miércoles, 10 de noviembre de 2021
Quien controle los microchips controlará el mundo
Mientras el juego geopolítico continúa, la crisis de
microchips sigue extendiéndose y agudizándose. El conflicto de poder entre los
Estados Unidos y China seguirá afectando el día a día de los ciudadanos de a
pie.
Quien controle los microchips controlará el mundo
El Viejo Topo
10 noviembre, 2021
Si alguien ha
intentado adquirir un vehículo, un Play Station, un Xbox, un televisor o
cualquier otro aparato tecnológico en los últimos días, posiblemente haya
notado que la escasez de muchos de estos modelos es latente. La respuesta de
los vendedores es la misma: “las entregas están demoradas por la crisis de
semiconductores”. Esta situación ha llevado a que, por ejemplo, el
sector automovilístico haya tenido que paralizar fábricas a lo largo y ancho
del planeta o haya disminuido el ritmo de producción despidiendo a miles de
trabajadores, afectando a los consumidores, pero, sobre todo, impactando en la
economía.
Uno de esos
ejemplos fue la planta de Gravatai en Brasil, la más grande de General Motors en América
del Sur, la cual paró su producción por casi medio año. Por el lado de los
productos electrónicos cotidianos el resultado no ha sido muy distinto:
incremento en los precios y dificultad en muchos países de poder adquirir las
versiones más recientes. ¿Qué tiene que ver esta escasez con la llamada “guerra
comercial” entre Estados Unidos y China, con la formación del AUKUS (alianza de Estados Unidos, Australia y Reino
Unidos), con el aumento de tensiones entre China y Taiwán, con el discurso de
la “economía del conocimiento” de la Unión Europea y con los efectos del cambio
climático? Como se verá a lo largo de este artículo, la respuesta es la
geopolítica, ya que estos temas están estrechamente relacionados y son
interdependientes entre sí.
Así, es sabido
que hasta la Primera Guerra Mundial el poderío internacional se lograba gracias
al control directo sobre el territorio y durante gran parte del siglo XX por el
control indirecto sobre la materia prima estratégica como el petróleo. No
obstante, en el siglo XXI el poderío de una potencia depende principalmente del
control que se ejerza sobre la tecnología y, en especial, sobre los microchips.
Por esa razón, los centros neurálgicos de la geopolítica y las relaciones
internacionales se han desplazado desde Medio Oriente, el Cáucaso y el delta
del Orinoco hacia el Mar Amarillo, más exactamente Taiwán y la península de
Corea.
El microchip no
es más que un circuito electrónico integrado de transistores en una lámina
diminuta de silicio con propiedades semiconductoras. Tal invento se logró en el
año 1958 como parte del desarrollo militar estadounidense para el lanzamiento
de misiles balísticos intercontinentales y en pocos años llegó a ser, después
de la rueda y la escritura, el invento más importante de la historia.
Gracias a este invento el desarrollo tecnológico ha crecido de forma
exponencial y se ha hecho accesible a millones de seres humanos. Gracias a las
ventajas que adquirió Estados Unidos con esta invención logró a la larga ganar
la Guerra Fría, no porque los haya empleado para bombardear las bases militares
de la Unión Soviética sino porque las ventajas tecnológicas que logró en los
siguientes años repercutieron directamente en ventajas económicas y políticas
que, sumado a factores internos, terminaron por implosionar a la patria de
Lenin. Hoy los microchips son omnipresentes en la vida diaria. Se calcula que,
cada año, por cada ser humano que hay en el planeta se fabrican 128 chips. Un
automóvil en promedio requiere más de 3500 chips, y desde neveras, lavadoras,
celulares, computadores, hasta equipos médicos, tecnología militar y
fabricación de aviones o misiles los emplean para que puedan ser operativos.
La importancia
del microchip no solo deriva de la omnipresencia en prácticamente todas las
facetas de nuestras vidas, sino, sobre todo, en el monopolio que existe en el
mundo para su fabricación. Aunque hasta hace unos años muchos países los
diseñaban y fabricaban, a medida que pasa el tiempo el mercado cada vez se
concentra en un número menor de compañías capaces de diseñarlos o fabricarlos.
Hace un cuarto
de siglo, 24 empresas podrían diseñar y fabricar los chips que para la época
eran los más avanzados. Hoy, solo hay tres con capacidad de fabricar aquellos
que no son obsoletos: Intel de Estados Unidos, Samsung de Corea del Sur y TSMC
de Taiwán. El monopolio es aún más evidente si se tiene en cuenta que la
fabricación de chips de menos de 7 nanómetros, es decir, los más desarrollados,
son producidos en un 92% por la empresa taiwanesa. Claro está, dicha compañía
se dedica principalmente a la fabricación, sin perjuicio de que, en lo
relacionado al diseño, aún sea Intel quien ocupa el primer lugar. Debido al
cambio climático, durante el primer semestre de 2021 bastó una fuerte sequía en
Taiwán para que la isla se viera obligada a racionalizar agua, lo que trajo
como consecuencia una crisis mundial, debido a que el agua es empleada en
grandes cantidades en la fabricación de chips. Con la sequía paró el
abastecimiento a las fábricas y como resultado, se rebosó una copa que por
factores geopolíticos se venía llenando, produciendo todos los problemas de
escasez ya mencionados.
Cabe señalar
que la sequía en Taiwán fue tan solo una gota en un jarro en el que confluyen
muchos factores geopolíticos. La escasez de chips era algo que se veía venir
desde hace varios años. Detrás de esta se esconde una verdadera lucha entre
superpotencias. Para entenderlo hay dos fechas claves: 1964 y 1984. En la
primera, el científico estadounidense Gordon Moore, por entonces un alto
ejecutivo de INTEL, formula una hipótesis según la cual “el número de
transistores por unidad de superficie en circuitos integrado se duplicaría cada
año”. En pocas palabras, el desarrollo tecnológico llevaría a que éstos fuesen
cada vez más pequeños y con ello dejarían obsoletos a los fabricados con
anterioridad. La siguiente fecha, 1984, es clave dado que en dicho año la
holandesa Philips forma una empresa de la que poco se habla pero que hoy juega
un papel importante en el juego geopolítico que originó la actual crisis:
Advanced Semiconductor Materials Lithography,mejor conocida como ASML.
ASML es
importante debido a que se enfoca en investigar el uso de la luz ultravioleta
en la fabricación de máquinas que hacen microchips, marcando una diferencia con
otras compañías similares de la época que también lo hicieron, pero con el
tiempo desistieron. La empresa holandesa, en cambio, se mantuvo en esa línea.
Con el tiempo, solo otras dos empresas continuaron fabricando maquinas capaces
a su vez de fabricar microchips: Canon y Nikon, estas últimas de Japón.
No obstante, por la llamada hipótesis de Moore, al tener cada vez más transistores
cada chip o ser éste cada vez más pequeño, la tecnología empleada por Canon y
Nikon no es la mejor, por lo cual, quien hoy quiera fabricar un chip deberá
pagarle miles de millones de dólares a la holandesa ASML para que le venda las
máquinas de litografía que sirvan a ese propósito.
Esto fue
precisamente lo que quiso hacer el gobierno de Pekín a partir del año 2015 como
parte del plan “Hecho en China 2025”: invertir miles de millones de dólares
para hacerse a las máquinas que le permitiesen autonomía en la fabricación de
chips y así dejar de depender de Taiwán, su provincia rebelde y enemigo
político tradicional con quien, a pesar de la rivalidad histórica, mantiene
estrechas relaciones comerciales. Cuando eso ocurrió, el gobierno de Donald
Trump de inmediato inició la ola de sanciones comerciales que son por todos
conocidas. De esas, quizá las que más afectaron al gigante asiático fue la
orden ejecutiva que le prohibió a ASML venderle a China los equipos de
litografía necesarios para la producción de chips. Dicha prohibición se hizo
bajo amenazas de dejar de suministrar insumos necesarios que emplea ASML, como
el uso de láser y otros dispositivos, los cuales usan tecnología
norteamericana.
Tales ordenes
ejecutivas de Washington a corto plazo han afectado a China quien continúa
dependiendo de la taiwanesa TSMC. Aunque desde 2011 Taiwan tiene una planta en
territorio chino, lo allí fabricado va algunas generaciones detrás de los
productos que se hacen en territorio insular, con la diferencia que éstos en
gran media son vendidos a las compañías norteamericanas. Igualmente, TSMC tiene
restricciones para venderle sus chips a China si hay sospecha de que puedan ser
usados en el sector de defensa o en empresas que nada tienen que ver con dicho
campo, pero que Estados Unidos acusa de trabajar para éste. Con esta excusa son
sancionadas las compañías chinas que pueden hacerle sombra a las
norteamericanas, como es el caso de Huawei, que empezó a desbancar a Apple en
el mercado de tecnologías.
A pesar de
esto, seguramente a largo plazo, muy seguramente quien logre salir victoriosa
sea China, ya que tales restricciones, más que un factor disuasorio, han sido
un incentivo para que redoble sus esfuerzos investigativos para lograr la
suficiencia en la tan complicada cadena de producción de chips. Sin embargo,
esto tardará varios años en lograrse.
La respuesta de
China a las sanciones de Estados Unidos se ha dado en varios frentes. En lo
inmediato, trató de adquirir todos aquellos modelos posibles frente a los
cuales no había sanciones. Para ello, un equivalente al PIB de Colombia fue
dedicado en el 2020 por Pekín para importar aquellos chips que no estaban
comprendidos en la lista de sanciones. Como resultado, esa sobreacumulación ha
sido uno de los principales factores para que actualmente haya escasez.
Por otra parte, como estrategia a mediano plazo, China trata de ejercer presión
política y militar sobre Taiwán para recordarle a Estados Unidos que las
fábricas están en su territorio, un territorio rebelde, pero al fin y al cabo
propio. Sus acciones se enfocan en mostrar que, si las sanciones continúan o se
amplían, podría tomar dicha isla por la fuerza y así privar a Occidente de
acceder a las fábricas de chips. En cuanto a estrategia a largo plazo, China no
escatima esfuerzos en invertir en investigación y desarrollos tecnológicos.
Busca ser autosuficiente en la cadena de producción de microchips.
En cuanto a
Estados Unidos, aparte de las amenazas y las sanciones, a nivel interno también
decidió volver a sus viejas estrategias proteccionistas e inyectarle miles de
millones de dólares al sector tecnología, en un asunto que ha sido catalogado
como “seguridad nacional”. Al respecto, ese supuesto discurso de la no
intervención del Estado en la economía que tanto se exige a los países
subdesarrollados, fue dejado de lado. Del dinero que todos los estadounidenses
pagan en impuestos, se le dará a la privada INTEL una cifra no menor a 50.000
millones de dólares. Con ello se busca que esta empresa construya una serie de
plantas en Nuevo México para la fabricación de los chips. Este sector había
sido dejado de lado ya que tales procesos implican el uso de materiales
altamente tóxicos, por lo que se había optado por dislocar la producción hacia
territorio taiwanés.
Nada nuevo, es
lo mismo que se hace en otros renglones tecnológicos como la fabricación de
ordenadores o teléfonos celulares, donde Apple contrata con Foxconn para que
los haga de acuerdo con las especificaciones que se le dan, sin importar que
esa misma empresa sea quien también hace los productos de Huawei.
Por otra parte,
los norteamericanos saben que la construcción de plantas en territorio nacional
tardará varios años y mientras tanto, temen que una recuperación de Taiwán por
parte de China por la vía militar los deje sin quien les fabrique los insumos
vitales para sus empresas tecnológicas y, sobre todo, para su sector de
defensa. Por ello, trata por todos los medios de poner presión política a China
para disuadirla de esa opción. Como se explicó en artículos anteriores, esto guarda relación directa tanto con
la retirada de tropas de Afganistán como con la formación de la alianza llamada
AKUS, con Reino Unido y Australia. Finalmente, los norteamericanos saben que
quizá llevaron las sanciones a su máximo límite, y si avanzan más pueden
ahondar la crisis, no solo por el hecho de que China sea el “taller del mundo”
sino porque también es el primer productor mundial de arenas de silicio, la
materia prima esencial con la cual se fabrican los microchips.
En cuanto a la
Unión Europea, si bien ellos tienen a ASML -la única que puede fabricar las
máquinas con capacidad para fabricar chips de última tecnología- las recientes
prohibiciones de Estados Unidos de hacer multimillonarios negocios con los
chinos les recuerdan que dicha tecnología en gran medida es “prestada”. En el
año 2000, durante la Cumbre de Lisboa uno de los objetivos que se fijaron fue el
de la Economía del Conocimiento y dentro de los cinco objetivos para 2020
estaba el de Investigación y Conocimiento. Para nadie es un secreto que el
rezago tecnológico de Europa es cada día mayor. Hoy producen un 10% de chips,
frente a un 12% de Estados Unidos y un 20% de Taiwán que tiene el monopolio
casi absoluto en la fabricación de los más avanzados. La actual escasez llevó a
que Bruselas anunciara a mediados de septiembre que presentará una ley
(entiéndase, una directiva o un reglamento) para fomentar la producción de
semiconductores en territorio comunitario, de manera que ese 10% pase a ser un
20% en 2030. Para ello, países como Italia han anunciado que invertirá cuatro
mil millones de euros en la construcción de una planta fabricadora de microchips,
en tanto que Alemania tiene planes similares.
Mientras el
juego geopolítico continúa, la crisis de microchips sigue extendiéndose y
agudizándose. El juego de poder entre las grandes potencias seguirá afectando
el día a día de los ciudadanos de a pie.
Texto publicado originalmente en El Comején.
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Expertos en demoscopia advierten de la desmovilización del electorado de izquierdas. [Si es hombre, ministro, con la o, vale. Si es mujer, ministro con la a, ministra, vale. ¿Pero y si hay una persona que no se considera ni enteramente hombre ni enteramente mujer?, pues para tener la fiesta en paz y terminar como buenos amigos: ministra, ministre, ministri, ministro, ministru, y alto el carro que ya hemos terminado. Santas Pascuas, todos felices y contentos, que aquí el que no se consuela es porque no quiere, pero que vaya sabiendo usted que el nombre no cambia la naturaleza de las cosas (vino, escríbalo usted como guste, que bien bueno está y se pueden coger con él unas zorreras de muy padre y señor mío). ¿Y qué es esto de que la derecha sube y la izquierda baja? Elemental querido Watson, Guason o Guasón: que los intereses del capital (una percepción social como otra cualquier) le echan la pata por encima a los intereses del trabajo (que digo yo que haber cuando los trabajadores llegamos ser conscientes de nuestros intereses) para sobreponerse sobre ellos, y punto pelota, querido, todo lo demás que se diga al respecto hablar por no callar. ¿Que sube la derecha? Pero bueno, alma cándida, no estará usted esperando que suba la izquierda así por las buenas, por el alma la abuela, por arte de magia, es decir, querido mío, no estará usted pretendiendo que los intereses del trabajo (por cierto, los de la inmensa mayoría de la población) se sobrepongan a los intereses del capital? (otro por cierto, amigo: al capital lo representa una exigua, exigua, pero exigua minoría social). Oiga, y que así carbura la cosa: la inmensa mayoría de la población sometida a los intereses de una exigua y asquerosilla minoría de la población. ¿A que mola? Pero es igual y aunque no mole, así es la cosa. La derecha sube (y lo que te voy a rondar morena como los trabajadores no despertemos, que dicho sea de paso, no llevamos mucho camino para el despierte. Fíjense en Hitler, legal y demócrata donde los haya, que subió al poder porque obtuvo millones de votos de socialistas y comunistas. ¿Que qué? Compañero, camarada, compañero del metal: muchos millones de votos socialistas y comunistas se los agarrapiñó el señor Hitler. Eso sí, todo hay que decirlo, con el apoyo de los grandes capitales alemanes, pero también europeos y USA. Y que tal, ¿cómo se le ha quedado el cuerpo?) porque hace su trabajo para subir, que consiste en no hacer ninguna denuncia con seriedad y rigor intelectual sino en fomentar el odio mediante el meneo constante de los miedos y frustraciones personales y sociales, mientras que la izquierda… ¡Alto ahí! Oiga, que esto es serio, ¿A qué fin me mete aquí la izquierda? Las políticas engancha nubes; promesas de dar los pájaros de cartón que andan libres como el viento o la venta de humo, ¿A eso le llama usted políticas de izquierdas? Esas son políticas que favorecen las políticas de derechas porque no cuestionan el funcionamiento del modo de producción capitalista (Hombre, por Cristo bendito y Su Padre que es Dios, desde el gobierno está más claro que el agua que no se pueden solucionar todos los problemas, porque el poder está en la banca y otras santidades, pero denunciar, cuando menos, en el Congreso si se podría, o qué. Por ejemplo, no podemos bajar el precio de la luz, porque la banca, contrabanca, sub banca y tal, nos tienen cogidos por los cojones, ovarios, medular cervicaloide parte izquierda, ojos, narices, pescuezos y su contraparte occipital…, por eso no bajamos el precio de la luz, que lo sepáis) y por tanto se da como supuesto que el capitalismo es algo natural y consustancial a la naturaleza humana y por ello inamovible, y tampoco se facilitan a los trabajadores (Y para que no me llamen izquierdista, hijoputa, rojo de mierda, marxista y criminal, donde digo trabajadores digo inmensa mayoría de la población) elementos de juicio que tengan utilidad para conocer e interpretar la realidad personalmente, porque es esta carencia de información (Y formación. Que no me refiero aquí al título universitario, que se puede tener y ser un perfecto ignorante ilustrado más torpe que un cerrojo o más dañino socialmente que una tormenta de verano) la que abre el boquete de la portería por donde nos meten los goles a los trabajadores de cuatro en cuatro (como si fuéramos el Betis en persona). ¡Cómo no va a subir la derecha en intención de votos! Hombre, que la derecha es derecha pero no tonta.
Expertos en demoscopia advierten de la desmovilización del electorado de
izquierdas
Rebelion
09/11/2021
Fuentes: Nueva
Tribuna
La derecha está viviendo un momento dulce en las
encuestas, que sitúan al Partido Popular y a Vox en clara
ventaja sobre la actual coalición de Gobierno. O, al menos, en mejores cifras
que las de hace dos años. Los conservadores aseguran que se trata de un «cambio
de ciclo» impulsado por la victoria de la madrileña Isabel Díaz Ayuso el
pasado 4 de mayo. El líder del principal partido de la oposición, Pablo
Casado, repite machaconamente que el presidente del Gobierno, Pedro
Sánchez, debe convocar elecciones anticipadas porque la legislatura ha
entrado «en vía muerta».
Sin embargo, el
socialista ya ha trasladado públicamente su intención de agotar la
legislatura, constituida en enero de 2020, y sus socios parlamentarios no
quieren, tampoco, romper relaciones, aunque de momento no garantizan
su apoyo a las cuentas públicas del próximo año, superado ya el
primer escollo de las enmiendas a la totalidad. Las formaciones que conforman
el Ejecutivo, PSOE y Unidas Podemos, confían en aprobarlas para mandar un claro
mensaje a quienes buscan que el Gobierno se rompa.
Al mismo tiempo, ambas
formaciones son conscientes del desgaste que acarrean por los roces en el seno
de la coalición (el primer gobierno conjunto en España), el último a propósito
de la reforma laboral, pero confían en revertir la situación de
cara a los próximos comicios generales. Lo cierto es que según se desprende de
las últimas encuestas, el electorado de PSOE y Unidas Podemos se
encuentra actualmente desmovilizado frente a una derecha
activa.
Según los últimos datos
que arroja el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los votantes de
ambos partidos en las últimas elecciones tienen una menor tasa de fidelidad que
los de PP y Vox. Además, en el dato de «voto+simpatía», el PSOE es el partido
de los cuatro con mayor transferencia de votos hacia la abstención.
Ante este escenario, infoLibre ha contactado con varias voces expertas en
demoscopia y ciencia política para ahondar en las posibles razones de esta
desmovilización.
¿Una
desmovilización coyuntural o fruto de la desilusión?
Todos los expertos
consultados destacan, en primer lugar, la ausencia de citas
electorales a la vista, lo que no permite calibrar bien el estado de
ánimo de los votantes. Sin embargo, también perciben una cierta desmovilización
del electorado de izquierdas que, si se prolonga en el tiempo, puede propiciar
un cambio en el gobierno de la nación, con PP y Vox al frente. «Según nuestras
estimaciones, si ahora hubiera elecciones el porcentaje de participación sería
menor al de 2019», explica el doctor en Sociología y director del gabinete demoscópico
Elemental Research, José Pablo Ferrándiz.
Ferrándiz aprecia una
tendencia a la abstención en el electorado de izquierdas, pero cree que
actualmente se trata de una «desmovilización que no es política» sino «coyuntural».
En ese sentido, explica que, al ostentar el gobierno la izquierda, ese
electorado no está «tan tensionado» como el de la derecha, que responde con
«mayor vehemencia» a cualquier medida que venga por parte del Gobierno. «Hay
una movilización de la derecha porque no están en el gobierno, porque les
molesta lo que hacen los socialcomunistas, como llaman ellos al
gobierno de coalición», sintetiza.
A diferencia de
Ferrándiz, la socióloga y politóloga Marta Marcos, consultora
de comunicación en Gad3, sí cree que esta desmovilización está relacionada con
la «desilusión» y las tensiones en el seno del Gobierno. «La
desmovilización viene en gran parte ligada a la desilusión. Se
gestó hace unos años un proceso necesario e ilusionante para los más ubicados a
la izquierda y el centroizquierda del espectro político. Tanto PSOE como Unidas
Podemos aprovecharon su tiempo en la oposición y prometieron a través de sus
respectivos programas electorales una serie de reformas que, lógicamente, no
eran tan sencillas de llevar a cabo una vez en el Gobierno. Mucho menos en un
Gobierno entre dos fuerzas que difieren en contenido y en forma en numerosas
ocasiones, como vemos, por ejemplo, con la derogación de la reforma laboral»,
expone.
En ese punto también
coincide Javier Lorente, profesor de Ciencia Política en la
Universidad Rey Juan Carlos. «La derecha suele estar ligeramente más
movilizada, pero no es porque ahora esté en la oposición, sino porque la
derecha tiene un programa y lo cumple, mientras que la izquierda no». A
juicio de Lorente, a la izquierda le resulta mucho más complicado aplicar
reformas y se encuentra con mayores resistencias en el ámbito internacional
para aplicar leyes de calado. «El descontento influye siempre de un modo u
otro», sintetiza.
Por lo que respecta
a Silvia Claveira, profesora de Ciencia Política en la Universidad
Carlos III de Madrid, sí percibe una tendencia a la desmovilización del
electorado de izquierdas, aunque destaca que esa situación podría revertirse en
campaña electoral. «Las campañas no son muy efectivas para cambiar el voto de
un partido a otro, pero sí para activar a los del propio
partido. Y claro, actualmente no estamos en un proceso de movilización»,
destaca. «Es normal que entre elecciones haya una parte del
electorado que se desenganche, los contextos son menos ricos en información
política, hay muchos votantes que se desactivan», apoya Lorente.
Una
derecha unida contra el Gobierno sin el ‘lastre’ de Ciudadanos
La ventaja que tiene
actualmente la derecha frente a su situación en el año 2019 es que ya no está dividida
en tres, ya que Ciudadanos ha quedado prácticamente borrado del mapa. La
preponderancia de PP y Vox podría facilitar su ascenso al Gobierno. «Esa
movilización del elector de las derechas, en plural, se produce por hartazgo
del Gobierno y como contagio del ámbito autonómico. La posibilidad de sacar
de La Moncloa a la izquierda les apasiona», valora Marcos. Según su
lectura, «la esperanza en los suyos y el odio hacia los otros son dos motivos
fundamentales por los que la derecha está más movilizada. Detener esos
sentimientos es, francamente, complicado», remacha.
Ferrándiz resalta que
el sistema electoral en España, dominado por circunscripciones pequeñas y
medianas donde la traducción de votos a escaños no es estrictamente
proporcional, penaliza la fragmentación electoral de los bloques
ideológicos. En ese sentido, destaca que ambas formaciones tienen más fácil
sumar sin Ciudadanos como rival a batir, pero también destaca que necesitan ser
autosuficientes para alcanzar la mayoría, porque tienen «muy complicado sumar a
otras formaciones» para llegar a la mayoría absoluta. Para el sociólogo,
esta lucha cuerpo a cuerpo entre ambos partidos fuerza un giro de Casado a la
ultraderecha, ahora que los votantes de Cs «ya han vuelto al PP».
Por su parte, Lorente también
destaca que esa unión de la derecha es positiva para PP y Vox, pero resalta el
daño que puede hacer a la extrema derecha la España Vaciada, que prevé presentarse a los próximos
comicios generales en varias provincias. «Vox era la
tercera formación en liza en muchas de esas provincias —resalta—, por lo
que la España Vaciada puede ser un actor que dinamite mayorías», afirma. «Es un
fenómeno que tenemos que tener en cuenta a futuro».
El
precedente de las elecciones madrileñas: «El miedo a Vox no moviliza»
La campaña de las
elecciones madrileñas dejó un panorama desolador para la izquierda: Ayuso, la
candidata del PP, obtuvo más escaños que las tres formaciones progresistas
juntas (Más Madrid, PSOE y Unidas Podemos). Aunque los expertos consultados
insisten en que ese resultado no es extrapolable a nivel nacional, fue una
inyección de moral para un PP en horas bajas tras el fracaso en Cataluña de
meses atrás. «El resultado de Ayuso no se puede extrapolar a Casado. Ella
era la candidata de Vox pero Casado no es el candidato de Vox», resume
Ferrándiz.
Asimismo, el sociólogo
destaca que el miedo a Vox con mensajes apocalípticos no funciona, «si es que
en algún momento lo hizo». «En Madrid hemos visto que estos mensajes
maximalistas de ‘fascismo o democracia’ o ‘comunismo o libertad’, no llegan a
la sociedad, ni en la derecha ni en la izquierda», opina. A su juicio, ahora
que Vox ya está instalado en los distintos parlamentos autonómicos y
consistorios municipales, «su presencia no supone un gran elemento
movilizador«, señala.
Lorente coincide con
Ferrándiz. «Las elecciones de Madrid mostraron que la gente no tiene
ningún miedo a Vox«, señala el profesor de la URJC. En ese sentido sí que
aprecia que la opinión pública ha dejado de tener miedo a la extrema derecha
porque nuestro país «tiene una comunión de medios perfectamente armónica con
una agresividad en contra del Gobierno que nunca ha tenido la
izquierda». «Están muy movilizados, crispados, y eso explica muchas cosas. Las
horas de desinformación, tertulias y portadas crean opinión pública, y puede
haber un efecto de movilización que se va a transformar en votos en algunos
casos y en abstención en otros».
¿El
electorado de España se inclina hacia el centroizquierda?
Una de las (escasas)
certezas a nivel demoscópico es que una alta participación electoral
se ha traducido históricamente en una preponderancia del bloque de la
izquierda sobre el de la derecha. «La escala ideológica no ha variado casi
nada desde la instauración democrática. El PP siempre ha obtenido peores
resultados cuando ha habido más movilización, por ese motivo cuando Rajoy y Aznar
obtuvieron sus mayorías absolutas la participación se situó por debajo de la
media», recuerda Ferrándiz.
«Ahora, se podría decir
que hay una suerte de empate técnico entre bloques: 11
millones de votos de la izquierda y 11 de la derecha, por lo que no me atrevo a
decir que pasará a futuro. Es un escenario más complejo que antes», opina el
sociólogo. La prueba de que una mayor participación no supone una victoria de
la izquierda la encontramos en las recientes elecciones madrileñas. A Lorente
le sorprendió. Creyó que la izquierda podría dar la sorpresa tras certificarse
esa alta participación, aunque finalmente fue al contrario; Ayuso obtuvo un
resultado mejor que el que le auguraban las encuestas.
Marcos destaca que
«España es un país ideológicamente diverso, pero en los últimos años,
especialmente a raíz del movimiento 15M, los ciudadanos se han ido moviendo
hacia el centroizquierda. Es fundamental entender, sin embargo, que eso no
tiene por qué trasladarse directamente al voto, especialmente porque la
ideología no siempre está presente como principal motivo a la hora de
votar», zanja.
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