Rebelión
eldiario.es
17.11.2015
¿Es el terrorismo yihadista el más peligroso?
Sí, para los musulmanes. Hace unos días, ISIS asesinó
a 37 civiles en Beirut en una zona habitada en su mayoría por chiíes. En
nuestros países, nadie puso en circulación hashtagso campañas de
homenaje. Incluso muchos medios titularon que el atentado se había producido en
una “zona controlada por Hizbolá”. No se hacen hashtags por Hizbolá.
En las guerras de Irak y Siria decenas o centenares de
miles de musulmanes han muerto en esas guerras civiles cuyo punto de arranque
fue la invasión norteamericana de Irak. No lo olvidemos. El derrocamiento de
Sadam Hussein tenía como objetivo no ya acabar con una dictadura, sino
rediseñar las fronteras políticas de Oriente Medio e iniciar una nueva era. “Seremos recibidos como libertadores”, dijo Cheney en marzo de
2003.
Fue uno de los grandes errores históricos de siempre,
a la altura de la invasión soviética de Afganistán o la decisión de Hitler de
lanzarse sobre la URSS. Reforzó a Irán al llevar a sus aliados al poder en
Bagdad y alentó una paranoia creciente en los regímenes suníes sobre el
creciente poder de los chiíes. La campaña de bombardeos saudíes en Yemen debe
mucho, casi todo, a esa confrontación que se repite con distintas formas en
varios puntos de Oriente Medio y ha creado suficientes monstruos como para que
nos atormenten durante años. Siempre estamos a tiempo de crear más.
¿Es ISIS, como antes Al Qaeda, un amenaza real e
inminente para los habitantes de Europa y EEUU?
La horrible carnicería de París nos lleva a pensar que
el terror tiene en este planeta la forma de un joven musulmán fanático que hará
lo que sea para matar a un europeo o norteamericano. La realidad indica que eso no es cierto. En EEUU, es más fácil
acabar tiroteado por un compatriota.
Pero hay muertes que no exigen lanzar una guerra
universal.
Evidentemente, si el que comete una matanza es un ultra cristiano, no hay que profundizar demasiado. Es
sólo un loco. Su odio no representa a nadie y aquí no hay nada más que ver.
¿Nos enfrentamos a una guerra que hay que afrontar
como tal y sin contemplaciones?
Ese es el punto de vista de los halcones y de los que
piensan que no hay problema estratégico que no se pueda solucionar matando
gente. Son los que creen que cada año nos enfrentamos al dilema de Neville
Chamberlain y que ignoramos que siempre hay que luchar contra el mal absoluto
con las armas en la mano.
Desde 2001, los países occidentales han invadido
Afganistán e Irak. Han lanzando sus drones sobre Pakistán, Yemen y Somalia en una
campaña permanente que nunca tendrá fin. Han impuesto en Libia una zona de
exclusión aérea que propició el derrocamiento de Gadafi. Han tolerado la
invasión saudí de Yemen. Han reconstruido ejércitos como el iraquí que se han
revelado como una banda mediocre y corrompida. Han anunciado que el régimen
sirio debía desaparecer, ayudado a algunos grupos insurgentes y tolerado que
saudíes y turcos armen a los más peligrosos de los enemigos de Asad. Han
lanzado una campaña de bombardeos contra ISIS que lleva ya 8.125 ataques aéreos hasta el 12 de noviembre (con un coste de
5.000 millones de dólares, una media de 11 millones diarios), a la que ahora se
ha sumado Rusia.
No parece que en catorce años la ideología oficial de
Occidente haya sido el pacifismo. Sarkozy ha dicho que “nada puede ser como
antes, debe ser una guerra total”. Entonces, ¿cómo definiría lo que ya ha
ocurrido desde 2001?
¿Es una guerra contra el Islam en la que todos los
musulmanes son sospechosos?
Nada gustaría más a los yihadistas que se extendiera
esa idea en Europa. No hay que negar que muchos europeos piensan así, de lo
contrario Marine Le Pen no insistiría tanto en ello. Para ISIS, sí es una
guerra de civilizaciones frente al Occidente de los “cruzados” en la que
pretenden reclutar a los musulmanes para convencerles de que la “yihad” que les
exige su religión no consiste en esforzarse en vivir bajo sus preceptos, sino
embarcarse en una guerra permanente contra los infieles.
Precisamente, eso es lo que sostenía una y otra vez Al
Qaeda. Pensemos en todos los artículos tras el 11S que nos alertaban de que la
organización de Bin Laden pretendía llevar el Islam al corazón de Europa,
recuperar “Al Andalus” y sus glorias del pasado. Era la guerra definitiva en la
que la típica pusilanimidad europea hacía prever un futuro oscuro.
Nada de eso ocurrió. No hubo ningún Al Andalus
yihadista. Los musulmanes de Francia, Reino Unido y España no se rebelaron
contra sus amos paganos. Bin Laden acabó escondido en un chalé viendo cintas de
vídeo, fue eliminado a sangre fría y su cuerpo, tirado al mar. Su organización
en Irak fue aniquilada (aunque resucitaría con otro nombre, el de ISIS, gracias
a ese Estado fallido que es Irak y a la guerra siria).
Hay otra forma de ver lo que Bin Laden consiguió por
si nos da alguna pista sobre lo que pasará con ISIS. En una época en la que a
los líderes europeos les cuesta dejar su huella, podríamos preguntar si no es
cierto que Bin Laden tendría razones, si siguiera vivo, para presumir de sus
logros.
En cierto modo, esa guerra permanente ha tenido en Occidente un precio terrible en términos
políticos, económicos y morales. Nuestros inmaculados valores se defendieron en
la prisión de Abú Ghraib desnudando a los presos y colocándoles una correa en
el cuello; en Haditha, Irak, asesinando a sangre fría a hombres, mujeres y
niños; y en las prisiones ocultas de la CIA aplicando el ‘waterboarding’ a los
sospechosos de terrorismo.
Me pregunto de dónde sacarán algunos que la
prosperidad de Occidente nos ha vuelto blandos.
¿Cómo se alimenta la base ideológica del yihadismo?
La superioridad racista y xenófoba que sienten los
yihadistas tiene uno de sus principales orígenes contemporáneos en el wahabismo
saudí. A partir de aquí, no es necesario escribir más. En estos momentos tan
dolorosos sería de mal gusto destacar que los valores republicanos franceses tienen un precio, eso sí, muy alto. Francia venderá a Riad todas las armas que necesite, por ejemplo para sostener
futuras guerras como la actual de Yemen. Quizá esas armas vuelvan para
despertarnos de nuestros sueños dentro de unos años, aunque habrá quien diga
que somos inocentes. Lo nuestro sólo eran negocios.
¿Existe una amenaza interior en Occidente, una quinta
columna yihadista?
Si fuera así, hace tiempo que atentados como los de
Madrid, Londres y París se habrían repetido con una frecuencia insoportable.
Pero es cierto que Francia tiene un grave problema. Cualquiera que conozca
Londres y París conoce las diferencias entre ambas ciudades, sabe que en la
capital francesa una generación de jóvenes, hijos y nietos de inmigrantes, ha
crecido en su rechazo al Estado y el odio al único organismo público con el que
tienen relación, la Policía. No conocen nada de laégalité y fraternité
que aparecen en las grandes declaraciones de los políticos.
Los poderes públicos sí hacen promesas, muchas, sobre
la necesidad de que el Estado no abandone a las banlieues. Diez años
después de los disturbios de 2005, “nada ha cambiado”.
Muchos de esos jóvenes se conforman con una cierta
violencia de baja intensidad con la que responder a las injusticias, sean
reales o exageradas. Algunos pueden ir más lejos y el Estado empieza a temer
que sean demasiados como para controlarlos.
¿Significan los atentados de París que ISIS está más
fuerte que nunca?
En los últimos días, los yihadistas han sufrido claras
derrotas en la guerra siria. Una, ante los kurdos de las milicias del YPG, con
el apoyo norteamericano, en la localidad de Sinjar, y la segunda en la provincia de
Alepo, donde el Ejército ha levantado el sitio de la base de Kuweiris.
No está más fuerte que hace seis meses. No tiene
ninguna posibilidad de avanzar hacia Damasco, mucho menos con el apoyo aéreo
ruso a Asad. EEUU está aumentando sus suministros a los kurdos, su única manera
de debilitar a ISIS sin fortalecer al mismo tiempo a Al Qaeda o Asad.
Pero hay que aceptar que mientras haya una guerra en
Siria y el Estado iraquí sea incapaz de controlar su territorio, ISIS seguirá
existiendo.
Cabe una posibilidad muy preocupante, que los
yihadistas decidan que su “califato” no verá aumentar el territorio que
controlan en Siria, y que su próximo campo de batalla está en Europa. Que
quieran emular a la Al Qaeda de Bin Laden y su proyecto de atacar al “enemigo
lejano”. Causarán mucho dolor, pero correrán el mismo destino.
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