domingo, 17 de febrero de 2013

EL VATICANO, ESTADO EXTRANJERO CON MANDO EN PLAZA DENTRO DE ESPAÑA COMO SI FUERA LA CORRALA LA TIA PACA ¿SE TAMBALEA?

  
LAS VERDADERAS RAZONES DE LA RENUNCIA DEL PAPA BENEDICTO XVI

 (Tornapunta)

Corrupción, lavado de dinero y las internas más feroces

Eduardo Febbro
Página/12 
Rebelión 17-02-2013

Un informe elaborado por tres cardenales lo terminó de convencer de que era imposible limpiar el Vaticano, donde hasta la Cosa Nostra guarda sus fondos. La abdicación como manera de sacudir el tablero en la Iglesia.

 Los expertos vaticanistas alegan que el papa Benedicto XVI decidió renunciar en marzo del año pasado, después de regresar de su viaje a México y a Cuba. En ese entonces, el Papa que encarna lo que el especialista y universitario francés Philippe Portier llama “una continuidad pesada” con su predecesor, Juan Pablo II, descubrió la primera parte de un informe elaborado por los cardenales Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi. Allí estaban resumidos los abismos nada espirituales en los que había caído la Iglesia: corrupción, finanzas oscuras, guerras fratricidas por el poder, robo masivo de documentos secretos, pugna entre facciones y lavado de dinero. El resumen final era la “resistencia en la curia al cambio y muchos obstáculos a las acciones pedidas por el Papa para promover la transparencia”. 

El Vaticano era un nido de hienas enardecidas, un pugilato sin límites ni moral alguna donde la curia hambrienta de poder fomentaba delaciones, traiciones, zancadillas, lavado de dinero, operaciones de Inteligencia para mantener sus prerrogativas y privilegios al frente de las instituciones religiosas y financieras. Muy lejos del cielo y muy cerca de los pecados terrestres. Bajo el mandato de Benedicto XVI, el Vaticano fue uno de los Estados más oscuros del planeta. Josef Ratzinger tuvo el mérito de destapar el inmenso agujero negro de los curas pedófilos, pero no el de modernizar la Iglesia y dar vuelta la página del legado de asuntos turbios que dejó su predecesor, Juan Pablo II.

Ese primer informe de los tres cardenales desembocó, en agosto del año pasado, en el nombramiento del suizo René Brülhart, un especialista en lavado de dinero que dirigió durante ocho años la Financial Intelligence Unit (FIU) du Liechtenstein, o sea, la agencia nacional encargada de analizar las operaciones financieras sospechosas. Brülhart tenía como misión poner al Banco del Vaticano en sintonía con las normas europeas dictadas por el GAFI, el grupo de acción financiera. Desde luego, no pudo hacerlo. El pasado turbio le cerró el paso.

Benedicto XVI fue, como lo señala Philippe Portier, un continuador de la obra de Juan Pablo II: “Desde 1981 siguió el reino de su predecesor acompañando varios textos importantes que él mismo redactó a veces, como la Condena de las teologías de la liberación de los años 1984-1986, el Evangelium Vitae de 1995, a propósito de la doctrina de la Iglesia sobre temas de la vida, o Splendor Veritas, un texto fundamental redactado a cuatro manos con Wojtyla”. Estos dos textos citados por el experto francés son un compendio práctico de la visión reaccionaria de la Iglesia sobre las cuestiones políticas, sociales y científicas del mundo moderno.

La segunda parte del informe de los tres cardenales le fue presentada al Papa en diciembre. Desde entonces, la renuncia se planteó de forma irrevocable. En pleno marasmo y con un montón de pasillos que conducían al infierno, la curia romana actuó como lo haría cualquier Estado. Buscó imponer una verdad oficial con métodos modernos. Para ello contrató al periodista norteamericano Greg Burke, miembro del Opus Dei y ex miembro de la agencia Reuters, la revista Time y la cadena Fox. Burke tenía por misión mejorar la deteriorada imagen de la Iglesia. “Mi idea es aportar claridad”, dijo Burke al asumir el puesto. Demasiado tarde. Nada hay de claro en la cima de la Iglesia Católica. 

La divulgación de los documentos secretos del Vaticano orquestada por el mayordomo del papa, Paolo Gabriele, y muchas otras manos invisibles fue una operación sabiamente montada cuyos resortes siguen siendo misteriosos: operación contra el poderoso secretario de Estado, Tarcisio Bertone, conspiración para empujar a Benedicto XVI a la renuncia y poner a un italiano en su lugar, o intento de frenar la purga interna en curso y la avalancha de secretos, los vatileaks sumergieron la tarea limpiadora de Burke. Un infierno de paredes pintadas con ángeles no es fácil de rediseñar.

Benedicto XVI se hizo aplastar por las contradicciones que él mismo suscitó. Estas son tales que, una vez que hizo pública su renuncia, los tradicionalistas de la Fraternidad de San Pío X fundada por monseñor Lefebvre saludaron la figura del Papa. No es para menos: una de las primeras misiones que emprendió Ratzinger consistió en suprimir las sanciones canónicas adoptadas contra los partidarios fascistoides y ultrarreaccionarios de monseñor Lefebvre y, por consiguiente, legitimizar en el seno de la Iglesia esa corriente retrógrada que, de Pinochet a Videla, supo apoyar a casi todas las dictaduras de ultraderecha del mundo. 

Philippe Portier señala al respecto que el Papa “se dejó sobrepasar por la opacidad que se instaló bajo su reino”. Y la primera de ellas no es doctrinal, sino financiera. El Vaticano es un tenebroso gestor de dinero y muchas de las querellas que se destaparon en el último año tienen que ver con las finanzas, las cuentas maquilladas y las operaciones ilícitas. Esta es la herencia financiera que dejó Juan Pablo II y que para muchos especialistas explica la crisis actual. El Instituto para las Obras de Religión, es decir el banco del Vaticano, fundado en 1942 por Pío XII, funciona con una oscuridad tormentosa. En enero, a pedido del organismo europeo de lucha contra el blanqueo de dinero, Moneyval, el Banco de Italia bloqueó el uso de las cartas de crédito dentro del Vaticano debido a la falta de transparencia y a las fallas manifiestas en el control de lavado de dinero. En 2011, los cinco millones de turistas que visitaron la Santa Sede dejaron 93,5 millones de euros en las cajas del Vaticano, ahora deberán pagar al contado. El IOR gestiona más de 33.000 cuentas por las que circulan más de seis mil millones de euros. Su opacidad es tal que no figura en la “lista blanca” de los Estados que participan en el combate contra las transacciones ilícitas. 
En septiembre de 2009, Ratzinger nombró al banquero Ettore Gotti Tedeschi al frente del Banco del Vaticano. Cercano al Opus Dei, representante del Banco de Santander en Italia desde 1992, Gotti Tedeschi participó en la preparación de la encíclica social y económica Caritas in veritate, publicada por el Papa en julio. La encíclica exige más justicia social y plantea reglas más transparentes para el sistema financiero mundial. Tedeschi tuvo como objetivo ordenar las turbias aguas de las finanzas vaticanas. Las cuentas de la Santa Sede son un laberinto de corrupción y lavado de dinero cuyos orígenes más conocidos se remontan a finales de los años ’80, cuando la Justicia italiana emitió una orden de detención contra el arzobispo norteamericano Paul Marcinkus, el llamado “banquero de Dios”, presidente del Instituto para las Obras de la Religión y máximo responsable de las inversiones vaticanas de la época.

  Marcinkus era un adepto a los paraísos fiscales y muy amigo de las mafias. Juan Pablo II usó el argumento de la soberanía territorial para evitar la detención y salvarlo de la cárcel. No extraña, le debía mucho, ya que en los años ’70 y ’80 Marcinkus había utilizado el Banco del Vaticano para financiar secretamente al hijo predilecto de Juan Pablo II, el sindicato polaco Solidaridad, algo que Wojtyla no olvidó jamás. Marcinkus terminó sus días jugando al golf en Arizona y en el medio quedó un gigantesco agujero negro de pérdidas (3,5 mil millones de dólares), inversiones mafiosas y también varios cadáveres. 

 El 18 de junio de 1982 apareció un cadáver ahorcado en el puente londinense de Blackfriars. El cuerpo pertenecía a Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano y principal socio del IOR. Su aparente suicidio corrió el telón de una inmensa trama de corrupción que incluía, además del Banco Ambrosiano, la logia masónica Propaganda 2 (más conocida como P-2), dirigida por Licio Gelli, y el mismo Banco del Vaticano dirigido por Marcinkus. Gelli se refugió un tiempo en la Argentina, donde ya había operado en los tiempos del general Lanusse mediante un operativo llamado “Gianoglio” para facilitar el retorno de Perón.

A Gotti Tedeschi se le encomendó una misión casi imposible y sólo permaneció tres años al frente del Instituto para las Obras de Religión. Fue despedido de forma fulminante en 2012 por supuestas “irregularidades en su gestión”. Entre otras irregularidades, la fiscalía de Roma descubrió un giro sospechoso de 30 millones de dólares entre el Banco del Vaticano y el Credito Artigiano. La transferencia se hizo desde una cuenta abierta en el Credito Artigiano pero bloqueada por la Justicia a causa de su falta de transferencia. Tedeschi salió del banco pocas horas después de que se detuviera al mayordomo del Papa y justo cuando el Vaticano estaba siendo investigado por supuesta violación de las normas contra el blanqueo de capitales. En realidad, su expulsión constituye otro episodio de la guerra entre facciones. En cuanto se hizo cargo del puesto, Tedeschi empezó a elaborar un informe secreto donde consignó lo que fue descubriendo: cuentas cifradas donde se escondía dinero sucio de “políticos, intermediarios, constructores y altos funcionarios del Estado”. Hasta Matteo Messina Denaro, el nuevo jefe de la Cosa Nostra, tenía su dinero en el IOR. Allí empezó el infortunio de Tedeschi. Quienes conocen bien el Vaticano alegan que el banquero amigo del Papa fue víctima de un complot armado por consejeros del banco con el respaldo del secretario de Estado, monseñor Bertone, un enemigo personal de Tedeschi y responsable de la comisión cardenalicia que vigila el funcionamiento del banco. Su destitución vino acompañada por la difusión de un “documento” que lo vinculaba con la fuga de documentos robados al Papa. 

Más que las querellas teológicas, es el dinero y las sucias cuentas del Banco del Vaticano lo que parecen componer la trama de la inédita renuncia del Papa. Un nido de cuervos pedófilos, complotistas reaccionarios y ladrones, sedientos de poder, impunes y capaces de todo con tal de defender su facción, la jerarquía católica ha dejado una imagen terrible de su proceso de descomposición moral. Nada muy distinto al mundo en el que vivimos: corrupción, capitalismo suicida, protección de los privilegiados, circuitos de poder que se autoalimentan y protegen, el Vaticano no es más que un reflejo puntual de la propia decadencia del sistema. 

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-213961-2013-02-16.html 

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EL PODER DE LOS MEDIOS


Miguel Guaglianone
Barómetro Internacional 
Rebelion 16-02-2013

 Dice la creencia popular que fue Paul Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, quien dijo que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. No existe ninguna constancia que lo expresara exactamente de esa manera, aunque en varios de sus escritos y discursos habla de la forma de mantener siempre un solo concepto y difundirlo y repetirlo constantemente. Lo cierto es que este método, llevado adelante a través de los medios de comunicación de masas, ha resultado sumamente efectivo. 

Y cuando lo analizamos con detenimiento, vemos que opera a un nivel mucho más profundo y complejo que el de la mera alteración de la información, como se pudiera creer en primera instancia. En principio, es obvio que parte del engaño de los medios de comunicación globales –reunidos en un puñado de corporaciones que trabajan asociadas para “crear” la mayor parte del panorama comunicacional mundial– consiste en modificar la realidad, ocultar ciertas cosas, deformar otras y proporcionar como ciertas otras que no lo son en absoluto. Sin embargo, creemos que el poder oculto de los medios – directamente ejercido al servicio de mantener un sistema de dominación sobre las grandes masas, sobre todo de los países centrales– es mucho más sutil, y también está definido por la máxima citada. 

El gran poder de los medios de comunicación, es que ellos constituyen un sistema de persuasión, un sistema de educación continua, que es capaz de cambiar los sistemas de valores y la apreciación del mundo de la gente. Los cambios que nos proponen tienen que ver con institucionalizar socialmente los valores del sistema que promueven, y darnos una forma de apreciar la realidad que esté determinada por esos valores. Su objetivo está definido por algo que ya hemos escrito antes: La mejor forma de dominación es hacer que los dominados vean el mundo con los ojos de los dominadores. 

 La repetición sistemática de conceptos y valores transmitidos por los medios como legítimos y valederos, va creando una “nueva realidad” que los receptores de esos medios van apreciando como la verdadera.

En la Alemania nazi, el genio de Goebbels, a través de la repetición sistemática (y un uso creativo de los medios de comunicación de la época) logró consolidar en el pueblo alemán (en el cual ya estaban latentes) algunas “verdades” que en determinado momento la mayor parte de esa población consideró como obvias, como por ejemplo la “superioridad aria”, las “razas inferiores”, el “peligro judío”, o la “Alemania sobre todas las naciones”.

A casi setenta años de haber caído el régimen nazi, estas enseñanzas de manipulación se han perfeccionado (junto al inmenso desarrollo tecnológico de los medios), y son hoy de utilización normal y cotidiana, tanto así que pasan desapercibidas. 

Las cadenas corporativas de medios repiten sistemáticamente juicios, criterios y formas de actuar que son “validadas” por ellos mismos y su propia repetición. Un ejemplo actual podemos verlo con toda la “información” que se transmite referente a Siria, que sea cual sea, siempre comienza o está acotada por “la maldad del régimen de Damasco”. Después de recibir diariamente durante más de dos años este juicio de valor, la mayor parte de los auditorios globales están convencidos, sin volver a pensarlo dos veces, de que el gobierno actual de Siria es muy pero muy malo. 

 Así se repite la situación frente a todo aquel que los centros de poder consideren peligroso o reluctante. Se hizo con Saddam Hussein (al que de un aliado confiable se le convirtió en un monstruo) con Kadaffi, con los gobiernos más radicales de América Latina, la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Evo Morales o el Ecuador de Rafael Correa y con todos aquellos que se opongan a los intereses de las grandes corporaciones y los gobiernos centrales.

Lo más curioso es que estamos viviendo una época cada vez más clara de decadencia del sistema socio–político–cultural imperante. Y esto se refleja también en los procesos que venimos describiendo. En principio la repetición de “nuevas verdades” se intenta –para maximizar su credibilidad– partiendo desde situaciones cercanas a lo real. Inclusive los nuevos juicios y valores tradicionalmente son proporcionados a través de un proceso progresivo. Sin embargo la velocidad de los cambios, los derrumbes estrepitosos, las situaciones de crisis, están obligando a intentar cambiar las visiones de la gente demasiado rápidamente y hacia propuestas que se han vuelto cada vez más disparatadas y sin medida. 

Un ejemplo claro de esto podemos verlo en acontecimientos actuales que varios compañeros de la comunicación alternativa han tratado en detalle. Unas nuevas películas de Hollywood [1] que descaradamente (a partir de la urgencia mencionada) hacen una apología de justificación de acciones tan aberrantes como la tortura o los asesinatos selectivos, aquellos que se hicieran públicos en la época de George W. Bush pero que se han vuelto más sistemáticos, más públicos y justificados, en este período de Barak Obama. Pensamos que no será tarea fácil convencer, sobre todo al pueblo norteamericano, que los famosos valores de los “padres fundadores” y los de “gran democracia”, incluyen la institucionalización de la tortura (al mejor estilo de la Inquisición) o la capacidad del presidente para determinar quienes deben ser asesinados (aunque sean ciudadanos norteamericanos). Esto no será demasiado creíble, a pesar de las declaraciones recientes de funcionarios del gobierno, que aseguran que todas estas acciones están dentro del margen de las leyes estadounidenses vigentes. 

Así funcionan las cosas, en la medida que el sistema parece derrumbarse, las monstruosidades y la barbarie aumentan, y por supuesto aumenta también la necesidad de justificarlas. Se está llegando así a utilizar los medios de comunicación para transmitir sucesos y visiones cada vez más delirantes y bizarras. 

Hasta llegar a casos risibles, como en el caso local de Venezuela, dónde un señor que tiene en televisión un programa de “análisis internacional” (alguien a quien llaman “embajador”, no porque esa sea su profesión, sino porque alguna vez ocupó circunstancialmente ese cargo) donde pontifica diariamente sobre el panorama mundial. En este programa no sólo difunde cotidianamente una imagen de la situación internacional que llega a ser caricaturesca, con afirmaciones tajantes sobre los preceptos y mandatos de un “derecho internacional” o una “comunidad internacional” que existen solamente en el “modelo virtual” pregonado por este señor y por alguno de los exóticos invitados que lleva al programa, sino que intenta por repetición sistemática convencer a su auditorio de la validez y vigencia de ese modelo. Este pintoresco personaje ha llegado a afirmar con total convicción dislates tales como: “es que esta gente (los gobiernos latinoamericanos que impulsan la integración y la soberanía) no entiende que en el mundo moderno globalizado, el principio de injerencia ha sustituido al obsoleto principio de soberanía”. 

En definitiva, la buena noticia parece ser que si los medios continúan en este camino de haber perdido toda medida sobre la visión que intentan imponer, lo más probable (y creemos que ya está sucediendo) es que el resultado se manifieste en una pérdida de credibilidad creciente en los mensajes transmitidos y en los propios medios, que los está despojando de su poder hipnótico sobre las grandes masas del planeta. 
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[1] Ver EEUU: intervención y apología de la tortura, Niko Schvarz, publicado por Barómetro Internacional el 31-01-13

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POR LA DIMISION DEL GOBIERNO


UNIFICAR LAS LUCHAS
Pedro Casas
Rebelión
16.02.2013

 Llevamos varios años de resistencia importante contra los recortes y agresiones que estamos sufriendo de la mano de unos gestores económicos y políticos que son los que nos han llevado hasta aquí, con sus corrupciones, sus despilfarros, sus burbujas inmobiliarias, sus leyes especulativas, y que ahora nos quieren dar lecciones. Basta con ver el currículum de los que ahora gobiernan nuestro país y las instituciones europeas, para ver que son los mismos que nos han llevado al pozo. ¿Cómo podemos esperar que sean ellos los que nos saquen de allí? Tremenda y penosa ironía. 

Es reconocido que la movilización desarrollada en estos últimos años, “de norte a sur y de este a oeste” está teniendo una envergadura desconocida en las últimas décadas. Y también es un hecho que, hasta ahora, estas luchas, básicamente de resistencia, no han conseguido casi ninguno de sus objetivos a corto plazo. 

 De ahí que se plantee la necesidad de una convergencia de las diferentes mareas o sectores en lucha contra las agresiones. Esto es absolutamente necesario, pues los responsables de cada una de estas agresiones son finalmente los mismos: El gobierno, impulsado por las instituciones europeas, y ambos en manos de los grandes poderes financieros y empresariales, de aquí y de allá.

 El gobierno de nuestro país carece por completo de legitimidad. Se presentó con un programa electoral y está haciendo justo lo contrario que prometió. Hasta el propio presidente lo ha reconocido recientemente. Esto es un absoluto fraude que no podemos consentir. En el caso de Madrid ocurre lo mismo: se pretenden llevar a cabo medidas (como la privatización de hospitales y centros de salud) en ningún caso contemplados en el programa electoral, y además ni siquiera el presidente ha sido elegido por los ciudadanos. 

Se hace necesario que la reivindicación común dé un paso más y no se quede en la mera protesta y resistencia frente a los recortes, por muy importante que esta sea. Es imprescindible señalar a los responsables, y exigir que se vayan. 

 Frente a este planteamiento barrunto que se plantearán diversas posturas, a las que me voy a referir a continuación. 

 Por un lado estarán las personas que consideren que la crisis es más profunda, de todo un sistema, y que no basta con cambiar de gobierno, pues éste no es más que un lacayo que obedece a poderes ocultos (y no tan ocultos). A estas personas no les falta razón, pues nos enfrentamos a un sistema en severa crisis, que se está llevando por delante millones de vidas humanas en todo el planeta, y que amenaza con llevarse por delante al planeta mismo. Pero tener esa perspectiva (“pensar en global”) no anula “actuar en local”. Porque por esa regla de tres, tampoco daríamos valor a las luchas que se están llevando a cabo, en realidad contra los desaguisados del sistema. Si veo que un policía apalea a una persona, ¿dejaré de actuar pensando que es una consecuencia del sistema y que aunque evite esta agresión habrá otros policías dispuestos a realizar las mismas fechorías? Nuestro gobierno (podemos poner en plural) es el capataz de estos poderes financieros, el que ejecuta sus órdenes, el que recorta nuestros derechos, el que hace leyes que permiten que nos expulsan de nuestras viviendas, el que nos apalea en las luchas, el que encarcela arbitrariamente, el que nos va matando poco a poco de hambre y contaminación. Si al amo no lo tengo delante porque se esconde, ¿dejaremos mientras al capataz que haga y deshaga a su antojo o tratamos de impedirlo y, si podemos, quitarlo de su puesto?

Para otras personas puede tener poco valor luchar por la dimisión del gobierno, pues poco podemos esperar de quienes se pondrían en su lugar. Tampoco les falta razón a estas personas, pues llevamos décadas sufriendo un bipartidismo de alternancia que apenas modifica las líneas estratégicas de la gestión más allá de algunos gestos. Pero no podemos ignorar que si el pueblo consigue echar a un gobierno, el que le sustituye se ve afectado necesariamente por esta presión popular y se verá obligado a virar el rumbo, tanto como el pueblo se lo exija. En 2004 hubo un cambio de gobierno contra pronóstico, y tuvo mucho que ver la presión popular de la víspera electoral, en que el pueblo se echó a la calle exigiendo la verdad que el gobierno saliente de Aznar-Acebes trataba burdamente de ocultar. La presión del pueblo consiguió la salida de las tropas invasoras de Iraq. ¿Hay que menospreciar esto? Claro que no. ¿Hay que conformarse con esto? Por supuesto que tampoco. 

El gobierno que sustituye a uno expulsado por el pueblo, toma nota y rectifica en aquello que considera necesario para tener margen de maniobra. Cuantos más asuntos pongamos en la cesta de la exigencia de dimisión, más aspectos tendrá que rectificar quien sustituya al gobierno derrotado. 

 La historia, también la reciente, es rica en casos de revueltas populares que tumban gobiernos, y no uno sino varios de manera sucesiva. Argentina grito “que se vayan todos”, y su proceso no llegó más lejos quizás porque no hubo decisión por parte de fuerzas de izquierdas que pudieran haber llevado a la transformación del sistema con mayor profundidad. El pueblo boliviano tumbó también a varios gobiernos, y dio paso a un proceso de grandes transformaciones, de recuperación de la soberanía y distribución de los recursos a favor de la mayoría social del país. Desde luego que allí fueron a más y no se conformaron con la alternancia. 

Podría pensarse que en la actual coyuntura parece que la alternativa posible al gobierno actual sería un PSOE que ha practicado en el poder las mismas políticas que el PP. Pero hay que tener en cuenta que el bipartidismo está en horas bajas, acompañando la profunda crisis de todo el sistema político, económico e institucional. En los procesos de cambio, se transforman también con rapidez las expresiones políticas de las fuerzas contendientes. Y por eso podemos confiar en que la tenaza del bipartidismo tiene los días o años contados.

No entro a valorar si entre medias o a continuación habrá procesos destituyentes o constituyentes, o si se proclamará la república como un producto natural del proceso de cambio popular. Podrán ocurrir alguna o varias de estas alternativas que se están barajando en los últimos tiempos; el tiempo mostrará la profundidad de los cambios y la fuerza del pueblo para impulsarlos. Pero lo que sí me atrevo a afirmar es que, de todos estos procesos profundos pendientes, el conseguir la dimisión del gobierno parece lo más fácil por tangible. Y que en cualquier caso esta conquista nos pone en el camino de más transformaciones, pues debilita a los enemigos del pueblo. 

El movimiento popular debe conseguir la caída del gobierno, y dotarse de los mecanismos programáticos y organizativos para que esta caída no sea en balde. 
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ACERCA DE LA CORRUPCION


7/7 


Gentileza de http://www.iidh.ed.cr/siii/index_fl.htm  para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL
 


 V. Recapitulación 

El nivel de generalización en el que debe desarrollarse un artículo enciclopédico deja abiertas múltiples interrogantes respecto de los fenómenos más concretos pero al menos permite una primera aproximación a cuáles deberían ser esas interrogantes. En el caso de la corrupción política se suscita la necesidad de aclarar cómo se conforma en cada país el discurso anticorrupción, tanto el político, como el jurídico y, en general, académico, y el concepto nacional de corrupción que se deriva de tal discurso y sus relaciones con el internacional. Es decir la combinación peculiar en cada sistema político entre ambos factores y los efectos que tiene sobre aspectos cruciales como (a) la legitimidad o la deslegitimización y final ilegitimidad de dicho sistema que puede provocar desde la subversión hasta la revolución pasando quizá por el cambio constitucional; (b) las políticas públicas contra la corrupción y su eficacia o ineficacia, para la temática de este diccionario interesan las repercusiones sobre el financiamiento político, la organización electoral e, incluso el sistema electoral; c) finalmente, last but not least, estudios empíricos duros para determinar el verdadero nivel de corrupción, no sólo por el interés de obtener información cierta sino para determinar si los procesos de deslegitimación resultan justificados también desde el punto de vista científico; estos estudios deberían encontrar una forma propia que no incurriera ni en la aridez de ideas de la investigación judicial ni en la irrelevancia teórica de la crónica periodística. En este sentido hay una tarea metodológica por delante que apenas ha sido emprendida. 

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