viernes, 19 de abril de 2024
Negocio y armas. [Alguien nos podría decir a los trabajadores si hay algún político, minipolítico, subpolítico, chupidelaborrega político, política, allegado o no allegado o allegada o no allegada a algún político o colindante personal o personala, al que se le hinchen los bolsillos cada vez que se trafica con el mortal negocio criminal de la guerra del capital. Que solo es por saberlo, que como los trabajadores pagamos las armas, además de hacerlas y estamos representados políticamente y tal, pues que es una curiosidad que tengo. Chimpapun y que muy buenas las tengan ustedes, nada más]
Negocio y armas
José María Alfaya González y Miguel Medina Fernández-Aceytuno
HOJAS DE DEBATE
Es
preciso entre todos y todas poner en marcha una amplia movilización social
contra la guerra, el rearme militar, por la recuperación de nuestra soberanía y
con el rechazo a la restauración del servicio militar y el reclutamiento
forzoso de los jóvenes, todo ello a través de una política exterior
gubernamental de neutralidad activa en defensa de la solución pacífica de los
conflictos internacionales.
Ahora resulta que los propagandistas del belicismo más desfachatado te
lanzan mensajes comerciales sobre la buena marcha del negocio de la fabricación
y venta de armas, pero te conminan a tragarte la noticia sin reproducir el
contenido. Dicen: «Este artículo no puede ser
fotocopiado ni reproducido sin licencia… queda prohibida la reproducción
pública de este artículo». Pero sí te ofrecen unos datos
absolutamente triunfales sobre los beneficios comerciales y los desarrollos
industriales en la construcción de unos aviones de combate destinados a matar
vidas humanas y destruir ciudades con sus infraestructuras básicas. En la
mayoría de los casos son personas civiles las que sufren estas
consecuencias.
La consultora
Strategy&, parte de PwC, publica un estudio sobre el nuevo escenario del
novedoso avión de combate Eurofighterpara el Reino Unido, Alemania, Italia y
España, entre otros tantos países.
Los estudios de
Strategy& proporcionan una visión integral del programa y ofrecen estos
datos: En los diez años próximos el programa de aviones de combate Eurofighter
contribuirá con 90.000 millones de euros al PIB de los principales países
europeas, además de lograr 14 mil millones de ingresos fiscales y 98.000
puestos de trabajo. Asimismo, indica que el Ministerio de Defensa del
gobierno Sánchez gastará 6.320 millones de euros para comprar este tipo de
aviones con el objeto de sustituir a los anteriores EF-18. Se prevé para el
programa europeo ventas de cerca de 300 unidades en los próximos años.
Cada caza
Eurofighter cuesta entre 100 y 200 millones de euros, según
modelo. En octubre de 2022, España compró veinte nuevos aviones de combate
Eurofighter por 2.043 millones de euros. El coste por cada hora de vuelo es de
más de 50.000 euros. La flota operativa del Ejército del Aire español de cazas
Eurofighter se elevó a 89 unidades.
Dicho lo
anterior cabe señalar la tremenda propaganda belicista que se trasluce en este
tipo de informes en los que se relacionan beneficios económicos con fabricación
de máquinas de guerra y el uso de las mismas de primera o segunda mano,
lo que supone asumir una querencia política por abordar las crisis y conflictos
mundiales armados hasta los dientes, en lugar de promover la negociación entre
las partes en conflictos internacionales para lograr acuerdos razonables sin
violencia. Y si tenemos dientes, la tentación de morder es ineludible por más
que te quieran hacer creer que hablamos de defensa y no de ataque, de agresión
y de una destrucción que genera más y más negocio.
De increíbles
beneficios económicos hablan con entusiasmo como cuando manifiestan la labor,
que a todos nos inculcan, de mantener tan seguros los cielos de Europa,
como la menos conocida repercusión en la economía. Incluso algunos se hacen la
ilusión de que con tanto rearme militar-industrial vamos a ser, en España, un
país autosuficiente en defensa. Algunos comentarios señalan que el proselitismo
de las industrias de guerra y las políticas que asumen la industria
armamentística son falacias que apelan al populismo y a un patrioterismo
básico, irracional e intolerante. A lo peor, la militarización crea un campo de
pruebas de ingeniería social.
Con el precio
de un solo avión Eurofighter se podrían construir 2.000 viviendas sociales o
dos hospitales para 120 camas incluyendo las zonas administrativas, los
quirófanos y las urgencias. Con el importe del programa íntegro europeo el
número de viviendas que se edificarían sería el de 6 millones.
Hojas de Debate viene denunciando la actual dinámica del Ministerio de
Defensa en favor del rearme militar español. [1] Las cifras son escandalosas y merman de manera significativa otras
prioridades sociales básicas para la mayoría social, como sanidad pública,
educación, vivienda, empleo, pensiones, cultura, prestaciones de desempleo,
etc.
Es preciso
entre todos y todas poner en marcha una amplia movilización social contra la
guerra, el rearme militar, por la recuperación de nuestra soberanía, y con el
rechazo a la restauración del servicio militar y el reclutamiento forzoso de
los jóvenes, todo ello a través de una política exterior gubernamental de
neutralidad activa en defensa de la solución pacífica de los conflictos
internacionales.
Notas
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La batalla perdida
Europa perdió la
batalla, si es que alguna vez hubo una batalla. La derrota no ha sido solo
económica o de poder, sino sobre todo cultural. El vencedor: Estados Unidos. Y
los impotentes dirigentes europeos están paralizados, sometidos, ausentes.
La batalla perdida
El Viejo
Topo
19 abril, 2024
A partir de la
crisis de las hipotecas de alto riesgo hemos sido testigos de una verdadera
debacle de las clases dominantes europeas frente a la hegemonía estadounidense.
Europa no ha logrado imponer ninguna política que presente características de
autonomía significativa y desarrollo de un modelo independiente. Los canales de
contacto internacional anteriormente desarrollados con China, Rusia y el mundo
islámico se mantuvieron durante algunos años, para proceder a su rápido
desmantelamiento a partir del punto de inflexión de la pandemia.
Durante la
pandemia asistimos a una coordinación de estrategias «sanitarias» lideradas por
las autoridades estadounidenses (NSA, FDA) que involucraron a los países de la
OTAN, la Commonwealth e Israel, es decir, todas las principales ramas del poder
estadounidense, en un modelo común.
Con la guerra
ruso-ucraniana, Europa aceptó condiciones de compromiso que significaban una
subordinación total del aparato productivo europeo a las necesidades
estadounidenses. La destrucción del North Stream 2 fue el sello simbólico de
ello. La desindustrialización, que hasta ahora sólo se había iniciado en el sur
de Europa en favor del norte de Europa –con la justificación de las
“necesidades de austeridad”– ahora también ha comenzado a involucrar a la
antigua locomotora alemana.
Que Europa no
era capaz de imaginarse a sí misma como un modelo alternativo al americano
desde hacía algún tiempo estaba claro desde los años 1990. Pero, durante casi
dos décadas, el desafío del neoliberalismo de base europea consistió en creer
que podía ser un competidor real de Estados Unidos; es decir: en creer que
podía superar a Estados Unidos en su juego favorito, el mercado capitalista.
Y en cierto
momento Europa descubrió que las aborrecidas soberanías, derrocadas en nombre
de la globalización del mercado, eran la única fuente de autonomía y dirección
incluso en un contexto capitalista. Porque Estados Unidos, que nunca dio
crédito al cuento de hadas de la superación de las soberanías, impuso lo suyo a
una Europa que se ha transformado en una aglomeración de lobbies privados
injertados en instituciones sin carácter ni columna vertebral.
Uno puede verse
tentado a leer la debacle de las clases dominantes europeas en términos de
corrupción o chantaje. Uno observa los estragos de los altos representantes de
las naciones europeas, que sacrifican sus intereses y venden a su propio
pueblo, e imagina que el personaje X ha recibido una gran transferencia
bancaria o el personaje Y está bajo chantaje. Pero estos casos, que ciertamente
existen, no explican en absoluto el carácter radical de la catástrofe.
La piedra
angular en torno a la cual gira la actual catástrofe europea es estrictamente
cultural.
Es a nivel
cultural que Europa, en su conjunto, se ha convertido en una rama perdedora de
las universidades estadounidenses. Desde la década de 1990, cualquier reclamo
de autonomía cultural europea prácticamente ha desaparecido.
En el nivel de
la teoría económica, han desaparecido todas las teorizaciones independientes de
la síntesis neoclásica, teorizaciones que quedan como notas a pie de página o
capítulos obsoletos de la historia.
A nivel
lingüístico, la atención a la lengua materna y a la riqueza de otras lenguas
europeas ha sido sustituida por el inglés de conserjería, que ahora representa
el codiciado pico de la «internacionalización» (esto se puede ver muy bien en
la oferta educativa de Bachillerato y en el ámbito universitario).
A nivel cinematográfico,
el modelo de entretenimiento desechable al estilo Hollywood es el único
existente, y todos somos más conscientes de lo que sucede en las calles de San
Francisco que de lo que sucede en nuestros propios hogares.
Todo el sector
de las «Geisteswissenschaften», de las ciencias espirituales o humanísticas, ha
sufrido una involución en el sentido de una especialidad museística que las
transforma de gimnasios ciudadanos a parques de atracciones especializados,
estrictamente inofensivos para los que están en el poder.
Los problemas
de costumbres que ya hace tiempo que arrasan en Estados Unidos, donde se llevan
cociendo desde hace cuarenta años (basta con mirar a cualquier clásico de Clint
Eastwood), desde el racismo hasta la corrección política, han sido importados
con fuerza a Europa, ocupando el centro de la escena.
El imaginario
«rebelde» de las nuevas generaciones está colonizado por la rebeldía
individual, la rebeldía de los esclavos que se quejan de no ser traficantes de
esclavos (ver la música rap y el trap).
Etcétera,
etcétera.
Si el problema
fuera sólo corrupción y chantaje, bastaría con un debilitamiento de la voz del
amo (que podría estar a la vuelta de la esquina) y Europa podría iniciar un
proceso de emancipación.
Desafortunadamente,
el verdadero problema es la introyección total de los paradigmas culturales del
maestro, esos paradigmas que hacen imposible para la mayoría de la gente
siquiera imaginar una alternativa al mundo actual. Una vez perdida la batalla
de la identidad cultural, todas las demás batallas se pierden antes de que se
desplieguen las tropas.