que es la consecuencia inmediata del recorte de las ayudas a la minería, el gobierno de Mariano Rajoy, actuando en nombre y representación de las grandes corporaciones empresariales y de la banca, son los mismos que empeoran las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la sociedad, esto, de la mayoría de todos nosotros.

Los mineros no son solamente, pues, unos trabajadores, que por la valentía y resolución con la que han decidido defender sus derechos, se hacen acreedores de nuestra admiración, sino que además son ellos nosotros mismos, cualquier trabajador de cualquier sector económico es un “minero,” porque lo que de malo les pase a los mineros mas tarde o más temprano es lo que nos terminará pasando a nosotros. No fue cosa de azar el que el anterior gobierno, el de Zapatero, rebajara el cinco por ciento del salario a los funcionarios y trabajadores públicos, muchos de los cuales a duras penas sobrepasaban los mil euros al mes y ni siquiera tenían ni tienen el contrato de trabajo de por vida (había y hay miles de contratos eventuales). Se eligieron a los funcionarios como chivos expiatorios por la falsa creencia arraigada en la sociedad de que los funcionarios no trabajan, tienen contrato fijo y, además, ganan mucho, motivo por el cual, sabía muy bien Zapatero y todo sus equipo asesor de que rebajar el salario a los funcionarios un cinco por ciento no sería motivo de levantamiento de ninguna revuelta social en su favor, sino todo lo contrario, que resultaría muy bien vista por una gran parte de la sociedad el que por fin se hiciera “justicia” con la cuadrilla de “vagos” que sin trabajar ganaban mucho y encima con contrato laboral de por vida. 

El gobierno de Zapatero llevó a cabo la rebaja del salario de los funcionarios en nombre de mil y una cosas (menos la que no dijo, que es la misma que hoy silencia Rajoy, que era la realidad y la que motivó aquella rebajo del cinco por ciento), pero sin embargo, el dinero que les empezó a quitar a los funcionarios y trabajadores del Estado, no surtió ningún efecto positivo ni para crear empleo, ni para salir de la crisis, ni para que las pensiones más bajas subieran, ni para que los parados cobraran más o pudieran percibir el dinero que recibían durante más tiempo ni para que la pequeña y mediana empresa obtuviera más créditos que estaba y está necesitando. 

El cinco por ciento que el gobierno de Zapatero le quitó del sueldo a los funcionarios, empleados y trabajadores del Estado estuvo destinado a la cosa que ni dijo él ni está diciendo Mariano Rajoy ahora: a la contribución de la tasa de beneficios que tenían las grandes corporaciones empresariales y la gran banca (mercados financieros) previstos realizar, y que al no haberlos podido realizar a través del proceso productivo directo por haber entrado en crisis el sistema (crisis que han creado ellos mismos) necesitan extraerlo mediante la apropiación directa de los sueldos de los trabajadores a través de las “reformas” (que en realidad son contra reformas) a las que aludía Zapatero y hoy alude Mariano Rajoy, con el añadido de este último, ya sin ningún rubor ni consideración alguna hacía los ciudadanos que le han elegido presidente y hacía los que no le han elegido, pero que vive de todos ellos y tiene asegurado el porvenir material de él y de los suyos también por parte de todos ellos, de que efectivamente está haciendo como presidente de gobierno, todo lo contrario de lo que prometió en la campaña electoral (afirmación que ha hecho solemnemente en la tribuna de oradores del Congreso de los diputados, o sea, que no ha sido producto de un calentón) no por gusto propio, ha dicho también, sino por las circunstancias que a eso le obligan. Es decir, que Mariano Rajoy se debe y está obligado por las circunstancias, no a los que le han elegidos con sus votos y a quienes sin haberlo elegido forman igual parte de España que los primeros.

Las “circunstancias” que le obligan a hacer a Mariano Rajoy lo que no querría hacer, son presentadas como un ente abstracto, al que siendo del más allá o del más acá, puesto que no se especifican los misteriosos elementos de que están compuestas, han der ser obedecidas de forma inapelable a fin de satisfacer sus deseos para evitar la hecatombe total, dejando a un lado a lo concreto que es de carne y hueso que son las personas a las que se les pueden empeorar indefinidamente sus condiciones de vida, porque así lo desean las “circunstancias.” 

La indiferencia social con que fue aceptado el recorte del cinco por cien a los funcionarios y empleados públicos (por no caer en la cuenta los demás trabajadores por cuenta ajena que los funcionarios, por muchos casos sangrantes que pueda haber de enchufito-enchufón, de malos trabajadores, que los hay, de gente que abandona su puesto de trabajo, que los hay, de gente que el cafecito de la mañana le dura tres o cuatro horas, que los hay, etc., pero que como casos particulares necesitan de soluciones particulares y no la descalificación general, son asalariados y dependen para vivir de una salario) que llevó a cabo el gobierno de Zapatero, lejos de solucionar nada, no ha hecho más que poner alas al incremento de nuevos recortes por parte del gobierno de Mariano Rajoy a los mismos funcionarios y empleados públicos con la propuesta de quitarles la paga de Navidad en Diciembre próximo, pero también la reducción al cincuenta por cien de lo cotizado para el cálculo de la percepción por desempleo al parado, pero también con la criminal propuesta de reducir en un quince por ciento la paga de quienes trabajan atendiendo a personas inválidas. Un minero, con los matices correspondientes es un asalariado, como cualquier funcionario, con los matices correspondientes; como un peón de albañil, con los matices correspondientes, como un profesor, con los matices correspondientes, como un jubilado, con los matices correspondientes… Lo común a todos ellos es que viven de su trabajo (el jubilado también, de su trabajo pasado), que son asalariados y, quien atente contra un asalariado atenta contra todos los asalariados, que precisamente son los agentes de producción de cuanta riqueza existe, pero que no disfrutan de ella.

Esto es lo que hace el gobierno de Mariano Rajoy, al igual que los demás gobiernos habidos: atentar contra los derechos de los asalariados, de los trabajadores, y de muchos y pequeños y medianos empresarios, y por ello, al minero que ha llegado hasta Madrid con su protesta no es un ser legendario al que hay que admirar y aplaudir (que también), sino uno más, una parte de la sociedad, precisamente la mayoritaria, al que hay que defender, porque con ello nos estamos defendiendo todos los demás. Y de esto es de lo que hay que tomar conciencia, es decir, conocimiento profundo, que eso es la conciencia.

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EL A, B Y C QUE TENEMOS QUE APRENDER ANTES DE LA PROXIMA HUELGA GENERAL QUE HAGAMOS PARA EXIGIR LA DISOLUCION DEL PARLAMENTO ACTUAL:


 "Las clases dominantes duermen hoy tranquilas, por primera vez desde 1789”


 (EL PLURAL.COM 11.07.2012)


DEMOCRACIA FALLIDA O RUPTURA DEMOCRATICA

 
El pasado 11 de junio, a sus ochenta años, impartió su última clase el insigne historiador catalán, Josep Fontana. Dejó muy claro a sus alumnos, así como a los colegas y antiguos alumnos que se confabularon para asistir, que no pensaba hacer nada que se pudiera interpretar como un testamento. Sin embargo, según lo publicado, pronunció una frase que me ha impulsado a escribir estas líneas: “Las clases dominantes duermen hoy tranquilas, por primera vez desde 1789”. 

En efecto, es así. Al término de la Segunda Guerra Mundial, se fraguó un pacto social en la Europa occidental que dio lugar a la construcción de lo que conocemos como Estado del Bienestar. Este pacto fue resultado tanto de la catástrofe que se acababa de vivir, como de más de un siglo de luchas obreras y sociales. Pero no se puede obviar que supuso también un intento de exorcizar el riesgo del totalitarismo fascista, cuyo terror había abierto Europa en canal, y desde luego un intento de las clases dominantes para evitar la expansión del modelo soviético al oeste del continente. Un pacto, pues, fruto del miedo de las clases dominantes a perderlo todo por la acción de una súbita explosión social, de una revolución. Un miedo que las clases dominantes en Europa habían experimentado en 1789, en 1848, en 1871, en 1917, en 1936, y que experimentaron aún, probablemente con menos razón, en 1968. 

Pero el gran pacto posterior a la Segunda Guerra Mundial se produjo en un contexto histórico, en presencia de unas determinadas fuerzas sociales y sus distintas expresiones políticas, y con una determinada correlación de fuerzas entre ellas. ++ Se hace difícil describir mejor de lo que lo hace el propio Fontana, en su libro Por el bien del imperio. Una historia del mundo desde 1945, cómo se fue forjando ese momento histórico y cómo se han desarrollado los hechos hasta el momento en que no encontramos. Sin embargo, sí podemos afirmar que ese pacto ha sido dinamitado. No es que no hubiera recibido duros embates, por supuesto. Los ha venido soportando durante más de 35 años de rebelión de las élites. Ahora, bajo el mantra de la austeridad, lo que quedaba de él ha sido hecho añicos. 

Esta ruptura supone una amenaza para la democracia, si entendemos este término como necesitado de un contenido sustantivo para ser reconocible, y no nos conformamos tan sólo con un revestimiento formal que le dé apariencia de democracia. Mediante la susodicha ruptura, se está convirtiendo a nuestras imperfectas democracias en auténticas democracias fallidas, meras carcasas que a duras penas ocultan las verdaderas relaciones de poder, y que están condenadas a vivir una crisis institucional permanente, siendo que los gobiernos se suceden, batiendo cada uno el récord del anterior –para su propio asombro– en lo que a dilapidar su credibilidad se refiere. La cuestión es que esta erosión permanente de las instituciones de nuestras democracias puede terminar derivando en una auténtica crisis de legitimidad, ya que toda la arquitectura de las mismas se basa en un consenso tan básico y precario como que sean consideradas por una inmensa mayoría de quienes las legitiman como auténticamente representativas. 

Como se decía en el manifiesto estudiantil de Port Huron, “cada generación hereda del pasado una serie de problemas –personales y sociales– y un conjunto dominante de ideas y perspectivas desde las cuales los problemas son interpretados y, con suerte, solucionados“. Sin embargo, a menudo es necesario zafarse hasta donde es posible de tal herencia. Especialmente cuando la velocidad del devenir es la propia de un momento de crisis estructural, como éste del que somos contemporáneos. Por ello resulta urgente que la izquierda tome conciencia, dejando atrás toda ensoñación, de que ese pacto de 1945 no se puede recomponer. 

Ni están dadas las circunstancias históricas en que sea posible, ni la correlación de fuerzas obliga a las élites a pactar nada, ni tampoco existen ya como tales los actores que lo posibilitaron. 

Si en momentos como el actual cupiera el animus iocandi, se podría decir que el golpe definitivo asestado a tal consenso solventa de un plumazo uno de los más viejos debates en el seno de la izquierda: el que ha confrontado siempre a los partidarios de la reforma gradual con los partidarios de la ruptura, puesto que los adversarios tanto de unos como de otros han optado ya por lo segundo. 

Lo que ocurre es que no es una broma. La ruptura está ahí, basta con dejar de mirar el árbol y ver el bosque. Se está forjando para el futuro un modelo de sociedad al que no puedo calificar como nuevo, puesto que lo que se adivina de él permite sólo tildarlo como neodecimonónico.

Si, como bien parece, lo que pretenden las élites es transformar nuestras sociedades en poco menos que el capitalismo del Manchester del siglo XIX, pero con internet, hay que decidir ya si estamos dispuestos, o no, a transigir. 

Cada día son más las personas que se oponen a transitar hacia la catástrofe social que este no-futuro nos depararía, pero aún no se ha dado con la forma de articular la contestación en una fuerza capaz de desplegar un programa político de cambio, en buena medida porque nos lastra el creer que aún debemos tratar de recomponer un equilibrio que a todas luces no volverá a producirse. 

Para evitar el retroceso democrático, no nos podemos limitar a defender los jirones de un pacto pasado, aunque hacerlo sea la mínima resistencia que hay que ofrecer y de ello depende también mucho. Debemos avanzar. Ya que se ha producido la ruptura, hagamos que se trate de una ruptura democrática, y desarrollemos la lógica democrática hasta sus últimas consecuencias en el orden político, desde luego, pero también en el orden económico y social. Lo que quiere decir, en una formulación que en aras de la síntesis debe ser forzosamente simplificada, que para la izquierda una democracia con sentido es sólo aquélla que no se limita a reconocer iguales, sino que los crea.

Reorganicémonos pues, y cuestionémoslo todo de raíz. Perdamos el miedo. Esto será lo que agitará los sueños de quienes hoy duermen tranquilos. 
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Ferran Pedret i Santos es el Secretario de Movimientos Sociales del PSC  

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EMBUSTEROS AL PARO