lunes, 18 de noviembre de 2024
Más allá de la batalla cultural rusofóbica: un ‘neomacartismo’ en España pone barreras al arte
Más allá de la batalla cultural rusofóbica: un ‘neomacartismo’ en España
pone barreras al arte
DIARIO OCTUBRE / noviembre 17, 2024
Objeto parcial de las sanciones de la UE, las relaciones culturales con Rusia acusan un deterioro extra producto del señalamiento de muchas expresiones artísticas. En España hay representaciones de ballet y teatro que deben camuflar su origen y autoría rusa. Y se señala a artistas que actúan o trabajan en Rusia, como Rafaela Carrasco y Nacho Duato.
© Foto : Beatrix Mexi Molnar
Yarisley Urrutia (Sputnik).— Entendida también como el último puente entre los Estados, las relaciones culturales siempre fueron un lugar desde donde colaborar a un mejor entendimiento mutuo. La cultura abarca un diapasón, cuyos representantes y usuarios entienden que siempre ayuda a ampliar el conocimiento y superar las discrepancias.
La política de
sanciones de la UE contra Rusia incluye el campo de la ciencia y la cultura en
el ámbito estatal, y solo contempla algunas excepciones en el privado. Se
prohíbe, por citar algunos casos, la participación de equipos deportivos rusos
en competiciones europeas, las exposiciones itinerantes de colecciones de
museos estatales en territorio comunitario o la presentación de películas rusas
a concurso en festivales de cinematografía. Pero es posible, por ejemplo, la
actuación de compañías de danza privadas o de músicos solistas.
En sentido
contrario, de la UE hacia Rusia, nada impide a los artistas españoles acudir al
país euroasiático para actuar o incluso desarrollar su carrera profesional
allí. Es el caso del célebre bailarín y coreógrafo Nacho Duato, que desde hace
años ejerce de director del Teatro Mijáilovski de San Petersburgo. O el de la
reputada bailarina flamenca Rafaela Carrasco, Premio Nacional de Danza 2023,
que se halla en Rusia desde mediados de noviembre para actuar con su compañía
en Moscú y San Petersburgo.
La novedad
radica en que ahora parte de la prensa española les señala. En particular, la
prensa española recrimina que la Compañía Rafaela Carrasco actúe en el Palacio
de Congresos del Kremlin, uno de los principales escenarios de la capital rusa.
Y para ello,
acude a lo que en filosofía de la lógica se denomina «contradicción lógica».
Porque el propio medio recalca que «ninguna sanción» impide a los artistas
españoles actuar en Rusia, pero que «la mayoría», supuestamente, renuncia a
viajar allí por cuestiones de «prestigio» o «solidaridad» con Ucrania.
«Es como decir: ‘Si vas, está bien.
Pero está mal que vayas’. Es una contradicción lógica de inicio, que plantea
que no puede ser que, dándose, se dé a la vez y no», explica a Sputnik Eugenio
C. G., profesor de Filosofía en un instituto de enseñanza secundaria de Madrid,
que advierte en el señalamiento un planteamiento «maniqueo y simplista».
La Compañía
Rafaela Carrasco presenta en Rusia su espectáculo Nocturna, arquitectura del
insomnio, una propuesta de «exploración dancística, musical y poética en torno
a los grandes motivos y contradicciones que genera la noche vista desde la
lucidez y la alucinación de quien vela, de quien vive el insomnio», según reza
en su material publicitario. Contactada por Sputnik, Rafaela Carrasco declinó
amablemente hacer comentarios sobre la situación creada.
Camuflando el
origen
En lo que
respecta a las manifestaciones culturales rusas en España, la presión es
manifiesta. Lo admite José Luis Checa, director artístico del teatro-estudio
Balagán. En conversación con Sputnik, Checa lamenta que se estén creando
«barreras en el arte en forma de un nuevo macartismo».
«Como creador, me solidarizo con
Rafaela Carrasco. No le pueden afear que actúe en el Palacio del Kremlin, uno
de los templos del ballet», declara. «Pero creo que va a regresar más fuerte,
igual que su colectivo. Van a estar en contacto con un público y una gente que
ama y conoce el arte. Los artistas están por encima de los conflictos».
«Hay que mandar
todo nuestro apoyo a las compañías españolas que puedan estar en Rusia. Porque
están dando un paso artístico adelante y posicionando un arte que no tiene
fronteras», explica Checa a tiempo de añadir que «la devoción, el profundo
conocimiento y el gran respeto» del público ruso por el ballet y el arte en
general, será, al mismo tiempo, la mayor exigencia y el mejor recibimiento que
se dispensará a Carrasco en Rusia.
Devoto de la
obra de Antón Chéjov y organizador de certámenes de obras teatrales rusas, Checa
también experimenta problemas en su labor. «He tenido que cambiar el nombre de
Semana del Teatro Ruso en Madrid por el de Festival Stanislavski, espero que no
me lo retiren», afirma al respecto de una de sus iniciativas, «una plataforma
de encuentro de toda la cultura eslava».
Por macartismo
se entiende la actividad desarrollada entre 1950 y 1956 por el Comité de
Actividades Antiamericanas en EEUU. Dirigido por el senador Joseph McCarthy,
desató la confección de listas negras y el señalamiento de escritores, actores
e intelectuales, son acusaciones infundadas de traición y de simpatizar con la
ideología comunista. Víctimas de delación y procesos irregulares, Julius y
Ethel Rosenberg fueron ejecutados. Otros muchos acabaron en prisión, despedidos
de sus trabajos o en el exilio, como Charles Chaplin, Dalton Trumbo, Edward
Dmytryk o Bertolt Brecht.
La censura de
la toponimia también alcanza al ballet clásico. La productora teatral Tatiana
Solovieva, responsable de traer de gira a España desde hace más de 30 años a
los mejores ballets rusos, a figuras históricas de la talla de Maya Plisétskaya
o Gediminas Tarandá, y también de llevar a Rusia artistas como Paco de Lucía,
confirma los cambios en la denominación de los ballets en aras de no arruinar
su contratación.
«Ahora actuamos con nombres
discretos. Todas las compañías que vienen, cambian el nombre de ‘ruso’ por
‘internacional’, ‘clásico’ o lo que sea. Pero ninguno pone en su cartel ballet
ruso», explica Solovieva a Sputnik, que precisa que las compañías estatales
rusas ya no actúan en Occidente.
Sirva a modo de ejemplo el Ballet Clásico Internacional. «Antes se llamaba Ballet de San Petersburgo de Andréi Batálov», apunta Solovieva. Al tratarse de compañías privadas, cada una se registra con el nombre que le parece bien. «Esta misma compañía se llama también European Classical Ballet. Y en Australia y Nueva Zelanda actúan bajo el nombre de Royal Czech Ballet».
En este clima
de cancelación, que no se replicó en Rusia, desde 2022 se anularon muchos de
los espectáculos promovidos por Solovieva a lo largo de toda la geografía
española. También se cortaron las charlas de divulgación científica de los
cosmonautas rusos.
«Antes, a través de la agencia
Roscomos, venían cosmonautas en abril, de manera desinteresada. Venían con sus
trajes y daban charlas en el planetario de Madrid. Se prohibió con un veto
desde el Ayuntamiento», recuerda Checa. «No actuamos en Madrid desde 2022 y eso
que desde 2005 hacíamos todas las temporadas de verano», añade Solovieva.
Además, se dan
situaciones kafkianas en las que compañías occidentales interpretan sin
problemas a los clásicos rusos e incluso el Ballet de Kiev hace giras con obras
de clásicos rusos, aun cuando en Ucrania «está prohibido» hacerlo.
«Hace poco, el
Ballet de San Francisco interpretó El lago de los cisnes en el Teatro Real de
Madrid», recuerda Solovieva. «Incluso los críticos se permiten escribir cosas
como que ‘el público llena el teatro porque necesita el ballet clásico’. Pero
ese ballet clásico del que hablan es el ballet ruso, no se atreven a decir la
palabra ‘ruso’. Porque los ballets con música de Chaikovski y Prokófiev son
ballets rusos», sostiene.
La rusofobia
como consigna
El señalamiento
de representantes de la cultura y la generación de una atmósfera de caza de
brujas revela otra contradicción bañada de «indignidad». Así lo cree el
politólogo y autor Pedro Costa Morata, que subraya que España no está en guerra
con Rusia y que «no hay ruptura de relaciones diplomáticas».
A su juicio,
tales señalamientos son consecuencia de una posición atlantista que ampara la
rusofobia. «Y aquí la palabra macartismo vuelve a ser muy adecuada; es un
proceso inquisitorial, siempre fraudulento, que no atiende a méritos, donde se
opta por un modelo de intelectual o artista y se machaca al otro. Es una
confección de la cultura muy cínica y peligrosa», explica Costa a Sputnik,
haciendo alusión a los modelos editoriales.
Autor del
ensayo ¡Rusia es culpable! Cinismo, histeria y hegemonismo en la rusofobia de
Occidente, Pedro Costa afirma que la batalla cultural a la que atienden los
señalamientos, no se debe exclusivamente a motivaciones políticas. «Es una
batalla que libran asumiendo consignas atlantistas que reciben de la OTAN y
EEUU mediante la rusofobia. Combaten todo lo que suponga suavizar las malas
relaciones con Rusia».
Las
comparaciones son odiosas y nadie jamás planteó en España crítica alguna porque
sus artistas cosecharan éxitos en EEUU o el Reino Unido mientras estos países
bombardeaban e invadían países de Asia Central y Oriente Próximo. No hubo
anglofobia.
«La rusofobia es una consigna desde
que la inventaron los británicos durante las guerras napoleónicas y que se fue
alimentando a lo largo del siglo XIX. Es de cuño británico y occidental, y es
la decisión de que Rusia no es europea, sino oriental. Y, en consecuencia,
bárbara», sostiene Costa.
El análisis es
compartido por José Luis Checa, que entiende que «la rusofobia de toda la vida»
hace aparición producto del «nuevo macartismo» y de una estrategia geopolítica
determinada. «¿Por qué en Madrid la Semana del Teatro Ruso, que se ha venido
desarrollando con una gran afluencia de público y abierta a todos los países de
la antigua URSS, ya no se puede hacer?», denuncia.
Tatiana
Solovieva tampoco entiende las críticas a Rafaela Carrasco «por tener éxito en
un país culto como Rusia» y califica de «indignante» que el señalamiento se
produzca desde medios «presuntamente serios». En opinión de José Luis Checa, no
se pueden cortar los canales de enriquecimiento cultural mutuo.
«Cuando en 1982
marché a la URSS a formarme, aquí todavía no había una escuela de arte
dramático como Dios manda, no había salas de teatro, solo un páramo heredado del
régimen franquista dominado por teatros de vodevil. Al volver, enseñé a mis
alumnos toda la riqueza que aprendí», concluye Checa, que teme que el fruto de
su labor o la del legado de Ángel Gutiérrez se pueda perder.
Fuente: noticiaslatam.lat