Resuelto
el misterio de la extinción del mayor primate conocido
La dificultad para adaptarse a los cambios ambientales supuso la desaparición de un simio gigante que vivió en lo que hoy es China. De esta forma, la especie Gigantopithecus blacki no logró sobrevivir mientras otros primates sí lo hicieron.
Ilustración artística de G.
blacki / Garcia/Joannes-Boyau (Southern Cross University)
Hace entre 2 millones y 330 mil años, la
especie Gigantopithecus blacki habitaba China. Este gran
simio, con una altura estimada de tres metros y un peso de entre 200 kg y 300
kg, se cree que fue el primate más grande que existió en la Tierra.
La distribución de los fósiles más recientes sugiere que el área de
distribución geográfica de G. blacki se redujo notablemente
antes de desaparecer, hace entre 295.000 y 215.000 años.
Nuevas pruebas en esta región, publicadas
en Nature, descubiertas por un equipo de investigadores chinos,
australianos y estadounidenses, demuestran que su extinción se debió a su
incapaz de adaptar sus preferencias alimentarias y comportamientos, lo que lo
hizo altamente vulnerable a los cambios climáticos.
Otros grandes simios asiáticos, sin embargo,
prosperaron. Por ejemplo, los orangutanes adaptaron sus
hábitos alimentarios y su comportamiento a un clima cambiante, pero G.
blacki mostró signos de estrés y luchó por adaptarse, hasta que su
número disminuyó.
“Los cambios medioambientales que comenzaron
hace unos 600.000 años dieron lugar a climas más estacionales que provocaron un
cambio en las comunidades vegetales de los bosques. Este tipo de clima creaba
periodos secos en los que era difícil encontrar frutos. G. blacki dependía
de alimentos menos nutritivos, como cortezas y ramas, mientras que el orangután
chino Pongo weidenreichi era más flexible en su alimentación,
comiendo brotes, hojas, flores, frutos secos, semillas e incluso insectos y
pequeños mamíferos”, apunta a SINC Kira Westaway, investigadora de
la Macquarie University (Australia), que colidera el estudio.
Esto provocó que el área de alimentación
de G. blacki se restringiera, mientras que P.
weidenreichi era más móvil y se desplazaba por las copas de los
árboles durante distancias más largas. Por esta razón, el simio
gigante permaneció en el bosque, mientras que P. weidenreichi (su
pariente más cercano) pudo desplazarse a entornos forestales más abiertos.
Sorprendentemente, G. blacki incluso aumentó de tamaño durante
este tiempo, mientras que los orangutanes disminuyeron y se hicieron más ágiles.
«Hemos estado excavando en busca de evidencia de G. blacki en esta región durante más de 10 años. La ausencia de una datación sólida y un análisis ambiental consistente ha hecho que la causa de su extinción nos haya esquivado», apunta el coautor principal Yingqi Zhang, profesor del Instituto de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de la Academia China de Ciencias (IVPP).
Excavando en los sedimentos
de la cueva cementada que contienen una gran cantidad de fósiles y evidencia de
G. blacki. / Kira Westaway (Universidad de Macquarie)
Datar los fósiles
El análisis del polen indica
que, hace 2,3 millones de años, el entorno estaba formado por bosques densos
con abundante cobertura vegetal, condiciones a las que G. blacki se
adaptaba bien. Se cree que ambas especies vivían en estas zonas boscosas de
dosel cerrado, con una variabilidad estacional limitada en su dieta y una
disponibilidad constante de agua.
Se aplicaron seis técnicas de datación
diferentes a los sedimentos y fósiles de la cueva, produciendo 157
edades radiométricas. Estos se combinaron con ocho fuentes de evidencia
ambiental y de comportamiento, y se aplicaron a 11 cuevas que contenían
evidencia de G. blacki, y también a 11 cuevas de un rango de edad
similar donde no se encontró evidencia de este.
La datación por luminiscencia, que
mide una señal sensible a la luz que se encuentra en los sedimentos funerarios
que contenían los fósiles de G. blacki, fue la principal;
respaldada por la datación por series de uranio y por resonancia de espín
electrónico de los propios dientes del animal.
«Al datar directamente los restos fósiles, confirmamos que su edad se alinea con la secuencia de luminiscencia en los sedimentos donde se encontraron, lo que nos brinda una cronología completa y confiable para la extinción de G. blacki«, asegura el profesor asociado de geocronología de la Universidad Southern Cross (Australia), Renaud Joannes-Boyau.
Recreación artística de un
grupo de G. blacki dentro de un bosque en el sur de China. /
García/Joannes-Boyau (Universidad de la Cruz del Sur)
Dientes y mandíbulas
El equipo de científicos, que publica los
resultados en la revista Nature, recogió y dató muestras fósiles de
22 cuevas en una amplia región de la provincia de Guangxi, al sur de China. Se
usaron tanto análisis de los dientes de G. blacki, como de P.
weidenreichi para determinar los cambios en la dieta o el
comportamiento de la especie dentro de la ventana de extinción, junto con
análisis de polen e isótopos estables para reconstruir el entorno.
“Actualmente se conservan unos cuantos miles de
dientes y cuatro partes de mandíbulas de G. blacki. Los hallazgos
en yacimientos excavados fueron todos en China, pero han aparecido también
muchos dientes en farmacias de Hong Kong y otros en superficie
en Java”, añade Westaway.
También se localizaron fósiles de dientes
en Vietnam y Tailandia, pero muchos identificados erróneamente, ya
que eran realmente de orangután o de otro simio misterioso, por lo que no
tenían contexto. “Nos hemos asegurado de no incluir en este estudio ningún
hallazgo de superficie, de museo o de farmacia”, enfatiza la investigadora.
Para Joannes-Boyau: «Los dientes proporcionan
una visión asombrosa del comportamiento de las especies, lo que indica estrés,
diversidad de fuentes de alimento y comportamientos repetidos”.
“La historia de esta extinción trata realmente
de por qué algunas especies son más vulnerables a los cambios, como G.
blacki, y por qué otras son más resistentes, como el orangután. Entender
las causas es crucial ante la amenaza de una sexta extinción masiva que se
cierne sobre el planeta”, concluye Westaway.
Referencia:
Yingqi Zhang, Kira Westaway et al. “The demise
of the giant ape Gigantopithecus blacki”. Nature.
Fuente: SINC