viernes, 15 de marzo de 2019

CONTRA EL SEÑOR CACA COLO QUE FABRICA ENVASES DE PLÁSTICO; EL SEÑOR MILITAROTE DE BOMBAS POR AQUÍ BOMAS POR ALLÁ Y QUE AHI TE VA ESA BOMBA ATÓMICA Y 6.OOO PRUEBAS MÁS ENTRE LAS SUBTERRÁNEAS, CUTÁNEAS Y CELESTIALES; LA SANTANDERINA, LA DEL BANCO DE SANTANDER, QUE VENGA, QUE TE FINANCIO UN EDIFICIO EN EL DESIERTO PARA EL MOJAMÉ QUE MANDA DE 118 PISOS DE ALTURA, ENCIMA CON EL DINERO DE LOS TRABAJADORES, ETC., Y NO CONTRA EL HOMBRE, ASÍ, EN GENERAL, EN ABSTRACTO, QUE LOS TRABAJADORES NO CONTAMINAMOS CON NUESTROS 18 YATES PARA AMERIZAR Y REVOLCÓN QUE TE CRIÓ CON NUESTRAS PUTAS QUERIDAS, BUENO, O CON ALGUANA QUERIDA CORINA INTIMA, Y QUE NO SE ME DE NINGÚN ELEFANTE POR ALUDIDO

 
Vuelve el 15-M: la indignación climática toma las plazas

La Marea
15.03.

"Nos quedan 11 años para introducir cambios drásticos y sin precedentes en nuestro sistema económico antes de llegar al punto de no retorno. Es una verdadera emergencia".


El 15-M de 2011 la ciudadanía española nos echamos a las plazas para decir alto y claro que la inacción política ante la crisis democrática y económica no nos representaba. No hay duda de que ese estallido marcó un punto de inflexión en la política española de los siguientes años. Ya nada volvió a ser igual: el sistema bipartidista se resquebrajó, nuevas prioridades entraron de lleno en la agenda política y se dio un giro de 180º a las políticas de las principales ciudades del país.

Pero también hay cosas que, desgraciadamente, no han cambiado lo suficiente. Pese a los esfuerzos de las ciudades del cambio, seguimos sin vislumbrar las medidas urgentes y estructurales que requiere esta crisis climática que no ha hecho más que agudizarse. Ya sufrimos esta inacción política en forma de muertes por contaminación, olas de calor, incendios forestales, escasez de recursos hídricos, cosechas arruinadas por temporales y pérdida de oportunidades económicas. Pero estos son solo los primeros síntomas.

¿Os imagináis La Rioja sin viñedos, Andalucía sin olivos o Valencia sin naranjos?¿Es más, concebís que el sureste de España se convierta en un desierto en las próximas décadas? ¿Y sus incalculables consecuencias sobre la economía y las condiciones de vida de las personas? Lamentablemente, esto no es ciencia ficción, es lo que nos espera según los científicos climáticos internacionales si no actuamos ahora. Sus informes y estudios son implacables: nos quedan 11 años para introducir cambios drásticos y sin precedentes en nuestro sistema económico antes de llegar al punto de no retorno. Es una verdadera emergencia.
Hasta ahora, era una costumbre referirse a las “generaciones futuras” como las principales damnificadas por la crisis climática que se avecinaba. Pero mientras los gobiernos miraban para otro lado, el tiempo pasó y ahora esas generaciones futuras ya están aquí. Y en España lo tienen claro: no quieren ser los próximos refugiados climáticos de Europa. Por eso, este viernes 15 de marzo la indignación climática tomará las plazas. La juventud española denuncia que “si el planeta fuera un banco ya lo habrían rescatado” y se suma a la jornada de protesta mundial por el clima. Ya ha convocado movilizaciones en 30 ciudades españolas para decir alto y claro que la inacción política ante la emergencia climática no les representa. Viene dispuesta a cambiar todo el sistema para que no cambie el clima. Es el 15-M Climático.

Una ola verde de alcance mundial

Al igual que el cambio climático, el nuevo 15-M no tiene fronteras. La ola verde de protestas por el clima comenzó a extenderse hace varias semanas por varios países europeos empujada por el liderazgo de Greta Thunberg. Esta joven sueca de 16 años decidió hacer huelga escolar todos los viernes para denunciar la inacción climática frente al parlamento de su país con una idea muy clara: “Si el cambio climático nos deja sin futuro, de nada sirve ir a clase”.Y prendió la mecha. Se le sumaron decenas de personas, luego cientos, luego miles… y el movimiento Fridays for Future se extendió por todo el mundo.

En muchos países ya están consiguiendo darle la vuelta a las prioridades políticas. En Bélgica, por ejemplo, ya han provocado la dimisión de una ministra de Medio Ambiente y que el debate climático eclipse sus viejas disputas nacionalistas o sobre la inmigración. Además, recientemente Greta Thunberg tuvo la oportunidad de hablar en el Comité Económico y Social Europeo y dio un buen rapapolvo a la élite política de la UE. Frente al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, les recordó que van camino de convertirse en los mayores villanos de la Historia y que no van a parar hasta conseguir una acción política a la altura de este gran reto.

Una lucha intrínsecamente feminista

Greta Thunberg es la referente más visible de la ola de movilizaciones de la Juventud por el Clima, pero lo cierto es que las principales referentes del movimiento en toda Europa también son en su mayoría mujeres muy jóvenes, como en España con María Serra y Estrella Claramunt. Es más, en Bélgica la cara más visible del movimiento es Anuna De Wever, de género neutro, junto a Kyra Gantois. Lideran la ola de jóvenes por el clima, sí, pero lo cierto es que son los hombres quienes copan los espacios de decisión de las políticas en la mayoría de países y organizaciones internacionales.

Pero este liderazgo de mujeres jóvenes es tan solo un reflejo de un movimiento que es intrínsecamente feminista. Cuando exigen “justicia climática” son conscientes de que la degradación del clima y el medio ambiente es solo una de las caras del mismo sistema que perpetúa y profundiza las desigualdades sociales y de género. Y esto incluye entender el aspecto diferencial de género del cambio climático: las mujeres lo sufren más pese a contribuir menos a él. Por eso, el viernes pasado la Juventud por el Clima se volcó en apoyar la movilización de las mujeres conscientes de que “el 8-M feminista y el 15-M climático son una misma lucha”.

Así, el feminismo y el ecologismo configuran la impugnación más transversal al sistema capitalista. Con la convergencia natural de la lucha climática y feminista, este movimiento logra un potencial transformador casi sin precedentes.

Un horizonte de esperanza

Ante la inacción gubernamental, la lucha en las calles de todo el mundo es la última esperanza de que el Acuerdo Climático de París se cumpla. De lograrlo, se abrirían oportunidades sociales y económicas inauditas. Además de limitar los impactos del cambio climático sobre nuestras vidas, ahorraríamos 26 billones de euros, crearíamos 18 millones de puestos de trabajo netos en sectores sostenibles y evitaríamos 150 millones de muertes en el mundo por contaminación atmosférica.

Y es que, en política, la lucha contra el cambio climático lo cambia todo. Si transformáramos nuestro modelo de desarrollo reactivaríamos nuestra economía reemplazando austeridad por inversión verde, crearíamos millones de empleos dignos y sostenibles al tiempo que dejaríamos de meternos en guerras por el petróleo y de financiar a Estados responsables de la violación sistemática de derechos humanos. Se trata de activar una ambiciosa transición ecológica en la industria, la agricultura, la energía y el transporte. Una transición que solo será posible si es justa, no deja a nadie atrás, asegurando que no tengamos que elegir entre el fin del mundo y fin de mes.

Igual que el 15-M de 2011, el 15-M Climático llega en vísperas de unas elecciones. Esta vez multiplicado por cuatro: municipales, varias autonómicas, generales y europeas. Mientras algunos quieren reducir estas citas electorales a un enfrentamiento identitario, el 15-M Climático recordará que el cambio climático nos va a afectar a todos por igual y que por tanto debemos trabajar juntos para frenarlo, sin dejar a nadie atrás.

Así, la transición ecológica justa es una oportunidad para la cohesión social, nacional y europea. Convirtamos nuestra acción climática en el eje vertebrador de un nuevo proyecto de país y europeo. Desde las ciudades que salvan vidas hasta una Europa cuyo futuro será negro si no logra ser verde, logremos que el debate político y democrático atienda al mayor reto que la humanidad enfrenta en este siglo XXI: el cambio climático.
Florent Marcellesi es eurodiputado de EQUO en el grupo Verdes/ALE.

Fuente: http://www.lamarea.com/2019/03/13/vuelve-el-15-m-la-indignacion-climatica-toma-las-plazas/

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GUADIÓ, CRIMINAL APAYASADO SE QUEDA SIN TRABAJO ( Pero no apurarse, que tengo mis conversaciones con el casto y célibe laboral Santiago Abascal - yo con los brazos levantados, lógicamente, que el muchacho lleva pistola- para que me lo vaya montando tal que burra asnal, para darle descanso a la mula Francis que monta habitualmente por tierras andaluzas requeterreterreconquistables)



Adiós Guaidó

14.03.2019


La agresión de potencias extranjeras brinda a los pueblos en revolución la posibilidad de elevar su conciencia política y autoestima, aumentar su voluntad y cultura de resistencia y comprobar su capacidad de vencer a enemigos muy poderosos. O se fortalecen frente a la intervención, o son derrotadas por ella y por la contrarrevolución. El pueblo venezolano se ha fogueado en casi dos décadas de fiera hostilidad del imperialismo de Estados Unidos, sus aliados y lacayos. Ha sido atacado en múltiples frentes como la guerra económica, la guerra mediática y la guerra eléctrica, en el contexto de la táctica de golpe continuado y guerra irregular, o híbrida. Pero ha salido victorioso y con la moral alta después de cada ataque.

Las últimas dos grandes arremetidas del gobierno colonialista y neofascista de Donald Trump contra Venezuela han resultado un completo fracaso. Pero la pandilla de maleantes encargada de la política imperial hacia América Latina y el Caribe llegó a soñar conque el liderazgo del presidente Nicolás Maduro y el edificio de la Revolución Bolivariana implosionarían el 23 de febrero, o que, en el peor de los casos, lo harían a consecuencia del mayor y más prolongado sabotaje terrorista contra el sistema electro-energético de Venezuela y, probablemente, de nación alguna, que apagó al país casi una semana. O debido a las dos embestidas sumadas. De lo que sí no hay duda es que ambas agresiones han ocasionado graves consecuencias económicas y humanas en una población sometida ya a los rigores de la guerra económica y al estrés generado por una de las más intensas y prolongadas campañas de terrorismo comunicacional contra un país.

Hay que insistir en la considerable envergadura de la victoria del 23F, una proeza del chavismo civil y militar, que unido y cohesionado impidió la introducción, con derroche de violencia paramilitar y mercenaria, de la llamada ayuda humanitaria, a través de las fronteras terrestres. El chavismo derrotó una tremenda amenaza de violación de la soberanía venezolana por parte de Estados Unidos, de varias naciones europeas y de los gobiernos lacayos del imperialismo en nuestra región.

El gran apagón fue planeado y ejecutado desde las entrañas del imperialismo yanqui, aunque al parecer con cooperación desde adentro del sistema eléctrico venezolano, y el modus operandi durante esos días y los anteriores del grupo neofascista compuesto por Trump, Pence, Bolton, Pompeo, Rubio y Abrams evidencia que el sabotaje formaba parte del plan de guerra sicológica previo a la eventual intervención militar, que estaban informados en detalle sobre él y que trataron de sacar el máximo provecho a la gravísima situación creada para sus planes de derrocamiento de Maduro.

Venezuela no ha vivido una tragedia de gran proporción en estos días de apagón gracias al heroísmo, el temple, la paciencia, la disciplina, la solidaridad mutua y la alta conciencia patriótica de la unidad cívico-militar. Si con la agresión del 23F no lograron quebrar a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana ni al chavismo civil, con el sabotaje terrorista no consiguieron caotizar y desarticular al pueblo ni crear nada parecido a una rebelión. No había agua, ni combustible, la comida se fermentaba, las escuelas y centros de trabajo fueron cerrados, el metro y gran parte del trasporte colapsaron, la atención a los pacientes en algunos hospitales tuvo baches hasta que fueron instalados grupos electrógenos en los que no los tenían. No obstante, no se produjo una sola defunción a consecuencia del apagón aunque las bocinas mediáticas llegaron a mencionar cerca de 300 personas muertas, de ellas 80 recién nacidos. Y no hubo defunciones porque las autoridades adoptaron medidas drásticas para asegurar la continuidad del servicio en los centros asistenciales. ¿Quién puede negar que este sabotaje constituye un crimen de lesa humanidad del gobierno de Trump?

Por su parte, el payaso títere Guaidó siguió volatilizándose, despareciendo políticamente hasta no poder reunir más que un grupito de personas en la supuesta gran marcha que convocó para el martes 12. Nunca tuvo gran convocatoria, lo suyo es el apoyo yanqui. Pero como escribió Luis Hernández Navarro, la oposición se suicidó cuando el autoproclamado presidente interino pidió la intervención militar estadounidense en su propio país. Aparte de la traición a la patria y la enorme perversidad entrañada en esa solicitud, revela una gran ignorancia sobre la cultura política y los sentimientos patrióticos y antimperialistas del pueblo venezolano, que no le perdonará su infamia.
Estados Unidos se ha metido en un gran problema y ha arrastrado consigo a la Unión Europea, que ya anda buscando como cautela sus intereses en Venezuela ante el hecho evidente de que Guaidó es el presidente fantasmagórico de un gobierno gaseoso y Maduro se queda, sólidamente enraizado en el pueblo venezolano.

Twitter:@guerraguerra

EUROPA SÍ, PERO DE PERSONAS PARA PERSONAS

La cuestión UE: dilemas y fantasmas

Sociología Crítica
Rafael Poch
14.03.2019










La cuestión de la UE divide y lastra a las fuerzas progresistas europeas hasta la impotencia. ¿Por qué? Por un lado, cada vez se acepta más el hecho de que, por lo menos desde los años noventa, la UE se construyó y se concibió como la franquicia de la mundialización neoliberal en esta parte del mundo. Es una construcción blindada porque toda la política neoliberal, de austeridad, privatización, de supremacía de las finanzas y las empresas sobre los Estados, de destrucción del estado social, de deslocalización e incremento de la desigualdad en beneficio de los ricos, todo eso, está metido en los tratados fundamentales de la UE. 

Esos tratados, que nadie ha votado, son prácticamente inamovibles porque cualquier cambio exige el voto de todos los Estados miembros, algo prácticamente imposible. Cualquier proyecto de transformación choca con los tratados. Los tratados blindan la política y las instituciones del neoliberalismo en Europa, porque colocan a esa política y a esas instituciones fuera del alcance del parlamentarismo y de la soberanía, es decir fuera de la democracia. 

Esta estúpida y retrógrada construcción de cemento alemán no tiene marcha atrás. Como dijo Jean-Claude Juncker en su famosa entrevista con Le Figaro de hace un par de años, “no hay democracia fuera de los tratados”.  Así que para cambiar las cosas y hacer posible una política social en los Estados europeos es necesario romper la actual arquitectura germana de la UE. Reforma aquí es igual a ruptura. Y ahí es donde nos topamos con la Iglesia.

La sacralización de la UE, factor de su desintegración

Para un gran sector de la progresía europea, romper la UE es anatema. La UE está sacralizada. No ya romperla, sino únicamente criticarla es hacerle el juego a algo a lo que esa progresía le tiene mucho más miedo que al neoliberalismo: el nacionalismo, generalmente capitalizado por la extrema derecha, xenófobo y ultramontano que nos trae ecos de la Europa parda de Estados enfrentados entre sí de los años treinta. Antes que apuntarse al soberanismo, que es nacional-estatal, porque ese es el marco de la única democracia (de baja intensidad) que tenemos y enfrentarse a la UE, esa progresía, por miedo a ese espectro, prefiere seguir comulgando, como dice Frederic Lordon, con el internacionalismo europeísta, es decir, “el internacionalismo de la empresa, de la economía neoliberal, de la moneda, del comercio y de las finanzas”, en otras palabras: con todo aquello que ha deteriorado la vida de la mayoría social en las últimas décadas. 

Evidentemente, todo eso no tiene nada que ver con el internacionalismo social de la izquierda, ni con el humanismo “de los que aún creen en el legado de Erasmo, Dante, Goethe y Comenio”, como afirma el manifiesto “Europa en llamas” lanzado por el patético Bernard-Henri Lévy “en defensa de la civilización”. Este temeroso alineamiento con el neoliberalismo y sus autopistas institucionales europeas de la progresía mediática y política, generalmente acomodada, es lo que ha hecho que las clases populares desfavorecidas huyan como de la peste de los discursos de la izquierda europeísta y de su (neo) liberalismo social que va en el mismo paquete. No es que los de abajo se hayan vuelto locos. Lo que pasa es que esto dura ya muchos años, que ya hay una experiencia vivida que ha generado alergias masivas a esa mezcla de avalar la degradación socioeconómica y potenciar cuestiones de género e identidad para compensar lo anterior que está en el discurso progresista-europeísta. Así que muchos antiguos votantes de la socialdemocracia o bien no votan, o bien lo hacen, cabreados, por opciones que venden rupturas, aunque sea por la puerta falsa. 

Todo esto tiene diversas concreciones y lecturas en diferentes países. Ahí está buena parte de la explicación del brexit, de la Hungría de Orbán, de la intoxicada Polonia, del extraordinario auge que el Frente Nacional experimenta desde hace tantos años en Francia, de que el cinturón rojo de Barcelona se haya pasado a Ciudadanos, o del éxito general que se vaticina a la nueva ultraderecha en España –Cataluña carlista incluida– sin ir más lejos. Pero si hay que hablar de tendencias generales, yo diría que la sacralización de la Unión Europea para protegerla de la crítica es cada vez más insoportable para más gente.  

¿Cómo solucionar esto? ¿Qué tiene que hacer la izquierda para afirmar un europeísmo que valga la pena, que no sea una estafa neoliberal, que no le obligue a comprar en el mismo paquete a Erasmo, Dante con el Banco Central Europea, Goldman-Sachs y la creciente desigualdad? ¿Es posible una reforma social en la UE sin salir del corsé de la moneda única? ¿Es posible una reforma social de la UE, sin que Alemania y otros beneficiarios del euro, rompan el club? Muchas preguntas y una sola certitud: continuar así, avalando el europeísmo sacralizado, es seguir alimentando la Europa parda. El razonable miedo de la progresía europeístaa la extrema derecha, solo puede engordar a la bestia. ¿Qué aportará a esta paradoja una nueva crisis como la del 2008, que muchos observadores ya consideran ineludible?

Había una vez un circo

A falta de respuestas, el establishment y sus papagayos mediáticos señalan al culpable: Rusia. La mayor noticia falsa de los últimos años, la elección de Donald Trump como consecuencia de la injerencia rusa, no solo se impone cuando aún está húmeda la anterior (las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein), sino que crea escuela en Europa. La estupidez complotista alcanza niveles grotescos y afecta a los máximos líderes europeos. Merkel y Macron advierten de la injerencia rusa en las elecciones europeas, pese a que su teléfono no está controlado por el Kremlin sino por la NSA y pese a que el único embajador que flirtea descaradamente en Berlín con los fachas de la Alternative für Deutschland y se inmiscuye abiertamente en la política local es el de Estados Unidos. Macron suelta que Moscú manipula a esos “chalecos amarillos” que ya han invalidado la posibilidad de toda política socialmente regresiva en Francia bajo el actual presidente (por eso sostengo que Macron está acabado, incluso si gana las europeas). 

En El País, un diario español que años atrás fue serio, pueden leerse cosas como: “Uno a uno, día tras día, como en un aterrador relato mitológico, polimórficos tentáculos se extienden desde la impenetrable atalaya del Kremlin y alcanzan y ciñen el hermoso cuerpo de Europa”. El artículo viene ilustrado con la foto de la hija del portavoz del Presidente Putin, que trabaja de becaria para un diputado ultra francés en Estrasburgo. En La Vanguardia, otro diario serio, se afirma sobre el grotesco procés que en Barcelona, “hay quien sostiene que el enemigo es España sin ponderar que podemos ser una pieza de tablero de ajedrez que se maneja a distancia desde Moscú”. 

Lo de menos es que los periodistas hayan perdido el miedo al ridículo. Lo peor es que, en toda Europa, toda esta estupidez va de la mano de un rearme militar muy serio con incremento de las tensiones bélicas, incluidas las nucleares. Todo esto es un aviso de que la próxima crisis tendrá un marco de tensión internacional que apenas existía en la anterior crisis de 2007/2008. ¿A quién le importan las elecciones europeas en medio de este quilombo?

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