Auschwitz fue
liberado por los soviéticos, no por los estadounidenses, como muestran las
demenciales películas de Hollywood. Además, los soviéticos no ocuparon toda
Europa con sus bases, como hicieron los estadounidenses.
Stalin venció al nazismo. Occidente es quien apoya a
los nazis
Diego Fusaro
El Viejo Topo
9 mayo, 2025
Una vez más,
Vladimir Putin, presidente de la federación rusa, le da la vuelta a la tortilla
a la ridícula y asilvestrada narrativa de Occidente, o mejor dicho, la
narrativa del liberal-atlantista.
De hecho, es
noticia reciente que Putin haya optado orgullosamente por rebautizar el
aeropuerto de Volvogrado con el nombre de Stalingrado y que
además haya celebrado la figura de Stalin como héroe nacional. Se
derrumba así, como era previsible, la patética narrativa de Occidente según la
cual Putin es el nuevo Hitler: una narrativa que, como ya saben hasta las
piedras, sólo sirve a Occidente para poder deslegitimar a
priori al adversario y poder justificar nuevos Hiroshimas y nuevos
Nagasakis si es necesario.
Esta es, en
definitiva, la función de la reductio ad Hitlerum, como la
describió el filósofo político Leo Strauss. En todo caso, es Occidente quien
apoya al batallón neonazi Azov en Ucrania, y no Putin, quien
realmente lo que hace es combatirlo. Y que, al hacerlo, continúa la
gloriosa línea soviética de oposición al nazismo: recordémoslo en beneficio
de los muchos capita insanabilia, cuyos cerebros siguen siendo
centrifugados por el celoso trabajo de los manipuladores profesionales
pertenecientes al orden liberal: Auschwitz fue liberado por los
soviéticos, no por los estadounidenses, como muestran las demenciales
películas de Hollywood, obras maestras de la ideología y la propaganda
liberal-atlantista. Y, además, los soviéticos no ocuparon toda Europa
con sus bases, como hicieron los estadounidenses, apareciendo de hecho como
los nuevos ocupantes y no como meros liberadores.
La estrategia
de Putin, después de todo, debería ser bastante clara: por un lado, Putin sabe
bien que no puede «vender» el socialismo después de 1989 a los partidarios y
votantes de hoy y, por lo tanto, se apoya en la identidad, la religión ortodoxa
y la soberanía nacional como bases reales para resistir la nada de la
civilización de la hamburguesa y el turbo-capitalismo imperialista centrado en
Estados Unidos. Por otro lado, Putin ve a su Rusia como la continuación, en
el contexto cambiado, de la Unión Soviética y su heroica resistencia a la
violencia imperialista de Washington y el capitalismo sin fronteras. Por
cierto, Putin dijo una vez: quien no se arrepiente de la Unión Soviética no
tiene corazón, quien quiere restaurarla como era no tiene cerebro. Contra la
leyenda negra de Stalin difundida urbi et orbi por los
liberales de palabra única, aconsejamos a todo el mundo que lea el
espléndido ensayo de Domenico Losurdo sobre Stalin, sólo para tomar
conciencia de la importancia fundamental y nunca suficientemente glorificada de
la Unión Soviética en la liberación de Europa del nazismo y en la firme
oposición al imperialismo de las barras y estrellas. No se trata de negar las
limitaciones y errores de Stalin, incluso graves, que las hubo y que somos los
primeros en reconocer abiertamente, sino simplemente de hacer un poco
de limpieza hermenéutica y de encuadrar correcta y sobriamente la figura,
liberándola de las garras de la cada vez más asfixiante y unidimensional
propaganda liberal. En definitiva, una vez más queda más claro que el agua
que, si de verdad se quiere atribuir la categoría de nazismo a toda costa, no
es a la Rusia de Putin a la que hay que referirse. Recordemos, además,
que mientras Putin celebra la Unión Soviética, la Unión Europea es esa
realidad ridícula y caricaturesca que desde hace tiempo se ha propuesto
equiparar jurídicamente el comunismo al nazismo.
Traducción:
Carlos X. Blanco
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