Perseverar en el estilo de
vida sencilla y lucha dura y mantener estrecha ligazón con las masas
El Viejo Topo/
26.12.2020
I
Ahora nuestro
Partido se prepara para abrir una campaña de rectificación. La rectificación es
un método para resolver las contradicciones dentro del Partido a través de la
crítica y autocrítica y es, asimismo, un método para resolver las
contradicciones entre el Partido y el pueblo. La campaña que vamos a realizar
se dirigirá contra tres lacras: el burocratismo, el sectarismo y el
subjetivismo.
Por medio de la
rectificación debemos poner en pleno juego la tradición de vida sencilla y
lucha dura de nuestro Partido. Con el triunfo de la revolución, la voluntad
revolucionaria de una parte de nuestros camaradas se ha aflojado, su ardor
revolucionario se ha entibiado, ha decaído su disposición de servir al pueblo
de todo corazón y ha flaqueado el espíritu de reto a la muerte mostrado durante
la guerra contra el enemigo. En cambio, van en aumento cosas como la búsqueda
de posiciones y fama, la excesiva preocupación por el comer y el vestir, la
confrontación de la categoría salarial propia con la de otros y la disputa por
honores y beneficios.
He oído decir
que el año pasado, cuando se procedió a la recategorización, algunas personas
no tuvieron inconveniente en armar un gran jaleo, llorando a moco tendido.
El hombre tiene dos ojos, ¿verdad? En los ojos hay un agua que se llama
lágrimas. Cuando esa gente vio que la recategorización no colmaba sus deseos,
dos corrientes de lágrimas rodaron por sus mejillas. No les salió una sola
lágrima en la guerra contra Chiang Kai-shek, ni en la Guerra de Resistencia a
la Agresión Norteamericana y en Ayuda a Corea, ni en la reforma agraria, ni en
el movimiento de represión a los contrarrevolucionarios, ni cuando emprendimos
la construcción del socialismo. No obstante, una vez que vieron afectados sus
intereses personales, se desataron en llanto.
Me he enterado
de que alguien incluso se negó a comer durante tres días. Pienso que a uno no
le pasa nada si deja de comer tres días, pero sería un poco peligroso si esto
se dilatara por una semana. En fin de cuentas, se ha presentado una tendencia,
la de procurar fama y posiciones y disputar por sueldos más altos, mejor
comida, mejor ropa y mayores comodidades. Declararse en huelga de hambre y
derramar lágrimas por intereses personales podría contarse como una
contradicción en el seno del pueblo.
Hay una pieza
de ópera titulada Lin Chung huye en la noche[1], en que se canta: «Los varones no
vierten lágrimas por naderías, y sólo lo hacen cuando la tristeza les traspasa
el corazón.» Varones son también estos camaradas nuestros (quizá haya damas),
que, sin haber nunca vertido lágrimas por naderías, sólo vinieron a hacerlo en
el momento de la recategorización. ¿No es acaso necesario rectificar esta
tendencia? Está bien que uno no vierta lágrimas por naderías. Pero, ¿cuándo es
que la tristeza traspasa el corazón? Cuando la clase obrera y las amplias masas
trabajadoras se hallan en una situación peligrosa, una situación de vida o
muerte. Entonces sí se justifica derramar unas cuantas lágrimas.
Suponiendo que
contigo se haya cometido una injusticia en la recategorización, debes tragarte
esa injusticia y, en vez de dejar que las lágrimas salgan al exterior,
retenerlas en su fuente. En el mundo hay muchas cosas que son injustas. Puede
ser que a ti se te haya fijado incorrectamente la categoría salarial; pero, aun
así, no hay razón para que armes alborotos, pues eso no traerá graves
consecuencias. Basta con que tengas qué comer. Somos revolucionarios y, por
tanto, lo único que necesitamos es tener lo suficiente para no morir de hambre.
Mientras uno no muera de hambre, debe proseguir el trabajo revolucionario y la
lucha esforzada. Luchar esforzadamente seguirá siendo imprescindible incluso al
cabo de diez mil años. Un comunista debe luchar duro y servir al pueblo de todo
corazón, y no con la mitad o dos tercios del corazón. Aquellos cuya voluntad
revolucionaria haya decaído, deben rehacerse a través de la campaña de
rectificación.
II
Debemos
mantener aquel ímpetu, aquel ardor revolucionario y aquel espíritu de reto a la
muerte que nos animaron en los años de las guerras revolucionarias, y llevar
hasta el fin el trabajo revolucionario. ¿Qué significa el reto a la muerte? En
la novela A la orilla del agua, hay un personaje que se llama Shi
Siu, el Retador de la Muerte. Un espíritu como el suyo es el que tenemos en
mientes. Fue con ese espíritu con el que hicimos la revolución en el pasado.
Cada uno tiene una vida, que puede durar sesenta, setenta, ochenta o noventa
años. Mientras tenga capacidad para trabajar, debe hacer todo el trabajo que le
sea posible. Y en el trabajo, mantener el ardor revolucionario y el espíritu de
reto a la muerte de que hemos hablado. Algunos camaradas han perdido ese ardor
y ese espíritu y se hallan estancados. Eso no es bueno; hay que impartirles
educación.
Todo el Partido
debe fortalecer el trabajo político e ideológico. Muchos de los camaradas presentes
en la reunión de hoy son del Ejército. ¿Cómo andan las cosas en el Ejército?
¿Se diferencia en algo el trabajo político en tiempos de paz del trabajo
político en tiempos de guerra? En los tiempos de guerra, era preciso mantener
una estrecha ligazón con las masas, era necesario que los oficiales se
fundieran con los soldados y el ejército con el pueblo. Por ese entonces, el
pueblo se mostraba comprensivo ante tal o cual defecto nuestro. Ahora, cuando
nos encontramos en tiempos de paz, cuando no hay batallas y nos dedicamos al
entrenamiento, será difícil, lógicamente, que las masas perdonen
nuestros defectos si no persistimos en mantener una estrecha ligazón con
ellas.
Aunque ahora
rigen en el Ejército el sistema de grados militares[2] y
algunos otros sistemas, los oficiales de rango superior deben seguir
fundiéndose con los de rango inferior y los oficiales con los soldados. Al
igual que antes, se debe permitir que los de rango inferior critiquen a sus
superiores y los soldados, a los oficiales. Hacerlo, por ejemplo, celebrando
conferencias de representantes del Partido para brindar a los camaradas esa
oportunidad.
En el curso de
la campaña contra los «tres males», el camarada Chen Yi dijo, con toda razón:
«Si estuvo bien que dictáramos órdenes durante tantos años, ¿será justo o no
dejar ahora que los subordinados nos critiquen por un tiempo, digamos por una
semana?» Con estas palabras él quería decir que era justo. Yo comparto su idea,
es decir, estoy de acuerdo con que los subordinados nos critiquen durante esa
semana. Antes de que comience la crítica masiva, hay que hacer ciertos
preparativos y dar un informe en que se examine los defectos propios, que seguramente
no pasarán de uno, dos, tres o cuatro. Luego, que hablen los camaradas para
señalar algunos más y hacer críticas. Las masas son justas y no olvidarán
nuestra trayectoria.
Los jefes de
compañía y de pelotón también deben ofrecer a los soldados la oportunidad de
criticarlos, celebrando reuniones con ese propósito, preferentemente una vez al
año y cada vez durante varios días. Esta forma de democracia ya la practicamos
antes en el ejército, y resultó provechosa. No debemos permitir que el sistema
de grados militares y algunos otros sistemas perjudiquen la estrecha ligazón
entre superiores y subordinados, oficiales y soldados, ejército y pueblo, así
como entre las tropas y las autoridades civiles locales. No cabe ninguna duda
de que las relaciones entre superiores y subordinados deben ser estrechas y de
camaradería. Los oficiales deben estrechar sus relaciones con los soldados y
hacerse uno con ellos. Asimismo, deben ser estrechos los vínculos del ejército
con el pueblo y con los organismos locales del Partido y el gobierno.
Nuestros
camaradas deben tener presente que no es bueno vivir a costa de su calidad de
funcionarios, de su jerarquía oficial, de la antigüedad de sus hojas de
servicios. En cuanto a la antigüedad, los largos años que hemos dedicado a la
revolución son, ciertamente, algo que inspira confianza, pero no está bien que
vivamos a costa de ella. Tú tienes, es verdad, una hoja de servicios de varios
decenios. No obstante, el pueblo no te perdonará si alguna vez haces tonterías
o profieres absurdos. Por muchos que sean los servicios que prestaste y muy
alta tu posición, el pueblo no te perdonará si en el presente perjudicas sus
intereses al no trabajar bien o tratar desacertadamente los problemas.
Por eso,
nuestros camaradas no deben vivir a expensas de la antigüedad de sus hojas de
servicios, sino, más bien, preocuparse de resolver correctamente los problemas.
En lo que uno debe sustentarse es en la solución correcta de los problemas y no
en la antigüedad. Siendo imposible vivir a costa de la antigüedad, es mejor que
te desprendas lisa y llanamente de ella, como si nunca hubieras sido
funcionario; en otras palabras, que dejes de darte aires de señor, de
burócrata, que te guardes todos esos aires y vayas a verte con el pueblo y con
tus subordinados. Este punto merece la atención de nuestros cuadros y, en
especial, de los veteranos. Los cuadros nuevos generalmente no cargan con tales
lastres y por eso se comportan con más libertad. Es preciso que los cuadros
veteranos traten en pie de igualdad a los nuevos cuadros. En muchos aspectos,
los primeros no pueden equipararse con los últimos, razón por la cual deben
aprender de ellos.
Notas
[1] Escena de Historia de una espada,
pieza de la ópera kunqu, compuesta en tiempos de la dinastía Ming.
[2] El sistema de grados militares fue instituido en
septiembre de 1955 y suprimido en mayo de 1965.
* La primera
parte de este trabajo es un fragmento del discurso pronunciado por Mao Tsetung
el 18 de marzo de 1957 en una reunión de cuadros del Partido en Chinán; la
segunda parte, un fragmento de otro discurso, que pronunció el 19 de marzo de
1957 en una reunión de cuadros del Partido en Nankín.
Fuente: Obras Escogidas de Mao Tse-tung.
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