miércoles, 19 de octubre de 2022

Sanciones: ¿Una octava ola catastrófica para la UE?

 

La UE ha adoptado un octavo "paquete" de sanciones contra Rusia en represalia por los referendos de anexión. Algunas de estas medidas podrían tener un efecto boomerang, que podría amenazar la estabilidad de las economías de los países de la UE.


Sanciones: ¿Una octava ola catastrófica para la UE?

 

Jacques Sapir

El Viejo Topo

19 octubre, 2022 

 


© Fotomontaje: AP/Dreamstime.


¿Sanciones incoherentes?

La Unión Europea ha adoptado medidas adicionales dirigidas a los implicados en la ocupación, la anexión y los referendos que se han organizado en los territorios ocupados, u «oblasts», de las regiones de Donetsk, Luhansk, Jerson y Zaporiyia. La lista de sanciones también incluye a personas y entidades que trabajan en el sector de la defensa, como altos funcionarios y personal militar, así como empresas que apoyan a las fuerzas armadas rusas. Además, la UE sigue apuntando a los actores que difunden desinformación sobre la guerra, una fórmula vaga que en realidad esconde un deseo de censurar y controlar la información.

Estas medidas incluyen restricciones adicionales a la exportación introducidas con el objetivo de reducir el acceso de Rusia a artículos militares, industriales y tecnológicos, así como su capacidad para desarrollar su sector de defensa y seguridad, y restricciones a la importación que suponen casi 7.000 millones de euros de restricciones adicionales. En concreto, se prohíben las exportaciones de carbón, incluido el carbón de coque (que se utiliza en las plantas industriales rusas), componentes electrónicos específicos (que se encuentran en las armas rusas), artículos técnicos utilizados en el sector de la aviación, así como determinados productos químicos. En cuanto a las importaciones, la prohibición afecta a los productos siderúrgicos rusos acabados y semiacabados (con un periodo transitorio para determinados productos semiacabados muy importados por los países de la UE), la maquinaria y los electrodomésticos, los plásticos, los vehículos, los productos textiles, el calzado, el cuero, la cerámica, determinados productos químicos y la joyería que no sea de oro.

Lo absurdo de algunas de estas últimas medidas es evidente. La UE era importadora de carbón y carbón de coque ruso. Rusia es totalmente autosuficiente en estos productos, que exporta. No tiene mucho sentido prohibirse a sí mismo la exportación de bienes que no exporta, sino que importa, una realidad que debe estar más allá de las capacidades cognitivas de los Comisarios de la UE.

Lo mismo ocurre con los productos químicos, de los que Rusia era un exportador masivo. Al igual que con las prohibiciones de importación. Las economías de los países de la Unión Europea son importadores masivos de productos laminados fabricados en Rusia. Alguien tuvo que agarrar a los comisarios por la manga para que introdujeran una cláusula de periodo de transición. Si las industrias europeas encuentran otros proveedores, en un sector en el que la demanda de la economía china satura en gran medida las capacidades de exportación, seguramente no será al mismo precio. En este caso, las «sanciones» supondrán un aumento del coste de los componentes para las industrias europeas, lo que deteriorará su competitividad internacional. Así que ya podemos ver un «efecto boomerang». Pasemos a la prohibición de importar productos textiles, calzado y cuero. Por lo que sabemos, Rusia no es Italia, así que no está claro cuál es el objetivo. Por último, señalemos la curiosa excepción que se hace con las joyas de oro; parece que los comisarios europeos querían que las esposas de los oligarcas europeos no estuvieran en peor situación que las esposas de los oligarcas rusos… Es conmovedor, y esperamos por su bien que sean recompensados por sus esfuerzos.

En el fondo, las nuevas sanciones parecen aún más incoherentes que las anteriores.

¿Un nuevo ejemplo del efecto boomerang?

Pero probablemente esto no sea lo más importante del paquete. Se trata de la aplicación del límite del precio del petróleo que se acordó en el reciente G7. Se supone que el paquete de 8 sanciones marca el inicio de la aplicación en la UE del acuerdo del G7 sobre las exportaciones de petróleo ruso. Aunque se mantiene íntegramente la prohibición de la UE de importar crudo ruso transportado por vía marítima, se supone que la limitación de precios, una vez aplicada, permitirá a los operadores de los países de la UE (compañías navieras y aseguradoras) realizar y apoyar el transporte de petróleo ruso a terceros países, siempre que su precio se mantenga por debajo de un «techo» predefinido. Se supone que así se reducen los ingresos de Rusia, al tiempo que se mantiene la estabilidad de los mercados energéticos mundiales mediante un suministro continuo. El objetivo es, por tanto, luchar también contra la inflación y mantener estables los costes de la energía en un momento en el que los altos costes -especialmente los elevados precios del combustible- preocupan mucho a todos los europeos.

Pero esta medida es ridícula. La OPEP+, la coordinación entre Arabia Saudí y Rusia, decidió el 5 de octubre una fuerte reducción de la producción diaria que hará inviable la limitación del precio del petróleo. En su respuesta a las críticas occidentales a esta decisión, Arabia Saudí estigmatizó la arrogancia occidental. Los analistas del banco suizo MIGROS hablan incluso de una bofetada a Occidente. Analizan esta decisión de la OPEP+ como: «...una afrenta a la política internacional en su intento de aislar aún más a Rusia y reducir su peso económico en el mundo. Y el más afectado es Joe Biden. El presidente estadounidense considera que el aumento de los precios de los combustibles es muy inoportuno de cara a las elecciones de mitad de mandato de noviembre. De hecho, la moral de los consumidores -y, por tanto, la satisfacción de los votantes- está íntimamente ligada a los precios de los surtidores en un país como Estados Unidos, donde el automóvil es el rey. Además, los republicanos podrán explotar políticamente el hecho de que la visita de Joe Biden en julio a Arabia Saudí, el principal país de la OPEP, fue en definitiva un encuentro amoroso.

Por otra parte, las medidas relativas a las condiciones de flete de los buques de transporte fueron claramente anticipadas por Rusia, como se indica en el artículo de Sergei Kudijarov publicado en el número 38 del semanario EKSPERT el 18 de septiembre que traduje para los lectores de Les Crises el 21 de septiembre. Un artículo publicado el 22 de septiembre en el sitio web del Club Valdai por Vitaly Yermakov mostraba que Rusia estaba de hecho preparada ya para esta eventualidad.

Por lo tanto, las medidas relativas a la limitación de los precios del petróleo pueden tener consecuencias desastrosas para los países de la UE. No sólo no bajarán los precios, ya que la OPEP+ los vigila, sino que además es probable que el tráfico de petróleo escape por completo de las navieras europeas. De hecho, muchos países tratarán de evitar posibles sanciones evitando en lo posible a sus empresas. Así, los europeos no sólo pagarán más por su petróleo, sino que también verán disminuir el volumen de negocio de sus compañías navieras.

Está claro que el efecto boomerang de esta oleada de sanciones adoptadas por la UE será especialmente fuerte. Las sanciones, por su incoherencia e ineficacia, contribuyen cada día un poco más a la destrucción de las economías europeas.

Fuente: Les crises.

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El bloqueo informativo es un arma bélica más

 

Cómo la censura alimenta la guerra


El bloqueo informativo es un arma bélica más

 


Por Pablo San José

Rebelion

 | 18/10/2022 | Mentiras y medios

 

Fuentes: El Salto


Las recientes declaraciones de Josep Borrell afirman sin rubor que el control de la información también es un arma de guerra utilizada por los países beligerantes, algo que hemos podido comprobar en los medios de comunicación desde el comienzo de la invasión de Ucrania.

En los mismos prolegómenos de la invasión rusa a Ucrania pudimos contemplar cómo en un tiempo récord, en España y en toda la UE, se construía un auténtico cerco a la información procedente de medios no comprometidos con el discurso atlantista acerca de este conflicto. En flagrante contradicción con las legislaciones europeas sobre libertad de expresión, se impidió el acceso a los medios de Rusia y otros lugares con discurso afín a las radiofrecuencias televisivas y los servidores de internet europeos. Dada la premura y la falta de obstáculos con la que ello se resolvió, no deja de ser plausible la sospecha de que era una respuesta que estaba prevista de antemano. La cosa no quedó ahí. En todo tipo de medios generalistas de gran alcance, desde entonces y hasta el momento presente, en cualquier información acerca del transcurso de la guerra o análisis de la misma ha estado sistemáticamente excluido el dato, la opinión o el punto de vista que no sea coincidente con la visión que avala el binomio OTAN-UE. Exactamente lo mismo, pero en sentido contrario, sucede con los medios de comunicación de la Federación Rusa (especialmente los que el gobierno de dicho país tiene dedicados a la divulgación internacional de sus puntos de vista).

En tal contexto, centrándonos en nuestro ámbito, la ciudadanía española y europea, a través de los medios de comunicación habilitados, recibe cada día una gran cantidad de noticias y opinión sobre el conflicto de Ucrania, información que está toda ella absolutamente seleccionada, filtrada y, cabe pensar que, en no pocos casos, elaborada, por una de las dos partes que está en conflicto. Resulta natural pensar que dicha información difícilmente pueda ser neutral y objetiva. El bloqueo informativo es de tal magnitud que ni siquiera se hace necesaria su ocultación o disimulo ante la opinión pública. Como bien nos recordaba recientemente Josep Borrell: “la comunicación es un campo de batalla… además de conquistar espacios, hay que conquistar las mentes”.

El factor propagandístico de los crímenes de guerra

Por mucho que existan convenciones internacionales que tratan de delimitar qué tipo de acciones resultan lícitas a los contendientes de un conflicto armado, las y los antimilitaristas (y toda persona de bien) sabemos sobradamente que una guerra, en sí y considerando todos y cada uno de los actos que se cometen bajo su paraguas, es un crimen contra la humanidad. Lamentablemente no todo el mundo lo ve de esta forma y en el contexto de batalla comunicativa que bien definía Borrell, dichos tratados y convenciones que tratan de minimizar el impacto de la acción bélica son empleados como arma arrojadiza para promocionar la propia parte y combatir la contraria.

En toda guerra, y más cuando se trata de una guerra (por ahora) “convencional”, como es la de Ucrania, suceden infinitos actos de “ilegalidad” con respecto a esas legislaciones internacionales. Resulta poco menos que imposible que la acción armada quede restringida a personal y objetivos militares y no afecte a civiles ni a infraestructuras básicas para la vida digna. Tampoco parece posible evitar que en el contexto de odio, violencia sistemática y de desprecio a la vida humana que constituye una guerra de estas características, no se produzcan actos de criminalidad común (robo, asesinato, tortura, violación…) inducidos por el mando respectivo como parte de la estrategia, tolerados o simplemente de carácter espontáneo. Poder acusar a la parte contraria de transgredir dichos límites al tiempo que se defiende que la propia respeta las “convenciones” resulta un arma propagandística de primer orden a la hora de justificar la acción militar e, incluso, en el plano diplomático, lograr la implicación de más estados. Para ello, el control de la información que llega al gran público resulta fundamental.

Como decimos, y hemos comprobado sobradas veces en el pasado, en toda guerra se cometen crímenes; los que quedan dentro de la “legalidad” bélica y los que no. Sin embargo, el público de cada país solo llega a conocer los cometidos por las tropas del bando contrario. Y ni siquiera de forma cabal, puesto que en contextos de control de la información, como los que siempre han sido propios de toda dictadura que se precie y que en la actualidad prosperan también en Occidente, se hace sumamente difícil distinguir el hecho realmente acaecido, de la exageración deliberada, el montaje o la pura invención. Los medios de comunicación dedicados a la guerra de Ucrania frecuentemente nos informan de graves violaciones del derecho internacional y de “crímenes de guerra” (como si, decíamos, la guerra en sí no fuera ya un crimen) cometidos por las tropas rusas. Cabe pensar que pudiendo ser cierta la mayor parte o mucha de dicha información, dada la falta de objetividad y la parcialidad de dichos medios, y la imposibilidad de contrastar los datos con fuentes neutrales a causa del bloqueo informativo, se hace muy difícil verificar qué hay de verdadero o falso en cada caso.

Por otra parte, nada se nos cuenta en dichos mass media, por ejemplo, acerca de los efectos de los bombardeos y acciones de quinta columna ucranianas sobre población civil e infraestructuras en el Dombás, o las represalias que presuntamente sufren los ciudadanos prorrusos en las zonas recuperadas. Ni siquiera llegaron a reflejarse en los medios de masas a que nos estamos refiriendo las recientes declaraciones del presidente de Ucrania solicitando un bombardeo nuclear preventivo de la OTAN sobre territorio ruso (3), hecho escandaloso a todas luces y que debería invitar a una reflexión acerca de a qué agentes se está apoyando militarmente.

Resultados de la estrategia

Esta forma de filtrar y controlar la información que se administra al gran público, como se viene explicando, es un arma más de la guerra. Su función principal es sensibilizar a la opinión pública demonizando al adversario (y santificando a la parte afín) y generando estados de opinión favorables a la intervención y escalada bélica. Podríamos poner numerosos ejemplos de cómo esta táctica comunicativa se empleó en el pasado en persecución y logro de los mismos fines. En el caso español, como en la mayoría de Europa, puede afirmarse que el monopolio informativo impuesto al conflicto de Ucrania está dando los resultados deseados. Por desgracia podemos comprobar cómo el apoyo bélico, que se traduce en un importante trasvase armamentístico y económico de los países de la OTAN-UE al gobierno ucraniano, recibe un gran respaldo popular y apenas genera debate. El logro concreto de ese esfuerzo (batalla) de control comunicativo emprendido por los gobiernos de la UE contra su propia ciudadanía es la constatación del grado de apoyo que hoy se da entre la población europea (y española) hacia una guerra que, en términos prácticos, no dejaba de ser tan ajena a los habitantes de dichos estados como otras que también hay en curso en el planeta. De hecho, y es una gran paradoja, la implicación bélica de los países de la UE en la guerra de Ucrania sí ha terminado acarreando graves consecuencias a su población. Por ello, aún más, se hace necesario mantener la estrategia comunicativa de la que venimos hablando para que personas que ven cómo sus gobiernos respectivos incrementan escandalosamente los presupuestos militares en detrimento de los servicios básicos, cómo los precios se disparan, cómo hay desabastecimiento energético y cómo, en resumidas cuentas, su país y toda la zona se adentra en una peligrosa e incierta crisis económica, continúen dando su apoyo a la guerra.

La tarea antimilitarista

Ante lo dicho, la tarea antimilitarista, en su denuncia de toda guerra, pasa por arrojar luz sobre este tipo de estrategias de control social al servicio del militarismo y el armamentismo. Nuestro discurso, sin dejar de nombrarlos, no debe dirigirse a los aspectos prácticos del apoyo a la guerra: cómo, en este caso, la implicación en el conflicto de Ucrania está poniendo en peligro nuestra economía. Nuestra postura ha de ser siempre eminentemente ética: incluso en la situación de que un conflicto bélico pudiera beneficiarnos de alguna forma, toda guerra es una catástrofe para la humanidad y, nos salpique poco o mucho, nuestro deber es hacer lo que esté en nuestra mano en pro de su cese. Ciñéndonos a la guerra ruso-ucraniana, un conflicto en el que nuestro país participa, nuestro objetivo inmediato precisamente ha de ser presionar a las instituciones para que cese la colaboración española en la alimentación de la contienda. No al envío de armas ni de financiación, no al entrenamiento de militares de los estados beligerantes. También contribuir a que la presión de la OTAN, una organización de la que España forma parte, sobre Rusia disminuya y, en resumidas cuentas, que se lleve a cabo todo esfuerzo posible para que las partes en conflicto se sienten a una mesa de negociación y puedan dirimir sus intereses mediante la vía diplomática.

Pablo San José, Grup Antimilitarista Tortuga.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/planeta-desarmado/el-bloqueo-informativo-es-un-arma-belica-mas-como-la-censura-alimenta-la-guerra-

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