APUNTES PARA LA NUEVA REVOLUCION SOCIAL
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RAJOY: EL GOBIERNO DEL DESGOBIERNO
Al circo de Mariano Rajoy el simplius-simplius le están creciendo hasta los enanos, y eso no significa más que la simple ruina de Mariano Rajoy el simplius-simplius y de su circo, claro está.
Tras diecinueve días de marcha desde casi los cuatro puntos cardinales de España (Asturias; Castilla-León; Aragón; Castilla-La Mancha y Andalucía) los mineros se han plantado ante el ministerio de Industria en Madrid, después de más de un mes de huelga con graves disturbios sociales en algunos puntos, para exigirle al gobierno que paralice el recorte de las ayudas al sector minero (200 millones de euros) en el presente año de 2012, porque el cese de las ayudas a la minería estaba acordado que sería en el 2018. Es decir, que los mineros no están demandando ninguna reivindicación nueva para sacar los pies del tiesto, sino algo tan elemental como el cumplimiento por parte del gobierno de lo que ya estaba pactado.
Las muestras de apoyo y solidaridad recibidas por los mineros a su llegada a Madrid de parte de algunos miles de madrileños, constituye sin duda un elemento cargado sobre todo de emotividad, que aun considerándolo positivo, no deber servir, sin embargo, para darnos por satisfechos.
Apoyar moral y anímicamente a los mineros en sus demandas es algo que indiscutiblemente hemos de hacer, por ahí hemos de empezar. Pero el problema a resolver no es el del apoyo moral a los mineros como un acto desinteresado, altruista o piadoso. El problema a resolver es que quienes a los mineros les empeoran las condiciones de vida negándoles el trabajo, que es la consecuencia inmediata del recorte de las ayudas a la minería, el gobierno de Mariano Rajoy, actuando en nombre y representación de las grandes corporaciones empresariales y de la banca, son los mismos que empeoran las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la sociedad, esto, de la mayoría de todos nosotros.
Los mineros no son solamente, pues, unos trabajadores, que por la valentía y resolución con la que han decidido defender sus derechos, se hacen acreedores de nuestra admiración, sino que además son ellos nosotros mismos, cualquier trabajador de cualquier sector económico es un “minero,” porque lo que de malo les pase a los mineros mas tarde o más temprano es lo que nos terminará pasando a nosotros.
No fue cosa de azar el que el anterior gobierno, el de Zapatero, rebajara el cinco por ciento del salario a los funcionarios y trabajadores públicos, muchos de los cuales a duras penas sobrepasaban los mil euros al mes y ni siquiera tenían ni tienen el contrato de trabajo de por vida (había y hay miles de contratos eventuales). Se eligieron a los funcionarios como chivos expiatorios por la falsa creencia arraigada en la sociedad de que los funcionarios no trabajan, tienen contrato fijo y, además, ganan mucho, motivo por el cual, sabía muy bien Zapatero y todo sus equipo asesor de que rebajar el salario a los funcionarios un cinco por ciento no sería motivo de levantamiento de ninguna revuelta social en su favor, sino todo lo contrario, que resultaría muy bien vista por una gran parte de la sociedad el que por fin se hiciera “justicia” con la cuadrilla de “vagos” que sin trabajar ganaban mucho y encima con contrato laboral de por vida.
El gobierno de Zapatero llevó a cabo la rebaja del salario de los funcionarios en nombre de mil y una cosas (menos la que no dijo, que es la misma que hoy silencia Rajoy, que era la realidad y la que motivó aquella rebajo del cinco por ciento), pero sin embargo, el dinero que les empezó a quitar a los funcionarios y trabajadores del Estado, no surtió ningún efecto positivo ni para crear empleo, ni para salir de la crisis, ni para que las pensiones más bajas subieran, ni para que los parados cobraran más o pudieran percibir el dinero que recibían durante más tiempo ni para que la pequeña y mediana empresa obtuviera más créditos que estaba y está necesitando.
El cinco por ciento que el gobierno de Zapatero le quitó del sueldo a los funcionarios, empleados y trabajadores del Estado estuvo destinado a la cosa que ni dijo él ni está diciendo Mariano Rajoy ahora: a la contribución de la tasa de beneficios que tenían las grandes corporaciones empresariales y la gran banca (mercados financieros) previstos realizar, y que al no haberlos podido realizar a través del proceso productivo directo por haber entrado en crisis el sistema (crisis que han creado ellos mismos) necesitan extraerlo mediante la apropiación directa de los sueldos de los trabajadores a través de las “reformas” (que en realidad son contra reformas) a las que aludía Zapatero y hoy alude Mariano Rajoy, con el añadido de este último, ya sin ningún rubor ni consideración alguna hacía los ciudadanos que le han elegido presidente y hacía los que no le han elegido, pero que vive de todos ellos y tiene asegurado el porvenir material de él y de los suyos también por parte de todos ellos, de que efectivamente está haciendo como presidente de gobierno, todo lo contrario de lo que prometió en la campaña electoral (afirmación que ha hecho solemnemente en la tribuna de oradores del Congreso de los diputados, o sea, que no ha sido producto de un calentón) no por gusto propio, ha dicho también, sino por las circunstancias que a eso le obligan. Es decir, que Mariano Rajoy se debe y está obligado por las circunstancias, no a los que le han elegidos con sus votos y a quienes sin haberlo elegido forman igual parte de España que los primeros.
Las “circunstancias” que le obligan a hacer a Mariano Rajoy lo que no querría hacer, son presentadas como un ente abstracto, al que siendo del más allá o del más acá, puesto que no se especifican los misteriosos elementos de que están compuestas, han der ser obedecidas de forma inapelable a fin de satisfacer sus deseos para evitar la hecatombe total, dejando a un lado a lo concreto que es de carne y hueso que son las personas a las que se les pueden empeorar indefinidamente sus condiciones de vida, porque así lo desean las “circunstancias.”
La indiferencia social con que fue aceptado el recorte del cinco por cien a los funcionarios y empleados públicos (por no caer en la cuenta los demás trabajadores por cuenta ajena que los funcionarios, por muchos casos sangrantes que pueda haber de enchufito-enchufón, de malos trabajadores, que los hay, de gente que abandona su puesto de trabajo, que los hay, de gente que el cafecito de la mañana le dura tres o cuatro horas, que los hay, etc., pero que como casos particulares necesitan de soluciones particulares y no la descalificación general, son asalariados y dependen para vivir de una salario) que llevó a cabo el gobierno de Zapatero, lejos de solucionar nada, no ha hecho más que poner alas al incremento de nuevos recortes por parte del gobierno de Mariano Rajoy a los mismos funcionarios y empleados públicos con la propuesta de quitarles la paga de Navidad en Diciembre próximo, pero también la reducción al cincuenta por cien de lo cotizado para el cálculo de la percepción por desempleo al parado, pero también con la criminal propuesta de reducir en un quince por ciento la paga de quienes trabajan atendiendo a personas inválidas.
Un minero, con los matices correspondientes es un asalariado, como cualquier funcionario, con los matices correspondientes; como un peón de albañil, con los matices correspondientes, como un profesor, con los matices correspondientes, como un jubilado, con los matices correspondientes… Lo común a todos ellos es que viven de su trabajo (el jubilado también, de su trabajo pasado), que son asalariados y, quien atente contra un asalariado atenta contra todos los asalariados, que precisamente son los agentes de producción de cuanta riqueza existe, pero que no disfrutan de ella.
Esto es lo que hace el gobierno de Mariano Rajoy, al igual que los demás gobiernos habidos: atentar contra los derechos de los asalariados, de los trabajadores, y de muchos y pequeños y medianos empresarios, y por ello, al minero que ha llegado hasta Madrid con su protesta no es un ser legendario al que hay que admirar y aplaudir (que también), sino uno más, una parte de la sociedad, precisamente la mayoritaria, al que hay que defender, porque con ello nos estamos defendiendo todos los demás. Y de esto es de lo que hay que tomar conciencia, es decir, conocimiento profundo, que eso es la conciencia.
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