Chile comienza a escribir su futuro
Un año y medio
después del estallido social que sacudió Chile, la población elegirá este fin
de semana la asamblea que redactará la futura Constitución del país.
Movilización en plaza Dignidad, en Santiago de Chile durante el estallido de 2019. JAVIER PARDO
Elsaltodiario.com
13 MAY 2021 20:00
Llegó la fecha
señalada. Un año y medio después del comienzo de las protestas que pedían una
nueva Constitución para transformar el país, los chilenos votarán este fin de semana
a los miembros del órgano que se encargará de redactar la nueva carta magna.
Tendrá lugar de este modo la segunda etapa de un proceso constituyente marcado
por la pandemia, con dos aplazamientos que han dilatado aún más un proceso que
ya de por sí iba a ser largo.
Hace poco más de un mes, Congreso y Senado aprobaron
con una amplia mayoría aplazar la elección de los constituyentes a los días 15
y 16 de mayo debido a la complicada situación sanitaria que atravesaba Chile.
Este fin de semana, con una situación sanitaria algo más tranquila, los
chilenos acudirán por fin a las urnas para votar no solo a sus diputados
constituyentes, sino también a sus alcaldes y gobernadores regionales. Un
“superfinde electoral” histórico en el que se decidirá sobre qué bases se
articula el Chile de las próximas décadas.
Unidad en la derecha, varias candidaturas en la izquierda
El primer movimiento político que marcó las elecciones
de este fin de semana ocurrió a principios de enero de 2021. La coalición de
centroderecha Chile Vamos, que sostiene el Gobierno de Sebastián Piñera,
anunciaba un acuerdo con el ultraderechista Partido Republicano de José Antonio Kast para acudir en las mismas listas a la Constituyente.
Este pacto, que no se mantenía para la elección de alcaldes y gobernadores,
levantó una enorme polémica en el país. Acusados de blanquear a la
ultraderecha, los defensores del acuerdo en Chile Vamos argumentaron que se
trataba de una alianza estratégica para evitar una victoria de la izquierda en
la Convención Constitucional. Una victoria que, en palabras de Kast, podría
significar “la destrucción de un modelo exitoso”.
Para evitar tal destrucción, toda la derecha acudirá
agrupada en la lista Vamos por Chile, con el objetivo de evitar que se lleven a
cabo las grandes transformaciones a las que aspira la oposición. Las fuerzas
opositoras, por su parte, han optado por una estrategia completamente distinta y
se presentarán en varias listas.
La Lista del Apruebo, que agrupa a los principales
partidos del centroizquierda, y Apruebo Dignidad, integrada por el Partido
Comunista, el Frente Amplio y los regionalistas verdes, son las dos
candidaturas opositoras que aspiran a colocar más diputados en la cámara. A
ellas dos se suma una diáspora de listas independientes, que mayoritariamente
se sitúan en la órbita de la izquierda.
Estas candidaturas independientes apoyaron el
“Apruebo” en el plebiscito de octubre de 2020, y ahora se presentan con
programas que promueven profundas transformaciones sociales y que ponen el
acento en distintas demandas. Algunas en el ecologismo, otras en temas
sociales, y otras simplemente en garantizar que el pueblo esté representado en
el órgano constituyente sin la mediación de partidos políticos.
Una de las principales demandas del estallido social
fue que el pueblo participara en la redacción de la nueva constitución. Junto a
la crítica al sistema económico, la crítica a la clase política adquirió gran
relevancia en las marchas. Tanto en las proclamas de los manifestantes como en
las demandas expresadas por las organizaciones y colectivos populares, estuvo
presente un discurso que cargaba duramente contra los partidos, y que se ha
traducido en la presentación de más de 70 listas de independientes a lo largo
del país.
Mientras que la derecha —partidaria de tocar lo menos posible de la
Constitución— ha cerrado filas en torno a una única candidatura, la izquierda e
independientes han llegado a presentar hasta nueve listas distintas en algunos
distritos
Una participación popular que, sin embargo, le puede
salir cara a las fuerzas que pretenden introducir cambios significativos en la
nueva constitución. Mientras que la derecha —partidaria de tocar lo menos
posible de la Constitución— ha cerrado filas en torno a una única candidatura,
la izquierda e independientes han llegado a presentar hasta nueve listas
distintas en algunos distritos, como ocurre en el Distrito 10, que abarca
varios barrios del centro de Santiago y es uno de los más que más escaños elige
(7).
Un escenario que debido al sistema electoral chileno
podría favorecer a la derecha ante la fragmentación de su adversario. El
sistema chileno cuenta con 28 distritos electorales que eligen de tres a ocho
diputados, al margen de los 17 escaños reservados a los pueblos originarios que
van en una circunscripción aparte. Las listas son abiertas, por lo que el
votante vota al candidato, y, como ya explicamos en este artículo en El Salto, existe
una peculiaridad muy importante: el arrastre de lista. Este mecanismo produce
que un candidato con muchos votos pueda “arrastrar” a candidatos de su misma
lista con porcentajes irrisorios, y que estos entren en la cámara por delante
de candidatos de otras listas que tengan más votos que ellos. Al concurrir en
listas separadas muchas de estas candidaturas no se beneficiarán de los
arrastres, a diferencia de la derecha que sí se beneficiará al acudir en una
lista unitaria.
He aquí el motivo por el que la coalición gobernante,
Chile Vamos, aceptó concurrir a las elecciones con el ultraderechista Partido
Republicano: para maximizar sus esfuerzos electorales y beneficiarse de los
arrastres lo máximo posible. Si los de Kast hubieran ido por separado, sus
votos hubieran caído en saco roto en todas las circunscripciones que eligen
tres, cuatro o cinco diputados, poniendo en peligro el objetivo principal de
las fuerzas conservadoras: superar el tercio de escaños para tener capacidad de
bloquear las propuestas más progresistas de la nueva Constitución.
Los dos tercios y la hoja en blanco
Una cifra ronda la cabeza de todos los progresistas de
Chile: los dos tercios. Uno de los llamados “cerrojos constitucionales” de la
actual Constitución, que también estará presente en el proceso de redacción del
nuevo texto. Su presencia se debe a que en el Acuerdo por la Paz y la Nueva
Constitución que los partidos políticos firmaron en noviembre de 2019, se
recogió que el órgano constituyente debería aprobar las normas y el reglamento
de votación de las mismas por un quórum de dos tercios.
Este “quórum” se trata de una de las medidas que más se
ha criticado de la actual constitución chilena, redactada por los colaboradores
de Augusto Pinochet en 1980. La exigencia de una mayoría de dos tercios para
reformar los puntos troncales de la Constitución, ha sido uno de los mecanismos
que ha impedido en 30 años cualquier reforma sustancial del texto,
salvaguardando los aspectos más regresivos de una constitución que ni siquiera
cuenta con legitimidad democrática plena, al haber sido aprobada en dictadura.
El gobernante Chile Vamos aceptó concurrir a las elecciones con el
ultraderechista Partido Republicano para maximizar sus esfuerzos electorales.
Si el partido ultra de Kast hubieran ido por separado, sus votos hubieran caído
en saco roto
El quórum de dos tercios fue una garantía de
continuidad del modelo social y económico establecido en la dictadura y
plasmado en la Constitución. Hoy, estos mismos dos tercios vuelven a beneficiar
a una derecha cuyo objetivo es evitar grandes transformaciones y ser árbitros
de lo que se reforma y lo que permanece igual que en el texto de 1980. Casi
todos los integrantes del centroderecha consideran que el modelo chileno es
exitoso, y su misión de cara a los próximos meses será que la nueva
Constitución sea lo más parecida posible a la que rige actualmente el país.
No obstante, aunque la derecha obtuviera más de un
tercio de los escaños, las fuerzas progresistas e independientes cuentan con
una ventaja respecto a su posición de las últimas décadas, y es que el órgano
constituyente escribirá sobre una “hoja en blanco”. Esto significa que no habrá
ningún texto de base, y la Constitución se escribirá desde cero, por lo que las
materias sobre las que no se alcance un consenso de dos tercios no serán
incluidas en el texto y se regularan por otras normas de rango inferior.
Este punto hace que la situación actual sea
radicalmente distinta a la precedente, donde si se pretendía reformar un
artículo, pero no se alcanzaban los dos tercios, se mantenía el artículo tal y
como establecía el texto de 1980. La derecha intentó en la negociación del
Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, que no hubiera hoja en blanco en el
proceso y que el texto de base fuera el de 1980, lo que de facto hubiera
supuesto que con un tercio más uno de los votos, podrían haber boicoteado el
debate constitucional e impuesto el mismo texto que sigue vigente a día de hoy.
Sin embargo, aquí las fuerzas progresistas no cedieron, y consiguieron la hoja
en blanco a cambio de los dos tercios. En los próximos meses veremos cuál de
las dos demandas era más importante.
Salud, educación, estado del bienestar y… carabineros.
En cuanto al contenido de la nueva constitución, las
discusiones del debate público han girado sobre todo en torno a los derechos
sociales. Las enormes desigualdades sociales y económicas que atraviesan Chile,
fueron el principal detonante de las protestas que dieron lugar a la apertura
del proceso constituyente, por lo que el derecho a la salud, a la educación y a
la seguridad social han estado muy presentes en el debate las últimas semanas.
En este aspecto, casi toda la oposición coincide en lo
básico: garantizar derechos como la educación o la salud y cambiar el rol del
Estado, pasando de un Estado subsidiario a un Estado democrático y social. Sin
embargo, la mayoría de la derecha es fiel defensora de la Constitución actual,
que establece un Estado mínimo, que apenas interviene en la economía, y que
concibe la sanidad y la educación como servicios que pueden proveer tanto lo
público como lo privado. Un modelo importado de la Escuela de Chicago, cuyos economistas
asesoraron a la dictadura de Augusto Pinochet, y que a día de hoy buena parte
de la derecha continúa defendiendo como exitoso.
En la redacción de la nueva Constitución no habrá ningún texto de base, se
escribirá desde cero, por lo que las materias sobre las que no se alcance un
consenso de dos tercios no serán incluidas en el texto y se regularan por otras
normas de rango inferior
El rol del Estado y los derechos sociales será, por
tanto, uno de los temas que levante mayores polémicas en la cámara
constituyente, pues enfrentará dos visiones antagónicas. Por un lado, la de una
derecha que pretende mantener un Estado lo más ligero posible, y por otro, la
de una oposición, que, con distintos matices, busca superar el actual modelo
neoliberal y avanzar hacia un estado social.
La reforma de la fuerza pública chilena, será otro de
los temas que recibirá más atención en la Convención Constitucional. La
actuación del cuerpo de Carabineros durante las protestas fue fuertemente
cuestionada, dejando un triste balance de una veintena de muertos, más de 300
personas con lesiones oculares, y más de 3.000 heridos por agentes del estado.
Tras las enormes críticas recibidas durante el último año y medio, la mayoría
de las fuerzas opositoras abogan por introducir profundas reformas en la fuerza
pública. Algunos candidatos incluso, como César Valenzuela del Partido
Socialista (Lista del Apruebo) o Antonia Orellana de Convergencia Social
(Apruebo Dignidad), hablan de superar Carabineros y establecer una nueva
policía civil sometida a los estándares internacionales de derechos humanos.
Por otra parte, los posibles cambios en el régimen
político también ocuparán un lugar importante, aunque hayan acaparado menor
atención en el debate público. Tal vez por la complejidad del tema, o quizás
porque las prioridades de la ciudadanía se encuentren en otros lugares, la
realidad es que a día de hoy no parece que haya una mayoría abrumadora que
apoye cambios en las instituciones políticas en una determinada dirección.
Gráfico 1: ¿Cuáles son los tres ejes que considera más
prioritarios para mejorar la situación del país en los próximos años?
Tampoco hay unanimidad al respecto dentro de la
oposición, y si bien, casi todos los partidos abogan por un cierto reequilibrio
de los poderes del ejecutivo y el legislativo en favor del parlamento, ciertos
sectores del centroizquierda no parecen interesados en acabar con el
presidencialismo. Aunque haya candidatos como el abogado constitucionalista
Fernando Atria —independiente en listas de Apruebo Dignidad— defensores de un
régimen parlamentario, ni en el centroderecha ni en parte del centroizquierda
hay voluntad de tocar el presidencialismo. Tal vez sí de atenuar los amplísimos
poderes del presidente de la República, pero ni siquiera de caminar hacia un
semipresidencialismo, creando una figura de primer ministro como en el sistema
francés.
Escenarios
Todos estos posibles cambios en el contenido de la
nueva carta magna dependerán del escenario que nos encontremos en la cámara
constituyente tras la elección. Si la derecha consigue poder de veto —más de un
tercio de los asientos—, ambos bloques se verán obligados a alcanzar ciertos
consensos para evitar un bloqueo total. De ello son plenamente conscientes en
la oposición, y desde Convergencia Social (Apruebo Dignidad), la candidata por
el distrito 10 Antonia Orellana plantea que si la derecha obtiene poder de
veto, la oposición deberá centrarse sacar adelante reformas relativas al
régimen político. Unas reformas que tratarían de introducir cambios en el
Tribunal Constitucional o desarrollar nuevos mecanismos democráticos como
iniciativas legislativas populares y medidas que aumenten la democracia, para
así obtener tener mejores condiciones de disputa en el siguiente ciclo
legislativo y presidencial.
Esta es una de las situaciones que parece más
plausible a tenor de la mayoría de predicciones que se han planteado a fecha de
hoy. Ante la ausencia de encuestas, las predicciones que han planteado
proyectos como tresquintos.cl o el sociólogo y diputado Pepe Auth, han
adquirido una notable relevancia a la hora de orientarnos de cara a lo que
pueda pasar este fin de semana. Tanto la predicción de Auth como la primera de
las tres que plantean en tresquintos.cl prevé un escenario donde la derecha
(Vamos por Chile) obtendría más de un tercio de los escaños, pero sumaría menos
que las listas opositoras.
De encontrarnos con unos resultados así, el
centroderecha tendría capacidad de vetar determinadas reformas, aunque según
Auth, no cree que ni Vamos por Chile, ni las listas de la izquierda vayan a
actuar como bloques homogéneos. “Van a ser distintos los dos tercios para
mantener la autonomía del Banco Central que para consagrar el derecho a la
vivienda o para modificar el sistema de pensiones”, declaró Auth en una
entrevista para el diario digital Ex Ante, en la que señaló que
cree que el trabajo constituyente para alcanzar los dos tercios obedecerá a una
geometría variable y no a dos bloques compactos.
No tendremos que esperar mucho, y a lo largo de la noche del domingo
sabremos quienes son los 155 integrantes de un órgano constitucional que será
paritario, representará proporcionalmente a los diez pueblos originarios
reconocidos en Chile
La gran cantidad de candidatos independientes que han
incluido los partidos en sus listas es uno de los factores que podría dar
consistencia a la tesis de Auth. Tanto Vamos por Chile como la Lista del
Apruebo y Apruebo Dignidad incluyeron en sus listas junto a sus militantes y
dirigentes a candidatos independientes no afiliados al partido. Una medida que
buscaba satisfacer la demanda popular de participación ciudadana y evitar la
proliferación de candidaturas independientes. Este será, por tanto, otro punto
al que atender una vez sepamos los resultados. No solo importará cuantos
constituyentes obtenga cada lista, sino quienes son y cuál es el perfil
personal de cada diputado.
No tendremos que esperar mucho, y a lo largo de la
noche del domingo sabremos quienes son los 155 integrantes de un órgano
constitucional que será paritario, representará proporcionalmente a los diez pueblos
originarios reconocidos en Chile, y que contará con la participación de
miembros de la sociedad civil no adscritos a partidos. Un año y medio después
del estallido social, Chile comienza a escribir su futuro.
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