China es el objetivo. En
esto coinciden todos los analistas. Pero no está claro que el intento trumpiano
vaya a acabar con éxito. Incluso puede producirse un efecto boomerang, quedando
China reforzada tras este embate.
Trump y América Latina
El Viejo Topo /4 mayo, 2025
TRUMP CONTRA
LOS MOLINOS DE VIENTO Y LA ENCRUCIJADA DE AMÉRICA LATINA
Por Emiliano
López
La aceleración
de la guerra de Trump contra China en las últimas semanas genera más dudas que
certezas. Estas medidas tienen, supuestamente, los objetivos de
reindustrializar a los Estados Unidos y de recuperar terreno a favor de
Occidente. Bajo la consigna “Make America Great Again” (Hagamos
América grande de nuevo), la administración derechista incrementó o amenazó
incrementar los aranceles a las importaciones de la mayoría de los países del
mundo, entre los cuales los países asiáticos llevan la peor parte. Así, China
(67%), Vietnam (90%), Tailandia (72%), Camboya (92%), representan los saltos
más significativos en las barreras impositivas.
Economistas
como Jeffrey Sachs y Paul Krugman han advertido sobre los riesgos
inflacionarios y recesivos que las medidas de Trump pueden provocar en los
Estados Unidos. Esta misma posición han adoptado The Washington Post y The
Economist. Ambos medios consideran, incluso, que el impacto de estas
medidas profundizó la desaceleración de la economía mundial y, al mismo tiempo,
provocará en todo el mundo un incremento de los precios de bienes de consumo.
Los principales índices financieros del Norte Global muestran temor a un crac
similar al de 1929. Entre el 1 y el 21 de
abril los índices de S&P500 (Estados Unidos), Dax (Alemania), FTSE 100
(Reino Unido), Nikkei 225 (Japón), S&P/TSX (Canadá), cayeron día tras día
sin mostrar, por el momento, signos de recuperación, mientras que el índice
Shanghai SE fue el único de las bolsas importantes del mundo que mostró una
reducción sistemática de la caída. Es evidente que la euforia y el pánico
bursátil responde a diferentes variables.
El problema del
enfoque occidental ante su pérdida de competitividad es que ha buscado la
solución equivocada: el proteccionismo clásico. El mundo es multipolar porque
la productividad de occidente se encuentra en un declive acelerado y sin pausa,
mientras que China y otros países del Sur Global son los productores de bienes
del mundo. Algunos datos que confirman esta decadencia productiva del Norte
Global: en 2024 China
representaba 30% del producto manufacturado global. Si
incluimos aquí a los BRICS+, el porcentaje de producción manufacturera en
relación con el total global es, al menos, la mitad de la producción de
manufacturas del mundo. Es un hecho incontrastable que la mayor parte de los
bienes que las poblaciones del mundo requieren se producen en el Sur Global y,
sobre todo, en China.
El nuevo ciclo
de financiarización posterior a la Tercera Gran Depresión de 2007-2008, no hizo
más que acentuar el problema estructural del Norte Global frente a la
emergencia de proyectos de desarrollo soberanos en el Sur Global: la baja
productividad de las economías centrales. El problema clave radica en que
dichas economías, sobre todo fomentadas por el gran capital financiero en
alianza con el sector de la economía digital, ha privilegiado la especulación a
corto plazo y ha pretendido conducir, cada vez con menos éxito, las redes
globales de producción. El punto es que, cuando los proyectos soberanos de
desarrollo tomaron lugar en el sur, la curva de aprendizaje de estos países
–que desenbocó en una modernización económica de gran alcance– comenzó a
acelerarse.
China, por
ejemplo, creció incluso durante la recesión de la pandemia del COVID 19 debido,
en parte, a cuatro estrategias de gran importancia: la planificación económica
basada en el desarrollo para la prosperidad común de su población; la inversión
elevada en capital fijo como porcentaje del producto interno bruto, en
particular en ramas estratégicas; la ampliación del comercio internacional y la
combinación de elevada innovación tecnología con producción a sobrecapacidad.
Estas estrategias combinadas permiten explicar por qué estructuralmente China
lidera el ranking de volumen global de comercio y, a su vez, es primera en el
ranking de balanza comercial superavitaria. La contracara de esta tendencia es
el sistemático déficit comercial de los Estados Unidos y, a excepción de
Alemania, de la mayoría de los países de Europa.
La perspectiva
occidental de la economía global, basada sobre todo en las lógicas financieras
de corto plazo, intenta afirmar dos cuestiones acerca de los resultados que
tendrá la política de Trump en el escenario global. La primera, es que el
impacto de los aranceles será similar en los Estados Unidos y en Oriente. Por
tanto, el supuesto es que conducirá a una recesión de ambas economías. Si bien
no es posible negar por completo el impacto de la guerra unilateral, a priori
se espera que en China éste sea menor al que presupone el establishment
económico y político de occidente. Algunos actores concretos como CEOs y
algunos políticos de ciertos Estados de los Estados Unidos lo plantean
indirectamente. Si se tiene en cuenta que el país asiático tuvo en los primeros
meses de 2025 208 mil
millones de dólares de exportaciones con destino al Sur Global,
mientras que con destino a los Estados Unidos el valor exportado por China para
los mismos meses fue de 75 millones de dólares, no está claro que el impacto
pueda desacelerar las exportaciones chinas de tal forma que desacelere su
crecimiento este año.
La segunda es
que, para los analistas occidentales, la deflación en China está representando
un problema serio que acentuará la recesión. Se supone entonces que, con la
baja del consumo de bienes chinos en los Estados Unidos, la caída de los
precios de producción en China será más acelerada. En ciertas situaciones de
atraso productivo y de producción a tope de capacidad, esto puede ser un
problema similar al que sufrió Japón durante los años 90. Sin embargo, con
ventaja tecnológica y sobrecapacidad, el mercado interno y el de más alta
inserción exportadora del mundo, puede obtener ganancias de comercio sostenidas
gracias a la deflación de precios de producción. La rotación (mayores volúmenes
de ventas) y no del margen (mayor ganancia unitaria por mayores precios sobre
costos) es lo que permite aprovechar las economías de escala que China posee.
Es esta dinámica, típica de competencia a menores costos, lo que permite a
China ser la factoría del mundo y no, por el contrario, por la fijación de
precios elevados.
Estos elementos
permiten matizar el efecto de las proyecciones recesivas sobre la economía
China que, en los primeros meses de la aplicación de los aranceles de los
Estados Unidos, continúa mostrando vitalidad y proyecciones de crecimiento
por encima del 5% para el año el curso.
¿QUÉ LE QUEDA A
AMÉRICA LATINA?
La encrucijada
de la región latinoamericana tiene diferentes dimensiones. El retroceso
significativo de sus producciones industriales, los bajos precios
internacionales de materias primeras y una estrategia errática de integración
regional, hacen que las posibilidades para retomar un sendero de crecimiento
estable no sean automáticas. Los intentos de los Estados Unidos por avanzar en
acuerdos que diezmen el comercio entre China y América Latina están a la orden
del día. Sobre todo, si se tiene presente que buena parte de los países de la
región tienen hoy Gobiernos afines a los Estados Unidos. El Salvador, Panamá,
Argentina, Ecuador, entre otros actores regionales, tienen un posicionamiento
que parece desconocer el mapa productivo y comercial del mundo, incluso de sus
propias economías, y se están alineando con Trump, negociando acuerdos de
endeudamiento, tratados de inversión y hasta gravámenes menos elevados que los
que poseen productos de otros países.
A excepción de
lo que ocurre en América Central y el Caribe, en donde los Estados Unidos es el
principal socio comercial, la mayor parte del comercio de la región
latinoamericana es intra-regional con China y otros países de Asia. En este
sentido, el intento de guerra arancelaria de Trump puede significar una buena
excusa para incrementar el comercio regional complementario y avanzar en un
programa de acuerdo regional con China que ya es, en los hechos, el principal
proveedor, pero también el principal comprador de las producciones al Sur del
Rio Bravo. La decadencia productiva de occidente sólo tiene para ofrecer a
América Latina y el Caribe endeudamiento y desindustrialización. La apuesta por
un comercio multipolar y complementario puede permitir trazar una tangente para
eludir la crisis estructural de occidente e iniciar un proceso de
reindustrialización.
Fuente: Globetrotter