Un día como hoy hace 54 años asesinaron al Che, un hombre nuevo en un mundo todavía viejo. Su lucha tuvo sentido ayer, hoy y para siempre. El marxismo del Che, fruto de la Revolución Cubana, se formó en medio de una revolución de los humildes.
El marxismo del Che
(Nota de El Ojo Atípico: Foto del Che tomada en la Ciudad Universitaria de Madrid a mediados del siglo XX)
El Viejo Topo
09.10.2021
Me toca hablar
del marxismo del Che, y quisiera empezar por situar una cuestión: que el
marxismo del Che es un fruto de la Revolución Cubana.
Perdonen, no es
chauvinismo; pero da la casualidad de que soy cubano y no me queda otro remedio
que decirlo así. Para los cubanos, el Che es muy grande. Es el mayor aporte que
nos ha hecho Rosario o nadie en el mundo a los cubanos.
El Che tiene
una importancia maravillosa –y la va a tener, cada vez mayor– para América
Latina y el resto del mundo.
Cuando el Che
empezó a ser marxista, el marxismo tenía muchos problemas en América Latina.
Entonces, el Che fue marxista como es cada uno: como puede. Casi todos somos
hijos de nuestra circunstancia, y la mayoría lo seguimos siendo hasta la
muerte. Los grandes se distinguen, entre otras cosas, porque logran irse por
encima de su circunstancia –no del todo, pero bastante– y dejan una huella muy
elevada y diferente, que sirve para avanzar. Eso hizo el Che.
Hijo de la
clase media argentina –y por eso pudo estudiar medicina, sino no hubiera
podido–, el Che pudo haber sido el Albert Schweitzer de Argentina si se hubiera
dedicado a los leprosos en Africa toda la vida; y sería un hombre al cual
admirar. Pudo haber sido un gran alergista, un investigador médico, biólogo; y
sería una persona a la cual admirar. El Che escogió un camino que lo fue
llevando cada vez más lejos; cuando lo escogió ya se sentía marxista.
Ya había leído
marxismo, que era la manera de sentirse marxista entonces en Argentina y en
muchos lugares, para un jovencito como él. Después siguió leyendo marxismo como
podía, pero trató de practicar formas de curar a la gente en general, y no sólo
a los enfermos; y se metió a revolucionario.
Conoció a Fidel
Castro, se unió a los cubanos del Movimiento del 26 de Julio en México y se fue
con ellos en la expedición del Granma, a la guerra de Cuba. Dejó de llamarse
Ernesto Guevara, le acortaron el nombre y se empezó a llamar «el Che». Ahí se
convirtió en un héroe. Pero ahí también se fue convirtiendo en una persona capaz
de pensar de otra forma el marxismo.
Quiero llamar
la atención primero sobre algo. El Che, además de un hombre de acción, fue
sobre todo un hombre de ideas. Bueno, la mayoría de la gente son hombres y
mujeres de trabajo: no hay otro remedio. Y la gente que participa en
actividades más o menos violentas es gente de acción. El Che tuvo que ser
hombre de acción, pero siguió siendo siempre hombre de pensamiento. Llamo la
atención sobre el hecho de que se trata de una personalidad que nunca abandonó
el estudio. El estudiaba durante la guerra revolucionaria cubana, en las más
difíciles condiciones, e incluso en las peores condiciones de la Invasión,
cuando los invasores perdieron entre la cuarta parte y la tercera parte de su
peso. Perdieron el sueño también, porque estuvieron durante tres o cuatro meses
en condiciones límite como individuos. Y el Che, al pie de la batalla de Santa
Clara –que él tiene que dirigir– escribe un pequeño texto importante, y que
aunque él no lo proclama, pretende ser un análisis de las clases, para la
revolución que tiene que venir en Cuba, en cuanto se acabe de derrotar a la
dictadura. Ya él sabe más en cuanto a utilizar el pensamiento, y no se expresa
en un lenguaje árido, por lo que el texto se llama «Lo que aprendimos y lo que
enseñamos». Porque ya sabe hablarle a muchas de personas reales, que en su
mayoría son analfabetos, y se dispone a hablarle a millones. Es desde esa
realidad que podemos registrar al Che como a un marxista latinoamericano
sumamente importante. Y no desde el hecho, también real, de que estaba leyendo
libros de marxismo desde que era adolescente, y de que trató de hacer un
diccionario de filosofía cuando tenía 17 años, lo cual podía ser muy
interesante pero nada más que eso.
El Che se
enroló en una revolución que dio vuelta a la geopolítica. Se suponía que no
podía haber una revolución socialista y de liberación nacional en Cuba. Podían
suceder buenas cosas, pero no tanto. Y eso no lo suponían solamente la
burguesía de Cuba y los EEUU: lo suponía también la mayoría de los marxistas,
incluídos la mayoría de los marxistas cubanos, que creían que en Cuba podía
haber un desarrollo evolutivo, quizás hasta revolucionario, pero que no pasaría
de ser una revolución que se llamaría, entonces, democrático-burguesa, o con un
nombre más largo, democrático– burguesa agraria y antiimperialista. Algo que
resultó imposible en la práctica. En realidad, primero se supo que en la
práctica era imposible, y después se empezó a teorizar sobre por qué eso era
imposible. Pero esa era una creencia muy fuerte en los marxistas de América
Latina de aquellos tiempos. Y no sólo en Cuba. También se creía que los
regímenes sociales que han existido en la historia van todos uno detrás de
otro, y que son cinco. El primero es la sociedad primitiva, el segundo es el
esclavismo, el tercero el feudalismo, el cuarto el capitalismo y el quinto el
socialismo; y que vienen uno detrás de otro sin remedio. Y resulta que en Cuba
nunca hubo feudalismo. Miren qué problema. Y hasta hubo la necesidad, por parte
de un escritor respetable, de inventar el feudalismo cubano. Este marxismo
llegaba a inventar cosas, con la mejor buena voluntad seguramente, pero
inventar cosas que no existían. Y también llegaba a olvidar cosas que existían,
si no se adecuaban a lo que se suponía que debía ser.
Quiero decir
con esto, con todo respeto, que era un dogma. Y por esto el Che Guevara, diez
años después, escribe en su Diario –en aquella libretita de notas–, el 26 de
julio de 1967, en la anotación del día: «26 de julio. Asalto al Moncada. Asalto
contra las oligarquías y contra los dogmas revolucionarios». Fue exacto y
sintético. Cómo podría suceder la universalización del marxismo está en el
centro del problema al que nos referimos. El Che se encontró envuelto, como
pensador marxista, en el centro de un problema grave: cómo hacer para que la
teoría que en su tiempo enunciaron Marx y Engels, con continuadores tan
maravillosos como Lenin, sea capaz de ser una teoría no sólo utilizable y
aplicable en Europa, sino una teoría acerca de la expansión mundial del
capitalismo y de las revoluciones en el mundo contra el capitalismo, una teoría
de las transiciones de tipo socialista hacia unas sociedades de productores
libres, hacia unas sociedades sin dominaciones, comunistas, a escala mundial.
Esos graves problemas son los problemas del pensamiento en el Siglo XX, los
problemas del marxismo – que tiene historia, que no es igual a sí mismo de
ninguna manera–, en el Siglo XX. El Che y los revolucionarios cubanos se
encontraron en el centro de este problema. La mayoría de estos revolucionarios
cubanos, probablemente en la época insurrecional, se angustiaron mucho menos
que el Che, porque la mayoría eran analfabetos. Y entonces, las angustias de
los analfabetos son otras. El Che se formó como jefe revolucionario en este
ejército de analfabetos. Y aprendió entonces no sólo que había que hablar de
otra manera, sino que había que pensar de otra manera.
De modo que
este joven héroe, en diciembre de 1957, que ya es comandante del primer
ejército rebelde –fue el primero de los comandantes, aunque no fuera cubano–
tiene una polémica –la primera conocida– con otros compañeros de la dirección
revolucionaria del 26 de julio, por un problema que es demasiado largo para
contar acá. Pero por el cual los combatientes de la Sierra Maestra se
molestaron mucho, y los combatientes del 26 de Julio en la clandestinidad, se
molestaron mucho también. Y cada uno pensó que los otros tenían alguna culpa.
Era el problema de si podía haber una unidad de acción con otras fuerzas burguesas,
o confundidas, antibatistianas pero no revolucionarias; o si no debía haber. El
Che le escribe a un compañero dirigente del 26 de Julio, una carta. El Che
todavía no maneja el idioma cubano –quiero decir, todo pueblo, incluso
coloquialmente, tiene palabras muy groseras que se dicen pero no se escriben–,
y el Che escribió algunas palabras verdaderamente insultantes en su carta, e
inadmisibles. Pero el compañero, que lo admiraba mucho, no se refiere a eso en
su respuesta. Y sí se refiere a algo que el Che le dice. El Che le dice: «Yo
soy de los que creen que el futuro de la humanidad está detrás de la cortina de
hierro». Con esa manera irónica y provocadora que es del Che. Quería decir que
tenía una posición. Y este compañero, que fue el comandante Ramos Latour, que
murió seis meses después mandando una tropa en la Sierra Maestra, le contestó
con todo respeto: «Yo lo admiro mucho, usted está dando la sangre junto a
nosotros en esta lucha, pero yo no soy de los que creen que el futuro de la
humanidad esté detrás de la cortina de hierro. Yo soy de los que creen que la
Revolución Cubana fue iniciada por la prédica de José Martí en la guerra de
liberación, y que los EEUU invadieron a Cuba para impedir el triunfo de esa
revolución, y que nos han impuesto una dominación, y que tenemos que lograr no
sólo derribar la dictadura sino hacer la revolución para liberar a Cuba. Que no
será nada más que la primera de las revoluciones de liberación de los pueblos
de la América Latina. Y que esos pueblos de la América Latina liberados, serán
capaces de unirse para resistir unidos las fuerzas de todas las potencias de la
tierra».
Qué
interesante. O sea que él se encontró en esta Revolución de mayoría de
analfabetos, en donde también había gente culta –es natural, pasa siempre–,
había pensamiento. Había una historia también del pensamiento en Cuba, y del
marxismo en Cuba. Pero no sólo del marxismo. Yo quiero llamar la atención:
cuando decimos marxismo estamos hablando de una de las formas de pensamiento
que puede ser revolucionario. Yo soy marxista, y entiendo que en última
instancia el análisis y el método marxistas, y el conjunto de la obra de Marx
–al cual pienso que hay que volver a leer, ahora seguramente con mejores
posibilidades que antes– es la teoría que nos va a permitir no sólo conocer
mejor el mundo sino trabajar para transformarlo. Transformarlo en el sentido
anticapitalista. Pero creo que cuando estamos hablando de historia tenemos que
tener muy en cuenta que el pensamiento revolucionario en muchos lugares no ha sido
solamente marxista. El Che era médico, y un médico para la gente humilde es
siempre algo maravilloso. Es la profesión que más respeta la gente humilde,
porque tiene como una posibilidad mágica sobre la vida y la muerte de los hijos
de uno. El Che héroe, el Che abnegado, el compañero ejemplar, resulta que
también era un pensador, que también tenía posibilidades intelectuales, y así
el respeto por él se acrecentó mucho en una revolución que no se caracterizó
por sus tendencias intelectuales.
Quiero ser siempre
claro y sincero con ustedes. La insurrección de Cuba no se caracterizó por
esto, porque la gente más culta, como Fidel Castro y otros compañeros que la
dirigieron y fueron compañeros y soldados de ella, se metieron a la revolución
de los humildes a fondo. No porque no hubiera un pensamiento cubano
complejísimo, desde más de un siglo y medio antes.
Sino porque
este pensamiento no pareció ofrecer salidas al pueblo cubano. Y entonces, una
respuesta de reflejo fue ser más bien anti-intelectual. El Che Guevara, cuando
escribe los Pasajes de la Guerra Revolucionaria, empieza – en la revista VERDE
OLIVO de las FFAA– pidiéndole a los compañeros que pelearon, que empiecen a
escribir todos sus memorias, y exigiéndoles tenacidad, siempre dándoles algunos
consejos, pero les «ruego que escriban» decía. Casi nadie le hizo caso. Se
consideraba de mal gusto escribir. Se consideraba un acto de vanidad.
En ese sentido
quiero llamar la atención, porque el marxismo del Che Guevara se forma en medio
de una revolución de los humildes, o como decía el lema del Movimiento: «de los
humildes, por los humildes y para los humildes». Y le toca a él, entonces,
escribir artículos acerca de cómo se deben comportar los combatientes con las
armas de fuego, con el parque, etc. Y publica en la revista VERDE OLIVO, en el
año 1959. Escribía artículos periodísticos también, y sobre todo hacía
discursos, que es la manera intelectual de confrontarse en medio de estos
grandes cataclismos sociales que son las revoluciones. Es la principal manera. Incluso
en Cuba había televisión, y se dio el hecho de que se produce lo que es hoy por
primera vez en el mundo un caso de educación popular en gran escala, utilizando
la televisión por parte de los dirigentes. Fidel le hablaba a la gente, tres o
cuatro horas, tres o cuatro veces por semana, todas las semanas. Hablaba
de cosas, explicaba cosas a un declarado pueblo de analfabetos, un pueblo
que sólo sabía firmar, y no le estaba hablando a los doctores que se marchaban
del país. El estaba haciendo una campaña de concientización. Y al Che Guevara
le tocó participar en ella también. Entonces, el Che fue un divulgador de las
ideas revolucionarias. Pero él tenía una gran vocación teórica, y siguió. Creo
que esto nos ayudó muchísimo a todos, no sólo a los cubanos, porque se
convirtió en el principal exponente teórico de la Revolución Cubana.
El proyecto
original de la Revolución Cubana fue expuesto por el Che, de la manera más
profunda que lo hiciera cualquiera de los participantes, a pesar de que Fidel
Castro tuviera fuertes tendencias intelectuales y una gran cultura filosófica
–se lo puede ver en las cartas cuando estaba preso, de los años 50– de lo cual
él se alejó por necesidades de su tipo de actividad. Y el Che Guevara,
entonces, se encontró con la necesidad de producir pensamiento teórico. El fue
polémico desde un inicio también, ya dentro del poder revolucionario, lo fue
aunque no lo decía, no era pública. Pero en el Departamento de Instrucción
Revolucionaria del Ejército Rebelde, ahí nació el ICAI (Instituto Cubano de
Cine), que nació como departamento de cine del Ejército Rebelde. Y como es
lógico al usar esa forma de arte que les maravillaba a las masas, la gente
incluso más inculta recibía la posibilidad de entender las cosas más profundas;
ese fue el sentido del ICAI, y por eso se formó el noticiero, uno de los
mejores noticieros de agitación y propaganda que se haya hecho en el mundo,
comparable a aquellos que hicieran los primeros bolcheviques durante varios
años –aunque los tiempos son diferentes.
Y el Che
Guevara tuvo que ser director del Banco Nacional, director de Industrialización
del INRA, que tenía una parte fuerte de la industria azucarera cubana, llegó a
tener la cuarta parte. Y después fue Ministro de Industrias. Y también durante
siete u ocho meses fue presidente de la Junta Central de Planificación. Siempre
fue miembro de la dirección nacional de la Revolución, del órgano político que
después de 1965 se llamó Partido Comunista de Cuba. Y también fue jefe militar
de occidente, durante años. Y le tocaron tareas de dirección en la lucha
internacionalista cubana. Al Che le tocó ser dirigente de esto, como dirigente
cubano; no es que a él se le ocurriera. Aunque él naturalmente tenía una
maravillosa propensión hacia esto. Y como marxista, entonces, es muy
interesante revisar y estudiar su obra.
Por cuestión de
tiempo, lo que yo hago acá es apuntar cuestiones. Pero se puede ver cómo el Che
tuvo que evolucionar profundamente en todos estos años, para poder estar a la
altura de la tarea en la que él se había metido y que él se había propuesto. El
Che maneja como todo el mundo el lenguaje de su tiempo, incluso algunas
palabras –y las palabras pueden ser siempre vehículos o prisiones, las palabras
pueden ser órganos para la liberación o para la dominación–, y el Che Guevara
tiene un aparato conceptual que ha adquirido literariamente, en el caso del
marxismo, leyendo –correcto y erróneo–, pero que le pesa encima bastante.
Y el Che
Guevara entiende que sólo puede haber socialismo como fruto de las revoluciones
en América Latina, y sigue usando la palabra feudal hasta en un texto de 1964,
que además es un texto importante, y sigue pensando la palabra feudal, y
tiene los conceptos de lo feudal; pero, sin embargo, opera conceptualmente
siempre con el otro. Así pasa con todos los autores cuando los vayamos a
estudiar, porque nunca nadie ha comenzado de la nada, a todos los han educado
con ayuda de las universidades y muchas cosas más, y entonces la gente que
produce nuevas teorías –incluso el propio Marx– es capaz de crear nuevos
conceptos pero también utilizando otros conceptos, y trabajan con ellos como
puedan.
El Che Guevara
creyó que Cuba tenía que ser industrializada rápidamente, y Fidel Castro
también. Y no porque fueran marxistas ninguno de los dos –los dos eran
marxistas-. Digo esto, de paso, porque se ha hablado bastante y se dice que
Fidel y el Che discutieron porque el Che estaba por la industrialización y
Fidel no. En realidad, los dos estaban por la industrialización, y no eran
originales. Porque por la industrialización estaba el pensamiento social cubano
desde hacía décadas: desde la Revolución del 30. Porque incluso hace 200 años,
uno de los terribles primeros burgueses cubanos, que escribió los primeros
trabajos científicos de economía que se escribieron en Latinoamérica, en 1792,
que se llama «Discurso sobre la agricultura en La Habana»; cuando ellos
comenzaban a traer un millón de esclavos –que trajeron en el siglo XIX para
integrar mejor a Cuba como gran exportadora de azúcar en un estado mundial capitalista–,
escribió: «Tenemos que conseguir refinar el azúcar, y exportarla refinada, y no
cruda, para que no nos dominen los compradores». Esto hace 200 años. Llamo la
atención sobre esto porque el 90 % del azúcar que seguimos exportando hoy,
sigue siendo cruda. Y eso se llama «los límites que el capitalismo mundial le
pone a los países», incluso a los países liberados. Entonces, como es natural,
si esto podía pensarlo este caballero, imagínense lo que pensaban las personas
de ideas radicales marxistas –buenas o no– en Cuba, hace 40, 50 ó 60 años: que
Cuba debía industrializarse. Ahora, cuando el Che como marxista se ve ante las
realidades de estar en el poder, con otros compañeros, ya no se trata de
criticar a los que están sino de hacerlo; participa de una lucha maravillosa
que es bastante desconocida. Es la lucha de la Revolución Cubana en el poder,
por hacerse de lo que entonces llamábamos «un desarrollo histórico socialista
acelerado», y por ser solamente aquello que los locutores de aquella época decían:
«Cuba, primer territorio libre de América».
Porque entre
las cosas que se aprendieron en ese tiempo, fue que Cuba sola no podía llegar a
los últimos objetivos que se proponía, que eran el fin de todas las
dominaciones. Pero no sólo en Cuba, sino en el mundo entero. Y por qué en el
mundo entero? Por un afán de filántropo, por aquello que lo había llevado a
tratar de curar a los leprosos? No. Por la comprensión de que el capitalismo es
un sistema mundial de explotación que no ha tenido fuerza para explotar a la
humanidad entera a lo largo de su historia, por eso tiene una historia tan
complicada. Pero sí lo ha intentado, y el grado de centralización, que hoy es
transnacionalización y dominio del dinero parasitario en la economía, que hoy
es democracia controlada, hegemonía a través de gobiernos civiles, por los
cuales se aplasta también al pueblo, y que hoy es totalitarismo en los medios
masivos de comunicación, a través de los cuales se decide qué sucede y qué no
sucede, qué es noticia y qué no lo es, qué opinión pública va a haber y qué
buena parte de los sentimientos del público va a haber; eso que es el
desarrollo mundial del capitalismo tiene que ser contrastado con el desarrollo
mundial de los revolucionarios. Y que el desarrollo mundial de los revolucionarios
tiene que ser anticoloniamlista y anti-neocolonialista, y tiene que ser
antiimperialista, y tiene que ser sobre todo internacionalista. Y todas estas
palabras se volvieron conceptos en el marxismo del Che, como parte del proceso
de las ideas de la Revolución Cubana.
Por eso la
Revolución Cubana fue el azote del imperialismo norteamericano desde su inicio,
porque no sólo rompió las leyes de la geopolítica sino que después planteó que
éstas debían seguir siendo rotas implacable y continuadamente. No ha tenido
fuerzas para hacerlo sola, pero tampoco se ha planteado nunca que pudiera
hacerlo sola; es una locura. Pero también resultó una herejía dentro del campo
del socialismo. Y cuando los cubanos, después de quitarles todo el poder y todo
lo que tenían para explotar y oprimir a los demás a los ricos, y de quitarles
todo el poder que ellos tenían sobre Cuba, descubrieron que eso no era, de
ninguna manera, democrático– burgués, ni democrático-agrario-antiimperialista,
ni nada que se le pareciera; sino que eso era anticapitalismo y
antiimperialismo.
Entonces, se le
llamó a la Revolución Cubana: «socialista». Y por cierto, en el momento
simbólicamente mejor, en el momento de la víspera de la batalla de Playa Girón.
O sea, como pasa con los niños: primero nació y después se bautizó. La
revolución de Cuba, entonces, como era socialista, anticapitalista, decidió que
tenía que ser marxista– leninista. Porque además el gobierno de la URSS nos
había ofrecido colaboración, intercambio de productos, ayuda, vendernos
petróleo y comprarnos azúcar, vendernos armas –para que nos defendiéramos-. Y
por ese camino empezó la gente a ser marxista-leninista. Ya el Che, Fidel y
otros compañeros que tenían una enorme cultura marxista, sabían y leían muchas
cosas. Pero la mayoría de los cubanos comenzaron a ser marxistas-leninistas
leyendo dos novelas soviéticas: «Los hombres de Panfilov» y «La carretera de
Volokolamsk». Eso es lo que nosotros llamábamos marxismo-leninismo en las
unidades militares. Era ver cómo se comportaban los combatientes para aprender
algo de ellos. Esa es la historia de América Latina, en este caso. Y de las
ideas. En ese mismo año estaba aprendiendo a leer y a escribir todo el mundo. Y
aprendiendo qué cosa era Cuba. Los jovencitos y los adolescentes que recién
aprendían a leer y a escribir, aprendían mucho más que los analfabetos:
aprendieron a conocer su país. La mayoría de la gente de los países, si son de
clase media, o si ya llegan a estudios superiores, nunca llegan ni siquiera a
oler a las personas más pobres porque no llegan a estar lo suficientemente
cerca. No llegan a conocer regiones de su propio país, regiones enteras,
ciudades, pueblos. Los cubanos tuvimos que aprender muchísimas cosas, y en ese
sentido es que yo digo, con toda modestia, que en Cuba fue, de América Latina,
el lugar donde se terminó de poner al marxismo en español. Donde, de verdad,
tocó tierra el marxismo en América Latina. Y en esa etapa histórica, le tocó al
Che Guevara un papel de protagonista. Protagonista político junto a Fidel, y
protagonista teórico. Y como protagonista teórico, dejó una obra trunca.
A mí me gusta
comparar, en ese sentido, a «El socialismo del hombre en Cuba» con el
«Manifiesto Comunista», porque pienso que es el Manifiesto Comunista del Che,
donde él expresa su madurez y su reto; el documento más ambicioso producido en
América. Pero digo madurez y reto, y digo el Manifiesto Comunista, porque
entonces faltaba toda la obra que vino después. Pero él no la pudo escribir, y
no porque no tuviera voluntad de hacerlo. El Che, después de esto, se fue con
un grupo de doscientos combatientes cubanos a tratar de ayudar a la liberación
del Congo, después Zaire –y ahora Congo otra vez-. Y tuvo una experiencia, de
la cual por cierto escribió un libro de 150 páginas a un solo espacio, que no
se ha publicado, como no se ha publicado más de la mitad de lo que el Che
escribió; y lo que dejó grabado, que no está al alcance del público todavía. Es
algo que le debemos al Che todavía. Y todavía, además, regresó a entrenarse en
Cuba, y siguió estudiando y guiando compañeros. Y siguió escribiendo lo que
podía, como el caso de un compañero dirigente cubano, que le pide, cuando se
está entrenando, que le haga un plan para estudiar marxismo. Y entonces el Che,
con su natural ironía, le hace una carta muy simpática, donde también le va
explicando lo que él cree que debe ir leyendo. Y en el caso de Lenin, le dice
las obras y por qué. Y le dice, «pero a partir de 1917 te tienes que leer todo,
hasta el último papelito que Lenin escribió».
Eso es muy
importante y me parece que expresa la profundidad teórica del Che. Se daba
cuenta de que con la Revolución de Octubre había cambiado el objeto del
marxismo. No como esos manuales que decían que el objeto del marxismo era la
ciencia de las leyes generales de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento
–que es lo mismo que no decir nada, porque es todo. El se daba cuenta, ya se lo
podía explicar a otros compañeros, que la historia de la teoría –de una teoría
de ese tipo, de ese alcance tan maravilloso– estaba ligada a la historia de los
hechos mismos, a las revoluciones, a las contrarrevoluciones, a las necesidades
de la lucha, a los comportamientos sucesivos de las fracciones burguesas, etc.
Y entonces, el
Che Guevara proyecta, y empieza a escribir, un texto de economía política.
Inteligentísimo. En el índice del manual del Che, uno de los capítulos es «El
sistema militar mundial del imperialismo». Para que los economistas no se lo
olviden, y los demás tampoco. Porque el sistema militar mundial del capitalismo
es también un aspecto económico; y para eso existe. Y el Che deja un prólogo
maravilloso de ese libro, que tampoco se ha publicado, que es una profundísima
crítica de la ideología soviética llamada entonces marxismo-leninismo. Yo
admiro profundamente a Lenin, y creo que esto es dramático en relación a Lenin.
Creo que tenemos que poder volver a hablar de marxismo-leninismo. Pero no por
convertirnos nosotros en piezas de museo, sino por poder rescatar al marxismo y
al leninismo, y a todos los demás aportes al marxismo que se han hecho a lo
largo de este siglo.
El Che, todavía
en Bolivia fue reuniendo algunos centenares de libros, incluso en Bolivia, que
iba leyendo mientras esperaba que llegaran los compañeros que tenían que
llegar. E iba haciendo cuadernos de notas. Y hay algunas docenas de esos
cuadernos, que los tiene todavía el Ejército boliviano. Se está tratando ahí de
ver si los llegan a devolver. Y siguió dando clases de francés, de matemática,
siguió exigiéndole a los compañeros que estudiaran por la tarde y rogándole que
estudiaran por la noche. Y siguió cargando libros en la mochila, a pesar de
todo. A pesar del hambre y del asma. Entonces estamos en presencia de un
teórico del marxismo, de un tipo determinado. Yo pienso que se trata de seguir
queriendo al Che en su imagen que tanto emociona, de seguir amando en el
ejemplo, de no pensar nunca que no se puede seguir el ejemplo del Che porque es
inigualable. A lo mejor el problema del Che es cuando tenía que ser uno solo el
personaje inigualable, y a lo mejor vamos a tener que llegar ahora a que los
inigualables sean grupos de personas. A lo mejor hay que repartir esa condición
excepcional entre la gente, y vamos a estar más cerca de la liberación total de
las personas si logramos eso.
Pero pienso que
con todo y lo que tan profundamente nos marca, que seguirá siendo esencial.
Nosotros empezamos a estudiar marxismo cuando éramos muy jóvenes, porque ya
éramos revolucionarios –y tratábamos de serlo en un sentido práctico– y
tratábamos de educarnos a nosotros mismos diciéndonos «nadie va a morir por
haberse leído el tomo 1 de El Capital de Marx». El Che es capaz de entusiasmar
de este modo. Yo creo que se merece, y es por eso que estas cátedras son
multitudinarias, en este año y en los que siguen, que se estudie su
pensamiento. Y que se conozca su pensamiento. Y que no se dogmatice su
pensamiento cuando se le conozca. Y que no se le coloque en un altar para
hacerlo inútil, sino que se convierta –su pensamiento– en un instrumento que es
valiosísimo. Porque de la misma manera que Marx nos dejó una obra maravillosa,
más allá de haberse equivocado en sus juicios sobre Bolívar o sobre los
mexicanos; de la misma manera que Lenin nos pudo dejar una obra maravillosa que
ya trató –y hasta cierto punto entendió– lo que era la lucha a escala mundial;
de esa misma manera, el Che Guevara, argentino y cubano, nos ha dejado un
pensamiento que, aunque trunco, por suerte es también un pensamiento abierto.
Un pensamiento que en su misma estructura teórica no tiene un punto final, no
tiene un cierre, no tiene un dogma. Y entonces, también hubo la posibilidad de
que Rosario, Córdoba y las ciudades de este país hasta los campos de Cuba y de
Africa, y los campos de uno de los países más terriblemente explotados y
subdesarrollados de América del Sur, como es Bolivia, hubo la posibilidad de
poner en contrastación a su pensamiento teórico marxista con las diferentes
circunstancias en que tiene que darse la lucha a partir de la cultura que
existe. Y a partir de lo que es posible que la gente levantada, organizada,
cada vez más conciente, convierta en hechos. «Lo imposible es posible», que es
uno de los elementos más interesantes de la teoría del Che, este cuerpo
teórico, a nosotros nos puede dar un resultado formidable si lo utilizamos como
instrumento. Y eso potenciaría y multiplicaría el valor del ejemplo del Che.
Fuente: Archivo Chile.
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