(O la
historia no contada de la lucha por la democracia
desde las
entrañas del Estado)
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Rodrigo M.
Rico Ríos
Asociación
Unificada de Militares Españoles (AUME)
Rebelión
Organizar el silencio
Y declararlo en huelga...
Antonio Gamoneda
Salto a la acción organizada:
comienza el sindicalismo clandestino
Los primeros
pasos conocidos de un primitivo sindicalismo clandestino de la Guardia Civil se dieron en Navarra, País
Vasco y Logroño. Comenzaron en el año 1982 y son producto de los lazos de
solidaridad y compañerismo que se crearon entre policías y guardias,
sintiéndose desamparados por parte de las autoridades en una región tan
castigada por el terrorismo en aquella década. Este hermanamiento de
supervivencia y la realidad común de precariedad laboral, provocó el trasvase
de información y enseñanzas desde el ya existente SUP a los guardias allí
destinados (17 ….. ).
La creación
concreta de un sindicato clandestino data del mismo año, pero no fue hasta 1983
que se hizo pública su existencia. Esta organización fue la Unión Sindical de
Guardias Civiles (USGC) que contaba con militantes en Madrid, Barcelona, Bilbao
y Sevilla (18…).
Redactaron
una tabla reivindicativa que se repartió por los cuarteles, y que entre otros
puntos pedía: desmilitarización a corto plazo, reintegración en el Cuerpo de
los expulsados por la manifestación de la Seguridad Social, reconocimiento del
derecho de sindicación, dimisión del General Aramburu Topete, creación de un
comité que investigue la corrupción, derecho y obligación a la denuncia de un
superior, salida inmediata de todo el personal del Ejército destinado en el
Cuerpo, reconocimiento del derecho de vacaciones, derecho a un día libre
semanal, abolición de todos los servicios superiores a ocho horas, gratuidad
del nuevo uniforme y anulación del tricornio en la uniformidad, medidas de
protección contra el desempleo o derecho a excedencia (19….).
Esta lista
nos puede dar una idea de los problemas e inquietudes que motivaban a los
guardias a la lucha sindical entonces. En los años consiguientes, y debido a la
clandestinidad, surgieron otras organizaciones sindicales de manera espontánea
e inconexa en unas zonas u otras.
Algunas
revistas como Cambio16 o Tiempo se hicieron portavoces del movimiento y
realizaron reportajes de cada nueva organización o tabla reivindicativa.
El alto
mando, como combinación de su mentalidad inmovilista y del temor a perder sus
privilegios, comenzó a mostrar preocupación y ordena a las unidades
especialistas en la lucha antiterrorista a combatir el sindicalismo. Mientras
tanto el Gobierno de Felipe González seguía en la indiferencia absoluta.
La
consolidación del movimiento sindical clandestino llegaría en 1986. Otra nueva
Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado del Gobierno socialista
mantuvo a la Guardia Civil bajo régimen militar, impidiendo así que pudieran
sindicarse legalmente y luchar por derechos civiles y mejoras laborales.
La nueva frustración
aceleró la formación de dos sindicatos clandestinos más numerosos y arraigados
que las experiencias anteriores, pero consecuencia de ellas: la Unión
Democrática de Guardias Civiles (UDGC) liderada por el carismático Cabo Manuel
Rosa Recuerda, y el Sindicato Unificado de la Guardia Civil (SUGC). (...)
nuevas organizaciones que coordinarán todos los núcleos de activistas
sindicales que habían protagonizado los anteriores intentos de cuajar una
organización.
El SUGC y la
UDGC se habían estado preparando para consolidar su presencia en la Guardia
Civil y, además, resistir. Este salto cualitativo tiene la rápida respuesta de
los poderes fácticos. Los medios de comunicación más conservadores lanzan una
dura campaña contra los líderes y miembros de las nuevas organizaciones
clandestinas. Se les tacha de desleales, “sindicato de encapuchados”,
cometedores de sedición, de estar orquestados por una maniobra comunista de
países del Este (20…).
Desde la
propia cúpula de la Benemérita se lanzan graves acusaciones y se ejecuta una
persecución contra los líderes sindicales. Destacaron como los más represivos y
obsesionados en esta “caza” los generales Sáenz de Santamaría, Francisco
Cereceda y Andrés Cassinello.
Comenzaron
los traslados forzosos de los miembros de la organización, buscando la
dispersión y desgaste del movimiento. En muchos casos se les trasladaba al País
Vasco, como medida de castigo ejemplar, aprovechando el intenso terrorismo de ETA
de la época.
Esta
maniobra buscaba cohibir bajo el miedo al activismo en auge. Extraña
«cooperación»encontró el Gobierno del PSOE: usar a la banda asesina ETA para
combatir a los guardias más demócratas y progresistas del cuerpo.
A pesar de
ser el sindicalismo de los guardias civiles un fenómeno en auge y un tema
recurrente en los medios, el Presidente del Gobierno Felipe González hizo una
kafkiana declaración el 20 de agosto de 1986 negando la existencia de
sindicalismo en la Guardia Civil.
La postura intransigente de los ministros
Barrionuevo y Narcís Serra (Interior y Defensa respectivamente) se imponía, y
las vías de negociación se cerraban. Comenzaron los arrestos de los líderes, la
cárcel militar, la incomunicación, la aplicación de la ley antiterrorista, las
torturas.
En la nueva
legislatura socialista, en octubre de 1986, es nombrado a Luis Roldán Ibáñez
Director General de la Guardia Civil. Era el primer civil director del cuerpo
desde su creación en 1844, lo cual despertó ciertas ilusiones en las
Organizaciones
sindicales.
Pero pronto dejó clara su posición declarando
el mismo mes de su nombramiento: “Perseguiré a los sindicalistas de la Guardia Civil”.
El Cabo Rosa trazó una nueva estrategia, inscribir a la UDGC como asociación
cultural y pedir entrevista con Luis Roldán.
La respuesta
fue la cárcel. La represión sufrida por el Cabo Rosa es paradigmática. Es solo
un ejemplo de lo que sufrieron decenas de abnegados guardias civiles:
El 20 de
septiembre de 1986, tras aprobarse la ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, el
cabo Rosa presentó una solicitud para crear una asociación en la
Guardia
Civil. Ese mismo día fue encarcelado hasta el 16 de septiembre de 1987. Cinco
días en libertad y es arrestado de nuevo durante seis meses en el cuartel de
Eritaña (Sevilla).
Las malas condiciones del calabozo donde
estuvo encerrado agravaron sus dolencias de reuma por lo que los diversos
arrestos de 1988 los cumplió en su domicilio. El 10 de febrero de 1989 es
llamado de Capitanía general de Sevilla, y de allí es enviado a la prisión
militar de Alcalá de Henares-Meco (Madrid).
Sale en
libertad provisional el 8 de septiembre de 1989, y cinco días más tarde le cae
un nuevo arresto por otros tres meses, que cumple también en su domicilio. Por
último, el 14 de febrero pasado es arrestado en el cuartel sevillano de
Montequinto y de allí de nuevo a la
prisión militar de Alcalá, donde permanece aún recluido. (21…)
Uno de los mecanismos
de defensa a la represión constante fue la creación
de las asociaciones de cónyuges y
familiares las cuales trabajaban desde fuera en la defensa de los derechos
civiles de los agentes y que, al igual que ellos, sufrirán la estrecha
vigilancia de los servicios de información: teléfonos pinchados intervención
del correo, registros sin autorización judicial y seguimientos. Mientras tanto,
se suceden las ruedas de prensa de guardias civiles encapuchados pidiendo la
desmilitarización del cuerpo. Las dos organizaciones sindicales, a pesar de la implacable
persecución, siguen ampliando su presencia:
Andalucía, Extremadura, Comunidad
Valenciana, Cataluña, Asturias, País Vasco, La Rioja, Murcia, Galicia,... La
estrategia del momento combinaba la captación de más agentes con la llamada de
atención de la sociedad civil y la lucha por la vía judicial para conquistar
derechos civiles.
El apretón
de tuercas llegó a finales de 1988. La Dirección General de la Guardia Civil
pidió una estrategia amplia para erradicar definitivamente el movimiento
sindical clandestino.
Un plan
secreto dirigido hacia el SUGC y la UDGC que contenía una serie de operativos
claramente ilegales. Esta nueva maniobra contra el movimiento democrático en la
Guardia Civil se llamó Operación Columna (El propio Luis Roldán, ya condenado, proporcionó una
copia de los documentos secretos a José Piñeiro dirigente del SUGC. Se pueden
leer en la página web: http://www.asesoriaeia.com/pdf/columna2.pdf.).
La operación
incluyó medidas como un estudio profundo de las organizaciones y sus miembros,
fuerce de reuniones usando topos para programar redadas anti sindicales, uso de
equipos de escucha y locales para espionaje, o incluso oscuras tácticas para
obtención de pruebas:
“Si se
necesita provocar algún hecho para obtener una prueba, se solicitará del SCI
(Servicio Central de Inteligencia)” (Carrillo, Fernando; Gabriel, José Manuel y Del Álamo,
Manuel, Guardias valientes. Historia del sindicalismo en la Guardia Civil (1977-2009),
Valencia, Germanía, 2009, p. 51).
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