domingo, 23 de mayo de 2021

España no que es un concepto abstracto, así que desde este punto de vista ni fu ni fa, o sea, que todo lo que ustedes quieran de esto o todo lo que ustedes quieran de lo otro, que también son conceptos abstractos. Lo concreto son los trabajadores españoles que son los únicos que crean la riqueza (igual que todos los demás trabajadores del sitio que sean), que son los que dejan de percibir los 320 millones (de su auténtica propiedad privada sin seguridad jurídica alguna para que no se los quiten. Chúpese esta quien se la tenga que chupar, que al buen chupador con una chupada basta) de euros que el gobierno, que gobernará para quien gobiernen, eso sí, y esto lo sabrán ellos bastante mejor que yo, los pone a disposición de unos morlaquetes de la política marroquí (no para los trabajadores marroquíes) para que vayan al chupe y rico chupe del dinero ajeno teta borrega pública, mismamente que los morlaquetes de la política de España, oyes), total, que Morlacón Gordo Marroquí, que querrá ahora lo que quiera, ordena y manda y va y se cumple, que unos cuantos miles de marroquíes y de otras nacionalidades salten la tapia por Ceuta y se cuelen en España. Mita tú que bonito, tío. ¿A que sí? El día que me entre la tarantela me hago rey y voy a liar un cipote del Copón. Vamos, que mando taponar el Congreso de los Diputados con ciento y pico de millones de españoles; ochocientos millones de españoles que me los cuelo en el Palacio de la Zarzuela y el pico que me queda de trescientos veintidós millones de españoles ya veré más tarde que hago con ellos. Ya lo aviso, no me vengan luego con tonterías.

 

España ha entregado a la dictadura de Marruecos 320 millones en ayudas y «créditos blandos»

 


Insurgente.org.

22 mayo 2021

Lo hace como impuesto contrarrevolucionario para evitar la emigración. No se rían.

Lo ocurrido estos días em Ceuta ha coincidido en el tiempo con un pago por parte del Gobierno español de30 millones de euros para que Marruecos combatiera la inmigración irregular. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, explicó en rueda de prensa que era una cantidad ya presupuestada y que no tenía que ver con el contexto de tensión. En todo caso, este no es el único pago ni mucho menos de los últimos años.

Muchas de las ayudas se han entregado en concepto de cooperación para materias tan diversas como las infraestructuras, la promoción empresarial, la lucha contra el tráfico de personas o la inmigración irregular.

En octubre de 2017, el Gobierno que entonces lideraba Mariano Rajoy concedió un crédito de 12,13 millones de euros a Marruecos para construir una planta desalinizadora en la localidad de Nador, muy cerca de Ceuta. Lo hizo a través del llamado Fondo de Internacionalización Empresarial, cuyo objetivo es «promover las operaciones de exportación de las empresas españolas, así como las de inversión española directa en el exterior, mediante la financiación de operaciones y proyectos de interés».

En diciembre de ese mismo año, España realizóuna inversión voluntaria de 200.000 euros en el fondo de la Organización Internacional de las Migraciones, que se reparte entre todo el norte de África, por lo que una parte también fue a parar a Marruecos. Y ya en agosto de 2018, con Sánchez en el Gobierno, el Ejecutivo español dio otro préstamo, esta vez de 10.000 euros, a la Fundación Albaraka, gestionada por el Banco Central de Marruecos, que busca promover la presencia de pequeñas y medianas empresas en territorio marroquí.

La siguiente ayuda publicada de España a Marruecos tuvo lugar ya en abril de 2019, con la concesión de un crédito de 190 millones de euros para la construcción de infraestructuras de tranvía en la ciudad marroquí de Casablanca. Se hizo también a través del Fondo de Internacionalización Empresarial. Solo tres meses después, en julio de 2019, España aportó 150.000 euros al Fondo de Seguridad Física Nuclear de Marruecos.

A estas cifras hay que añadir los 90 millones que ha destinado España precisamente a la lucha contra la inmigración irregular en los tres añosque lleva Pedro Sánchez al frente del Gobierno. ¿Cómo se desglosan? El 19 de julio de 2019 se aprobó una ayuda de 30 millones de euros para «contribuir a la financiación del despliegue de las autoridades marroquíes en sus actividades de lucha contra la inmigración irregular, el tráfico de migrantes y la trata de seres humanos»; otros 31 millones en mayo de 2020, en plena crisis por la pandemia de coronavirus, y 30 millones más, que fueron aprobados coincidiendo en el tiempo con la crisis actual.

20minutos/insurgente

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Nord Stream 2: una anciana sin calefacción, una guerra en Ucrania y una tubería bajo el mar [Ya verán, ya… ¿A que esto de la política va a ser a ser algo chispitilla más complejo que una cosa entre buenos, malos, ciegos y gatos pardos, que además tiene que ver con la economía, y en las que el trabajador por no entender ni la una ni la otra es el que acaba siempre por pagar los platos rotos que él no rompe? Ya verán, ya… ]

 

Nord Stream 2: una anciana sin calefacción, una guerra en Ucrania y una tubería bajo el mar

 


 diario octubre / 17.05.2021

El imperialismo es bien capaz de dejar a una anciana sin calefacción o incluso provocar guerras en lejanos rincones de Europa, si lo que está en juego es un negocio energético de miles de millones de dólares.

¿Qué tienen que ver el recrudecimiento de la guerra del Donbass en Ucrania, la construcción de una tubería submarina en el Báltico y la anciana que se queda sin calefacción en pleno invierno? Algunos lo llamarán geopolítica y los marxistas lo traducimos como la confrontación interimperialista en torno a la energía.

Si bien el conflicto en el Este de Ucrania nunca se ha apaciguado, las últimas semanas han visto un incremento de las acciones militares ucranianas contra los civiles de Donestsk y Lugansk, el despliegue de la armada estadounidense en el Mar Negro y la acumulación de tropas rusas al otro lado de la frontera.

Pero las razones del conflicto están cientos de kilómetros al Norte de Kiev. Allí, en las aguas internacionales del mar Báltico, Rusia y Alemania construyen el Nord Stream 2, un gasoducto con capacidad para trasladar 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año. Con 1.230 kilómetros de longitud y 11.000 millones de dólares de presupuesto, este segundo gasoducto une al mayor exportador de gas natural del mundo -Rusia- con el mayor importador -Alemania. El acuerdo, firmado bilateralmente entre los gobiernos de ambos países, no está enmarcado dentro de los acuerdos comerciales de la Unión Europea, como tampoco lo está el del gasoducto por el que España importa gas de Argelia.

Los mayores opositores al proyecto son Polonia, Ucrania, Eslovaquia y Estados Unidos, por razones variadas. En el caso de las tres naciones europeas, cuentan con gasoductos operativos desde tiempos soviéticos por los que pasa el gas que Rusia exporta a Europa Occidental. Esto les genera cuantiosos ingresos por derechos de tránsito, que en el caso de Ucrania suponen el 3% de su PIB.

Este es uno de los motivos por los que Rusia quiere construir este segundo gasoducto por la ruta báltica: eliminar intermediarios para no pagar derechos de tránsito. Especialmente, debido a las malas relaciones entre Rusia y algunos de los países de la zona, en particular Ucrania, que mantiene litigios con la estatal rusa GazProm. De un lado, están las crecientes reclamaciones de Kiev sobre el precio del tránsito, pero de otro está la costumbre ucraniana de compensar lo que dejan de percibir robando de los gasoductos que pasan por su territorio. Estas disputas han provocado en más de una ocasión que media Europa se quede sin calefacción en pleno invierno.

Como inciso, Ucrania, décima economía mundial en tiempos soviéticos y la número 55 hoy, viviendo del tránsito y el robo de hidrocarburos ajenos. Rusia, en su día segunda economía mundial y líder tecnológico en sectores que iban desde la exploración espacial hasta la máquina herramienta, hoy exporta cereales e hidrocarburos.

Pero no sólo aquellos que cobran derechos de tránsito están en contra del Nord Stream 2. Estados Unidos, tradicionalmente importador neto de hidrocarburos, hizo numerosas inversiones durante la última década en la tecnología conocida como fracking o fractura hidraúlica, que permite extraer gas natural inyectando agua a presión en zonas profundas. A pesar del impacto ecológico de esta técnica, Estados Unidos consiguió posicionarse como exportador de gas. Esta amenaza para la hegemonía rusa y de ciertos países de Oriente Medio en el sector, llevó a una guerra de precios a la baja. Dado que el fracking es un 50% más caro que extraer hidrocarburos de los pozos tradicionales, la guerra de precios hundió la naciente industria norteamericana que, de hecho, en plena pandemia, tuvo que pagar a quienes se llevaran la mercancía.

No sólo el producto estadounidense es más caro, sino que la exportación mediante gasoducto evita la necesidad de licuar el gas, por lo que abarata el monto económico.

Incapaces de competir con motivos económicos, Estados Unidos y los tres países europeos han recurrido a toda una serie de argumentos extraeconómicos. Desde la preocupación por los derechos humanos en Rusia (pero no en Arabia Saudí, por lo visto) hasta la provocación militar. De momento, el Parlamento Europeo ya ha votado una resolución que llama a detener el proyecto amparándose en la “amenaza rusa” y las provocaciones en el Donbass y el Mar Negro parecen destinadas a reforzar esta idea.

Varias flotas de la OTAN han realizado maniobras en la zona donde se construye el gasoducto y Rusia ha denunciado intentos de sabotaje. Las habituales sanciones estadounidenses ya están aprobadas y han llevado a 18 empresas europeas a abandonar el proyecto.

Sin embargo, con solo 120 km por construir (un 6%) y un trabajo conjunto de décadas entre las oligarquías de Rusia y Alemania en el sector de la energía, difícilmente el proceso es ya reversible. Rusia se ha asegurado contactos en las altas esferas alemanas de la mano de Gerhard Schröder, antiguo canciller alemán y actual presidente del Consejo de Administración de Rosneft, monopolio estatal petrolero de Rusia, y del consorcio que construye Nord Stream. Y las preocupaciones polacas y ucranianas por el envenenamiento de Alexei Navalny o el belicismo de Moscú, difícilmente resultan creíbles cuando su propuesta es que el gas siga pasando por su territorio.

Por lo tanto, tenemos por delante meses de intensa confrontación en Europa Oriental. El imperialismo es bien capaz de dejar a una anciana sin calefacción o incluso provocar guerras en lejanos rincones de Europa, si lo que está en juego es un negocio energético de miles de millones de dólares.

Juan Nogueira
nuevo-rumbo.es

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