Comencemos por
la última línea del artículo (que aparece más abajo) del elocuente señor Carlos Colón de El Diario de
Sevilla, La barbarie entre nosotros
(17.09.2019): “El corazón de las tinieblas está entre nosotros”, dice Carlos
Colón: Hay que dar por sobreentendido que el corazón de las tinieblas es el señor Lucifer, el diablo. Que lo
demos por sobreentendido no indica en modo alguno que ello sea de forma
gratuita, pues que este señor en diversos artículos suyos da por cierta la
existencia del diablo, que por cierto, en caso de existir no es sino creación
divina. Si el diablo existe es porque así lo quiso Dios.
Los que no
creemos en Dios y en cambio creemos que Dios es invención del hombre llegamos a
la conclusión que el diablo también es creación del hombre. De modo que por no
hacerle un feo total al señor Carlos Colón, vamos a dejar la cosa en que el
diablo (“el corazón de las tinieblas”) está entre la gente que como Carlos
Colón cree en el diablo, porque la explicación que propone para el crimen de cuatro
personas (que es el que motiva su artículo) se debe a la maldad humana, de la
que él tiene que participar directamente al considerar que la naturaleza humana
es en sí misma mala, pero esto son creencias de él como ha manifestado en otros
artículos.
Los que no creemos
en que la naturaleza humana sea mala por
definición, vemos en que el crimen, no solamente el que alude en su artículo,
tiene un origen. Por ejemplo, para ver el origen de cualquier monarquía basta
con seguir el rastro de sangre que ha dejado a lo largo de la historia. Para
explicarse el estado actual de corrupción (que es un caso particular de crimen)
cinismos, hipocresía, mentiras, injusticias, crímenes a título personal y
colectivos, hasta con estudiar el desarrollo de las relaciones de explotación
capitalistas desde el siglo XV (muchísimo antes de que aparecieran los exterminadores Mao, Stalin y el
comunismo rampante comedor de niños y creador
de miseria) hasta nuestros días (mucho tiempo después a la desaparición de Mao,
Stalin y del socialismo de la URSS y
el comunismo de Mao). Claro que, esto no significa negarle al capitalismo la autoría
del desarrollo histórico, del que ha sido su principal agente. ¿Pero a qué
precio en vidas humanas, injusticias, miseria y destrucción material? Un
ejemplo. Rusia a primeros del siglo XX es un país atrasado social y económicamente,
en el que sin embargo, se produce un desarrollo inaudito gracias a los
capitales franceses e ingleses especialmente que allí se invierten (pero a
pesar de esto una gran parte de rusos no deja de pasar hambre). Rusia se ve
obligada a participar en la guerra de rapiña (1914) que lso distintos estados
capitalistas se hacen entre sí bien para asegurarse mercados o fuentes de
materias primas. Esto a Rusia le cuesta la vida de millones de trabajadores, la
mayoría campesinos, al tener que movilizar un ejército de quince millones de
personas, aproximadamente el 10% de su población, que a su vez era la principal
fuerza de trabajo, lo que supones que, si antes existía el hambre, después de
esa guerra imperialista las condiciones para seguir pasando hambre quedan
puestas. Finalizada esta guerra imperialista (1914 -1918) se produce otra
guerra, esta vez civil, financiada y apoyada con medios materiales y humanos por
distintas potencias, como por ejemplo, Francia, Inglaterra, Canadá y Estados
Unidos, lo que supone que si antes se pasaba hambre, después de esto no cabe
esperar más que más hambre e injusticias.
Estas son
formas de macro crímenes estatales
sin necesidad de que aparezca el diablo para cometerlos. “Hay momentos históricos –dice Carlos Colón como justificación o
explicación del crimen mencionado- que las estatalizan y fomentan. Baste citar
los casos mayores del nazismo, el fascismo y el comunismo soviético o chino.”, con
esta afirmación no hace sino poner en evidencia que él es malo por naturaleza al comparar babosamente y sin ningún dato
objetivo en los que poder sustentar tal afirmación, al comparar al nazismo (una
forma política para defender los interés de los grandes capitales), con el
fascismo, que a pesar de coincidir con el nazismo en cuanto a la defensa de los
intereses de los grandes capitales, difiere no obstante en que es la forma
capitalista de planificar previamente un tipo de exterminio humano especifico,
con el comunismo, que en última instancia es una rebelión contra la forma de
explotación económica, política e ideológica del modo de producción capitalista
basado en relaciones de fuerza y para erradicarlas.
El estado
español de la época al firmar el Tratado de Utrecht con los ingleses cediéndoles El Peñón de Gibraltar y
además autorizarlo a en que durante 4 años podían vender en el Caribe
hasta 144.000 esclavos tiene bastante más parecido con el nazismo que con el
peor y más horrendo crimen de los que se le pudiera atribuir a Stalin, en el
sentido, que dicha autorización es un acuerdo previo a la comisión de los
144.000 crímenes de esclavos que serían cometidos a continuación.
Si por barbarie
se entiende un sistema social en el que habiendo medios materiales y humanos
para que todos pudieran tener cubiertas sus necesidades elementales cubiertas
dignamente, tanto lo que se refiere a lo material como lo espiritual, y lejos
de ello, la miseria, la injusticia y el sufrimiento humano es cada vez más
agudo y extenso, entonces la barbarie no está entre nosotros, como dice Carlos
Colón en el encabezamiento de asu artículo, sino entre él y los que como él,
pudiendo denunciar la corrupción y los crímenes del modo de producción
capitalista no sólo no los denuncia, sino que los oculta entre su baba
sanguinolenta.
* * *
La barbarie entre nosotros
La crueldad y
la barbarie son una y la misma por diferentes que sean las circunstancias que
las hacen aflorar
Carlos Colón
Diario de Sevilla
17 Septiembre, 2019
Leer el mismo
día la atroz noticia del triple asesinato en una aldea de Pontevedra y el
artículo de Sami Naïr La barbarie avanza(El País) me reafirma en que la
crueldad y la barbarie son una y la misma por diferentes que sean las
circunstancias que las hacen aflorar y las alientan. Hay momentos históricos
que las estatalizan y fomentan. Baste citar los casos mayores del nazismo, el
fascismo y el comunismo soviético o chino. También hay otros momentos de la
historia en los que se dan las condiciones para que se desate. Es el caso de
las grandes empresas coloniales -baste recordar el genocidio belga en el Congo
que inspiró a Conrad El corazón de las tinieblas- y todas las guerras,
justas por defensivas o injustas por ofensivas. Sin olvidar las manifestaciones
de barbarie que se producen todos los días ante los ojos de quienes, por gozar
de las libertades y derechos de un país privilegiado, creen vivir en un mundo
mejor, menos bárbaro y cruel.
Basta la crisis
de la migración para desbaratar esta ilusión. En su artículo, referido a los
refugiados kurdos, escribe Naïr: "Los refugiados son más que nunca, y muy
a su pesar, una variable en el juego sucio de las relaciones geopolíticas. Son
peones, y no seres humanos, en el tablero sangrante de las relaciones de fuerza
entre los diversos protagonistas". Siempre ha sido así. Lo demuestra el
fracaso de la conferencia internacional de Évian en julio de 1938, convocada
para afrontar el drama de la persecución nazi de los judíos: de 32 países solo
tres aceptaron acoger unos pocos refugiados judíos. Sólo sirvió para que Hitler
supiera que a nadie le importaba el destino de los judíos alemanes y
austríacos: cuatro meses más tarde se programó la Noche de los Cristales Rotos
y un año más tarde comenzaron las deportaciones. Tiene razón Naïr: ayer y hoy
los refugiados son peones en el tablero sangrante del juego geopolítico.
Pero no sólo se
trata de las grandes tragedias. La raíz única -la capacidad del ser humano para
hacer el mal- de esta crueldad y barbarie que se multiplica cuando los estados
las asumen o los intereses las permiten, se manifiesta en la vida cotidiana a través
de atroces acciones individuales. Esto es lo que liga el artículo de Naïr con
la matanza de Pontevedra: un hombre asesinó ante sus hijos de 4 y 7 años a
quienes fueron su mujer, su suegra y su cuñada. El corazón de las tinieblas
está entre nosotros.
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