martes, 25 de junio de 2024
La cocaína inunda Europa. [A mí que no me vengan con chirigotas ni con cuentos monárquicos para no dormir, que no manfuten (quiere decirse, que no me jodan), que si se sabe de la pringue de la CIA en el noble y prudente negociobulo del tráfico de drogas, por la Gracia de Dios, alabado sea el Señor, contra el tráfico con sí con sá (quiere decirse consentido/no consentido) de la cocaína, y como de dado a dado tiro porque me ha tocado: cosa de seis perros sigue drogas, de estos que tiene la policía que sacan en las exhibiciones para escolares, para evitar que agentes de la benemérita mueran en Algeciras o cualquier otro sitio en la lucha contra la droga, al fin y al cabo, un agente de la benemérita no es otra cosa que un trabajador que dada sus capacidades y aspiraciones personales en la vida civil no encontró las oportunidades que le permitieran el logro de lo que quería y por eso agarró y se metió a la benemérita. Pues para seguir los hilos del ovillo de la droga hasta meter a los ricos hombres de la droga en la cárcel, en una furgoneta normal, para no llamar la atención, con lo seis perros sigue drogas se me presentan al punto de la mañana en la Embajada de Estados Unidos en Madrid, que se sabe donde está, y de muy buenas maneras se le dice a un perro: tú, echa a oler pal norte; tú pal sur; tú, pal este; tú, pal oeste; tú, parriba, y al último se le dice, y tú pabajo. Ea, asunto resuelto. A otra cosa mariposa.]
La cocaína inunda Europa
DIARIO OCTUBRE / junio 25, 2024
La producción y tráfico de droga aumenta en los
conflictos y sirve para financiar golpes y intervenciones en otros países.
Estados Unidos y la CIA son especialistas. Es la geoestrategia de la droga
Europa rezuma cocaína por los cuatro costados y España está enfarlopada hasta las cejas. Esta es una realidad que apenas trasciende más allá de las páginas de sucesos pero que tiene evidentes repercusiones sociopolíticas y geoestratégicas. Solo en 2023, fueron incautados 100.000 quilos de cocaína en España, más del doble que el año anterior, batiendo todos los récords históricos. Para hacernos una idea comparativa, en 2011 la cantidad requisada apenas superó las 16 toneladas. Teniendo en cuenta que la cantidad de droga aprehendida supone apenas un pequeño porcentaje de la que se mueve y consume, las conclusiones son fáciles de realizar: nunca ha habido tanta droga como en la actualidad, ni siquiera en los años dorados de los cárteles colombianos y los clanes gallegos.
Los talibanes acabaron con la
plantación de la amapola pero con la invasión de la OTAN el país lideró la
producción mundial de heroína. Tras su retirada, los talibanes han vuelto a
erradicar el 95% de la producción
El último
Informe Mundial sobre Drogas de la ONU, publicado en 2023, destacó que la
producción de cocaína había alcanzado un máximo histórico en 2021, con más de
2,3 millones de quilos de la máxima pureza, y que las cifras crecen
exponencialmente cada año. Son datos que corrobora la Fiscalía Antidroga
española, señalando que hay droga “en todas partes, de todo y para todos”. Pero
si es importante conocer las cifras, más importante aún es intentar averiguar
las causas. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)
ya alertó en 2022 que el conflicto en Ucrania suponía un terreno fértil para
las drogas, dado que “las situaciones de conflicto pueden actuar como un imán
para la fabricación de drogas sintéticas». Y no solo las sintéticas. En las
últimas décadas hemos aprendido que los períodos de grandes conflictos bélicos
llevan aparejados grandes movimientos de drogas, y que sus enormes beneficios
guardan una relación directa con las guerras imperialistas y el terrorismo. Los
ejemplos son variados.
La producción
de heroína en los años 70 en el llamado Triángulo de Oro (Laos, Birmania y
Camboya) sirvió a la CIA para financiar sus operaciones anticomunistas en el
Sudeste Asiático. Algo más tarde, utilizaron la producción de amapola en
Afganistán para financiar la cruzada de los muyahidines contra
las tropas soviéticas en ese país. El problema de salud pública generado por el
consumo de heroína llevó a los talibanes a prohibir su plantación, pero la
posterior invasión de la OTAN garantizó a Afganistán recobrar el primer puesto
mundial en la producción de opio. Tras la salida por pies de la Alianza, los
talibanes han erradicado el 95% de la producción y, casualmente, Birmania ha
recuperado el liderato planetario después de que los militares ejecutaran un
sangriento golpe de Estado a principios de 2021. En la actualidad, el gobierno
militar birmano está haciendo frente a levantamientos armados en todo el país.
El hachis de Marruecos sirve para
financiar el Muro del Sahara Occidental y los 100.000 soldados marroquís que lo
vigilan
Marruecos, uno
de los mayores productores mundiales de resina de cannabis, utiliza el tráfico
de hachís para financiar el mantenimiento del Muro del Sáhara Occidental y de
los 100.000 soldados marroquíes que lo vigilan diariamente. A pesar de las
altas medidas de seguridad y los campos minados, los cargamentos de hachís son
capaces de atravesar mágicamente el muro para viajar a zonas dominadas por
organizaciones terroristas yihadistas activas en los países del Sahel.
En México, el
desaparecido cártel de Los Zetas, considerado durante años como el más poderoso
y sanguinario de México, estuvo integrado por militares de élite que habían
sido entrenados por el Mossad y la CIA para combatir al EZLN.
En la
actualidad, el partido republicano y Donald Trump amenazan con bombardear a los
cárteles mexicanos para, supuestamente, combatir la epidemia de fentanilo que
sufre su país. Recuerda la estrategia del combate al “narcoterrorismo” en época
de Ronald Reagan, y la guerra sucia del Departamento de Estado en su llamado
“patio trasero”. En 1996, el periodista de investigación Gary Webb destapó cómo
la CIA permitió inundar de “crack” (cocaína sólida barata) los barrios pobres
de Los Ángeles para financiar la Contra nicaragüense, durante la década de
1980.
Los conflictos
bélicos aumentan y los estupefacientes se multiplican. El tráfico
de drogas conlleva violencia, la violencia conlleva inseguridad y la
inseguridad abre la puerta a la extrema derecha, cerrando el círculo.
Deberíamos reflexionar sobre quién se beneficia con su consumo.
— Y digo yo…
¿aquí no haría falta una Revolución?
— Y luego, ¿por
qué me lo preguntas?
Mundo obrero
(La Retranca)
FUENTE: insurgente.org
La pregunta no es si habrá guerra, sino qué guerra habrá
Hay formas distintas de
llevar a cabo una guerra. Pero todas ofrecen un resultado común: destrucción,
muerte y desolación para los de abajo, en mayor o menor grado.
La pregunta no es si habrá guerra, sino qué guerra
habrá
El Viejo Topo
25 junio, 2024
Hace un par de
días, el Presidente serbio Vučić expresó su gran temor de que nos separen
tres o cuatro meses de la Tercera Guerra Mundial. Ya sea una evaluación
realista o tal vez una aprensión excesiva por parte de quienes ya han
experimentado de primera mano el carácter «eminentemente defensivo» de la
OTAN, esto sólo lo descubriremos viviendo. Sin embargo, ahora podemos hacer
algunas consideraciones generales sobre las líneas de tendencia emergentes.
Desde el punto de vista de una confrontación directa entre grandes potencias
militares, la cuestión crucial se refiere a la percepción interna del
carácter «decisivo» del conflicto regional en curso. Para Rusia está muy
claro, y lo ha estado desde el principio, que se trataba de una amenaza
percibida como existencial. Aquí la asimetría del enfrentamiento debe ser bien
percibida: en el conflicto ruso-ucraniano Rusia es formalmente el agresor,
habiendo violado las fronteras ucranianas con sus tropas, pero Rusia se siente
atacada porque ha visto año tras año los preparativos de la OTAN en sus
fronteras (ejercicios conjuntos, construcción de infraestructura militar,
cambio de régimen en Maidan, persecución de sus minorías en Ucrania, etc.).
Estos acontecimientos fueron lamentados como precursores de una agresión
directa o del posicionamiento de una ventaja estratégica que potencialmente
pondría en jaque las defensas rusas. Aquí es necesario mantener firmes
algunas premisas históricas y geográficas: Rusia siempre ha estado
especialmente expuesta a amenazas en el frente occidental, donde ha sido
atacada varias veces, donde no existen barreras naturales reseñables y donde
se encuentran las principales ciudades, Moscú entre ellas. Estos temores
fueron expresados por varios gobiernos rusos en innumerables ocasiones, durante
años, y sólo el control occidental sobre la narrativa pública impidió que
este hecho fuera generalmente reconocido antes del estallido de la guerra. No
Occidente, sino Rusia, ha estado experimentando un desafío militar a sus
puertas durante veinte años; no es Occidente sino Rusia quien hoy está siendo
atacada en su propio territorio por las armas de una poderosa alianza militar
hostil, con su apoyo tecnológico e informativo.
Para Rusia, por
tanto, no hay lugar para «dar pasos atrás», porque ya ha llegado a las
fronteras, al límite que amenaza su existencia como estado: dar pasos atrás
significa perder la capacidad de permanecer intacta. ¿Qué pasa con Estados
Unidos y la OTAN? Aquí, desde el punto de vista de las amenazas directas, la
situación es muy diferente, pero en el fondo no lo es tanto. Estados Unidos no
está derramando sangre ni sufre daños infraestructurales por la actual
confrontación con Rusia. Y, sin embargo, el problema es sistémico: la
narrativa que ha sostenido la confianza en el sistema militar y financiero
occidental requiere que el sistema presente un horizonte de crecimiento,
dominio y fortaleza internacional. La iniciativa rusa, apoyada de manera
aislada pero sustancial por China, ha puesto en marcha un proceso de
«insubordinación» en el mundo no occidental, que representa un efecto dominó
devastador para la hegemonía política y económica del Occidente liderado por
Estados Unidos. Ver sacudida frontalmente la capacidad de imponer tratados
favorables en África, América Latina, Oriente Medio y Asia amenaza el modelo
de desarrollo occidental, un modelo ya en crisis por razones internas, y que
siempre se ha basado en la posibilidad de extraer plusvalía de los menos
industrializados (como recursos naturales, energía, mano de obra barata,
etc.). El sistema hobbesiano de competencia económica infinita parece
tolerable sólo mientras sus poblaciones pertenezcan sólo marginalmente a la
esfera de los perdedores en esta competencia. Cuando la lucha económica de
todos contra todos comienza a erosionar significativamente los modos de vida
del proletariado europeo o estadounidense, salta la alarma, porque la unidad de
los sistemas occidentales sólo está garantizada por la promesa de un
bienestar (comparativamente) generalizado.
Esto significa
que, por diferentes razones, incluso en el Occidente liderado por Estados
Unidos la actual «insubordinación internacional» fomentada por Rusia representa
un riesgo existencial: saca a la luz los «límites intrínsecos al desarrollo»
que los críticos del modelo capitalista han reconocido desde hace tiempo y que
ahora están llamando a la puerta. Por tanto, ninguno de los dos contendientes
puede permitirse una derrota abierta.
¿Hay márgenes
para un empate honorable? No muchos y cada vez menos. Cuanto más tiempo pasa,
mayores son las inversiones económicas y humanas en el conflicto, menos
espacio hay para un resultado que no parezca una derrota para una u otra parte.
Por ejemplo, está claro que las condiciones de los acuerdos de Minsk II, que
fueron reclamados por Rusia antes del inicio de la guerra, si se aceptaran hoy
representarían una grave derrota para los rusos, dejando a 8 millones de rusoparlantes
a merced política de aquellos que primero les persiguieron y luego los
bombardearon. Cuanto más tiempo pasa, mayores son los costos, más se amplían
las condiciones que podrían ser aceptadas como mínimos por cada parte.
Este marco hace
que la posibilidad de un conflicto directo sea cada día más probable.
Sin embargo,
aquí surge una cuestión esencial que se refiere a la NATURALEZA del
conflicto. No se puede descartar la posibilidad, que nos asusta, de que se
produzca un enfrentamiento directo y sin restricciones y, por tanto, incluso
una guerra nuclear. Aunque ambas partes en conflicto comprenden bien el
carácter potencialmente terminal de tal confrontación, aquí el riesgo no
proviene tanto de la planificación explícita de la guerra sino de la lógica
de la escalada, que puede llevar al umbral de la explosión, con la intención
de controlarlo, pero luego a superarlo quizás por un malentendido, por un
exceso de miedo o sospecha.
Personalmente
creo que las posibilidades de un conflicto nuclear directo siguen siendo
relativamente bajas, no insignificantes, pero sí bajas.
El escenario
que creo altamente probable, diría que seguro, salvo los peores escenarios
mencionados anteriormente, es el del desarrollo de formas inusuales y
devastadoras de GUERRA HÍBRIDA.
Por «guerra
híbrida» entendemos una estrategia militar que emplea una variedad de
tácticas destinadas a causar daño al adversario, limitando el uso de la
guerra convencional y favoreciendo en cambio formas de ataque no declaradas,
que siempre pueden caer en la «negación plausible», en la zona gris de cosas
que no son totalmente demostrables y de las que se puede negar responsabilidad.
La cuestión es que hoy los espacios para estas formas de guerra son enormes,
incomparablemente superiores a todo lo que nos ha brindado el pasado.
El apoyo a
actos terroristas, incluso por parte de terceros grupos, es parte de la guerra
híbrida. De hecho, el terrorismo puede ser de tipo directo, como los ataques a
infraestructuras estratégicas por parte de algún comando infiltrado (pero
aquí siempre existe el riesgo de que alguien sea atrapado y que la «negación»
desaparezca), o cualquier cosa menos compleja, apoyar, manipular, armar a
pequeños grupos ya existentes que odian al adversario, pero que nunca
tendrían los recursos para ataques a gran escala (estos son, por ejemplo, los
términos en los que se describió el ataque al Ayuntamiento de Crocus el 24 de
marzo, cuyos autores directos son de Tayikistán, pero cuya preparación remite
según los rusos a los servicios secretos ucranianos).
La guerra
híbrida también puede incluir actos terroristas que no parecen serlo, como
sabotajes, aparentes fallos de infraestructura, accidentes de avión o tren,
etc. La guerra híbrida puede incluir formas de guerra bacteriológica
selectiva, por ejemplo con patógenos seleccionados para atacar preferentemente
a ciertos grupos étnicos. Y aquí también la apariencia puede ser la de una
casualidad o de un accidente. Ejemplos de guerra híbrida incluyen ciberataques
de diversos tipos, dirigidos a entidades financieras, bases de datos, archivos,
etc.
Los ataques
especulativos financieros destinados a crear oportunidades que conviertan los
mercados internacionales en un arma para desestabilizar un país pueden ser momentos
de guerra híbrida.
Y luego hay
innumerables áreas de guerra híbrida de las que aún no tenemos ejemplos
explícitos, pero que hoy están tecnológicamente disponibles. Pensemos, por
ejemplo, en las acusaciones formuladas no muy sutilmente por el ministro de
Asuntos Exteriores turco contra los EE.UU. de estar detrás del terremoto en
Turquía y Siria en 2023. El hecho de que hoy en día existan formas de inducir
eventos telúricos en puntos tectónicamente predispuestos ha sido objeto de
estudio militar (si el estudio alguna vez se tradujo en realidad es una
cuestión que ignoramos).
Y, por
supuesto, los acontecimientos críticos destinados a influir en acontecimientos
electorales específicos, como la creación de víctimas ad hoc, chivos
expiatorios u operaciones de descrédito en vísperas de las elecciones, etc.,
pueden ser parte de una guerra híbrida.
Si el horizonte
al que nos enfrentamos en los próximos años es el de una guerra híbrida
intensa y duradera, es, en mi opinión, necesario mantener firmes dos cosas.
La primera es
que debido a la propia naturaleza de la guerra híbrida, intencionadamente
opaca e inexplícita, los márgenes de explotación interna son muy amplios.
Así, puede suceder que algo sea en realidad un evento bélico híbrido
impulsado por una potencia extranjera, pero también puede suceder que algo sea
un mero accidente, o una operación interna de falsa bandera destinada a
influir en el frente interno (las operaciones de «falsa bandera» son
increíblemente simples en un contexto donde, por definición, las banderas en
ataques reales no se muestran). Si, como dicen, la primera víctima de la
guerra es la verdad, en una guerra híbrida la verdad pública tiende a
disolverse por completo: simplemente todo es potencialmente instrumental para
alguien.
Semejante
atmósfera de sospecha ingeniosamente cultivada y un condicionamiento oculto
tienden a consolidar en posiciones de poder a quienes ya ostentan el poder, y
tienden a hacer extremadamente difícil la construcción de cualquier
iniciativa política heterodoxa, ajena al poder ya consolidado.
Este punto nos
lleva a una segunda conclusión: la dirección primaria en la que, en este
contexto histórico, debe moverse una política crítica, una auténtica
política de oposición, debe tener en el centro de su agenda la EXIGENCIA DE
PAZ (que significa convivencia, reducción de conflicto internacional,
distensión de las tensiones, aceptación de la pluralidad de perspectivas,
aceptación de un multipolarismo con igual dignidad de los distintos polos,
etc.) y el RECHAZO DE LA EMERGENCIA (rechazo a la creación constante de
ansiedad, terror, síndromes de ataque o inminente catástrofe o la
manipulación de la voluntad pública).
El deseo de
paz, en el sentido más amplio, y el rechazo de la emergencia deberían estar
en el centro de toda iniciativa política que pretenda ser capaz de resistir
los tiempos oscuros a los que nos han empujado.
Fuente: Andrea Zhok