(O la
historia no contada de la lucha por la democracia
desde las
entrañas del Estado)
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Rodrigo M.
Rico Ríos
Asociación
Unificada de Militares Españoles (AUME)
Rebelión
Organizar el silencio
Y declararlo en huelga...
Antonio Gamoneda
Una lucha
sin cuartel de guardias contra guardias y dirigida desde las instancias del
Gobierno con el objetivo de desarticular todo el movimiento sindical.
Producto de
esta embestida masiva hubo expedientes, expulsiones, más de doscientos
confinados en centros psiquiátricos, palizas, usos de porras eléctricas o
temporadas en la cárcel. Pero lo más grave es que la Operación Columna no se
ciñó únicamente a los miembros de los sindicatos de guardias, sino que
persiguió y espió a familiares, políticos, sindicalistas de CCOO y UGT,
profesores
universitarios, abogados o periodistas (Ibídem p.50).
Una guerra
sucia totalmente ilegal que alcanza su auge siendo Ministro de Interior José
Luis Corcuera.
Es de
destacar que por estas fechas, mientras se reprime con extrema dureza a
guardias que buscan ampliar la democracia y modernizar el cuerpo, paralelamente
se ascendieron a varios de los capitanes implicados en la intentona golpista
del 23F. Incluso algunos de ellos recibieron la exclusiva condecoración de la
Real Orden de San Hermenegildo (Carrillo, Fernando; Gabriel, José
Manuel y Del Álamo, Manuel, Guardias valientes. Historia del sindicalismo en la
Guardia Civl(1977-2009), Valencia, Germanía, 2009, p. 51), una de las condecoraciones
militares más importantes en reconocimiento de la trayectoria profesional «e intachable
conducta en el servicio». Rosas para los golpistas y acero para los demócratas.
La Operación
Columna se da por concluida el 19 de junio de 1991, dejando muy mermado al
movimiento sindical. No obstante, la solidaridad de algunas organizaciones y
los reconocimientos cívicos mantuvieron la moral alta. El 1º de mayo de 1990
encabezando la pancarta de la manifestación en Madrid avanza Carmen Romero, la
esposa del Cabo Rosa encarcelado. Los entonces secretarios generales de CCOO y
UGT, Antonio Gutiérrez y Cándido Méndez, lo visitan en el presidio. Éste recibe
el premio por los Derechos Humanos de la Asociación Pro Derechos Humanos de
España. El SUGC recibe el premio «Libertad de Expresión» concedido por la Unió
de Periodistes Valencians.
Esos
colectivos de guardias y sus miembros no olvidan a los pocos líderes sociales que
se acercaron a ellos cuando tan mal lo estaban pasando. Pero a pesar de estos
hechos solidarios ofrecidos por dirigencias de distintas formaciones, lo cierto
es que una buena parte de la sociedad española mostraba su indiferencia ante
esta odisea.
Las muestras
de solidaridad eran cupulares, de líderes de organizaciones o de personalidades
destacadas. Sin embargo esta comprensión y empatía no se manifestaba desde las
bases de estas organizaciones, ni mucho menos desde la sociedad toda. Como desarrollé
previamente, el imaginario colectivo español quedó muy marcado por el
franquismo y por la desmemoria programada durante la Transición.
Esto inducía
a que la lucha del sindicalismo de la guardia civil recibiera un doble impacto.
El primero: la cruel represión en los cuarteles y el desprecio de sus
compañeros al ser tildados de “rojos”.
El segundo:
la indiferencia o desconfianza de gran parte de la población al ser
identificados como “fachas”.
Los
sindicalistas de la Guardia civil eran identificados despectivamente como
“rojos” en el cuartel por ser sindicalistas y como “fachas” en la calle por ser
guardias civiles.
La Guardia
Civil venía marcada a fuego por su papel durante la dictadura y esto había
provocado un distanciamiento entre el cuerpo armado y la población civil. Una
distancia necesaria para un Gobierno oligárquico y represor como el franquista,
pero incompatible con una sociedad que se pretende democrática. En estas
condiciones, la población no podía o no estaba preparada para entender la
efervescencia de este tipo de culturas democráticas en un cuerpo de tradición
represora.
La distancia
creada impedía la comprensión mutua y los lazos solidarios. El efecto
resultante es el aislamiento de la sociedad civil de estos díscolos de uniforme
y, por tanto, la asfixia de su actividad aperturista.
Un fenómeno
que, en mayor o menor grado, sigue manifestándose en nuestros días tanto con la
Guardia Civil, como con los movimientos sindicales o asociativos de la Policía
Nacional o de las propias Fuerzas Armadas (26…).
Gracias a la
lucha por la vía judicial, el Tribunal Constitucional sentencia el 18 de
octubre de 1993 que la Guardia Civil tiene derecho al asociacionismo
profesional al igual que lo tienen los jueces o fiscales.
A partir de entonces el grueso del movimiento
sindical clandestino, con la iniciativa decidida del SUGC,
varió su
estrategia y apostó por una nueva fórmula: el asociacionismo profesional.
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