Solamente se puede perder lo que se tiene. Lo que no se tiene no se puede perder. Para ver que Haití es un país arruiando no hace falta ni siquiera pisar su suelo, con acercarse a la frontera y mirar sus montes ya lo percibe uno. La situacion en la que está Haiti no proviene del más allá ni porque los haitianos sean tal o cual, que es como muy ligeramente se suelen despachar estos asuntos (tal y cual somos todo), sino por las prácticas económicas y políticas realizadas. |
Haití no se puede comparar hoy con España, a pesar de que hubo un momento en la historia en que pudo haberla superado en el desarrollo económico y social, pero las bases de la economía, que es lo que acaba por condicionar toda la vida social y politica son de la misma naturaleza a diferentes niveles: relaciones de explotación, que algunos llaman neoliberalismo, otros capitalismo y nosotros para no herir la sensibilidad del lector, le vamos a llamar H, aclarando inmediatamente, eso sí, que así como el hábito no hace al monje, tampoco el nombre afecta a la naturaleza de las cosas y por tanto, la naturaleza de algo no cambia porque de llamrse J mude a llamrse K.
Con que alguien sea capaz de imaginar la puesta en práctica del articulo 135 de la Constitución, modificado por el PSOE, PP y demás partidos de la derecha en el Congreso para darle preferencia de cobro a los acreedores del Estado, antes que pagar las pensiones, pore eemplo, se comprendería que podría significar para los millones de personas que se han pasado la vida trabajando si el Estado dejara de pagar las pensiones (cosa perfectamente realizable y perfectamente legal, gracias a PSOE y PP fundamentalmente) para dedicar esse pago a la deuda contraida, por ejemplo para pagar los más de 20 mil millones de euros de deuda pública atribuidas al Ejercito, pero ello no nos sitaría drectamente en uan situación idéntica a la edHaiti, pero si en el camino para llegar alo mismo, de donde podríamo deducir que como podemos perder lo que tenemso, para no perderlo hay que defenderlo. Decir que lo estamos defendiendo pero no haciendo para defenderlo, no. Hacer algo para defender lo quetenemso, además de decirlo.
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¿Qué hay realmente detrás de la crisis en Haití?
Rebelión
Al-Jazeera
04.10.2019
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
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Décadas de
neoliberalismo, neocolonialismo y ahora la injusticia climática han llevado a
Haití al límite.
Marcha de haitianos en el área de Cite Soleil de Puerto Príncipe, Haití,
durante una protesta para exigir la renuncia del presidente Jovenel Moise
[ChandanKhanna / AFP]
Desde hace
meses Haití se ha visto sacudido por la intensificación
de las protestas. Una crisis económica cada vez más profunda y la creciente
escasez de combustible y alimentos han enviado a las personas a las calles,
exigiendo la renuncia del presidente respaldado por Estados Unidos, Jovenel
Moise, quien hasta ahora se ha resistido a renunciar.
La crisis
comenzó el año pasado y se vio agravada por los desastres naturales que
devastaron repetidamente la nación isleña: los huracanes destruyeron viviendas,
la producción de alimentos, medios de subsistencia e infraestructura y una
sequía severa agotó los recursos hídricos de la isla.
Si bien los
medios internacionales se han centrado en una historia familiar de corrupción y
mala gestión, lo que subyace a esta crisis debilitante es mucho más grave: una
combinación mortal de neocolonialismo, neoliberalismo e injusticia climática.
De hecho, lo que está sucediendo ahora en Haití es extremo y debería asustarnos
a todos, ya que presagia lo que podría pasarle al resto del planeta si no
tomamos medidas inmediatas.
Petrocaribe y
la crisis del combustible
En enero de
2006, Haití se unió al programa de solidaridad venezolano Petrocaribe, que le
suministró petróleo en condiciones favorables. El país pudo comprar 60.000
barriles por día a un precio con descuento, con la mitad de los costos
reembolsables durante 25 años a una tasa de interés del uno por ciento en
efectivo, o a cambio de bienes que Haití exportó.
Se suponía que
esto liberaría recursos para iniciativas de desarrollo económico en
infraestructura e impulsaría la producción agrícola. Sin embargo, la corrupción
a gran escala se tragó miles de millones de dólares de ganancias que el
programa reportó al Gbierno, al tiempo que acumuló una deuda creciente con
Venezuela.
Con la economía
venezolana en ruinas, Caracas tuvo que detener los envíos de petróleo en marzo
de 2018, lo que provocó la escasez de combustible en Haití. La crisis se vio
agravada por la medida del Gbierno en julio de ese año para eliminar los
subsidios a la energía, que aumentó los precios del combustible en más del 50
por ciento.
La decisión fue
tomada bajo presión del Fondo Monetario Internacional, que prometió un paquete
de préstamos financieros de 96 millones de dólares para ayudar al país a pagar
su deuda, y el G20 y las agencias internacionales, que han estado pidiendo el
fin de los subsidios de combustible. La medida también reflejó los compromisos
de política de Haití en virtud del Acuerdo de París para reducir las emisiones de gases de efecto
invernadero en un 31 por ciento para 2030.
El corte del
suministro de petróleo del programa Petrocaribe también obligó al Gobierno
haitiano a recurrir al mercado global, en particular al proveedor de energía
con sede en Estados Unidos Novum Energy Corp, para suministrar combustible. A
medida que el Gobierno ha caído más en deuda, ahora debiendo unos 130 millones de dólares a los
proveedores de combustible, la escasez empeoró.
Subsidios de
combustible muy necesarios
Al sucumbir a
la presión internacional para recortar los subsidios, el Gobierno haitiano
acomodó las agendas extranjeras pero puso en peligro la supervivencia de su
propia población. El país produce solo el 0,02 por ciento de las emisiones
globales de gases de efecto invernadero y, sin embargo, su gente está pagando
un precio desproporcionado por cumplir con las normas financieras
internacionales y los controles de emisiones.
Los subsidios a
los combustibles se incrementaron en solo el 2,2 por ciento del PIB de
Haití y fueron una de las formas en que el Gobierno pudo apoyar a los
ciudadanos empobrecidos, aun luchando después del terremoto masivo de 2010 y
las consecuencias de los desastres naturales anuales.
Después de los
recientes huracanes, muchas comunidades quedaron fuera de la red y se ha
necesitado mucho combustible para hacer funcionar los generadores de
electricidad. La economía del país también ha sido devastada, con la mayoría de
las personas empleadas en el sector informal y altamente dependientes de tener
acceso a combustible más barato.
De hecho, estos
subsidios energéticos estaban brindando el apoyo muy necesario a más de 6 millones de
haitianos empobrecidos que viven con 2,41 dólares al día.
Desde mediados
de 2018, la crisis ha empeorado progresivamente y, recientemente, las protestas
contra el Gobierno se han intensificado.
Para cualquiera
que visite Haití hoy está claro que las medidas de austeridad y las fuerzas de
"libre mercado" no pueden resolver los problemas de un país que
enfrenta los peores efectos del cambio climático, la disfunción del Gobierno,
la corrupción de los donantes y una crisis de deuda interminable.
Al mismo
tiempo, a pesar de los esfuerzos realizados para desprenderse de los
combustibles fósiles y a pesar de estar clasificado entre los tres primeros países
más vulnerables al cambio climático, Haití ha tenido problemas con la acción
climática. Sus esfuerzos carecen de enfoque y son impulsados principalmente
por donantes internacionales.
Por ejemplo,
según una investigación que hice el año pasado, el país está luchando para
acceder a financiamiento asignado a través de iniciativas globales como el
Fondo Verde para el Clima (GCF). Las barreras burocráticas y los criterios
onerosos hacen que sea casi imposible para el Gobierno aprovechar estos
recursos.
Esto ha
impedido que el país construya su resiliencia climática y, ahora, con cada
desastre natural que le golpea, tiene que depender de las donaciones a corto
plazo de las agencias de ayuda internacional para manejar sus consecuencias.
Neocolonialismo
en tiempos de cambio climático .
La crisis
haitiana es producto de la combinación tóxica de colonialismo, neoliberalismo y
un enfoque injusto para enfrentar el cambio climático.
La degradación
ambiental, que se exacerba con cada temporada de sequía y huracán, se remonta
al dominio colonial francés sobre Haití cuando se abusó de la tierra y los
bosques, lo que hace que grandes extensiones del país sean estériles e
infértiles.
Después de que
Haití lograse liberarse del dominio colonial francés a principios del siglo
XIX, cayó dentro de la creciente esfera de influencia de EE.UU. y no ha podido
liberarse desde entonces. Estados Unidos no solo ocupó el país durante casi dos
décadas e interfirió reiteradamente en sus asuntos, sino que hoy también está
apoyando a un presidente muy impopular cuya dimisión sigue exigiendo el pueblo
en sus protestas masivas.
Al tiempo que
evita que el pueblo haitiano responsabilice a sus políticos y combata la
corrupción, Washington también ha estado imponiendo políticas neoliberales en
el país, lo que ha contribuido a su crisis económica.
El enfoque
estadounidense de la economía haitiana ha sido predominantemente extractivo. El
país tiene aproximadamente 2.000 millones en depósitos minerales explotados
principalmente por corporaciones estadounidenses y canadienses.
Es hora de la
justicia climática
Es hora de que
el mundo comience a prestar atención a lo que está sucediendo en Haití, porque
su crisis ilustra lo que sucederá al resto del mundo si las políticas
neoliberales y neocoloniales continúan dominando la economía global.
Los haitianos
ahora han despertado con la idea de que la economía de libre mercado al estilo
estadounidense solo empeorará su creciente crisis frente al cambio climático y
el subdesarrollo. Han estado luchando por su cuenta, totalmente conscientes de
que sus élites nacionales no abordarán sus preocupaciones y solo podrán
permanecer en el poder debido a la intervención de Estados Unidos.
Hasta este
momento, el movimiento internacional de acción climática ha ignorado por
completo lo que ha estado sucediendo en Haití. Si bien los llamamientos para un nuevo acuerdo verde global
son encomiables, no pueden ignorar la continua injusticia climática que está
ocurriendo en lugares como Haití.
Si realmente va
a haber un "nuevo" acuerdo, entonces no puede seguir el enfoque
paternalista de "sabemos lo que es mejor para usted". Necesita dar
cuenta de las realidades en el terreno en el Sur global, de manera que no cause
más daño que beneficio.
La transición a
un nuevo sistema energético solo puede tener éxito si se reconoce el poder que
el Norte global aún tiene sobre el Sur y la necesidad de justicia climática.
La acción
climática solo puede generar un statu quo nuevo y sostenible si reconoce
la acción y la experiencia de los países en desarrollo y los movimientos
indígenas, de la clase trabajadora y campesina, y se basa en este conocimiento.
En Haití, el
apoyo debe extenderse a los haitianos negros de la clase trabajadora, que
constituyen la mayoría de la población, y satisfacer sus necesidades básicas.
Las protestas populares y sus demandas deben ser respaldadas y se debe
facilitar un proceso de asunción de responsabilidades.
El país también
necesita una importante inversión sin compromisos realizada bajo un escrutinio
anticorrupción para ayudar a alejar su economía del extractivismo y la
dependencia de la exportación de recursos y ponerla en un camino hacia el
desarrollo verde. Solo entonces puede comenzar el proceso de construcción de
resiliencia climática bajo el liderazgo de los propios haitianos. De hecho,
Haití será la primera gran prueba para el movimiento transnacional de justicia
climática. Si no se hace justicia climática con los haitianos, entonces el nuevo acuerdo verde global está condenado al fracaso.
Las opiniones
expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente
la postura editorial de Al Jazeera.
Keston K Perry
es un economista político con experiencia en política climática en el Caribe y
América Latina. @kestontnt
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