La
niñez en Palestina: resistencia e identidad
Publicado el 18 de octubre de 2023 /
Por Palestina Libre
KAOSENLARED
La infancia asoma a la vida
con el dolor hecho carne. No son juegos donde se aprieta un botón y se mueve un
ejército. La sangre que corrió por los kibutz israelíes en estos días quedó en
las manos de Hamas. Que no es el pueblo palestino cotidiano que busca desde
hace décadas sobrevivir y resistir. En medio de la decisión de las grandes
potencias que se alinean detrás de Israel y no miran a los ojos de la niñez.
Por Martina Kaniuka
Enseñamos vida. “Nosotros
enseñamos vida, señor/Nosotros los palestinos enseñamos vida después que ellos,
hayan ocupado el último cielo”. Rafeef Ziadah, poeta, periodista y
activista por los derechos humanos libanesa de ascendencia palestina, respondió
así a la pregunta que le hizo un periodista, mientras Gaza (entre diciembre del
2008 y enero del 2009) era regada con fósforo desde aviones israelitas.
El ataque llegó a través de
un micrófono, en forma de acusación y se le clavó directo en las fibras
de la resistencia. “¿No crees que todo estaría bien si
simplemente dejáis de enseñar a vuestros hijos a odiar?, preguntó el
periodista. “Nosotros enseñamos vida, señor”, respondió Rafeef,
eligiendo contestar pronunciando bien las palabras, dibujando en la boca su
mejor sonrisa y sosteniendo, como un prendedor afilado en su pecho, la más
autóctona de las costumbres palestinas: la del duro ejercicio de vivir
resistiendo.
Rafeef, como la mayoría de
las infancias en Palestina, nació en un campo de refugiados. De familia de
refugiados palestinos en el Líbano, es la tercera generación que sobrevive al
apartheid que Israel lleva en su tierra desde la “limpieza étnica” de la Nakba (catástrofe
en árabe) en 1948. Tuvo la suerte de poder migrar, y vivió la mayor parte de su
infancia como una golondrina, deportada entre países que, por su origen, se
negaban a darle la ciudadanía. “Ilegal” decían los papeles en cada sitio
donde su familia intentaba formar un hogar. “Palestina” supo y sabe
ella, desde que nació. Escribe desde pequeña y a sus 44 años sabe que la poesía
la salvó: poder proferir ese alarido bárbaro por los tejados -y oficinas de la
burocracia migratoria- del mundo, escribir esos gritos en un cuarto
oscuro, que dicen que existen.
Ya cuentan siete las
generaciones que han nacido en campamentos de refugiados. Este 2023, la ONG
Save the Children ha denunciado que es el año con más niños muertos a manos de
la ocupación israelí en Cisjordania. Yusef, un niño entrevistado el año
pasado por la organización, figura entre los muertos. En 2022 Yusef contaba que
su sueño era “mirar cualquier cosa de camino a la escuela, como pájaros y
plantas. Quiero ver las cosas que siempre imagino. No quiero oler gas o ver a
soldados por todas partes. No quiero tener miedo de salir a la calle. No quiero
que mi madre tenga miedo a que pueda resultar herido o que pasee por las calles
buscándome por temor a que los soldados israelíes me hayan herido”, dijo.
Niñez en Palestina
“Siempre estoy enferma,
no sé, no puedo hacer nada, ya ves todo esto, empieza diciendo mientras señala
los restos de un edificio bombardeado. “¿Qué esperas que haga?
¿Arreglarlo? Sólo tengo 10 años”. Nadine muestra su impotencia al
mundo frente a la injusticia que invade su tierra y explica que le gustaría
ayudar: “Ya no puedo lidiar con esto. Sólo quiero ser médico o cualquier
cosa para ayudar a mi gente, pero no puedo. Sólo soy una niña. Ni siquiera sé
qué hacer. Me asusto, pero no tanto. Haría cualquier cosa por mi gente, pero no
sé qué hacer. Sólo tengo 10 años. Cuando veo todo esto, literalmente lloro
todos los días. Me digo a mí misma: ¿por qué nos merecemos esto? ¿qué hemos
hecho para que esto ocurra?”.
Sin respuestas, Nadine
cuenta a cámara su sueño de ser médica, para curar a su pueblo. El video es de
2021. No lo sabemos pero, es probable que Nadine sea hoy una de las entre 500 y
700* niños que son detenidos y encarcelados al año por el ejército israelí: en
los últimos 20 años han sido capturados más de diez mil. Más de diez mil niños
son detenidos para ser encarcelados por el único delito de nacer palestinos.
Ser niño en Palestina es
habitar uno de los 19 campos de refugiados y vivir bajo un régimen de apartheid,
impuesto por Israel desde 1967, en su propia tierra. Es abrazar la
libertad como bandera y horizonte bajo la vigilancia de los puestos de control
y el muro ilegal. Es no poder circular para asistir a la escuela. Es nacer en
los puestos de control militares y estar sometidos a constantes violaciones del
derecho internacional. Ser niño es trabajar en familia para cosechar frutos que
serán robados, es crecer en la tierra donde cementan el agua para que mueran de
sed y los recursos naturales son saqueados. Significa que Israel se
reserve el derecho a impedir el viaje a otros países o recibir visitas de
amistades o familia.
Ser niño en Gaza es sumar a
los juegos el cuidado de heridos por bombardeos y habitar ruinas, imaginando
palacios. Las infancias palestinas padecen desnutrición y anemia y viven con
angustia las deficientes condiciones higiénicas. El desplazamiento y
hacinamiento aumenta las probabilidades en mujeres y niñas de ser agredidas
sexualmente. Ser niño en Palestina supone vivir discriminado, bajo leyes
racistas como la Ley del Estado Nación Judío, sin posibilidad de reagrupación
familiar ni ciudadanía.
Ser niño en Palestina
es luchar contra la indiferencia de un mundo que elige borrar
su historia, para alinearse detrás del capital. Pero ser niño, ser niña
en Palestina es también haber crecido con la fuerza de quienes empujan hasta
hacer crecer ese verano invencible en el pecho, con la firmeza y la dulzura de
los que, sin necesitar demasiado, se pintan con la fuerza de la lucha y la rebeldía,
otro cielo donde lo que desparrama el viento no son cohetes, misiles y balas,
sino los colores de su identidad hecha bandera.
Ser niño en Palestina es
festejar cumpleaños entre escombros que fueron hogar, es correr el sentido del
miedo, y desafiarlo hasta convivir con él y domesticarlo y convertirlo en una
mascota para abrazar con sus seres queridos, con la conciencia de los que
aprendieron que cada segundo puede ser el último.
Es resistir, para volver a
enseñar esa lección histórica de vida y resistencia que escriben desde hace 75
años: esa que protagonizan firmes, con determinación y fuerza, ante la
impavidez de un mundo que hace caso omiso a las reiteradas violaciones de
derechos humanos que Israel comete en la ocupación de su tierra.
Fuente original: PalestinaLibre.Org
Fuente secundaria remitida
a Kaosenlared para su publicación: Pelota de Trapo
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