sábado, 29 de marzo de 2014

¿LOS HIPOCRITAS, CINICOS, EMBUSTEROS Y PSICÓPATAS NOS SACARÁN DE LA CRISIS?


HAY PSICÓPATAS EN LA POLÍTICA, LA BANCA Y EL MUNDO EMPRESARIAL


LA INFINITAESPIRAL.COM

11 de diciembre de 2012


Los psicópatas son individuos patológicamente satisfechos consigo mismos y con una ambición sin límites que les lanza en busca  de riqueza y poder sin importarles los perjuicios que puedan ocasionar con su desprecio hacia las propiedades y los  sentimientos de los demás mientras ellos no sienten culpa o remordimiento alguno.

Aunque es corriente identificar a los psicópatas con los asesinos en serie,  la inmensa mayoría de los psicópatas nunca matan (al menos directamente) ni están recluidos en la cárcel o en instituciones psiquiátricas ya que viven integrados en la sociedad sin despertar sospechas sobre su condición; interpretan un papel de individuos encantadores, inteligentes y seductores y fingen una empatía que no sienten mientras ejercen su poder a costa de infligir daño a los demás.

Sistema capitalista y psicópatas
El rasgo distintivo de los psicópatas es no sentir nada por los demás, pero saber fingirlo. Y por desgracia, el sistema capitalista en el que vivimos inmersos, tiende a recompensar a estos seres perversos con poder y dinero a permitirles pasar desapercibidos bajo un aura emprendedora de falsa empatía que les catapulta al éxito en ámbitos como la banca, el mundo empresarial y también en la política.
Así planteado, los psicópatas más peligrosos no serían los ‘serial killers’ que aparecen en las películas y en las series de televisión como ‘Dexter’ sino otro tipo de ‘asesinos’ inteligentes y triunfadores a quienes les encanta desenvolverse en la política y en los negocios. Muchos de ellos son protagonistas de grandes escándalos financieros que han sido ­–y siguen siendo– noticia en nuestra podrida sociedad y que sin duda el lector tendrá ahora en su mente.

Psicópatas de cuello blanco
Psicópatas de cuello blanco son quienes desde, sus cargos políticos, se enriquecen a costa del dinero público y también aquellos que desde bancos y empresas engañan y roban, sin escrúpulos ni remordimientos, a miles de pequeños ahorradores a los que llegan a incitar al suicidio tras arruinarlos o  desahuciarlos de sus vivienda.
A estos psicópatas les encanta encandilar a las masas, vociferar en mítines, pontificar normas éticas (que ellos incumplen) en tertulias televisivas y lanzar vacuos y pomposos discursos en los consejos de administración de las empresas que presiden.
Son seres perversos que muestran una pasmosa serenidad en sus actuaciones. 
Seductores y divertidos en sus relaciones sociales, nunca aburren, contagian dinamismo y actúan impulsivamente, a ráfagas, siempre en su propio interés y sin pensar a largo plazo en las consecuencias de sus irreflexivas actuaciones.

Los políticos psicópatas
Políticos psicópatas son unos presuntos servidores públicos que trabajan única y exclusivamente para sí mismos, a pesar de que digan lo contrario y se aferran patológicamente al poder, tanto que les cuesta delegar y les es casi imposible dimitir cuando son descubiertos en una ilegalidad.
A diferencia de un político normal (que suele saber cuando le llega el momento de abandonar su cargo), los políticos psicópatas repiten en su puesto tantas veces como les es posible. Les gusta rodearse de aduladores y colaboradores mediocres y maleables y son propensos a insultar a sus rivales así como a buscar –cuando no crear– conflictos para erigirse en mesiánicos salvadores.
El político psicópata carece de esa habilidad emocional llamada empatía —la capacidad de saber ponerse en el en lugar de los demás— pero finge poseerla. 

Vive en la creencia de que todo (personas incluidas) tiene que estar a su servicio, pierde los papeles si se frustran sus planes y es justo entonces cuando puede cometer errores de los que nunca llega a  aprender.
Los políticos psicópatas y los ‘serial killer’ que mencionábamos al principio comparten en sus perfiles psicológicos rasgos de anteposición del fin a los medios, incapacidad para el arrepentimiento y el remordimiento, arrogancia y propensión a tomar de sin margen para la reflexión o la duda.
Los libros de historia están llenos de políticos que se ajustan a estas características (Stalin, Hitler, Pinochet, Somoza…) y nos informan de que en ciertos momento de crisis social, política y económica como los que actualmente atravesamos, es posible que algunos políticos psicópatas con un alto grado de perversidad, aprovechen las aguas revueltas para intentar acceder al poder después de que otros psicópatas, de menor relevancia (pero idéntico modus operandi), les hayan allanado el terreno desde la banca, el mundo empresarial y, como no, también desde la política.
Hay que mantenerse alerta ya que el mejor modo de acabar con estos monstruos es aprender a no elegirlos, pues una vez acceden al poder suele ocurrir que solo un psicópata de su talla o una guerra consiguen hacerles frente.


Alberto Soler Montagud

https://twitter.com/TitanSoler
 
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22 M: OTRO ANALISIS NO IDEOLÓGICO

 

[Img #26442] "... UN FENÓMENO INÉDITO EN LOS ÚLTIMOS 30 AÑOS

      La verdad es que al poder no le faltaba razón en lo que hacía. El 22 M era un fenómeno nuevo, inédito, sin un historial que proporcionara pistas a quienes manejan las clavijas del aparato represivo. En primer lugar porque la movilización no era el resultado de una convocatoria formal realizada por las organizaciones habituales que gozan de la confianza del establisment. El toque a rebato había partido de organizaciones sociales de base, algunas de ellas experimentadas en batirse el cobre en la movilización callejera.   Aquello no parecía responder a los parámetros de lo que hasta entonces habíamos conocido en la parte del Estado español que aceptó los preceptos  de las "reglas de juego" impuestas por la Transición..."
 
 
Primero comenzaron tratando de hacer fracasar las marchas del 22 M sobre Madrid. Los medios de comunicación enmudecieron en la mención de todo aquello que se relacionara  con  las múltiples movilizaciones que habían partido desde diferentes puntos del Estado español en dirección a su capital. Ni una información, ni un solo dato, nada que pudiera poner en conocimiento de la ciudadanía que para el 22 de marzo había prevista una concentración que se esperaba multitudinaria. La sordina sobre la movilización fue total, absoluta y sospechosamente unánime.

      Pero una vez que las marchas empezaron a tomar cuerpo se hizo preciso para los que administran el aparato del Estado intentar difundir el miedo,  inyectar el pánico entre aquellos a los que continuar encerrados en sus casas les  hace escocer el alma. 
 
       Cuando se  generalizó la sensación de que la iniciativa  iba a constituir un éxito, los alquimistas del miedo recurrieron  a procedimientos más coercitivos. El fin de semana comprendido entre los días 20 y 22 de marzo, el Ministerio del Interior,  instigado por su temor a la magnitud del evento silenciado, comenzó a mover sus fichas. En una operación pocas veces vista, interceptaron a   los autobuses que repletos de marchistas se acercaban a Madrid. Obligaban a los pasajeros a descender de los vehículos procediendo a su interrogatorio y registro. Establecieron, asimismo, un fuerte cordón de vigilancia en las estaciones de trenes y autobuses.  Retomaban así los viejos tics policiales de la dictadura intentando provocar una sicosis de inquietud e inseguridad entre quienes acudían a la manifestación. Había que ahogar a aquella criatura antes de que pudiera nacer. 

      Simultáneamente a estas operaciones "preventivas", la inefable Delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, atrapada por una crisis de histerismo macartista, se dedicó a  lanzar soflamas incendiarias a través de los medios de comunicación,  amenazando con los peores pronósticos a aquellos que  tuvieran la tentación de sumarse en los últimos momentos a las manifestaciones.

      Pero la eficacia de todo aquel despliegue no le  sirvió al Ejecutivo ultraconservador para mucho. El desgaste de la credibilidad gubernamental alcanza ya, incluso, a los  sectores que le prestaron hace dos años su voto.  

UN FENÓMENO INÉDITO EN LOS ÚLTIMOS 30 AÑOS

      La verdad es que al poder no le faltaba razón en lo que hacía. El 22 M era un fenómeno nuevo, inédito, sin un historial que proporcionara pistas a quienes manejan las clavijas del aparato represivo. En primer lugar porque la movilización no era el resultado de una convocatoria formal realizada por las organizaciones habituales que gozan de la confianza del establisment. El toque a rebato había partido de organizaciones sociales de base, algunas de ellas experimentadas en batirse el cobre en la movilización callejera.   Aquello no parecía responder a los parámetros de lo que hasta entonces habíamos conocido en la parte del Estado español que aceptó los preceptos  de las "reglas de juego" impuestas por la Transición. 

DESMARQUE DE LA INSTITUCIONALIDAD "DE IZQUIERDAS"

      Por otra parte, las dos grandes palancas del control social, UGT y Comisiones Obreras, se habían mantenido prudentemente  al margen de la iniciativa movilizadora. Ambas organizaciones sindicales  se encontraban muy ajetreadas   aquel fin de semana en negociaciones con la patronal y el gobierno, a la espera de  que estos les  concedieran  unas cuantas migajas del gran festín de la crisis. 

    Por su parte, la "izquierda institucional" acogió con prudente timidez los enunciados del llamamiento del 22M. Era preferible mantenerse entre  dos aguas, navegando como siempre en el mar tranquilo y seguro de la ambigüedad. Eso de aceptar "no pagar la deuda" que esgrimía el llamamiento del 22M era un lance muy arriesgado. ¿Y si en un próximo futuro tenemos que compartir mantel y Consejo de Ministros con el PSOE? ¿Cómo atrevernos a decir después   "Diego" donde dije "digo"? Es cierto que estas calculadas  indefiniciones pueden enajenar algunos votos, pero hoy por hoy la "izquierda" del sistema prefiere un "contigo pero sin ti" que embarcarse en "aventuras revolucionarias" que puedan asustar al torrente de votos que como agua de mayo esperan conquistarle al PSOE. Además, esto es Europa, un continente donde el "estado  del bienestar" supo encarrilar las confrontaciones sociales sobre los rieles de la negociación y el consenso

¿QUÉ DEMOSTRÓ EL 22M?
 
      El 22M ha demostrado, por el momento, algunas cosas. En primer lugar que hay un sector de la sociedad que empieza a comprender dónde está la clave que permite detectar al enemigo. Ya no son aquellas concentraciones abstractas - pero también comprensibles-  de descontento que emergieron al calor del movimiento 15M. Se ha producido el tantas veces impropiamente recurrido "salto cualitativo".  El mapa social de la lucha de clases ha empezado a redefinirse con claridad para mucha gente. Posiblemente en este camino quede mucho por avanzar y las próximas etapas  continúen siendo todavía muy inciertas. De la visión y habilidad de los sectores de la vanguardia política   - concepto que se hace preciso recuperar rápidamente -  dependerá que el proceso se acelere o, por el contrario, pueda terminar encallado.

     Un segundo aspecto  ha quedado patentemente demostrado. Por poco que se den pasos en la organización popular, las muletas de las organizaciones afines al sistema - sindicatos e izquierda institucional -  no solo son prescindibles por pura profilaxis ideológica, sino porque  su alejamiento   de la cabecera de las convocatorias contribuiría  a que  los trabajadores pudieran descubrir con mayor rapidez y claridad en qué campo se encuentra cada cual.

    El 22 M, pese a quien pese, ha sido un éxito y, a su vez, un peligro incipiente para el sistema.  Pero con un solo éxito no se  gana  la guerra. Queda todavía por recorrer el largo camino de la organización popular.
 
Publicado por espinodefuego
 
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