Ucrania, el
punto de no retorno
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01-02-2014
Una vez, ya
hace tiempo, trabajando con turistas, teníamos que organizar un vuelo a una
isla en el Pacífico. Los pilotos explicaron que para obtener permiso para el
despegue, primero hay que tener la confirmación del aterrizaje exitoso del
avión que salió antes, ya que en caso de cualquier accidente en la pista, un segundo avión
rumbo a la isla simplemente no tendrá donde aterrizar, ya que pasando el punto
de no retorno, por la distancia y reserva de combustible, este avión no tendría
opciones. Me acuerdo que me impresionó este concepto del punto de no retorno,
que escuché por primera vez. También me pregunté si es aplicable este término
para la historia de las sociedades. Después de los últimos acontecimientos en
mi país, Ucrania, me acordé de es o y me hice la misma pregunta.
Después del
trágico y fulminante derrumbe de la Unión Soviética, Ucrania, su segunda
república después de Rusia, por nivel de desarrollo y número de población, entró en el
turbulento periodo de su historia independiente. A pesar de un sin número de problemas
económicos y políticos, a diferencia de sus vecinos, Ucrania se mantuvo este
cuarto de siglo con una envidiable paz social y mis compatriotas me repitieron
varias veces ese narcisista y seductor mito de “lo pacífico” del “carácter
nacional” de los pueblos de Ucrania, tan diferente de los otros, donde
están desde los bosnios hasta los chechenos, capaces de tanta barbarie.
A partir de
mediados de enero del presente año, nadie más creerá en este cuento. Se derramó
sangre. Desde la liberación de Kiev de la ocupación nazi en 1944 la capital
ucraniana no vio este tipo de escenas. Los principales medios del mundo mostraron Kiev en llamas, miles de
manifestantes, policías, armas, banderas y otros elementos noticiosos, como
siempre casi sin contexto, adormeciendo al espectador con su eterno cuento de
la lucha del bien contra el mal y de la democracia contra el totalitarismo.
Sin duda
estamos frente a un fenómeno que todavía no logramos entender por
completo.
En el
territorio de Ucrania hoy se enfrentan dos grandes depredadores: el capital
occidental y el
capital ruso, donde los oligarcas ucranianos como chacales siempre estarán
detrás y siempre apostarán por el más fuerte.
En el futuro
seguramente se escribirán varios libros sobre el trabajo de los
servicios secretos extranjeros
en Ucrania de principios del siglo XXI. De esos temas ya hablan y hablarán
mucho, cambiando el énfasis según la óptica ideológica. Tocaremos otro tema,
por ahora menos mediático: las verdaderas y más profundas causas del descontento
popular en Ucrania. Algo sucedió en este país, todavía ayer tan pacifico y
tolerante, que ahora en su desesperación busca un cambio urgente, sin elegir
los medios ni las fuerzas que hoy prometen asegurarlo.
Las
protestas, cada vez más violentas, contra un gobierno de derecha, cada vez más
violento, son encabezadas por grupos de ultraderecha también cada vez más
violentos. Lamentablemente esta ultraderecha ahora tiene cada vez más
aceptación social. Esto pasa porque la ultraderecha actúa contra un gobierno
corrupto que prácticamente perdió su legitimidad frente a la mayoría de los
ucranianos, mientras otra derecha, ya la tercera de las derechas, la de oposición
democrática, la de los cuentos europeos y llantos por Yulia Timoshenko
(temas y nombres hoy día ya olvidados), no tuvo valor ni capacidad para
encabezar las protestas populares. Así que mejorando los cálculos anteriores
esta guerra interna ucraniana ya no es entre dos sino entre tres de las
derechas.
Uno de los
periodistas ucranianos comparó el rol de la ultraderecha nacionalista ucraniana
en la actual lucha contra el gobierno con el rol de los integristas musulmanes
en la “Primavera Árabe”. Tomando en cuenta la enorme diferencia cultural e
histórica entre estos dos casos, igual me parece una comparación interesante y
como fenómeno digna de un estudio más profundo.
Criticando o
defendiendo al partido fascista ucraniano “Svoboda”, los medios normalmente
ignoran el hecho que hace unos 4 años, este partido era un grupito de fanáticos
y tuvo un apoyo electoral del 0,12%. Al ganar la elección presidencial, el
actual mandatario del país Víctor Yanukovich, pensando en su futura reelección
optó por dar luz verde a Svoboda y a su propaganda, porque según su cálculo, el
podía ser reelecto sólo si su futuro rival fuese un siniestro candidato
fascista. En las elecciones parlamentarias del 2012 “Svoboda” logró un 10,44%
de los votos y hasta ahora duplicó o triplicó el número de sus partidarios. El
nivel de aprobación del presidente Yanukovich está cerca de un 12 ,6%. Si los
comicios fueran hoy, con toda seguridad Víctor Yanukovich perdería frente a un
candidato nazi. Entre otras cosas, lo anterior es una prueba más de la
destrucción de la memoria histórica del pueblo ucraniano. Recordemos que en la
Segunda Guerra Mundial, que para nuestro pueblo fue La Gran Guerra Patria,
murió uno de cada seis habitantes ucranianos. Mis felicitaciones a los nuevos
medios de comunicación: libres, entretenidos, democráticos y anticomunistas.
Las típicas
frases que suenan en las calles de Kiev: “No son fascistas, son nacionalistas
no más”. Otros reflexionan: “Mejor los fascistas que los bandidos”. Una de las
características de esta extraña postmodernidad neoliberal es el rápido
retroceso mental donde confundimos la patria con las banderitas.
Para
imaginar el fondo social del drama ucraniano, tomemos en cuenta que los precios
al consumidor en el país son similares a los de Europa Central y la jubilación
mínima es de USD 100 al mes y la media es de unos USD 170 al mes, las que se
pagan a veces con mucho retraso. Las jubilaciones que se pagan sin retrasos son
las de los ex diputados. Respecto a ellos, las jubilaciones pueden llegar hasta
los USD 15 294 mensual. La familia del presidente Yanukovich, como antes la de
Somoza en Nicaragua, controla gran parte de la economía del país y su hijo
Aleksandr es la quinta persona más rica de Ucrania, quien empezó sus negocios
hace unos años arrendando al gobierno los helicópteros recién privatizados.
En Ucrania
se habla bastante de su actual presidente, que cuando era joven fue un
asaltante y estuvo preso por robos con violencia. En realidad el joven Víctor
Yanukovich, quien fue criado por su abuela, vivía en los suburbios de un
pueblito minero, a la edad de 17 años fue condenado a 1,5 años de cárcel por
integrar una pandilla que robaba los gorros de piel a los transeúntes. Pero en
comparación con las fábricas, tierras, palacios y millonarias sumas de dinero
del estado robados por tantos políticos ucranianos, los tiernos recuerdos de la
adolescencia de su presidente son un chiste que no merece la atención, aunque
los medios afirmen lo contrario.
Respecto al
extraño “sueño europeo” de los ucranianos. Hace medio año estuve en Ucrania
Occidental, la cuna del actual nacionalismo. Visité pueblos fantasmas, todos
sus habitantes se fueron a trabajar a Europa Occidental o a Rusia. Obreros,
choferes, pilotos, empleadas domesticas y prostitutas ucranianas siguen
invadiendo mercados de empleos formales e informales de Europa y el mundo.
Mientas muchos latinos empiezan a regresar desde Europa en crisis a sus países
de origen, los ucranianos siguen saliendo. En comparación con las realidades de
Ucrania, Europa incluso en crisis para ellos sigue siendo casi un paraíso. No
hay comparación, dicen. Una mujer en un pueblito cerca de Lvov, que tiene a sus
cuatro hijos y dos nietos entre Polonia e Italia, me explicaba: si pudiéramos
ganar aquí trabajando en lo que sea por lo menos unos USD 150 al mes, nadie se
iría de Ucrania. Para salir del país hacia el Oeste, los ucranianos necesitan
visas. Las visas al paraíso europeo no se las entregan a todos. Esta es la
razón del misterioso deseo de ser miembros de la UE para muchos ucranianos.
¿Qué pasa
con la izquierda ucraniana? Casi nada, porque casi no existe. El Partido
Comunista de Ucrania, que hasta la semana pasada fue aliado del gobierno
derechista de Yanukovich, ahora siguiendo su instinto oportunista “se indignó
con la represión” y “rompió con el régimen”. A veces pienso que la última
izquierda verdadera del país fue aniquilada en los campos de concentración de
Stalin. Los pequeños grupitos de izquierda ucraniana, más individuos que
organizaciones, están totalmente sobrepasados por la magnitud de los actuales
acontecimientos. Frente a estos hechos están divididos, unos optan por “estar
con el pueblo” y “primero acabar con el régimen y luego ver qué se puede
hacer”, otros dicen que “esta guerra no es nuestra” y que la derrota del actual
gobierno conducirá al país a una dictadura mucho peor. Ambas posturas son
honestas y reconozco sentirme esquizofrénicamente dividido, dando la razón a
las dos y observando cómodamente desde lejos.
A la
microscópica izquierda ucraniana que critica al pueblo por seguir a las
derechas quiero recomendar que relea este poema llamado “Solución” de un gran
alemán y gran comunista Bertolt Brecht: “ Después del levantamiento del 17
de junio el Secretario de la Unión de Escritores distribuyó panfletos en la
StalinAlle declarando que el pueblo había roto la confianza del gobierno y sólo
la podría recuperar redoblando esfuerzos. ¿No sería más fácil para el gobierno
en este caso disolver el pueblo y elegir otro?”
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