miércoles, 29 de octubre de 2025

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La educación en España

 


La educación en España


Publicado el 29 de octubre de 2025 / Por Jaime Richart

 

La educación en España es un espejo del desacuerdo.


¿Alguien puede creer que en una nación tan inestable como la española, de tan diferentes sensibilidades territoriales, de tan marcado y peculiar sentido religioso de una parte de la población como marcado es el sentido laico de otra, pueda existir una población homogénea en valores y educación cívica básica?

Los hechos lo desmienten. Ocho leyes educativas en menos de medio siglo casi una por cada legislatura— prueban no la riqueza plural del pensamiento español, sino su fractura estructural. No es la variedad de mentalidades lo que explica tal sucesión de planes de enseñanza, sino la imposibilidad de convivir con una idea común de país.

La educación es siempre el campo de batalla preferido de las ideologías porque en ella se moldea el pensamiento de las generaciones futuras. En España, cada cambio de gobierno ha sido, al mismo tiempo, un acto de demolición: el nuevo poder político no corrige al anterior, lo anula.

Cada ley educativa no es una reforma, sino una revancha. El sistema se reconstruye de raíz, como si el país comenzara de nuevo cada vez, como si la historia no existiera, como si el adversario político fuera un enemigo a borrar, no un interlocutor con quien procurar un pacto esencial.

La raíz del problema es histórica. España nunca ha enterrado su guerra civil. Por eso sigue sin haber un verdadero pacto de convivencia; hay un silencio impuesto, una apariencia de reconciliación, pero no un acuerdo sincero sobre qué tipo de ciudadano debe formar la escuela.

Las naciones maduras de la vieja Europa, incluso las que padecieron conflictos internos graves, comprendieron que la educación debía ser un terreno común, no un campo de conquista. En España, en cambio, la escuela es el laboratorio de cada ideología dominante: clerical o laica, nacionalista o centralista, conservadora o progresista. Y así, lo que debería unir a la sociedad se transforma en la línea más visible de su fractura.

Los vencedores de la guerra civil y sus herederos ideológicos jamás renuncian a imponer su visión moral, religiosa y patriótica; los herederos de los vencidos, por su parte, tampoco ocultan su deseo de reescribir desde las aulas, el laicismo, la historia y la conciencia colectiva.

Ambos proyectos son excluyentes y ambos nacen del mismo defecto: la incapacidad para concebir un espacio neutral donde el ciudadano aprenda antes a pensar que a obedecer.

Por eso, la inestabilidad de los planes de enseñanza no es una casualidad ni una torpeza técnica. Es el reflejo más claro del fracaso español para construir una sociedad adulta.

Mientras la educación siga siendo el instrumento de adoctrinamiento del poder, y no el fundamento de un pensamiento libre, no habrá pacto educativo posible.

Y sin ese pacto abierto, inteligente, estable— España seguirá siendo una nación, no sólo artificialmente adosadas todas su Comunidades, sino también sin proyecto común, un país que enseña a sus jóvenes a repetir la misma división histórica que heredó de sus mayores.

Mi nieta, que tiene veintitrés años y una lucidez que ya quisiera para sí buena parte de quienes legislan, me decía hace poco que la educación debería ser, al menos en Europa, un bien común de todos los pueblos que la integran. Y añadía, con su lógica desarmante, que un ciudadano europeo debería aprender en cualquier país de la Unión los mismos principios básicos de convivencia, de civismo y de respeto a la razón.

Tiene razón, por supuesto. Pero es una razón imposible. España, con su lastre histórico y su particular manera de entender la soberanía, no soportaría una educación verdaderamente europea. Y, sin embargo, esa imposibilidad no le quita ni un ápice de belleza a la idea. Porque si algún día España quisiera parecerse a Europa, debería empezar por aceptar que educar no es domesticar, sino liberar.

Jaime Richart

25 Octubre 2025

Imagen de portada: Educacion – Detalles de la licencia – Autor: Alex Carrasco – Derechos de autor: creative commons CC BY-NC-ND 3.0

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