Tras el 21D: Nueva fase, viejos retos
06/01/2018 | Jaime Pastor
VIENTO SUR
06.01.2018
El escenario que emerge tras el 21D no
ha cambiado sustancialmente desde el punto de vista parlamentario, pero sí en
cuanto al protagonismo creciente del poder judicial en la criminalización del
independentismo. Sería un error de la izquierda de ámbito estatal, y de quienes
se oponen a la desdemocratización y recentralización crecientes de este Estado,
considerar que el conflicto que enfrenta a una mayoría de catalanes –ya que
incluye no sólo a independentistas sino también a soberanistas- con el régimen les
es ajeno. Están en juego también nuestras libertades y derechos individuales y
colectivos.
Muchos son ya los análisis publicados
sobre los resultados de las elecciones del pasado 21 de diciembre en Catalunya,
pero voy a partir de los de Martí Caussa y Josep María Antentas por coincidir
con gran parte de sus diagnósticos y conclusiones 1/. El título del primero, “El
independentismo resiste, pero sin clarificar la estrategia”, ya era bastante
expresivo y en él se ponía el acento en la derrota política del artículo 155,
pero también en que “el bloque unionista y partidario del 155 se ha hecho más
fuerte y agresivo”; concluía aventurando mayor incertidumbre ante la nueva
etapa tras el brusco final del ciclo anterior el pasado 27 de octubre. El
segundo, a cierta distancia ya del 21D, entraba más en detalle sobre los
factores que explicaban el “éxito de la operación Puigdemont” con su discurso
legitimista, por un lado, y el ascenso de C’s como voto estratégico
anti-independentista, pero a la vez “de orden y de miedo”, por otro. Constataba
también la crisis del eslogan “un sol poble” para argumentar la necesidad de
una reformulación estratégica frente al persistente cierre de filas del régimen
que aspire a “ligar la agenda independentista a las políticas contra la austeridad
y defender un proceso constituyente compatible con un destino independentista y
uno confederal”.
En efecto, pese a la aplicación
completamente abusiva –y anticonstitucional, según buen número de expertos- del
artículo 155 2/,
al creciente acoso judicial(más de 60 causas abiertas, muchas de ellas por
injustas acusaciones de delitos de rebelión, sedición y… odio) y al
incesante anuncio de una mayor inestabilidad económica, la revalidación de la
mayoría absoluta por el bloque independentista (a la que no son ajenas la
memoria viva del ciclo transcurrido desde el 20S hasta las jornadas del 1 y el
3 de octubre y la represión desencadenada durante y después de las mismas) ha echado
por tierra los planes del bloque mal llamado constitucionalista (más
bien, jíbaroconstitucionalistas, como les califica el fiscal
emérito Martín Pallín) y continúa poniendo de manifiesto la crisis de
legitimidad del régimen y, sobre todo, del Estado autonómico en Catalunya.
Es cierto también que los partidos
independentistas han conseguido sólo el 47,49 % de los
votos, pero también lo es que en las condiciones tan asimétricas –a favor,
incontestablemente, del régimen- en las que se han desarrollado estas
elecciones y con el alto grado de participación que se ha dado (79,04 %),
ese resultado supone sin duda un fracaso innegable de la estrategia que desde
el Estado se diseñó para impedirlo, confiado en una mayoría silenciada que
esta vez les podría dar una victoria holgada. Significa, por tanto,una derrota
del partido de Rajoy (que ha pasado a ser el último en el nuevo parlament), de
su gobierno y también del régimen monárquico (no olvidemos el discurso de
Felipe VI la noche del 3 de octubre que luego quedó suavizado, solo en la
forma, en el emitido este 24 de diciembre).
Lo anterior no implica menospreciar el
dato de que Ciudadanos haya logrado un ascenso incuestionable entre sectores
sociales muy dispares, lo que le permite además poder competir ya abiertamente
con el PP en la búsqueda de más apoyos entre el Ibex 35 con la mirada puesta en
las futuras elecciones autonómicas y municipales que se celebrarán en mayo de
2019. Pero no por ello dejará de seguir estando en Catalunya en una impotente
oposición parlamentaria, pese a la incógnita que se abre sobre Puigdemont y los
escaños que corresponden a personas en la cárcel o en el exilio.
Asimismo, ha quedado también evidente
cómo, dado el contexto de polarización en que se han desarrollado estas
elecciones, la presión del voto útil ha dejado fuera de juego a CeC-Podem,
probablemente también por su “pasividad estratégica tacticista, a la espera de
que el independentismo colapsara rápidamente”, como observa Antentas, y ha
perjudicado a la CUP (pese a cierta reorientación de su campaña en torno a los
ejes de “República, derechos sociales y Asamblea Constituyente”). Mientras que,
por el otro lado, ha perjudicado a un PP que aparecía directamente identificado
con el gobierno y con la represión del 1 de octubre.
La imposible liquidación del
independentismo
Con todo, pese al rotundo desmentido a
su aventurada proclamación de que habían liquidado al
independentismo (como se ha empeñado en repetir la virreina Soraya Sáenz de
Santamaría a lo largo de toda la campaña), la respuesta de Rajoy a la
disposición al diálogo bilateral expresada con mayor claridad por ERC sigue
siendo, como era previsible, la de sostenella y no enmendalla. Lo
peor es que, bajo la presión de Ciudadanos, continúa dando largas incluso a una
posible reforma constitucional que aborde la cuestión catalana. Así que no cabe
esperar mucho de la subcomisión de estudio que se va a poner en marcha en el
parlamento español.
En esas condiciones, a las que se
sumarán nuevos juicios de corrupción que pueden llegar a alcanzar a “M. Rajoy”
(también, por cierto, a la exConvergència) y sin el apoyo presupuestario del
PNV, la cuestión catalana seguirá en el centro de la agenda política, ahora ya
bajo la vigilancia implacable de la Fiscalía del Estado y de un poder judicial
cuya falta de independencia ha sido denunciada recientemente por el Consejo de
Europa. Todo esto no dejará de afectar a la gobernabilidad y a una
presunta recuperación económica que no puede ocultar ya la
creciente precarización de la fuerza de trabajo o que la inversión pública haya
alcanzado en 2017 su punto más bajo en 50 años.
No sorprende, por tanto, que medios tan
beligerantes como El País estén haciendo enormes esfuerzos por
tranquilizar a los grandes poderes económicos (recordemos su editorial apenas
dos días después de las elecciones catalanas: “Que no cunda el pánico”),
consciente además de que la restitución de Puigdemont como presidente legítimo
en la Generalitat, si los jueces no lo impiden, supone el fracaso total de la
brutal y paranoica campaña mediática desplegada a lo largo de estos meses
contra el independentismo e incluso contra Podemos y Catalunya En Comú.
El papel más lamentable en todo este
proceso ha sido sin duda el jugado por el PSC, buscando un voto atrápalo-todo de
catalanistas y anticatalanistas que, sin embargo, no ha logrado frenar el
ascenso de Ciudadanos y le puede reducir a un papel subalterno de ese partido
en nombre de la defensa de la razón de Estado y la unidad
de España. Una política a la que le ha empujado el cierre de filas de Pedro
Sánchez con Rajoy y su gobierno y que seguramente habrá defraudado a mucha de
la militancia que le renovó su confianza como Secretario General en las
primarias, ya tan lejanas, del pasado junio. Por eso es muy comprensible el
abandono del PSOE por quien fue portavoz de la corriente Izquierda Socialista,
José Antonio Pérez Tapias, una vez constatada la renuncia de Sánchez no sólo a
una defensa consecuente del reconocimiento de la plurinacionalidad, sino
también a hacer frente a la política de excepción que Rajoy sigue queriendo
imponer en Catalunya 3/.
Todo esto no impide reconocer que desde
Catalunya parece urgente una reorientación política desde las izquierdas
soberanistas e independentistas que permita un mayor anclaje en las clases
subalternas en torno a una mejor articulación de la cuestión nacional y la
cuestión social y, a su vez, a la construcción de un sujeto político, un
nuevo demos plural, superador de toda forma de nacionalismo
excluyente en sus propias filas. Tareas sin duda urgentes si se quiere disputar
en mejores condiciones la hegemonía a una exConvergència cuya capacidad de
metamorfosis, pese a su pasado de corrupción y a sus políticas neoliberales y
austeritarias, ha quedado demostrada de nuevo.
Entramos así en una nueva fase de un
conflicto con una larga historia detrás que continúa encontrándose con el
bloqueo permanente a una solución democrática por parte del régimen, pero
también con un techo electoral menor al 50 % al que ha llegado el
independentismo hasta ahora.Techo que debería buscar superarlo a través de
nuevas vías, en alianza con Catalunya En Comú y distintas organizaciones
sociales soberanistas. Techo, conviene volver a recordarlo, superior al que
tuvo el principal partido nacionalista escocés, el SNP, en las elecciones de
2011 (en torno a un 45 %) y que, aun así, le permitió negociar con el
gobierno británico de David Cameron el referéndum de secesión que finalmente se
celebró con todas las garantías legales el 18 de septiembre de 2014.
Mientras tanto, democracia
disciplinaria y austeridad permanente
En medio de este recorrido la
judicialización del conflicto ha conducido ya a una Causa General contra el
independentismo, basada en el uso más torticero posible del Código Penal,
siendo el último ejemplo el auto de la sala de apelaciones del Tribunal Supremo
contra el recurso presentado por Oriol Junqueras para obtener su libertad
provisional. De su lectura se desprende, aunque se niegue desde instancias
judiciales, la tendencia a imponer una democracia militante que,
extendiendo una fórmula debida a Albo y Fanelli 4/, sería mejor llamar democracia
disciplinaria. Será bajo la amenaza de criminalizar incluso las nuevas
manifestaciones no violentas que se puedan convocar a favor de la independencia
como va a empezar la nueva etapa parlamentaria en Catalunya.
La aplicación del Derecho Penal del
enemigo a Catalunya no es más que una de las formas que está adoptando el
proceso de desdemocratización acelerada de regímenes formalmente democráticos
que se ha ido imponiendo desde el inicio de la Gran Recesión en 2008.
Emprendido inicialmente para facilitar la aplicación de unas políticas de
austeridad devenidas ya permanentes, con la contrarreforma exprés del artículo
135 de la Constitución y ahora con la beligerancia de Montoro contra los
ayuntamientos del cambio y Comunidades Autónomas como sus manifestaciones
extremas en el Estado español, se ha ido extendiendo a otros ámbitos de
conflicto como el de la libertad de expresión, el laboral y las guerras
culturales.
Pues bien, la aplicación por el
tripartito del régimen del artículo 155 en Catalunya 5/ y las acusaciones de rebelión
y sedición dirigidas contra el largo ciclo de movilizaciones que desde 2012 ha
recorrido ese país no son ajenas a esa democracia disciplinaria. En
este caso aplicada a la defensa de otro pilar fundamental del régimen como es
su soberanía exclusiva territorial, tal como se interpreta además desde la lectura
fundamentalista del artículo 2 de la Constitución. Tampoco lo es la tendencia
expansiva en la interpretación de los delitos de odio por
parte de fiscales, jueces y grandes medios de comunicación, dirigidas contra
las manifestaciones independentistas pero también, y cada vez más, contra
distintas formas de disidencia respecto al establishment. Una
beligerancia que contrasta además con su tolerancia frente a las constantes
apologías del franquismo y al rechazo de la diversidad sexual.
Por eso, insistiremos una vez más, más
allá de las discrepancias que pueda haber con el bloque independentista o con
la nueva hoja de ruta que se llegue a adoptar en esta nueva fase, la izquierda
de ámbito estatal no puede ser indiferente ante el conflicto que enfrenta a aquél
con el régimen y, sobre todo, frente a las amenazas represivas que vuelven a
caer contra una mayoría parlamentaria revalidada este 21D en las urnas. Su
legitimidad está fuera de duda y, por tanto, defenderla frente a la continuidad
de las medidas de excepción del régimen ha de formar parte del mismo esfuerzo
por hacer fracasar las amenazas de Montoro –mientras aumentan los gastos
militares al servicio de una OTAN cuyo ADN imperialista no ha cambiado 6/-, así como los ataques a libertades
y derechos como el que trágicamente ha costado la vida a Mohamed Bouderbala en
la cárcel de Archidona el pasado 28 de diciembre.
Junto a la respuesta a esa deriva
oligárquica y represiva seguirá siendo necesario buscar, desde dentro y fuera
de Catalunya, nuevas vías de reconstrucción de lazos solidarios entre los
distintos pueblos del Estado español frente a una peligrosa vuelta de tuerca
recentralizadora del régimen, favorecida ahora por el ascenso de Ciudadanos, y
verificada con los nuevos recortes a la financiación de las CC AA por parte del
gobierno. Pero, eso sí, sin olvidar, como bien ha dicho Pérez Tapias en la
entrevista citada, que “sin resolver las cuestiones de reconocimiento –en este
caso, de la pluralidad nacional-, no se solucionarán de verdad los temas de
redistribución y de sistema de financiación, por ejemplo”.
El cese de la política represiva y el
reconocimiento de la pluralidad nacional política y cultural dentro de este Estado
son tareas ineludibles. La primera debería pasar por la creación de un amplio
frente común de defensa de derechos democráticos y sociales, capaz de detener
la involución represiva. La segunda ha de seguir presionando por lograr
modificar la legalidad vigente (a través de reformas en el corto plazo que
ayuden a avanzar hacia procesos constituyentes) con el fin de permitir el
ejercicio del derecho a decidir su futuro –incluida la separación- de aquellos
pueblos que, como es el caso innegable de una mayoría de Catalunya, lo
reclamen.
Renunciar a cambiar el sentido
común de la actual mayoría de la sociedad española 7/ en función de criterios
electoralistas y tacticistas conduciría a la izquierda de ámbito estatal a
convertirse en subalterna de un nacionalismo español excluyente (que tiene en
“A por ellos” y “Yo soy español, español…” sus lemas preferidos, además de los
crecientes recursos represivos y judiciales con los que cuenta), contribuyendo
así, definitivamente, al cierre por arriba de la crisis de régimen. Mejor será
no resignarse ante un realismo conservador -que se limita a
asumir una relación de fuerzas desfavorable- y optar por ir forzando un cambio
de rumbo, buscando unir en un mismo proyecto destituyente las luchas contra
la democracia disciplinaria y la austeridad permanente con el
fin de ir transformándolas a favor de la soberanía de los pueblos
6/01/2018
Jaime Pastor es politólogo y editor
de viento sur
1/ “El independentismo
resiste, pero sin clarificar la estrategia”,viento sur,
22/12/2017, www.vientosur.info/spip.php?article13320 y
“Paisaje tras las elecciones”, viento sur,
31/12/2017, www.vientosur.info/spip.php?article13365
2/ Es muy revelador que
la aplicación que se ha hecho de ese artículo se haya basado, en la enmienda
que presentó el entonces dirigente de Alianza Popular Manuel Fraga a este
artículo en el debate constitucional de 1978: confirma así la voluntad
desconstituyente que preside al partido que el mismo Fraga fundó años después
no sólo en este ámbito sino en tantos otros como, en particular, el que atañe
al ejercicio de nuestras libertades y derechos fundamentales.
3/ José A. Pérez Tapias:
"Sólo un proceso constituyente nos puede sacar de esta crisis, y el PSOE
no está en ello”, Miguel Mora, ctxt, 3/01/2018, http://ctxt.es/es/20180103/Politica/17076/perez-tapias-psoe-pedro-sanchez-catalu%C3%B1a-federalismo-izquierda.htm
4/ G. Albo y C.
Fanelli, “Austerity against Democracy”, 2014, www.socialistproject.ca/documents/AusterityAgainstDemocracy.pdf . Para una crítica del auto judicial: Joan
Queralt, “Carbón”, elnacional.cat, 6/01/2018, www.elnacional.cat/es/opinion/joan-queralt-carbon_226791_102.html
5/ No olvidemos que
Euskadi y Castilla-La Mancha también fueron amenazadas con la aplicación de ese
mismo artículo sin que concurran en ellas las circunstancias particulares de
Catalunya.
6/ A. Coll, “OTAN:
control geopolítico, soberanías limitadas e involución política”, viento sur,
155, diciembre 2017, p. 45.
7/ Un sondeo publicado
este 6 de enero por El Español constata que un 33,8 % de
personas encuestadas en todo el Estado están a favor de reconocer la
posibilidad de un referéndum de autodeterminación frente a un 59,4 % que
está en contra: la tendencia parece apuntar, pese a lo que pretende hacernos
creer la gran mayoría de medios de comunicación de ámbito estatal, hacia un
ascenso de quienes están a favor.
*++