La guerra de Ucrania no es la única guerra que se está librando, Ni
siquiera es la de mayor envergadura, salvo en lo que hace al número de
víctimas. Las guerras del dólar, del petróleo, del inicio del traspaso de la
hegemonía…. No son guerras menores
Guerras entrelazadas
El Viejo Topo
2 noviembre, 2022
©Ongoing armed conflicts .png – Wikimedia Commons
Ahora tenemos
un cúmulo de «guerras», de las cuales, paradójicamente, la de Ucrania es quizás
la de menor importancia estratégica, aunque mantiene un importante contenido
simbólico. Una «bandera» en torno a la cual se tejen las narrativas y se reúnen
apoyos.
Sí, hay no
menos de cinco «guerras» en curso, superpuestas e interrelacionadas, y hay que
diferenciarlas claramente para entenderlas bien.
Estas últimas
semanas han sido testigos de varios cambios de época: La Cumbre de Samarcanda;
la decisión de la OPEP+ de reducir la producción de petróleo de los países
miembros en dos millones de barriles diarios; y la declaración explícita del
Presidente Erdogan de que «Rusia y Turquía están juntas; trabajando juntas».
Los aliados
fundamentales de Estados Unidos, Arabia Saudí, Turquía, Emiratos Árabes Unidos,
India, Sudáfrica, Egipto y agrupaciones como la OPEP+, están dando un gran paso
hacia la autonomía y hacia la coalescencia de las naciones no occidentales en
un bloque coherente, que actúe según sus propios intereses y haga política «a
su manera».
Esto nos acerca
al mundo multipolar que Rusia y China han estado preparando durante varios
años, un proceso que significa «una guerra» de desvinculación geoestratégica
del «orden» global occidental.
Se combate, por
un lado, presentando a Rusia y China como demasiado desconfiadas entre sí para
ser socias. Y por otro lado, presentando a Rusia como un país tan débil, tan
disfuncional y errático (dispuesto a utilizar armas nucleares tácticas), que la
disyuntiva «con nosotros» o «contra nosotros» obliga a los Estados a ponerse
del lado de Occidente. En este caso, Ucrania se presenta como el brillante
«Camelot» en torno al cual reunirse, para combatir la «oscuridad».
Esto nos lleva
directamente a la larga «guerra» financiera mundial, una guerra de dos niveles:
A un nivel, la
Fed de Estados Unidos está jugando un «juego global». Está subiendo los tipos
de interés por muchas razones. En este caso, sin embargo, se trata de proteger
el «privilegio del dólar» de poder intercambiar el dinero que imprime de la
nada, por mano de obra real y productos básicos reales en todo el mundo. Este
privilegio de la «moneda de reserva» ha sido la base del alto nivel de vida de
Estados Unidos (mucho más alto de lo que sería en otras circunstancias). Es un
beneficio enorme, y la Fed va a proteger este beneficio.
Para ello, es
necesario que el mayor número posible de Estados esté en el «cártel del dólar»
y comercie en dólares. Y colocar sus ahorros en bonos del Tesoro
estadounidense. La Reserva Federal está haciendo todo lo posible para hundir la
cuota de mercado del euro y así trasladar los euros y eurodólares al sindicato
del dólar. Estados Unidos amenazará a Arabia Saudí, a los Estados del Golfo y a
Turquía para evitar que salgan del cártel.
Se trata de la
«guerra» contra Rusia y China, que está sacando a una gran
parte del mundo del sindicato del dólar y llevándola a una esfera no
dolarizada. El incumplimiento de la pertenencia al sindicato del dólar se
responde con diversas herramientas, desde sanciones, congelación de activos y
aranceles, hasta el cambio de régimen.
Si la Fed no
protege el «privilegio del dólar», corre el riesgo de que todo el mundo salga
del cártel. El bloque euroasiático está trabajando para salir del cártel del
dólar; para crear resistencia económica y comerciar fuera del cártel. Lo que la
Reserva Federal está tratando de hacer es detener esto.
La segunda
dimensión de la guerra financiera de Estados Unidos es la larga lucha
emprendida por este país (Yellen y Blinken, en lugar de la Fed) para mantener
el control de los mercados energéticos y la capacidad de Estados Unidos para
fijar el precio de los combustibles. Los BRICS (con el deseo de los saudíes de
unirse a ellos) tienen la intención de desarrollar una «cesta» de monedas y
materias primas que sirva como mecanismo comercial alternativo al dólar para el
comercio internacional.
El asunto es
que el grupo euroasiático no sólo planea comerciar en monedas nacionales, y no
con el dólar, sino que quiere atar esta moneda comercial a los productos
básicos (petróleo, gas, alimentos, materias primas) que tienen un valor
inherente –que son «monedas» por derecho propio. Más que esto, el grupo busca
quitarle el control de los mercados energéticos a Estados Unidos, y reubicar
esos mercados en Eurasia. Sin embargo, Washington pretende recuperar el control
de los precios (mediante el control de los mismos).
Y ahí radica un
problema fundamental para Washington: El sector de las materias primas -con su
valor tangible inherente- se convierte, en sí mismo, en una «moneda» muy
codiciada. Una moneda que, en caso de inflación, supera a la devaluada moneda
fiduciaria. Como señala Karin Kneissl, ex ministra de
Asuntos Exteriores de Austria, «en sólo 2022, el dólar estadounidense ha
impreso más papel moneda que en toda su historia». La energía, en cambio, no se
puede imprimir».
Esta «guerra
energética» consiste en interrumpir o destruir el transporte –y el flujo– de
los productores de energía euroasiáticos hacia los clientes. La UE acaba de
probar esta «guerra» particular con la destrucción de los oleoductos
Nordstream.
Ahora llegamos
a las grandes «guerras»: En primer lugar, la guerra para obligar a la Fed a los
tipos de interés cero.
La revolución
social en Estados Unidos, que vio a una élite metropolitana radicalizada
perseguir la diversidad, el clima y la justicia racial como ideales utópicos,
encontró su «blanco» fácil en una UE que está buscando un «sistema de valores»
para cubrir su propia «brecha democrática».
Así, la
burguesía europea se subió con presteza al «tren» liberal estadounidense.
Aprovechando la aportación de las políticas de identidad de este último país,
más el «mesianismo» del Club de Roma para la desindustrialización, la fusión
parecía ofrecer un conjunto imperial ideal de «Valores» para llenar el vacío de
la UE.
Sólo… sólo que
los republicanos pro-guerra estadounidenses, así como los neoconservadores
pro-guerra, ya se habían subido a «ese tren». Las fuerzas
culturales-ideológicas movilizadas se adaptaban perfectamente a su proyecto
intervencionista: «Nuestro primer objetivo es impedir la reaparición de un
nuevo rival» (doctrina Wolfowitz): Rusia en primer lugar, y luego China.
¿Qué tiene esto
que ver con la guerra contra la Fed? Mucho. Estas corrientes están empeñadas en
imprimir dólares y gastar a lo grande, de lo contrario verán estrellarse sus
proyectos. El re-set requiere imprimir. El Verde requiere impresión. El apoyo
al «Camelot» ucraniano requiere impresión. El Complejo Militar Industrial
también lo necesita.
Los liberales
de Estados Unidos y los verdes de la UE necesitan que la espita del dinero esté
totalmente abierta. Necesitan una impresión de dinero a ultranza. Por
lo tanto, necesitan «chantajear» a la Fed para que no suba los tipos,
sino que vuelva a la era del límite cero para que el dinero siga siendo de
coste cero y fluya libremente. (Y al diablo con la inflación).
La UNCTAD, que
ruega a todos los bancos centrales que dejen de subir los tipos para evitar una
recesión, es uno de los frentes de esta guerra; la continuación de la guerra de
Ucrania, con su enorme déficit financiero asociado, es otro de los pilares para
forzar a la Fed. Y forzar al Banco de Inglaterra a girar hacia el QE
(quantitative easing, expansión cuantitativa) fue otro más.
Sin embargo,
hasta ahora, Jerome Powell se resiste.
Luego está la
«guerra» adicional (en gran medida no vista) que refleja la convicción de
ciertas corrientes conservadoras estadounidenses de que la era posterior a 2008
ha sido un desastre, que pone al sistema económico estadounidense en riesgo
existencial.
Sí, los que
respaldan a Powell están ciertamente preocupados por la inflación (y entienden
también que las subidas de los tipos de interés han ido por detrás de la curva
con respecto a la inflación desgarradora), pero están aún más preocupados por
el «riesgo social», es decir, el deslizamiento hacia la guerra civil en Estados
Unidos.
Es posible que
la Fed siga subiendo los tipos durante algún tiempo, incluso al precio de algún
colapso del mercado, de los fondos de cobertura y de las pequeñas empresas.
Powell cuenta con el apoyo de algunos grandes bancos neoyorquinos.
Powell dice
poco (es probable que se mantenga alejado de la política partidista de Estados
Unidos en este momento tan delicado).
Sin embargo, la
Reserva Federal puede estar intentando llevar a cabo una demolición controlada
de la economía de burbuja de Estados Unidos, orientada precisamente a devolver
a Estados Unidos a las vías financieras más tradicionales. Para romper la
«cultura de los activos apalancados»… Se empieza a resolver la enorme brecha de
desigualdad social que la Fed ha contribuido a crear, a través de la
Quantitative Easing que facilita las burbujas de activos gigantes… Se empieza a
rejuvenecer la economía estadounidense poniendo fin a las distorsiones. Disipas
el impulso hacia la guerra civil porque la cuestión ya no es sólo entre «los
que tienen» y «los que no tienen».
Esta visión
puede ser en sí misma un poco utópica, pero rompe la «burbuja de todo», rompe
la cultura del apalancamiento, y detiene el enriquecimiento extremo de los
beneficiarios de la burbuja frente a 18 meses consecutivos de caída de los
salarios reales en Estados Unidos.
Pero… pero esto
sólo es posible si no se rompe nada sistémico.
¿Cuáles son las
implicaciones geoestratégicas? Obviamente, mucho depende del resultado de las
elecciones de medio mandato en Estados Unidos. Ya parece (dependiendo
precisamente de qué candidatos del Partido Republicano lo hagan mejor) que la
financiación de la guerra en Ucrania se reducirá. Habrá que
ver en qué medida se refleja el margen de éxito logrado por los «populistas»
del Partido Republicano.
Por tanto, no
es plausible que la UE –que se enfrenta a su propia crisis devastadora– siga
financiando a Kiev como hasta ahora.
Pero la
importancia de la lucha por volver a asentar a Estados Unidos en un paradigma
económico de los años 80 sugiere que Occidente estará muy cerca de una ruptura
sistemática durante estas próximas semanas.
Los eurófilos
están demasiado comprometidos con su trayectoria actual como para cambiar de
discurso en un futuro próximo. Así que seguirán culpando a Rusia y hablando mal
de ella, ya que no tienen otra opción si quieren conjurar la ira popular. Además,
hay pocos indicios de que hayan asimilado mentalmente el desastre que han
provocado sus errores.
Y con respecto
a Bruselas, el mecanismo de rotación de los dirigentes de la UE está
fosilizado. La Unión nunca se dotó de una marcha atrás, una necesidad que se
creía inimaginable en los primeros tiempos.
La pregunta es
más bien cuál será la situación en enero-febrero en Europa.
Fuente: Strategic Culture Foundation.
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