miércoles, 17 de mayo de 2017

EL PP + EL PP naranjo + EL PP encubierto SE PONEN DE ACUERDO CONTRA LAS CLASES TRABAJADORAS





El CETA en resumidas cuentas lo que pretende es garantizarles a los grandes grupos capitalistas que el Congreso y el Senado españoles no puedan legislar contra sus intereses, eso sí, contra los intereses de los trabajadores (por ejemplo, para hacer que el fondo de nuestras pensiones se lo regalen a los bancos) pueden legislar cuanto gusten a troche y moche.

Pues esto es lo que van a hacer PP, Ciudadanos y PSOE, que no son nuestros representantes, sino nuestros sustituyentes.

Si Podemos estuviera actuando a nivel general como Podemos, los Círculos estarían funcionando, y en los Círculos estaríamos discutiendo de estas y otras cosas, estaríamos decidiendo qué hacer y qué no hacer y otras muchas cosas, entre otras, poniéndole las cosas difíciles si no imposibles, a la muchachería que creen que Podemos es una muchachada y no un Movimiento social que despertó muchas ilusiones y que hay que hacer que se cumplan, verbo cumplir, que el verbo hablar es otra cosa y además  puturrú de viejo.

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Se oponen UP, En Comú Podem, En Marea, EH Bildu, Compromis y ERC

PP, PSOE, C’s y los nacionalistas sacarán adelante el CETA en el Congreso



María F. Sanchez
Cuarto Poder
Protesta contra el CETA
Protesta contra el CETA en octubre del año pasado. / Jacek Turczyk (Efe)


El debate del CETA, el acuerdo de libre comercio de la UE con Canadá que fue ratificado por la derecha y la mayoría de los socialistas en el Parlamento europeo, se traslada al Congreso español. Previsiblemente, PP, PSOE y C’s sacarán adelante el tratado en el Congreso con la oposición del grupo confederal de Unidos Podemos-En Comú Podem y En Marea, así como de Compromís, EH Bildu y ERC. Sus defensores argumentan que el tratado supone un ahorro de miles de millones de euros en impuestos arancelarios al año y que es una gran oportunidad de crecimiento económico para los países de Europa, mientras que sus detractores creen que beneficia únicamente a las grandes multinacionales en detrimento de los derechos de las clases populares.

Para el grupo confederal hay una voluntad deliberada del Gobierno del PP de acelerar el proceso y así evitar una contestación crítica al tratado por parte de la sociedad civil, tal y como ha ocurrido en varias ciudades europeas. En este sentido, creen que primero debería haberse votado en Pleno su solicitud de control constitucional al acuerdo y, en caso de que fracasase, haber fijado una fecha posterior para la votación de la enmienda a la totalidad. Dicho esto, consideran que el CETA no ha sido estudiado y pone en grave riesgo la democracia, los derechos de los trabajadores, el medioambiente y el dispositivo jurídico-político de la Unión Europea para someterse a los intereses de las mismas empresas transnacionales responsables de las crisis.
Sin embargo, el PSOE lo apoyará. No todo los socialistas se manifestaron a su favor en Europa, pero el partido español respaldó en bloque la ratificación en el Parlamento Europeo el pasado mes de febrero. Según fuentes de la formación, su papel en las negociaciones entre Canadá y la UE ha sido clave para garantizar un acuerdo que finalmente respetará la legislación europea y garantizará que se sigan aplicando los altos estándares de calidad para alimentos y medicamentos. En uno de los aspectos más polémicos, el tribunal de arbitraje de protección de las inversiones que dirimirá las divergencias que tengan los Estados y las empresas, los socialistas hacen gala de haber conseguido finalmente que los magistrados sean nombrados únicamente por el país americano y la UE. En otros acuerdos comerciales estos jueces son nombrados por la parte litigante, la empresa, y el Estado afectado, un aspecto que rechazaban los socialistas por considerar que no ofrecía las suficientes garantías jurídicas.

La región de Valonia, con competencias internacionales en la política comercial de Bélgica, mostraba reticencias con este sistema de arbitraje porque, entre otros motivos, no había pasado por el Tribunal de Justicia de la UE. El territorio había vetado la firma del acuerdo y, aunque finalmente la desbloqueó, a día de hoy sus condiciones siguen sin cumplirse. El Partido Socialista belga votó en contra del acuerdo en el Parlamento Europeo y es posible que se niegue a apoyarlo cuando tenga que pasar el visto bueno del Legislativo en el país.

El CETA, después de haber sido aprobado por la Eurocámara, debe aprobarse en los Parlamentos de los 28 miembros de la UE. Si uno solo de los países no lo respalda, el acuerdo no entraría en vigor. En países como Portugal o Austria hay posibilidades de que no salga adelante. Sin embargo, la Comisión Europea y el Consejo Europeo decidieron que el tratado se pondría en marcha de manera provisional e indefinida una vez obtuviera el visto bueno del Parlamento europeo, por lo que se aplicaría de facto. En España, después del debate de este jueves, será enviado a la Comisión de Exteriores que lo devolverá de nuevo al Pleno. De ahí partiría al Senado para obtener su ratificación.

El CETA para España: argumentos a favor y en contra

El debate está servido. Los defensores del CETA consideran que es un acuerdo garantista que reportará beneficios a la economía española, mientras los críticos argumentan que pone en peligro a trabajadores y pequeños empresarios, en beneficio de las multinacionales.
A favor
El consumidor se beneficiará de la bajada de precios por la reducción máxima de los aranceles. Sin embargo, se han pactado algunos regímenes especiales para productos sensibles como huevos y pollo, explica la presidenta de la la Comisión Mixta para la UE y diputada del PSOE, Soraya Rodríguez.
Las denominaciones de origen no están reconocidas por Canadá, pero el país aceptará más de un centenar de denominaciones, de las que, más de una veintena, son españolas. Los productores españoles tienen la oportunidad de exportar con las ventajas arancelarias y, al mismo tiempo, con las garantías.
Las empresas españolas podrán participar en concursos públicos de infraestructuras en Canadá, según destaca el portavoz económico de C’s, Toni Roldán. El acuerdo también facilita intercambios directos con el país e, indirectamente, con Estados Unidos.
En contra
La diputada de En Comú Podem, Sonia Farré, critica que el CETA implica “una desregulación laboral que beneficia a las grandes empresas en detrimento de las PYMES y los autónomos” y que conlleva precarización. Un estudio de la Universidad Tufts habla de la pérdida de 200.000 puestos de trabajo en la UE.
El CETA desviará el comercio dentro de la UE. Las balanzas comerciales y las cuentas corrientes en Alemania, Francia e Italia pueden mejorar, pero creen que esto sucederá en detrimento de otros países como España. Según uno de los portavoces de STOP TTIP, Tom Kucharz, el  tratado también “abriría la puerta a más privatizaciones de servicios públicos”.
El tribunal de arbitraje puede implicar que los Estados legislen en función de los intereses de las multinacionales para evitar litigios. España ya tiene unos 75 tratados bilaterales de inversión con sistemas similares, entre ellos la Carta de la Energía (Energy Charter Treaty), que sirve como base legal para más de 20 litigios contra nuestro país.

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SOBRE VENEZUELA



Venezuela: no callar, pero para decir la verdad
 



13.05.2017

 

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En varios trabajos recientes diversos analistas y observadores de la vida política latinoamericana han reprochado a los intelectuales y militantes de izquierda su silencio ante lo que está ocurriendo en Venezuela. Ese silencio, dicen, sólo refuerza los peores rasgos del gobierno de Nicolás Maduro. Este reclamo lo hizo hace unas pocas semanas un destacado intelectual venezolano, Edgardo Lander, y más recientemente, en una producción especial de Página/12, lo reiteraron dos colegas de Argentina: Roberto Gargarella y Maristella Svampa. [1]


Nadie podría estar más de acuerdo que el autor de estas notas sobre la necesidad de hablar acerca de lo que realmente está aconteciendo en Venezuela. Tras las huellas de los fundadores del materialismo histórico Gramsci decía, con toda razón, que “la verdad siempre es revolucionaria”. Y el aforismo del fundador del PCI es más importante hoy que nunca antes, cuando el virus posmoderno ha instituido a la “posverdad” ¡como un criterio de verdad!, abriendo paso a cuantas tergiversaciones y mistificaciones puedan ocurrírsele a quienes precisamente quieren ocultar tras una cortina de sofismas y falsedades lo que está sucediendo en nuestras sociedades –y muy especialmente en Venezuela- y, de ese modo, favorecer a los planes de la contrarrevolución en marcha.

Desafortunadamente las buenas intenciones de Gargarella y Svampa de hablar sobre Venezuela y decir lo que allí está sucediendo termina con una frustración. Y esto es así porque en su nota no hablan de lo que en verdad ocurre en ese país sino que reproducen con pequeñas variantes el relato que la oposición ha construido para decir lo que ella necesita que se diga que está ocurriendo en Venezuela. Esa narrativa tramposa, que desfigura a sabiendas la realidad para promover su agenda restauradora, ha contado con la inestimable ayuda de los sempiternos agentes sociales y políticos de la reacción, que jamás se equivocan al elegir amigos y enemigos: los medios hegemónicos a nivel mundial (vulgo: “prensa libre”), perros guardianes del orden capitalista; la internacional de la derecha dirigida, con dinero de Estados Unidos, por José M. Aznar y Álvaro Uribe y toda su parafernalia de políticos y periodistas comprados y tanques de pensamiento alquilados y, por si lo anterior no bastara, apoyada también por el gobierno de Estados Unidos desde el nacimiento mismo de la Revolución Bolivariana. No sorprende por lo tanto constatar que en las tres o cuatro páginas escritas por nuestros autores se acumulen numerosos errores de apreciación así como llamativas ausencias. Comencemos por estas.

Ausencias

Primera ausencia: el gobierno de Estados Unidos. Un análisis sobre cualquier país de las Américas que no mencione ni una sola vez –no digamos analice, apenas mencione- al gobierno de Estados Unidos y al imperialismo es insanablemente erróneo. De allí jamás podría brotar un análisis correcto de la situación. Es un error tan grave e irreparable –obliterado empero por el prejuicio que informa al paradigma dominante en las ciencias sociales contemporáneas- como el que cometería un astrónomo que al analizar al sistema solar obviara cualquier mención o análisis del papel de Júpiter en la dinámica global del sistema, haciendo caso omiso del hecho que su masa equivale a casi dos veces y medio la suma del total de los demás planetas que componen el sistema. ¿Qué diríamos de nuestro astrónomo? Que pese a sus buenas intenciones no tiene nada serio para decir; es más, no puede tener nada serio para decir, porque su análisis ha soslayado lo principal. No lo único que importa pero sí lo más importante.

A estas alturas del siglo veintiuno me dispenso de la necesidad de explicar, por archiconocido, lo que es el imperialismo y como actúa en lo que amablemente sus agentes y voceros califican como “nuestro patio trasero.” El capitalismo contemporáneo lo que ha hecho es exacerbar hasta lo indecible su carácter imperialista y no sólo en Latinoamérica. Recuerden el escarmiento sufrido por el pueblo griego cuando se “equivocó” al rechazar el brutal programa de ajuste que le proponía la Troika en Europa, “error” que fue corregido en una reunión a puertas cerradas en Bruselas; o la gigantesca multa que el banco francés Paribás tuvo que pagar por transgredir una ley del Congreso de EEUU que penalizaba a cualquier institución bancaria del mundo, estadounidense o no, que mediara en las relaciones comerciales entre Irán, Sudán y Cuba con el resto del mundo. Es decir, la ley estadounidense es la ley del mundo. O las casi mil bases militares que Estados Unidos tienen en todo el mundo, caso absolutamente único en la historia. Eso es un imperio, desde Roma hasta hoy. Y el centro hegemónico del imperio es Estados Unidos, “la nación indispensable” para mantener vivo al capitalismo en la faz de la tierra. Por supuesto, sus teóricos y estrategas prefieren obviar el término imperialista por su desagradable olor, pero la realidad del imperialismo es inocultable y por eso se esmeran en referirse a ella con nombres más amables. Los expertos del Pentágono y del Departamento de Estado, la CIA o el Consejo Nacional de Seguridad prefieren hablar de “primacía”, “superioridad” y, los más audaces, de “hegemonía” porque son conscientes que palabras como imperio o imperialismo son indigestas para el delicado estómago de la opinión pública estadounidense. El eufemismo puede jugar con las palabras e intentar enturbiar la visión de la cosa, pero esta sigue allí. No por casualidad uno de los más incisivos estrategos del imperio, Zbigniew Brzezinski, inicia su más reciente libro sobre la situación actual de Estados Unidos en el sistema internacional con una sorprendente sección dedicada a la “declinante longevidad de los imperios”, tácita asunción de que Estados Unidos lo es pues de lo contrario no se entiende la razón por la cual ese autor se enfrasca en una discusión que es marginal al objetivo de su trabajo. [2]

De lo anterior se sigue que los imperios -aunque se autodenominen, como en el caso de Estados Unidos, “líder del mundo libre” o “primacía americana”- forjan una relación radicalmente asimétrica con los países sometidos a su jurisdicción y a los que controlan por diversos medios. El corolario de esta lógica imperial es que Washington siempre juega un papel, mayor o menor según las circunstancias y la naturaleza de los países, en los procesos políticos de los países subordinados, máxime cuando, como en el caso de Venezuela, esta nación reposa sobre la mayor reserva comprobada de petróleo del planeta y se sitúa en la Cuenca del Gran Caribe, esa que los militares norteamericanos creen que es un mar interior de Estados Unidos. Sólo si la Casa Blanca y sus agencias estuvieran pobladas por imbéciles o por individuos completamente irresponsables, desconocedores del interés nacional norteamericano, podría el gobierno norteamericano ser indiferente o mantenerse al margen de lo que ocurre en Venezuela. La historia latinoamericana en los últimos dos siglos, desde la Doctrina Monroe (1823) en adelante, ofrece cientos de ejemplos de esta constante intervención de la política exterior norteamericana hacia nuestros países. Intervención que va desde una discreta pero eficaz monitoreo político hasta el golpe militar y la invasión militar, como lo prueban los casos de Panamá y República Dominicana, entre muchos otros. Que hoy se hayan olvidado de Venezuela y no se interesen por el desenlace de su crisis es absolutamente inverosímil. No obstante, algo tan elemental como esto pasa increíblemente desapercibido en la nota de Gargarella y Svampa y por lo tanto en el drama que se desenvuelve en ese país se asume que Estados Unidos no juega papel alguno. Esto sólo bastaría para desechar ese artículo, imposibilitado de ofrecer una visión realista de las cosas.

Pero no es la única ausencia, hay otra más. Al analizar la crisis y los antagonismos que enervan a Venezuela sólo se habla del gobierno de la Revolución Bolivariana. Es un análisis muy curioso porque se lanzan diversas conjeturas e interpretaciones sobre un conflicto institucional muy grave pero sólo aparece una de las partes del enfrentamiento. La otra, la oposición, es un fantasma o una sombra que nunca se alcanza a visualizar. Ni una palabra sobre la génesis y conformación de la oposición y sus principales personajes; del golpe de Estado que protagonizaran en abril del 2002; nada sobre el paro petrolero de finales del 2002 hasta los primeros meses del 2003; ni una palabra sobre las sangrientas "guarimbas" de febrero del 2014. Nada sobre el líder e instigador del plan sedicioso de "la salida", el señor Leopoldo López, de quien se dice es un "prisionero político" cuando en realidad es un "político preso" por haber hecho apología de la violencia, instigado asesinatos, incendios de edificios públicos, saqueos a comercios y producido ingentes daños a las propiedades públicas y privadas. No se dice, por ejemplo, que si López hubiera hecho en Estados Unidos lo que hizo en Venezuela habría sido condenado como mínimo a prisión perpetua, y probablemente a la pena capital. La justicia venezolana, en cambio, esa que descalifican llamándola “chavista”, fue tan benigna que sólo lo condenó a 13 años y 9 meses de prisión. Nada se dice tampoco de que los líderes de esa oposición se rehúsan a dialogar o acordar nada con el gobierno. Que sus principales dirigentes viajan a Estados Unidos a persuadir al gobierno de ese país que invada al suyo propio y que derroque al presidente constitucional Nicolás Maduro. O que Julio Borges, el presidente de la ilegítima Asamblea Nacional, que se resiste a convocar a una nueva elección para reemplazar a los tres "diputruchos" que fraudulentamente fueron incorporados a ella, se reúne con el Almirante Kurt Tidd, jefe del Comando Sur, para suplicarle que invada a su país, con el derramamiento de sangre que él y sus compinches de la oposición saben que esto produciría. En suma, la nota escrita bajo los influjos maliciosos del “relato” opositor cae en el maniqueísmo político: hay un villano (Maduro) y un bueno (la oposición) de la cual ni se habla, ni se analiza su trayectoria. Pobre, muy pobre como análisis político.

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