La percepción de
que la UE prioriza los intereses de los grandes oligopolios, con el respaldo de
una clase política desconectada de las necesidades reales de sus ciudadanos,
está alimentando un profundo descontento. El riesgo de desintegración es real.
Europa en la encrucijada
Eduardo Luque
El Viejo Topo
23 noviembre, 2024
EUROPA EN LA
ENCRUCIJADA: DEL SUEÑO DE LA PAZ AL CALLEJÓN DEL MILITARISMO
Europa, tras
siglos de guerras devastadoras, parece haber olvidado las lecciones de su historia.
Desde la Segunda Guerra Mundial, el continente había logrado evitar conflictos
internos a gran escala. Ese sueño de paz del que tanto presumían las élites
europeas resultó ser una ilusión. El miedo al poderío de la extinta URSS fue lo
que impuso la estabilidad continental. La caída del gobierno soviético en la
década de los 90 hizo que el militarismo Occidental volviera sobre sus fueros.
La disgregación de Yugoslavia fue el preludio de las tensiones actuales. Ahora,
la guerra en Ucrania, la más grave desde 1945, ha sumido a Europa en un ciclo
de decisiones erráticas y una militarización creciente que amenaza con
redefinir su futuro.
La narrativa de
la Unión Europea como bastión de paz y cooperación ha sido reemplazada por un
modelo que prioriza la confrontación. Mientras la presidenta de la Comisión
Europea, Ursula von der Leyen, fantasea con ser la líder de una gran potencia,
la realidad es otra: Europa hace tiempo que dejó de ser el centro del mundo.
Lejos de liderar el orden global, el continente parece atrapado en un laberinto
de decisiones políticas que lo alejan de su supuesto propósito fundacional. Hoy
la clase política europea vive en una realidad paralela, esperando órdenes y
directrices de Washington.
La guerra en
Ucrania: el espejo de la desconexión europea.
La guerra en
Ucrania ha revelado el desajuste entre la retórica y la realidad política. El
conflicto, que en Occidente se vendió como una respuesta a la invasión rusa, se
ha transformado en una prueba de fuego para la Unión Europea. En julio de 2024,
el Parlamento Europeo aprobó una resolución que exige una «guerra total» contra
Rusia. Esta postura, vista en perspectiva, refleja más una obsesión por
demostrar fuerza que una estrategia basada en resultados tangibles. Son los
ladridos de un perrichón que se cree mastín alsaciano. Desgraciadamente la
resolución no es una broma sino que tiene contenido. No solo plantea un apoyo
militar incondicional a Ucrania, sino que exige que los Estados miembros de la
UE y la OTAN destinen, como mínimo, el 0,25% de su PIB a fines militares
europeos. Esta cifra equivale a 127.000 millones de euros anuales, el doble del
presupuesto oficial del ejército alemán y que supera con creces el apoyo
brindado hasta ahora a Ucrania. A pesar de estos compromisos financieros, la
situación en el terreno muestra que Ucrania, aún con el apoyo de fuerzas
terrestres de la OTAN, no está en condiciones de ganar esta guerra. En su
obcecación la resolución declara la adhesión de Ucrania a la OTAN como
«irreversible», una postura que incrementa las tensiones con Rusia y dificulta
cualquier intento de negociación que permitiera a la UE salvar la cara en un
futuro inmediato. También incluye medidas como la creación de un tribunal
especial para crímenes de guerra rusos y la confiscación de los activos
financieros congelados, propuestas que parecen más simbólicas que prácticas
dada la falta de influencia real de la UE en el conflicto.
El régimen de
Zelensky y la crisis ucraniana
La resolución
del Parlamento Europeo también refleja el temor de la UE a una derrota del
régimen de Zelensky, lo que implicaría una pérdida estratégica para Europa y un
debilitamiento significativo de su posición internacional. Sin embargo, el
ejército ucraniano se desintegra, la despoblación, el aumento de desertores y
la falta de tropas entrenadas han reducido significativamente su capacidad
operativa, dejando al país en una situación de agotamiento total. La nueva
normativa de reclutamiento que obliga a la incorporación de enfermos con SIDA,
tuberculosis, enfermedades mentales graves e incluso con amputaciones revela la
postración de las fuerzas armadas ucranianas cuya edad media supera los 43
años.
A pesar de la
movilización de recursos financieros y humanos por parte de Europa, Ucrania
sigue sin el elemento esencial en cualquier guerra: soldados. Ni los miles de
millones de euros destinados a apoyo militar ni las armas sofisticadas
proporcionadas por la OTAN pueden suplir esta carencia. Mientras tanto, la
fatiga y el hastío por la guerra se extienden tanto en Ucrania, han tenido que
minar las fronteras para evitar la huida de los hombres en edad militar, como
en Europa, donde la opinión pública comienza a inclinarse hacia soluciones
negociadas.
El desvío de
recursos y la crisis económica en Europa
El impacto de
la guerra no se limita al frente militar. En Europa, el desvío masivo de
recursos económicos hacia el conflicto en Ucrania ha exacerbado una crisis
económica que ya golpeaba a las principales economías del continente. La
inflación, el encarecimiento de la energía y la reducción de presupuestos
destinados a servicios públicos esenciales está aumentando, y lo harán más a
corto plazo las tensiones sociales.
Este sacrificio
económico, destinado a sostener una guerra cada vez más impopular, está
alienando a amplios sectores de la población. Mientras tanto, la percepción de
que la UE prioriza los intereses de los grandes oligopolios, con el respaldo de
una clase política desconectada de las necesidades reales de sus ciudadanos,
está alimentando un profundo descontento. Es inevitable que este escenario dé
lugar a movimientos sociales masivos en toda Europa, con protestas que
cuestionen abiertamente la legitimidad de una Unión que parece haberse olvidado
de su propia gente. Son las fuerzas de extrema derecha las que parecen
capitalizar la situación dada la inexistencia de una alternativa progresista.
Debería haber sido la izquierda la que ocupara ese espacio político. La deriva
de la izquierda hacia el populismo de una “izquierda Woke” ha acabado por
desmantelar y desorientar a las fuerzas alternativas, aunque paradójicamente
está capitalizando, a falta de una izquierda coherente y alternativa, por los
populismos de extrema derecha.
La UE y su
dependencia de Washington
En este
contexto, la dependencia de Europa respecto a Estados Unidos es un factor
crucial. La UE carece de los recursos financieros, militares y políticos para
sostener una guerra prolongada contra Rusia sin el respaldo de Washington. Sin
embargo, la situación en Estados Unidos también está cambiando. Con Donald
Trump en el poder, la estrategia estadounidense podría dar un giro radical.
Trump es perfectamente capaz, conocido como está por su enfoque pragmático y su
desdén por compromisos prolongados, de negociar directamente con Putin, dejando
a Europa al margen y obligándola a asumir los costos del conflicto.
Incluso en la
situación actual, el apoyo de Washington no es ilimitado. Las prioridades
estratégicas de Estados Unidos, incluidas sus tensiones con China, llevaron,
incluso en la administración saliente, a una reducción del respaldo a Ucrania.
Esto dejaría a Europa en una posición vulnerable, atrapada entre su retórica
belicista y su incapacidad para sostener el conflicto por sí sola.
El papel de
Kaja Kallas: un liderazgo polarizante
En junio de
2024, el Consejo Europeo nombró a Kaja Kallas como Alta Representante para
Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Este nombramiento refuerza la línea
militarista de la UE, dado el historial de Kallas como una líder abiertamente
antirrusa. Sus declaraciones, incluyendo la idea de dividir Rusia en pequeños
estados, reflejan una postura extrema que dificulta cualquier intento de
diálogo o desescalada. Kallas, hija del antiguo Secretario general del Partido
Comunista Estonio, ahora será la encargada de promover los objetivos delineados
en la resolución del Parlamento Europeo, Las posturas de la encargada de la
política exterior de la UE priorizan la confrontación sobre la diplomacia. Su
liderazgo intensificará las tensiones internas y externas de la propia UE,
alejando y arrinconando a Europa en la solución de los conflictos que se libran
en suelo europeo. Pero no es sólo este personaje el que habla, el que pretende
ser nuevo canciller alemán, Friederich Merz y líder de la CDU (conservadores
alemanes), amenazó a Putin con un ultimátum.
El desgaste
interno de la UE
Internamente,
la UE enfrenta una serie de desafíos que complican su respuesta al conflicto.
Líderes clave como Emmanuel Macron y Olaf Scholz afrontan crisis de popularidad
que limitan su capacidad de liderazgo. Macron, con niveles de aceptación por
debajo del 25%, y Scholz, enfrentando elecciones cruciales que muy posiblemente
pierda, carecen de la legitimidad necesaria para liderar un frente común.
Además, la
opinión pública europea comienza a mostrar signos de cansancio. En varios
países, la ciudadanía se opone a más entregas de armas y exige soluciones
diplomáticas. El auge de partidos anti guerra refleja un cambio en la
percepción de los europeos, quienes cuestionan cada vez más la eficacia y los
costos de la política belicista de la UE.
El aislamiento
internacional de Europa
En el escenario
global, la posición de Europa es cada vez más precaria. Los países BRICS+, que
representan una parte significativa de la economía y la población mundial,
critican la expansión de la OTAN y promueven soluciones negociadas al conflicto.
La reciente cumbre en Kazán destacó la desconexión entre la visión occidental y
la realidad global: mientras Occidente intenta aislar a Rusia, el resto del
mundo busca alternativas que incluyan a todas las partes. Nuevamente la reunión
del G- 20 en Brasil ha reforzado esa idea.
Esta dinámica
deja a Europa en una posición de aislamiento creciente. Su política exterior,
dominada por la militarización y la dependencia de Estados Unidos, ha reducido
su capacidad de influencia en un mundo que avanza hacia un orden multipolar.
La paradoja
europea: militarización y declive
La
militarización de la UE, lejos de fortalecerla, ha exacerbado sus problemas
internos y externos. En lugar de liderar un esfuerzo diplomático, Europa ha
optado por una estrategia de confrontación que pone en riesgo no solo su
estabilidad, sino también su existencia como proyecto político. Las tensiones
económicas derivadas del desvío de recursos hacia la guerra, sumadas al
descontento social, amenazan con desencadenar una crisis política sin
precedentes en el continente. Se plantea otra paradoja que deja al descubierto
las nuevas realidades económicas, mientras las guerras mundiales (especialmente
la primera) fueron causadas por el choque entre las burguesías nacionales, hoy
ha desaparecido esa realidad o al menos ha perdido impulso. Quien decide hoy en
día la geopolítica es una nueva clase burguesa transnacional (BlackRock,
Vanguard, Soros….) que influye de forma poderosa en las decisiones que adoptan
los ejecutivos. Sólo así se explica la inacción de los políticos europeos
frente a las imposiciones económicas, incluida la voladura del Gulf Stream, que
ha impuesto Washington; los políticos europeos son vasallos de esta burguesía
transcontinental y por tanto incapaces de defender los intereses de sus
propios países.
Conclusión: el
riesgo de desintegración
Si Europa no
cambia de rumbo, el costo será enorme. El proyecto europeo, alguna vez una
esperanza para la estabilidad global, corre el riesgo de desintegrarse bajo el
peso de sus propias contradicciones. Su insistencia en una política
militarista, combinada con su dependencia de Estados Unidos y la falta de
liderazgo interno, pone en peligro no solo su relevancia internacional, sino
también la cohesión de sus Estados miembros. En un mundo que demanda soluciones
innovadoras y pacíficas, la UE parece incapaz de responder. Su enfoque actual
no solo es insostenible, sino que podría marcar el final del proyecto. Las
crecientes protestas sociales, alimentadas por la desconexión entre las élites
y los ciudadanos, podrían ser el catalizador de un cambio radical, aunque para
entonces, quizás sea demasiado tarde para salvar lo que se dijo que era el
sueño europeo y que cada día más se asemeja a una pesadilla.
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