La erupción de Mauna Loa, el
volcán más grande del mundo, interrumpe los registros de CO2 más importantes de
la historia
Por Juan F. Samaniego, Eduardo Robaina
Rebelion
| 01/12/2022 |
Fuentes: La marea climática [Imagen: Imagen aérea de una de las fisuras del volcán.
Foto: M. Patrick / USGS]
La lava ha cortado el acceso por carretera y ha dejado sin suministro
eléctrico el Observatorio de Mauna Loa, referencia mundial para medir la
concentración atmosférica del principal gas que impulsa el cambio climático.
Cuando el
pasado domingo 27 de noviembre la lava empezó a brotar en una de las laderas
del Mauna Loa, en la isla de Hawái (Estados Unidos), nadie fue pillado por
sorpresa. La última erupción del
mayor volcán activo del planeta no tenía nada
fuera de lo normal en unas islas muy habituadas a convivir con la lava. Sin
embargo, en lo alto del volcán, a 3.400 metros de altitud, la sensación de
alarma era más evidente. Allí, a pocos kilómetros del cráter, se encuentra
el Observatorio de
Mauna Loa, referencia mundial para medir la concentración
atmosférica de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero causante del cambio
climático.
Con la erupción,
no han tardado en salir los primeros mensajes negacionistas y retardistas. Al ya
clásico (y falso) argumento de que
los volcanes son los que causan el cambio climático actual, ahora se suma
la preocupación por si este evento natural, dada su cercanía, es capaz de alterar los datos
recogidos por el observatorio. ¿Qué hay de cierto y qué no en todo esto?
La erupción y el observatorio de Mauna Loa
El Observatorio
de Mauna Loa, dependiente del Laboratorio de Investigación del Sistema
Terrestre –y que, a su vez, forma parte de la Administración Nacional Oceánica
y Atmosférica (NOAA)–, es la estación de
medición de CO2 más antigua en funcionamiento. Pero, ¿por qué en Hawái y sobre un volcán?
Fue Charles David Keeling el primero en colocar sobre el Mauna Loa su observatorio de medición de gases atmosféricos. Era 1958, y aún había mucha incertidumbre respecto al origen del cambio climático. Sin embargo, la labor del científico permitió demostrar cómo la influencia humana –principalmente por la quema de combustibles fósiles– estaba incrementando los niveles de CO2 en la atmósfera, lo que alteraba el clima. Este aumento de CO2 se representa gráficamente con la mundialmente conocida Curva de Keeling:
La Curva de
Keeling. La última lectura hecha en Mauna Loa, del 29 de noviembre, registró
una concentración de CO2 en la atmósfera de 416,87 partes por millón (ppm). El límite
considerado seguro son 350 ppm.
El observatorio
está ubicado en la ladera norte del Mauna Loa, a una altura exacta de 3.397 metros sobre el nivel del mar. Al estar tan elevado, sus sensores se sitúan muy lejos de la zona baja de
la atmósfera terrestre, la más contaminada. Esto, junto con el aire inalterado,
la ubicación remota y las mínimas influencias de la vegetación y la actividad
humana, hace que sea el lugar
ideal para monitorizar los cambios en los componentes de la
atmósfera que pueden causar el cambio climático. Aunque, como suele ocurrir, no
todo es perfecto. Erupciones
volcánicas como la de ahora son su talón de Aquiles.
De hecho, no es
la primera vez que la lava empieza a brotar en la ladera norte del volcán. Allí
se registraron erupciones en 1843, 1852, 1855–1856, 1880–1881, 1899, 1935–1936,
1942 y 1984. Durante esta última, el observatorio estuvo meses sin poder
registrar mediciones hasta que se instaló un generador. Pero esta vez es
diferente, ya que el foco de la
erupción está relativamente cerca de las instalaciones, según el servicio geográfico de
Estados Unidos. Por ahora, el río de lava ha cortado el acceso por carretera y ha dejado sin
suministro eléctrico al observatorio.
Las mediciones de CO2 están interrumpidas
La evacuación
del Observatorio de Mauna Loa tras la erupción y la interrupción del suministro
eléctrico han obligado a
paralizar la actividad del centro. Desde la
tarde del lunes 28 no se están
registrando datos. “Nuestro sistema de análisis y
el equipo asociado de control de gases y adquisición de datos necesitan
electricidad para funcionar, así que están parados. Incluso con energía, pero
sin acceso por carretera, algunos de los instrumentos se acabarían obstruyendo
y deteniendo”, explica Edward
Dlugokencky, responsable de la medición de gases de efecto invernadero
del Laboratorio de Monitorización Global, del que depende el Observatorio de
Mauna Loa.
Por ahora, los flujos de lava no ponen en riesgo los instrumentos ni las instalaciones del observatorio. Tampoco suponen riesgo para los habitantes locales,
ya que se encuentran todavía muy lejos de los núcleos de población. Aun así, el
servicio geográfico de Estados Unidos mantiene el nivel de alerta roja en toda
la isla. Además, advierte de que las erupciones en la zona suelen ser muy
dinámicas y los flujos de lava pueden cambiar de dirección con rapidez.
El
geocientífico Ralph Keeling –hijo de Charles David y responsable de mantener la Curva de Keeling–
reconoce que la situación es “muy preocupante” ya que «es una gran erupción y
está en un mal lugar». El científico explicaba a la CNN que tiene la sensación
de que “no se va a
volver a la normalidad durante meses«.
A medida que la lava continúa su camino natural y destructor, el equipo de investigadores se apresura para encontrar un lugar cercano y a salvo que les permita poner en marcha, de forma provisional, las mediciones de datos. «Tendremos que trabajar mucho para demostrar que los datos sustitutos son comparables. Nuestro trabajo a partir de este evento se va a extender durante algunos años», explica Keeling en declaraciones a Bloomberg.
Como se puede
observar, la lava ha atravesado la carretera que lleva al Observatorio de Mauna
Loa.
¿Se verán afectadas las mediciones globales de CO2?
Otra de las
grandes cuestiones que asaltan tras la erupción volcánica es qué pasará con los
registros una vez se restablezcan los equipos. El dióxido de carbono es uno de
los muchos gases que emanan del volcán, por lo que es lógico pensar que, si la erupción está cerca, los
instrumentos del observatorio recogerán un rápido incremento del CO2 y medirán
mal los gases de efecto invernadero en la atmósfera. “Si el sistema de análisis
estuviese funcionando, registraría un aumento del dióxido de carbono cuando el
viento soplase desde el lugar de la erupción. Sin embargo, cuando el viento
soplase en otras direcciones, las mediciones no se verían afectadas”, señala
Dlugokencky.
Además, si se
produjeran, estas alteraciones serían algo puntual y sin efecto en las
mediciones generales del Observatorio de Mauna Loa puesto que éste no mide las
concentraciones locales de CO2, sino la llamada concentración
de CO2 de fondo. Está situado
en lo alto de este volcán en el medio del océano precisamente para evitar la
mayor parte de las interferencias y de las fuentes locales de contaminación.
Además, desde el principio ha estado preparado para detectar alteraciones producidas por emisiones
locales, como las de una erupción, y corregirlas en sus
registros.
“Lo que más nos
interesa medir en el Mauna Loa es la concentración de CO2 de fondo, en la que podemos ver los efectos de
las emisiones de gases de efecto invernadero que han tenido lugar a miles de
kilómetros del observatorio”, añade Dlugokencky. “En el caso de una fuente
local de emisiones como una erupción en el volcán, es bastante fácil detectar las desviaciones en las
mediciones en función de la dirección del viento. De hecho, es lo que hicimos ya durante la erupción de 1984”.
Y, más allá de
las mediciones del observatorio, ¿cuál es el potencial de esta erupción para aumentar la concentración
de CO2 atmosférico a nivel global? A fin de cuentas, de los casi 1,3 ºC que se ha calentando el planeta
desde la época preindustrial, el CO2 es responsable
de unos 0,75 ºC. El investigador químico Edward Dlugokencky lo deja
claro: “Prácticamente
nulo”.
En la misma
línea se explica la investigadora palmera Omaira García Rodríguez: “A escala local o regional y durante periodos muy cortos de tiempo, las
concentraciones de CO2 observadas sí se pueden modificar de una forma apreciable debido a
las contribuciones de las emisiones volcánicas”, no obstante, “las emisiones
de CO2 de este tipo de volcanes, como
en general la de todos los procesos eruptivos, son poco significativas en el balance global”. Zanja Dlugokencky: “Incluso erupciones bastante grandes como la del
Pinatubo emiten pequeñas cantidades de CO2 en relación con la quema de combustibles
fósiles”.
De Hawái a Tenerife
Omaira García trabaja
en el Centro de
Investigación Atmosférica de Izaña (Tenerife),
perteneciente a AEMET. Un lugar que guarda muchas similitudes con el Observatorio de Mauna Loa: están en una isla, una de las labores de ambos centros es medir los gases
atmosféricos, están situados en zona volcánica y han sufrido recientemente una
erupción.
El Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, situado muy cerca del volcán más grande de España (Teide), está a una
altura de 2.367 metros. Cuando en 2021 estalló el volcán de La Palma, a 140 km
de distancia, la experta cuenta que “se registraron incrementos de hasta 75
partes por millón (ppm) de forma puntual cuando la nube de dispersión volcánica
impactó el observatorio”. Este valor, detalla, “supone casi 10 veces la variación estacional de
nuestra región (8 ppm), y casi 40 veces la tendencia de
crecimiento interanual global de aproximadamente 2 ppm”.
Sin embargo, no
hay de qué preocuparse. Como dice Omaira García Rodríguez, todos los volcanes activos del mundo –tanto terrestres como submarinos– generan alrededor de 200 millones de toneladas
de CO2 al año. Una cifra que
se queda en nada si se
compara con los cerca de 24.000 millones de toneladas de emisiones de CO2 que generan las actividades humanas. “Las emisiones
de gases de efecto invernadero por volcanes suponen menos del 1% de las
generadas por las actividades humanas”, afirma.
¿Y qué pasaría si, al igual que ocurrió en Mauna Loa,
el Teide entra en erupción? “Dada la
cercanía del Observatorio de Izaña al volcán del Teide, si éste entrara en
erupción en un futuro, el observatorio se vería significativamente afectado por
las emisiones de partículas y de gases”, explica Omaira García Rodríguez, que
además es responsable de uno de los 30 únicos
espectrómetros FTIR que existen en todo el mundo, un instrumento capaz de medir todos los gases de
efecto invernadero causantes del cambio climático. Pero más allá de estar en una isla, tener un volcán como hogar y
trabajar en aspectos comunes, la relación entre el Observatorio de Mauna Loa
y el Centro de
Investigación Atmosférica de Izaña es clave ahora. En estos momentos, según la investigadora canaria de la AEMET, “se está
coordinando la posibilidad de realizar provisionalmente” en el observatorio
tinerfeño “las calibraciones absolutas de los instrumentos de referencia de la
red mundial de monitorización de aerosoles AERONET de la NASA así como de su
sub-red europea (AERONET-Europe), las cuales se realizan rutinariamente en el
Observatorio de Mauna Loa”.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/volcan-mauna-loa-co2/