lunes, 10 de marzo de 2014

GUARDIAS CIVILES VERSUS GUARDIAS CIVILES



(O la historia no contada de la lucha por la democracia

desde las entrañas del Estado)

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Rodrigo M. Rico Ríos
Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME)
Rebelión

Organizar el silencio
Y declararlo en  huelga...

Antonio Gamoneda

Salto a la acción organizada: comienza el sindicalismo clandestino

Los primeros pasos conocidos de un primitivo sindicalismo clandestino de  la Guardia Civil se dieron en Navarra, País Vasco y Logroño. Comenzaron en el año 1982 y son producto de los lazos de solidaridad y compañerismo que se crearon entre policías y guardias, sintiéndose desamparados por parte de las autoridades en una región tan castigada por el terrorismo en aquella década. Este hermanamiento de supervivencia y la realidad común de precariedad laboral, provocó el trasvase de información y enseñanzas desde el ya existente SUP a los guardias allí destinados (17 …..  ).

La creación concreta de un sindicato clandestino data del mismo año, pero no fue hasta 1983 que se hizo pública su existencia. Esta organización fue la Unión Sindical de Guardias Civiles (USGC) que contaba con militantes en Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla (18…).

Redactaron una tabla reivindicativa que se repartió por los cuarteles, y que entre otros puntos pedía: desmilitarización a corto plazo, reintegración en el Cuerpo de los expulsados por la manifestación de la Seguridad Social, reconocimiento del derecho de sindicación, dimisión del General Aramburu Topete, creación de un comité que investigue la corrupción, derecho y obligación a la denuncia de un superior, salida inmediata de todo el personal del Ejército destinado en el Cuerpo, reconocimiento del derecho de vacaciones, derecho a un día libre semanal, abolición de todos los servicios superiores a ocho horas, gratuidad del nuevo uniforme y anulación del tricornio en la uniformidad, medidas de protección contra el desempleo o derecho a excedencia (19….).

Esta lista nos puede dar una idea de los problemas e inquietudes que motivaban a los guardias a la lucha sindical entonces. En los años consiguientes, y debido a la clandestinidad, surgieron otras organizaciones sindicales de manera espontánea e inconexa en unas zonas u otras.

Algunas revistas como Cambio16 o Tiempo se hicieron portavoces del movimiento y realizaron reportajes de cada nueva organización o tabla reivindicativa.

El alto mando, como combinación de su mentalidad inmovilista y del temor a perder sus privilegios, comenzó a mostrar preocupación y ordena a las unidades especialistas en la lucha antiterrorista a combatir el sindicalismo. Mientras tanto el Gobierno de Felipe González seguía en la indiferencia absoluta.

La consolidación del movimiento sindical clandestino llegaría en 1986. Otra                                                                          nueva Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado del Gobierno socialista mantuvo a la Guardia Civil bajo régimen militar, impidiendo así que pudieran sindicarse legalmente y luchar por derechos civiles y mejoras laborales.

La nueva frustración aceleró la formación de dos sindicatos clandestinos más numerosos y arraigados que las experiencias anteriores, pero consecuencia de ellas: la Unión Democrática de Guardias Civiles (UDGC) liderada por el carismático Cabo Manuel Rosa Recuerda, y el Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC). (...) nuevas organizaciones que coordinarán todos los núcleos de activistas sindicales que habían protagonizado los anteriores intentos de cuajar una organización.

El SUGC y la UDGC se habían estado preparando para consolidar su presencia en la Guardia Civil y, además, resistir. Este salto cualitativo tiene la rápida respuesta de los poderes fácticos. Los medios de comunicación más conservadores lanzan una dura campaña contra los líderes y miembros de las nuevas organizaciones clandestinas. Se les tacha de desleales, “sindicato de encapuchados”, cometedores de sedición, de estar orquestados por una maniobra comunista de países del Este   (20…).

Desde la propia cúpula de la Benemérita se lanzan graves acusaciones y se ejecuta una persecución contra los líderes sindicales. Destacaron como los más represivos y obsesionados en esta “caza” los generales Sáenz de Santamaría, Francisco Cereceda y Andrés Cassinello.

Comenzaron los traslados forzosos de los miembros de la organización, buscando la dispersión y desgaste del movimiento. En muchos casos se les trasladaba al País Vasco, como medida de castigo ejemplar, aprovechando el intenso terrorismo de ETA de la época.

Esta maniobra buscaba cohibir bajo el miedo al activismo en auge. Extraña «cooperación»encontró el Gobierno del PSOE: usar a la banda asesina ETA para combatir a los guardias más demócratas y progresistas del cuerpo.

A pesar de ser el sindicalismo de los guardias civiles un fenómeno en auge y un tema recurrente en los medios, el Presidente del Gobierno Felipe González hizo una kafkiana declaración el 20 de agosto de 1986 negando la existencia de sindicalismo en la Guardia Civil.

 La postura intransigente de los ministros Barrionuevo y Narcís Serra (Interior y Defensa respectivamente) se imponía, y las vías de negociación se cerraban. Comenzaron los arrestos de los líderes, la cárcel militar, la incomunicación, la aplicación de la ley antiterrorista, las torturas.

En la nueva legislatura socialista, en octubre de 1986, es nombrado a Luis Roldán Ibáñez Director General de la Guardia Civil. Era el primer civil director del cuerpo desde su creación en 1844, lo cual despertó ciertas ilusiones en las
Organizaciones sindicales.

 Pero pronto dejó clara su posición declarando el mismo mes de su nombramiento: “Perseguiré a los sindicalistas de la Guardia Civil”. El Cabo Rosa trazó una nueva estrategia, inscribir a la UDGC como asociación cultural y pedir entrevista con Luis Roldán.

La respuesta fue la cárcel. La represión sufrida por el Cabo Rosa es paradigmática. Es solo un ejemplo de lo que sufrieron decenas de abnegados guardias civiles:

El 20 de septiembre de 1986, tras aprobarse la ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, el cabo Rosa presentó una solicitud para crear una asociación en la
Guardia Civil. Ese mismo día fue encarcelado hasta el 16 de septiembre de 1987. Cinco días en libertad y es arrestado de nuevo durante seis meses en el cuartel de Eritaña (Sevilla).

 Las malas condiciones del calabozo donde estuvo encerrado agravaron sus dolencias de reuma por lo que los diversos arrestos de 1988 los cumplió en su domicilio. El 10 de febrero de 1989 es llamado de Capitanía general de Sevilla, y de allí es enviado a la prisión militar de Alcalá de Henares-Meco (Madrid).

Sale en libertad provisional el 8 de septiembre de 1989, y cinco días más tarde le cae un nuevo arresto por otros tres meses, que cumple también en su domicilio. Por último, el 14 de febrero pasado es arrestado en el cuartel sevillano de Montequinto y  de allí de nuevo a la prisión militar de Alcalá, donde permanece aún recluido. (21…)

Uno de los mecanismos de defensa a la represión constante fue la creación
de las asociaciones de cónyuges y familiares las cuales trabajaban desde fuera en la defensa de los derechos civiles de los agentes y que, al igual que ellos, sufrirán la estrecha vigilancia de los servicios de información: teléfonos pinchados intervención del correo, registros sin autorización judicial y seguimientos. Mientras tanto, se suceden las ruedas de prensa de guardias civiles encapuchados pidiendo la desmilitarización del cuerpo. Las dos organizaciones sindicales, a pesar de la implacable persecución, siguen ampliando su presencia:
Andalucía, Extremadura, Comunidad Valenciana, Cataluña, Asturias, País Vasco, La Rioja, Murcia, Galicia,... La estrategia del momento combinaba la captación de más agentes con la llamada de atención de la sociedad civil y la lucha por la vía judicial para conquistar derechos civiles.
El apretón de tuercas llegó a finales de 1988. La Dirección General de la Guardia Civil pidió una estrategia amplia para erradicar definitivamente el movimiento sindical clandestino.

Un plan secreto dirigido hacia el SUGC y la UDGC que contenía una serie de operativos claramente ilegales. Esta nueva maniobra contra el movimiento democrático en la Guardia Civil se llamó Operación Columna (El propio Luis Roldán, ya condenado, proporcionó una copia de los documentos secretos a José Piñeiro dirigente del SUGC. Se pueden leer en la página web: http://www.asesoriaeia.com/pdf/columna2.pdf.).

La operación incluyó medidas como un estudio profundo de las organizaciones y sus miembros, fuerce de reuniones usando topos para programar redadas anti sindicales, uso de equipos de escucha y locales para espionaje, o incluso oscuras tácticas para obtención de pruebas:

“Si se necesita provocar algún hecho para obtener una prueba, se solicitará del SCI (Servicio Central de Inteligencia)” (Carrillo, Fernando; Gabriel, José Manuel y Del Álamo, Manuel, Guardias valientes. Historia del sindicalismo en la Guardia Civil (1977-2009), Valencia, Germanía, 2009, p. 51).

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