lunes, 24 de octubre de 2011

EL TRES EN UNO Y UN SOLO DIOS VERDADERO: LA ACUMULACION DINERARIA PROCEDENTE DEL TRABAJAO AJENO, PORQUE ES QUE NO PUEDE PROCEDER DE OTRA PARTE.


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El misterio de la Santísima Trinidad, como misterio es pan comido, un juego de niños que cualquiera entiende. El misterio que tiene miga es el trifásico que instituyen por la gracia de Dios (es que Dios es un gracioso) el mercado financiero; los inversores y los especuladores, tres personas distintas y un solo dios verdadero: el dinero procedente de trabajo ajeno y con mando triangular en plaza: aquí, allá y acullá, o sea, en la cosa International, pero sin gracia y no va más. Punto, porque para creyentes este artículo acaba aquí. Amén.
El chiste aparentemente empieza en Grecia, aunque en realidad no era Grecia, sino la banca griega, que parece lo mismo pero que no es igual.
La banca griega, muy buena ella, le saca los dineros al pueblo griego, pero para sacarle todavía más dinero al mismo pueblo recurre a banca amiga: banca de Francia y banca Alemana, y ello no quiere decir que la una y la otra sean de los franceses y alemanes respectivamente, sino de unos boñigos que aparentemente tienen forma de personas, pero que no lo son, ya lo indica su nombre: bo-ñi-go, o plasma de mierda de vaca seca.
En este chiste para que la cosa no parezca un jardín sin flores, hace falta un artista invitado: el correspondiente gobierno, además de otros organismos e instituciones nacionales y supranacionales para abonar el terreno en el que la banca en buena hermandad y de la manita con Pepe Luis, nos pida que demos confianza sobre confianza y un poco más de confianza para que los especuladores puedan chuparse la riqueza que crean los únicos que pueden crearla: los trabajadores con su trabajo.
Y así, los gobiernos junto a sus leales opositores que no sean de prácticas de izquierdas institucionalizan y sacralizan mediante leyes las condiciones en la que los trabajadores van teniendo cada vez menos a la par que van viviendo cada vez en peores condiciones, pero eso sí, dando confianza (o dejándose robar mansamente que para el caso es lo mismo), la confianza que no falte, que si hay confianza el aborregamiento personal no andará lejos.
La confianza que nos piden tanto el gobierno como la oposición aderezada con los grandes medios de comunicación, representa la condición básica del sometimiento al capital a través del miedo de la gente que trabaja, que es elemento indispensable de la dieta del robo de los especuladores. El especulador no crea riqueza alguna sino que roba la riqueza a quien la crea que es el trabajador.
Al trabajador cada vez le quedan cada vez menos instrumentos para defender sus derechos frente al capital, eso que llaman los poderes fácticos han adquirido la capacidad de poder hacer aparecer ante la opinión pública que lo blanco es negro o que un cerro como un castillo de grande es el mango de un martillo, y si hace falta un birle birloque coloreado de color naranja, pero tirando algo al azulón pardo, gracias a la indigencia intelectual de los trabajadores y a la inexistencia de conciencia clara de sí mismos. Y de esta manera, un confiado trabajador, además de alcanzar la Gloria de Dios, puede llegar a creer un que mañana le caerá el maná del cielo, pero para eso hoy tiene que pasar hambre, el mismo hambre que pasaba ayer mientras esperaba el maná prometido de hoy que no acaba de llegar, que a su vez es el mismo maná de hace cuarenta años cuando los Pactos de la Moncloa, que tampoco acaba de llegar, ¡me cachis!

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