“Históricamente,
la democracia no existe como cosa en sí misma, como abstracción formal. Al
contrario, la democracia es un movimiento político concreto, impulsado por
fuerzas sociales y clases que luchan por objetivos particulares”. Arthur
Rosenberg
La Unión Europea de Giorgia Meloni
Manolo
Monereo
El Viejo Topo
15 octubre, 2022
Durante meses
ha habido una alarma general: el fascismo está a las puertas de Italia. Decenas
de artículos, tertulianos de diverso signo defendiendo las esencias de una
democracia liberal, de nuevo, en peligro. Ha habido propuestas y
contrapropuestas, se fabularon cordones sanitarios y algunos llegaron a
defender vías de desconexión de Italia de la UE. Como era de prever, las
derechas unificadas –una variante de lo que Luciano Canfora llama el partido
único internamente articulado– ganaron las elecciones, derrotando a un Partido
Democrático que, no sé por qué razón, le llaman socialdemócrata, y haciendo
emerger al hasta ahora hundido movimiento 5 Estrellas como la tercera fuerza
política del país.
Han pasado
pocos días y la calma ha llegado. La Meloni ya no es tan fascista o, al menos,
está controlada. Rápidamente contactó con el todopoderoso Draghi e hizo llegar
a la Comisión y al Presidente Mattarella su acuerdo con lo realmente
importante; es decir, alineamiento sin fisuras con la política exterior de EEUU,
apoyo nítido a la OTAN, compromiso con Ucrania y, fundamental, aceptación de la
política económica de la UE. Queda la formación del gobierno, el reparto de las
carteras y el papel que va a cumplir Berlusconi en esta compleja historia.
Italia, es bueno recordarlo, vive una permanente y difusa movilización social
que se ha traducido electoralmente en favor de Giuseppe Conte y su refundado
movimiento de 5 Estrellas. El antiguo jefe de gobierno ha defendido
contracorriente la paz, propuestas sociales avanzadas y la centralidad del
trabajo. Lo ha hecho moderadamente, captado el voto útil de la izquierda social
y asumiendo el papel de verdadera oposición a las derechas unificadas. Ahora se
habla de organizar una gran marcha en favor de la paz, elevar la movilización
ciudadana y prepararse para un duro periodo de conflicto político.
Mi hipótesis es
que el tipo de construcción europea elegida, las transformaciones que la guerra
está produciendo en todos y cada uno de los países de la UE, el predominio
político de la OTAN convertirá lo que hoy es una excepción, en regla. Dicho de
otro modo, las extremas derechas en alianza con las derechas tradicionales se
están convirtiendo en los beneficiarios, en los actores relevantes de lo que
podríamos llamar la etapa de la post Unión Europea; es decir, de una Europa que
gira su centro de gravedad hacia el Este, más autoritaria y neoliberal,
norteamericanizada, que se convierte de facto en frontera de un protectorado
político-militar en guerra permanente con Rusia.
¿Cuáles son estos
cambios? Señalo solo algunos:
a) Alineamiento
férreo de la UE con la política exterior de EEUU. Es mucho más que la
guerra contra Rusia. Las instituciones europeas apuestan claramente por el
orden imperial norteamericano frente -y contra- el mundo multipolar que emerge
aceleradamente con todo su peso demográfico, económico, político-militar y
cultural. El objetivo es China, su contención, cerco y acoso con la finalidad,
explicitada decenas de veces, de bloquear y neutralizar su progresiva
conversión en una gran potencia capaz de disputarle la hegemonía al bloque
anglosajón dominante.
b) la
conversión de la OTAN en un supra poder europeo. Se reconozca o no, la UE
vive une Estado de Excepción: se imponen los poderes de hecho y se suprime la
legalidad jurídico- institucional. Las decisiones políticas en todos los
asuntos trascendentales las toma la OTAN;
es decir, EEUU.
Las sanciones, su concreción y desarrollo; las políticas de defensa y de
seguridad en su sentido más amplio y estratégico; las medidas financieras y
comerciales, la planificación tecnológica y, sobre todo, el cambio de matriz
energética, las decide la Alianza Atlántica y las implementa la Comisión
Europea.
c) el
dominio económico y el control político de los EEUU sobre la Unión Europea se
hace determinante. En estos días se habla mucho de que la UE está
rompiendo con la dependencia energética de Rusia. Lo que no se dice es que esto
lleva aparejado una mayor dependencia de los EEUU, no solo energética sino
comercial, tecnológica y financiera. Es más, se puede estar iniciando un
proceso de desindustrialización del conjunto de la Unión y, específicamente, de
su núcleo central dirigido por Alemania. La administración Biden exige hoy un
“coste de protección”, unas políticas de vasallaje y de sumisión que fuerzan a
la Unión -y sobre todo Alemania- a subordinarse a los intereses económicos,
tecnológicos y comerciales de una potencia en declive que necesita
desesperadamente fortalecerse.
d) El
eje franco alemán ya no domina Europa. Diversos autores lo han señalado con
claridad, la guerra en Ucrania es, en muchos sentidos, una guerra contra
Alemania, contra su hegemonía en la UE, contra su papel internacional y sus
relaciones con Rusia y, sobre todo, con China. Rápidamente el centro de
gravedad está pasando hacia el Este y se habla de un nuevo eje compuesto por
Francia, Alemania y Polonia. Como suele ocurrir, las crisis revelan la realidad
de las cosas: Europa es un protectorado político militar de EEUU y Alemania no
es un Estado soberano. Solo esto explica por qué las clases dirigentes de ese
país están aceptando un conjunto de políticas que la arruinan económicamente,
que la desindustrializan y que la obligan a un cambio sustancial de su modelo
productivo.
El sabotaje del
Nord Stream 2 tiene voluntad de permanencia: desconectar definitivamente
Alemania de Rusia; hacer irreversible la dependencia de la UE de EEUU. Que
Polonia reclame ahora nuevas reparaciones económicas derivadas de la II Guerra
Mundial pone de manifiesto quien está ganando en esta guerra y cómo los viejos
problemas geopolíticos renacen una y otra vez. Aquí sí se puede hablar de la
venganza de la geografía.
Se podría
continuar. ¿Qué consecuencias tiene todo esto en el funcionamiento de las
instituciones europeas y en las débiles y recortadas democracias que la
componen? Aquí tiro del hilo que Juan Torres ha ido desliando en varios
artículos. Se viene argumentando que la integración europea es un proceso de
cesión progresiva de soberanía cuyo final sería la constitución de los Estados
Unidos de Europa. Es lo que podríamos llamar el imaginario federalista cuya
función no es otra que legitimar el tipo de poder esencialmente no democrático
que es hoy la UE. Lo que se busca (esto lo teorizó hace muchos años Hayek) es
limitar, recortar la soberanía popular de todos y cada uno de los Estados en
todo lo referente a la política económica, constitucionalizando un conjunto de
reglas que impone el modelo neoliberal y que fortalecen el poder de las grandes
corporaciones financieras-empresariales. Los Estados nacionales siguen
existiendo, pero sin soberanía económica. No caben más políticas que las que
decide la UE y las que permite el Banco Central Europeo.
Las poblaciones
van asumiendo que gobierne quien gobierne se acaban haciendo las mismas o
parecidas políticas. El poder de las democracias para cambiar la realidad
económico-social, para mejorar las condiciones de vida de las clases
trabajadoras y asalariadas es cada vez menor; sometidos a un doble poder
despótico, a saber: el de las instituciones de control y vigilancia de la Unión
Europea y a eso que se ha dado en llamar los “los mercados”, es decir, el poder
organizado de una plutocracia que domina la vida económica y que logra imponer
siempre sus intereses frente a unas poblaciones cada vez más indefensas y
confundidas.
Habría que
decirlo con verdad: estas democracias no son democracias verdaderas, ya no se
corresponden con unos textos constitucionales que tenían pretensión de
normatividad, primacía y hoja de ruta para una ordenada y pacífica democratización
de la sociedad y de las instituciones. El Estado Social, la Constitución del
trabajo, los poderes de las clases asalariadas han sido desmontados paso a
paso, sistemáticamente, por la acción concertada de una Comisión Europea
todopoderosa y un Tribunal de Justicia Europeo especializado en la dura tarea
de desmantelar los Estados nacionales y promover una integración europea a la
medida de las grandes empresas financieras e industriales.
“Cuanto
capitalismo puede soportar la sociedad” es el título de un conocido libro de
Colin Crouch que deja claro cuál es nuestro problema: la contradicción cada vez
más aguda entre la lógica de un capitalismo depredador y el funcionamiento de
una democracia constitucional comprometida con las clases trabajadoras, con la
ciudadanía. El Estado Social asumía la contradicción y la hacía productiva: el
principio democrático debía organizar nuestra sociedad creando las condiciones
materiales para que la libertad y la igualdad fuesen reales y efectivas. La
soberanía popular no era un añadido formal o un requisito simbólico sino un
programa para domar a los “poderes salvajes” del capitalismo y garantizar la
justicia social.
Hay algo
paradójico en la defensa de la democracia liberal entendida como la única y
verdadera democracia. ¿Acaso nuestras democracias realmente existentes no
nacieron como alternativa histórica a unas democracias liberales socialmente
injustas y políticamente controladas por los grandes poderes económico? ¿El
fascismo no tuvo su origen en la crisis de esas democracias liberales y en su
incapacidad para reconocer el conflicto social y la autonomía de las clases
trabajadoras? Nuestras democracias sociales eran algo más que liberales, eran
su alternativa. Reconocernos como democracias solo liberales significa aceptar
la derrota, colaborar con la involución cultural y política de unas sociedades
cada vez más desiguales, sin futuro y sin esperanzas.
Georgia Meloni
no creo que sea fascista en sentido estricto; esto no la hace mejor. Es
liberal-conservadora, nacional-católica, soberanista sin soberanía popular,
alineada con la OTAN y partidaria, como Úrsula von der Leyen y José Borrell,
del mundo unipolar organizado y dirigido por los EEUU; es, sobre todo, aliada
estratégica de la gran industria italiana, de los poderes económicos fuertes y
de las grandes oligarquías locales. La Europa que viene se parece mucho a ella.
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