La proxy-guerra de EE.UU. para cortar Europa del
continente euroasiático
Por Aram Aharonian, Álvaro Verzi
Rangel
Rebelion
| 04/05/2022 |
Fuentes: Rebelión / CLAE
Cortar Europa del continente euroasiático es el evento
geopolítico más importante desde la Segunda Guerra Mundial y eso lo que ha
logrado Estados Unidos con la guerra en Ucrania.
Para
los geoestrategas, es probable que Taiwán sea el próximo objetivo. El mundo
está al borde de una nueva Guerra Fría o quizá de una nueva guerra mundial,
nada fría: atómica, terminal, que puede significar el punto final para la
humanidad.
Es
el precio de luchar por “la democracia y la libertad” (latiguillo que esconde
que miles son carne d cañón de los intereses corporativos estadounidenses y
“occidentales”. Se trata de debilitar a Rusia y, también, de estimular la
industria militar propia, y para lograrlo Washington sigue doblegando a los
europeos, obligándolos a apoyar sus directrices, aunque pudieran llegar a
sufrir un bombazo atómico de Rusia, mientras ya les va escaseando el gas, el
trigo, otros granos y alimentos, amén de otros bienes,
Algunos
geoestrategas afirman que para EE.UU. es una “proxy-war”, una guerra que la
ejecuta una especie de ejecutor sustituto: es de EE.UU. contra Rusia, pero
utiliza a Ucrania como ejecutor y campo de aniquilamiento, para lo cual se
sirve de la ultraderecha neonazi en el gobierno (puesta con apoyo,
financiamiento y dirección de la CIA y la NATO). Pero no se circunscribe a
Ucrania, sino que es parte de una ofensiva mayor, de alcance mundial y que
apunta a China y sus eventuales aliados.
Es
necesario abstraerse del terrorismo mediático para comprender las raíces
objetivas y los intereses que se defienden, y por ello resulta muy lamentable
el espectáculo de sumisión que viene dando América Latina a los embates de
Washington, compitiendo entre sí para quedar mejor posicionado ante los que mandan
en el patio delantero. Quizá tenía razón el papa Pío XI, cuando pontificaba
“haced el bien, queridos hermanos; no apliquéis la guillotina a los nobles
terratenientes que tanto os protegen”.
A
medida que pasan los días, la guerra se empieza a transformar en un gran
negocio para el complejo militar-corporativo y da señales de que puede
funcionar como un recurso de generación de demanda y de reactivación económica,
aunque seguramente este gasto militar impulsará más la inflación que la
reactivación económica en EE.UU. Todos sabemos que la primera víctima de una
guerra es la verdad.
Los
grandes perjudicados, en lo inmediato, son los países europeos. Especialmente
los que son importadores del petróleo, gas y alimentos que provienen de Rusia.
Empiezan a sufrir desabastecimiento e inflación, lo que llevará –seguramente- a
protestas sociales no menores. Pero la inflación, centrada inicialmente en
EE.UU. y Europa Occidental, terminará afectando también a la periferia
capitalista, como América Latina, lo que se traducirá en muy bajos ritmos de
crecimiento y acentuación de la pobreza.
Muy
probablemente, el conflicto terminará por socavar al dólar como moneda de
reserva internacional (el euro sigue perdiendo terreno). Y si el dólar se
debilita o colapsa como moneda de reserva con alcances mundiales, EE.UU. no
podrá resolver su déficit externo “imprimiendo dólares” para pagar ese déficit,
un golpe que sería mayor y de muy vastos alcances.
30 años no es nada
Treinta
años después de la caída del Muro de Berlín, Europa está erigiendo una nueva
Cortina de Hierro en Ucrania, en el corazón de la antigua Unión Soviética.
Parece que el conflicto en Europa del Este sigue de cerca un guión escrito hace
un siglo por el geoestratega británico Halford John Mackinder., quien predijo una
batalla por la «Isla del mundo», el continente euroasiático.
El
centro de la Isla-Mundo, dijo Mackinder, es el Heartland, la región desde
Europa del Este hasta Siberia. En su publicación de 1919 Ideales
democráticos y realidad , escribió: “Quien gobierna Europa del Este
domina el Heartland; quien gobierna el Heartland comanda la Isla-Mundo; quien
gobierna la Isla-Mundo domina el mundo.”
Desde
la década de 1970, el artífice de la política exterior estadounidense fue
Zbigniew Brzezinski, ferviente anticomunista ucraniano-polaco asesor de
seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, a quien persuadió para que
apoyara a los rebeldes islámicos que luchaban contra el gobierno comunista de
Afganistán.
En
1979, la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. lanzó la encubierta
Operación Ciclón, la más costosa jamás realizada, que llegó a costar 630
millones de dólares en 1987. Inicialmente, la CIA suministró rifles Lee-Enfield
británicos antiguos; en 1986, la resistencia afgana recibió misiles tierra-aire
Stinger. Años después, Brzezinski dijo que la Operación Ciclón estaba destinada
a provocar una intervención soviética.
Los
soviéticos tendrían su propio «Vietnam», dijo. La estratagema funcionó y
después de una guerra de ocho años, los soviéticos se retiraron. Brzezinski se
basó en la teoría Heartland de Mackinder y argumentó que EE.UU. podría retener
la supremacía global solo si evitaba el surgimiento de una sola potencia en la
Isla-Mundo.
La
Doctrina Brzezinski sigue siendo influyente en el establecimiento de la
política exterior de EE.UU. Sus protegidos, entre ellos la nieta de emigrantes
ucranianos Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, son
una voz poderosa en el Departamento de Estado estadounidense.
En
2014, durante el apogeo de las protestas de Maidan (plaza de la Independencia)
en Kiev, la inteligencia rusa interceptó una llamada telefónica entre Nuland y
el entonces embajador de Estados Unidos, Geoffrey Pyatt, sobre la formación de
un nuevo gobierno ucraniano. Mostrando su desprecio por Europa en la ejecución
de la política estratégica de EE.UU., se la escucha decirle al embajador «F*ck
the European Union».
En
los años posteriores a Maidan, EE.UU. siguió el guión de Afganistán al verter
cientos de millones de dólares en ayuda militar en Ucrania, con el resultado
deseado: una respuesta rusa. Brzezinski triunfó en Afganistán y sus protegidos
triunfaron en Ucrania. Cortar Europa del continente euroasiático es el evento
geopolítico más importante desde la Segunda Guerra Mundial.
Cortar
Europa del continente euroasiático es el evento geopolítico más importante
desde la Segunda Guerra Mundial. Probablemente dará forma al siglo XXI.
Mackinder tenía parte de razón. El ferrocarril era una amenaza para las
potencias navales, no en términos militares sino comerciales. Esto puso a la
Iniciativa de la Franja y la Ruta de China en la mira de los políticos
estadounidenses.
El
BRI (la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la sede, por su siglas en inglés)
podría haber transformado la Isla-Mundo, desde Shanghai hasta Rotterdam, en una
gran región económica. Solo podía detenerse fomentando el malestar y la
inestabilidad a lo largo de su ruta y desafiando a los actores clave. Después
de Ucrania, es probable que Taiwán sea el próximo objetivo de los brzezinskianos.
Occidente
se ha aislado moralmente de los dos países más poblados del mundo, así como de
Rusia. Este triángulo jugará un papel clave en la configuración del siglo XXI.
Con China a la cabeza, desarrollarán un nuevo sistema monetario paralelo al sistema
dólar-euro, así como alternativas para el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Mundial y otras instituciones internacionales que hacen cumplir el
“sistema basado en reglas” diseñado por Occidente”.
EE.UU. se negó a considerar el ingreso de Ucrania a la
OTAN
Antes
de la guerra, muchos analistas dijeron que sería razonable negar o retrasar la
admisión de Ucrania en la Alianza Atlántica para evitar el conflicto, pero la
propia administración de Joe Biden reconoce que antes de la invasión rusa,
Washington no hizo esfuerzo alguno por abordar una de las principales
preocupaciones de seguridad reiteradas por Vladimir Putin: que Ucrania fuera
miembro de la OTAN.
Cuando
War on the Rocks, un sitio web de análisis de política exterior y de defensa de
Estados Unidos, preguntó esta semana a Derek Chollet, consejero del Secretario
de Estado Antony Blinken, si la expansión de la OTAN a Ucrania “no estaba sobre
la mesa en términos de negociaciones” antes de la invasión, éste respondió que
no, reveló Ben Armbruster en Qiosk.
Los
comentarios de Chollet confirman las sospechas de que la administración de Joe
Biden no estaba haciendo lo suficiente, incluida la oferta de negar o
retrasar la membresía de Ucrania en la OTAN, para evitar que Rusia iniciara una
guerra contra Ucrania.
“Les
dejamos en claro a los rusos que estábamos dispuestos a hablar con ellos sobre
temas que pensamos que eran preocupaciones genuinas que tenían y que eran
legítimos de alguna manera, me refiero a cosas del tipo de control de armas de
esa naturaleza”, dijo Chollet. Agregó que la administración no pensó que “el
futuro de Ucrania” fuera uno de esos temas y que su posible membresía en la
OTAN no fuera un “problema”.
“Esto
no se trataba de la OTAN”, dijo Chollet, quien se contradijo momentos después,
diciendo: “Al perpetrar esta guerra totalmente injustificada y no provocada, el
objetivo [de Putin] era tratar de dividir a Estados Unidos de Europa y
debilitar a la OTAN”.
Por
supuesto, el mismo Putin declaró públicamente muchas veces antes de la invasión
que, de hecho, la posible membresía de Ucrania en la OTAN era una preocupación
de seguridad clave para Rusia. Semanas antes de que Rusia lanzara su
guerra contra Ucrania, Putin afirmó que se estaban ignorando las preocupaciones
de Rusia sobre la ampliación de la OTAN . “Necesitamos resolver esta cuestión
ahora… [y] esperamos que nuestros socios escuchen nuestra preocupación y la
tomen en serio”, dijo.
Ryan
Evans, de War on the Rocks, le dijo a Chollet que tomaba las afirmaciones de
Putin sobre la OTAN “en serio”, y agregó su sorpresa “por la negativa a hablar
siquiera sobre el tema de la expansión de la OTAN”. “Hablamos de la OTAN al
decir que es una alianza defensiva. La OTAN no es una amenaza para Rusia”, dijo
Chollet.
Antes
de la invasión rusa, el investigador principal del Quincy Institute sobre Rusia
y Europa, Anatol Lieven, escribió que, como parte de un paquete más amplio para
evitar la guerra, EE.UU. debería proponer “la declaración de una moratoria
sobre la membresía de Ucrania en la OTAN por un período de 20 años”, dando
tiempo para las negociaciones sobre una nueva arquitectura de seguridad para
Europa en su conjunto, incluida Rusia”.
Mal momento
Rusia
avisó que Occidente debía detener su entrega de armamento a Kiev y la respuesta
de EEUU y sus aliados ha sido contundente y desafiante, incrementando la ayuda
militar. La respuesta de Moscú ha sido cortar el suministro del gas a Polonia y
Bulgaria.
La
crisis de Ucrania no podría haber llegado en peor momento para los oponentes de
Rusia. EE.UU., Japón y la Unión Europea están luchando con niveles de deuda
nunca antes vistos junto con una inflación récord. Este último no se puede
controlar con tasas de interés más altas sin provocar una ola de quiebras e
incluso incumplimientos soberanos.
Algunos
economistas predicen que la crisis de Ucrania conducirá al fin del dominio del
sistema dólar-euro, la columna vertebral del poder militar occidental. Asia,
con sus casi 4.000 millones de habitantes, desarrollará un sistema financiero
paralelo y disminuirá su dependencia de Occidente. Este escenario era quizás
inevitable, pero Mackinder se habría sorprendido de la forma en que Occidente
ha acelerado su propio declive.
El negocio es la guerra
¿Estamos
en los albores de una nueva Guerra Fría? Todo indica que Washington no nada
para evitar que Rusia invadiera Ucrania y arrastró a los países de la
Organización del Atlántico Norte (OTAN) a la acción bélica, como parte de la
estrategia de retomar la hegemonía en nombre de la libertad y la democracia, al
estilo occidental y cristiano.
Los
países miembros de la OTAN volvieron a comprometerse con la alianza y aprobaron
sanciones extremas contra Rusia como castigo por la invasión a Ucrania. William
Hartung, experto en política internacional e investigador del Instituto Quincy,
advierte que los halcones de Washington siguen presionando por un fuerte
aumento del presupuesto militar de Estados Unidos, que ya alcanza el monto
récord de 800 mil millones de dólares al año.
“Hay
peligro de que esta guerra no quede solo en Ucrania, sino que Estados Unidos la
use como excusa para una política más agresiva en todo el mundo, con el
argumento de contrarrestar el poder de Rusia o China o Irán, o quienquiera que
sea el enemigo del momento”.
Hartung
también habla de la guerra liderada por Arabia Saudita en Yemen. El apoyo de
Estados Unidos ha permitido que este conflicto esté activo hace años y haya
dejado un saldo de cerca de 400.000 muertes. A diferencia de Ucrania, donde
Estados Unidos tiene una influencia más limitada, el gobierno de Joe Biden
podría “terminar con esa matanza mañana”, dice Hartung.
Quizá,
buscando aniquilar a Rusia y cortar el camino a Eurasia, el que conduce a
China, el Occidente que defiende su acepción maniquea de libertad y democracia
–EE.UU. y sus compinches europeos– puede terminar por autoaniquilarse, no sin
antes dejar un tendal de muertos, un mundo aún más desigual de tierras
arrasadas, en crisis alimentaria y hambre. Y el libreto de lo que sobrevendrá
aún ni siquiera está imaginado.
Aram Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo.
Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación
para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
Álvaro Verzi Rangel es sociólogo venezolano,
Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior
del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)