Sin justicia no
hay paz. Las acciones de Hamás son reprobables, pero los crímenes que comete
Israel lo son mucho más. Y no hay que olvidar que según el derecho
internacional, la lucha armada contra una potencia ocupante no es ilegal.
El salvajismo de la guerra contra el pueblo palestino
Vijay Prashad
El Viejo Topo
18 octubre, 2023
¿Quién sabe
cuántos civiles palestinos habrán muerto para cuando se publique este artículo?
Entre los cadáveres que no podrán ser trasladados a un hospital o a una morgue,
porque no hay gasolina ni electricidad, habrá un gran número de niños y niñas.
Se habrán escondido en sus casas, escuchando el sonido de los bombarderos F-16
israelíes acercándose cada vez más, las explosiones avanzando hacia ellos como
un enjambre de hormigas rojas en persecución. Se habrán tapado los oídos con
las manos, agazapados con sus padres en sus oscuras salas de estar, esperando,
esperando a que la inevitable bomba golpee su hogar. Para cuando los equipos de
rescate lleguen hasta ellos bajo las montañas de escombros, sus cuerpos habrán
quedado irreconocibles, y sus familias llorarán mientras se desentierran
prendas familiares o enseres domésticos. Así es el tormento de los palestinos
que viven en Gaza.
Un amigo en
Gaza –que tiene un hijo de 17 años– me dijo la primera noche de este reciente
periodo de bombardeos israelíes que su hijo había vivido al menos diez grandes
ataques israelíes contra los palestinos de Gaza. Mientras hablábamos, hicimos
una lista de algunas de las guerras que podíamos recordar (dado que se trata de
guerras de Israel, utilizamos los nombres del ejército israelí para sus ataques
contra Gaza):
–Operación
Lluvias de Verano (junio de 2006)
–Operación
Nubes de Otoño (octubre-noviembre de 2006)
–Operación
Invierno Caliente (febrero-marzo de 2008)
–Operación
Plomo Fundido (diciembre de 2008-enero de 2009)
–Operación Eco
que corre (marzo de 2012)
–Operación
Pilar de Nube (noviembre de 2012)
–Operación
Borde Protector (julio-agosto de 2014)
–Operación
Cinturón Negro (noviembre de 2019)
–Operación
Amanecer (agosto de 2022)
–Operación
Escudo y Flecha (mayo de 2023)
Cada uno de
estos ataques pulveriza las mínimas infraestructuras que permanecen intactas en
Gaza y golpea duramente a la población civil palestina. El Ministerio de Sanidad
de Gaza registra las muertes y bajas civiles, pero los israelíes y sus
cómplices occidentales hacen caso omiso de ellas. Cuando se intensificaron los
bombardeos actuales, el periodista Muhammad Smiry dijo: “Puede que esta vez no sobrevivamos”.
La preocupación de Smiry no es aislada. Cada vez que Israel envía sus aviones
de caza y misiles, la muerte y la destrucción son de una proporción
inimaginable. Esta vez, con una invasión a gran escala, la destrucción será de
una dimensión nunca vista.
La ruina de Gaza
Gaza es una
ruina poblada por casi dos millones de personas. Tras el horrible bombardeo
israelí de Gaza en 2014, Naciones Unidas informó de que “la gente duerme
literalmente entre los escombros; los niños han muerto de hipotermia”. Se ha
escrito una variación de esta frase después de cada uno de estos bombardeos y
se seguirá escribiendo cuando este por fin llegue a su fin.
En 2004, el
Director de Seguridad Nacional de Israel, Giora Eiland, dijo que Gaza es un “enorme campo de
concentración”. Este “enorme campo de concentración” se erigió en 1948, cuando
la política de limpieza étnica del recién creado Estado israelí expulsó a los
palestinos a campos de refugiados, incluido el de Gaza. Dos años después, la
inteligencia israelí informó de que los refugiados de Gaza
habían sido “condenados a la extinción total”. Esa sentencia no ha cambiado en
los 73 años transcurridos. A pesar de la retirada oficial de los colonos y las
tropas israelíes en 2005, Israel sigue siendo la potencia ocupante de la región
al sellar las fronteras terrestres y marítimas de la Franja de Gaza. Israel
decide lo que entra en Gaza y utiliza ese poder para estrangular periódicamente
a la población.
Politicidio
Cuando los
palestinos de Gaza intentaron elegir a sus propios dirigentes en enero de 2006,
Hamás –formado en la primera Intifada (levantamiento) de 1987 en Gaza– ganó las
elecciones. La victoria de Hamás (Movimiento de Resistencia Islámica) fue
condenada por los israelíes y Occidente, que decidieron utilizar la fuerza
armada para anular los resultados electorales. La Operación Lluvias de Verano y
la Operación Nubes de Otoño sumergieron a los palestinos en una nueva dinámica:
bombardeos puntuales como castigo colectivo por haber elegido a Hamás en las
elecciones legislativas. A Gaza nunca se le permitió un proceso político, de
hecho, nunca se le permitió conformar ningún tipo de autoridad política que
hablara en nombre del pueblo. Israel ha intentado con la fuerza erradicar la
vida política de Gaza y forzar al pueblo a una situación en la que el conflicto
armado se convierta en permanente. Cuando los palestinos llevaron a cabo una
Gran Marcha del Retorno no violenta en 2019, el ejército israelí respondió con
una fuerza bruta que asesinó a doscientas personas. Cuando
a una protesta no violenta se responde con la fuerza, resulta difícil convencer
a la gente de que siga por ese camino y no tome las armas.
A medida que
este conflicto adquiere aires de permanencia, la frustración de la política
palestina pasa de la imposibilidad de negociar a la necesidad de la violencia
armada. No queda abierta ninguna otra vía. La dirección política palestina, o
bien ha sido atada por la Unión Europea y los Estados Unidos, alejándose así de
las aspiraciones populares, o bien –si sigue reflejando esas aspiraciones– ha
sido enviada a una de las muchas y duras prisiones de Israel (cuatro de cada diez hombres palestinos
están o han estado en prisión, mientras que los líderes de la mayoría de los
partidos de izquierda pasan allí largos periodos bajo órdenes de “detención
administrativa”). El sociólogo israelí Baruch Kimmerling ha afirmado que la política israelí hacia
los palestinos ha dado lugar a un “politicidio”, la destrucción deliberada de
los procesos políticos palestinos. La única vía que queda abierta es la lucha
armada.
De hecho, según
el derecho internacional, la lucha armada contra una potencia ocupante no es
ilegal. Hay muchos convenios internacionales y resoluciones de las Naciones
Unidas que afirman el derecho de autodeterminación: entre ellos, el Protocolo Adicional 1 de los Convenios de Ginebra de
1949, la Resolución 3314 (1974) de la
Asamblea General de la ONU y la Resolución 37/43 (1982) de la Asamblea General de
la ONU. La resolución de 1982 “reafirma la legitimidad de la lucha de los
pueblos por la independencia, la integridad territorial, la unidad nacional y
la liberación de la dominación colonial y extranjera y de la ocupación
extranjera por todos los medios disponibles, incluida la lucha armada”. No
podría haber una declaración más contundente que sancione legalmente la lucha
armada contra una ocupación ilegal.
¿Por qué ataca
Hamás a Israel? Porque la naturaleza de la ocupación israelí ha impuesto una
gramática política a la relación entre palestinos e israelíes. De hecho, cada
vez que se produce un modesto avance en las conversaciones – a menudo con la
mediación de Qatar – entre Hamás y el Gobierno israelí, esas conversaciones son
silenciadas por el sonido de los aviones de combate israelíes.
Crímenes de guerra
Cada vez que
estos cazas israelíes martillean Gaza, los líderes de los países occidentales
se alinean metronómicamente para anunciar que “están con Israel” y que “Israel
tiene derecho a defenderse”. Esta última afirmación –sobre que Israel tiene
derecho a defenderse– es jurídicamente errónea. En 1967, las fuerzas israelíes
cruzaron las “líneas verdes” israelíes de 1948 y se apoderaron de Jerusalén
Este, Gaza y Cisjordania. La Resolución 242 del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas pedía la “retirada de las fuerzas
armadas [israelíes] de los territorios ocupados en el reciente conflicto”. El
uso del término “ocupados” no es inocente. El artículo 42 del Reglamento de La
Haya (1907) establece que un “territorio se
considera ocupado cuando está efectivamente puesto bajo la autoridad del
ejército hostil”. La Cuarta Convención de Ginebra obliga a la potencia ocupante a
responsabilizarse del bienestar de quienes han sido ocupados, la mayoría de las
obligaciones violadas por el gobierno israelí.
De hecho, en lo
que respecta a Gaza desde 2005, los altos cargos israelíes no han utilizado el
lenguaje de la autodefensa. Han hablado en el lenguaje del castigo colectivo.
En los prolegómenos de los bombardeos en curso, el primer ministro de Israel,
Benjamin Netanyahu, dijo: “Hemos decidido detener la
transferencia de electricidad, combustible y mercancías a Gaza”. Su ministro de
Defensa, Yoav Gallant, le siguió diciendo: “He ordenado un asedio total a la
Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está
cerrado”. Después, el ministro de Energía israelí, Israel Katz, dijo: “He dado instrucciones para que se
corte inmediatamente el suministro de agua de Israel a Gaza”. Tras cumplir
estas amenazas, han sellado Gaza –incluso bombardeando el paso fronterizo de
Rafah con Egipto– y han encerrado la vida de dos millones de personas. En el
lenguaje de las Convenciones de Ginebra, esto es un “castigo colectivo”, que
constituye un crimen de guerra. La Corte Penal Internacional abrió una investigación sobre los
crímenes de guerra israelíes en 2021, pero no pudo avanzar ni siquiera para
recabar información.
Los niños se
apiñan en sus habitaciones a la espera de las bombas, se sientan a oscuras
porque no hay electricidad y esperan –con la garganta reseca y el vientre
hambriento– el final. Tras el bombardeo israelí de 2014, Umm Amjad Shalah habló
de su hijo Salman, de 10 años. El niño no dejaba ir a su madre, aterrorizado
por el ruido de las explosiones y la muerte a su alrededor. “A veces grita muy
fuerte”, dice. “Casi parece que se ríe a carcajadas”.
Fuente: Globetrotter.
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