domingo, 19 de marzo de 2023

La propuesta de Lagarde: Matar a mucha gente para reactivar la economía (vídeo). [Matar tiene sus cosas buenas, las cosas como son. Porque si uno va andando por la calle, sin meterse con nadie, y de golpe y porrazo te cruzas con alguien que no te gusta, por la razón que sea, lo mejor es pegarle un zoquetazo y cargártelo. Conste que yo hablo por mí, yo no soy ni represento al Banco Central Europeo ni me llamo Lagartini ni lagartité ni cosas de esas, a mi el francés no me gusta. Las francesas ya son otra cosa, pero los franceses ni gota. El dinero de este banco, una parte, sí que es mío, y el resto de los demás trabajadores, pero que yo no represento al banco ni ná de ná. Como digo, matar tiene su parte buena. Yo por ejemplo, sin ir más lejos, hoy antes de desayunar para estar en forma ya me he matado a treinta y cinco personas y pico (en realidad han sido 36, pero una era muy cortita de estatura y no estoy seguro de que me lo cuenten por una entera). Pero tiene también sus cosas malas, porque quieras que no siempre te manchas de sangre o te salpica algo de los higadillos, caso de que para matarlo se utilice el método del pisotón y apara que va otro, o sea, pateo y desmenuce de los higadillos a base de patadas. Eso es un engorro, la verdad. Pero lo peor de todo, porque eso ya es pasarse, cinismo puro del rosal del jardín europeo, es que la matancia la tengan que realizar los trabajadores matando a otros trabajadores para engorde, riqueza y mayor gloria de quienes ni han trabajado nunca ni piensan trabajar, que su vez por la matancia entre trabajadores por trabajadores son pagados por ellos mismos, porque ya digo, el dinero del Banco Central Europeo es dinero de los trabajadores y no de la lagartina. Ella es, más o menos, una chupisanguicriminal del dinero de los trabajadores del Banco Central Europeo. Espero que esto haya sido del agrado de todos, porque de otra manera, por el bien de ustedes lo digo, que lo cortés no quita lo valiente, aténganse a las consecuencias en el cruce peatonal conmigo, porque por mí, si hay que matar a cinco mil al día se matan, como si son siete mil, pero que tampoco es cosa de estar matando todo el día, que uno también tiene sus cosas que hacer]

 

La propuesta de Lagarde: Matar a mucha gente para reactivar la economía (vídeo)

 

DIARIO OCTUBRE / marzo 19, 2023



Que la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, es una individua absolutamente deshumanizada y que siempre actúa a favor del dinero de los poderosos ya lo sabíamos. Pero, a pesar de ello, esta psicópata señora no deja de sorprender (o quizás no tanto) en muchas ocasiones cuando abre la boca.

 

El BCE subirá 0,5% los tipos de interés colocándolos en el 3,5%. Ella ha expresado sin despeinarse: «Matará a mucha gente, pero reactivará la economía».

Reproductor de vídeo

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FUENTE: insurgente.org

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Rusia y la guerra de Ucrania. [Oración a San Orejón, patrón de la escucha, el Orejas para los amigos como yo. Vamos a ver, Orejas, que las cosas no son así, que tú mucho santo, mucho santo y todo lo que quieras, pero que te estás pasando, majo, que te aplicas el embudil, sí, sí, el embudil, la ley del embudo: para ti lo ancho y para los demás lo estrecho, el pitorrillo, y así no son las cosas, Orejas, que ya está bien que por ser santo te toque lo ancho del embudo para que te enteres bien de lo que está pasando, pero hombre, no me seas tan miserias ni tan tacaño ni tan cagarruta, y que nos ensanches algo el pitorrillo que nos toca, la estrechez del embudo, para que podamos des-sordarnos un tantico, hombre, que tenemos que empezar a enterarnos de lo que está pasando, porque de no ser así un día de estos a los trabajadores nos van a acoger cagando, y ¿luego qué. Luego a quién le reclamamos? Venga, Orejas, que tú puedes (el que no podía era Podemos), así que ligerito, que se me cumpla esta oración mía, que ya sabes que contigo no me quiero cabrear, a ver si los demás nos empezamos a enterar de lo que está pasando que no es moco pavo. Saluda de mi parte a tu mujer, La Escucha]

 

Publicado en El Viejo Topo 316 (mayo de 2014) en este artículo Amin sostiene que lo que desde 2014 está sucediendo en Ucrania es una nueva jugada en el ajedrez geopolítico en el marco de la guerra mundial soterrada que la triada sostiene para asegurarse los recursos del planeta.


Rusia y la guerra de Ucrania


Samir Amin

El Viejo Topo

19 marzo, 2023

 


La actual escena global está dominada por el intento de los centros históricos del imperialismo (Estados Unidos, Europa occidental y central, y Japón, también llamados “la Tríada”) de mantener su control exclusivo del planeta mediante una combinación de:

  1. Las llamadas políticas económicas neoliberales de la globalización, que permiten al capital financiero transnacional de la Tríada decidir en solitario todos los temas que tienen que ver con sus intereses exclusivos.
  2. El control militar del planeta por parte de Estados Unidos y de sus aliados subordinados (la OTAN y el Japón), que tiene el objetivo de aniquilar cualquier intento de cualquier país ajeno a la Tríada de escapar de su yugo.

En este sentido, todos los países del mundo que no pertenecen a la Tríada son enemigos o potenciales enemigos. Excepto aquellos que aceptan una completa sumisión a la estrategia económica y política de la Tríada. ¡Como las dos nuevas “repúblicas democráticas” de Arabia Saudita y Qatar! La denominada “comunidad internacional” a la que se refieren continuamente los medios de comunicación occidentales se reduce de hecho al G7 más Arabia Saudita y Qatar. Cualquier otro país, incluso en el caso de que su gobierno esté actualmente alineado, es un enemigo potencial, por cuanto puede que los pueblos de estos países rechacen esta sumisión.

En este marco, Rusia es “un enemigo”. Sea cual sea la valoración que hagamos de lo que fue la Unión Soviética (una sociedad “socialista” o de otro tipo), la Tríada la combatió simplemente porque era un intento de proceder a un desarrollo independiente del capitalismo/imperialismo dominante.

Tras la descomposición del sistema soviético, hubo quien pensó (en particular en Rusia) que “Occidente” no trataría como un antagonista a una “Rusia capitalista”. Del mismo modo que Alemania y Japón habían “perdido la guerra y ganado la paz”. Olvidaban que las potencias occidentales apoyaron la reconstrucción de los países ex fascistas precisamente para hacer frente al desafío que representaba la existencia de unas políticas independientes por parte de la Unión Soviética. Ahora bien, una vez desvanecido este desafío, el objetivo de la Tríada es destruir la capacidad de Rusia de resistirse a una sumisión completa.

La Tríada ha organizado en Kiev lo que deberíamos calificar de “golpe de estado euro-nazi”. Efectiva mente, para llevar a cabo su objetivo –separar a dos naciones históricamente hermanas, la rusa y la ucraniana– necesitaban apoyar a los nazis locales.

La retórica de los medios de comunicación occidentales que afirma que el objetivo de la política de la Tríada es promover la democracia es simplemente una mentira. La Tríada no ha promovido la democracia en ninguna parte. Al contrario, sus políticas han apoyado sistemáticamente a las fuerzas locales más antidemocráticas (y en algunos casos, “fascistas”). Casi fascistas en la antigua Yugoslavia: en Croacia y en Kosovo, así como en los Estados bálticos y en la Europa oriental, Hungría por ejemplo. Los países de la Europa oriental han sido “integrados” en la Unión Europea no como socios iguales, sino en calidad de “semicolonias” de las principales potencias capitalistas/imperialistas de la Europa occidental y central.

¡La relación entre el Oeste y el Este en el sistema europeo es en cierto modo similar a la relación que existe entre Estados Unidos y América Latina! En los países del Sur, la Tríada ha apoyado a las fuerzas antidemocráticas más extremistas, como por ejemplo al Islam político ultra-reaccionario, y con su complicidad ha destruido a dichas sociedades: los casos de Irak, Siria, Egipto y Libia ilustran estos objetivos del proyecto imperialista de la Tríada

Por consiguiente, la política de Rusia (tal como la desarrolla la administración de Putin) de resistirse al proyecto de colonización de Ucrania (y de otros países de la antigua Unión Soviética, en Transcaucasia y en Asia Central) ha de ser apoyada. La experiencia de los Estados Bálticos no ha de repetirse. El objetivo de construir una comunidad “euroasiática”, independiente de la Tríada y de su socio subordinado europeo, también merece ser apoyado.

Pero esta “política internacional” positiva rusa está condenada al fracaso si no es apoyada por el pueblo ruso. Y este apoyo no puede obtenerse sobre la base exclusiva del “nacionalismo”, ni siquiera el de un tipo progresista positivo –no chovinista– de “nacionalismo”, y a fortiori, por una retórica rusa “chovinista”. El fascismo en Ucrania no puede ser desafiado por el fascismo ruso. Solo podrá ser vencido si la política económica y social interna promueve los intereses de la mayoría de los trabajadores.

¿Qué entiendo por una política “de orientación popular” y que favorezca a las clases trabajadoras? ¿Me refiero al “socialismo”? ¿Estoy tal vez manifestando nostalgia por el sistema soviético? ¡No es este el lugar para hacer una nueva evaluación de la experiencia soviética en unas cuantas líneas! Me limitaré a resumir mis puntos de vista en unas cuantas frases. La auténtica revolución socialista rusa produjo un socialismo de Estado que era el único primer paso posible hacia el socialismo; después de Stalin, el socialismo de Estado pasó a convertirse en capitalismo de Estado (explicar la diferencia entre estos dos conceptos es importante, pero no es el objetivo de este breve artículo). A partir de 1991 el capitalismo de Estado fue desmantelado y sustituido por el capitalismo “normal” basado en la propiedad privada, que, como en todos los países del capitalismo contemporáneo, consiste básicamente en la propiedad de los monopolios financieros, que están en manos de los oligarcas (similares, no diferentes, de los oligarcas que dirigen el capitalismo en la Tríada), muchos de los cuales proceden de la antigua nomenklatura, y algunos son recién llegados.

La explosión de prácticas democráticas creativas auténticas iniciada por la revolución rusa se vio luego domeñada y reemplazada por un patrón de gestión de la sociedad de carácter autocrático aunque garantizando derechos sociales a las clases trabajadoras. Este sistema llevó a una masiva despolitización y no se vio exento de desviaciones despóticas e incluso criminales.     El nuevo patrón de capitalismo salvaje se basa en la continuación de la despolitización y en el no respeto de los derechos democráticos.

Dicho sistema rige no solo en Rusia sino en todas las otras repúblicas ex soviéticas. Existen diferencias respecto a la práctica de la denominada democracia electoral “occidental”, más efectiva en Ucrania, por ejemplo, que en Rusia. Sin embargo, este patrón de gobierno no es la “democracia”, sino una farsa comparada con la democracia burguesa tal como funcionaba en etapas anteriores del desarrollo capitalista, incluidas las “democracias tradicionales” de Occidente, ya que el poder real no se limita al gobierno de los monopolios que operan en su exclusivo beneficio.

Una política de orientación popular implica, por consiguiente, alejarse lo más posible de las recetas “liberales” y de la mascarada electoral con ellas asociada, que afirma dar legitimidad a las políticas sociales regresivas. Yo sugeriría el establecimiento en su lugar de un nuevo tipo de capitalismo de Estado con una dimensión la social (digo social, no socialista). Este sistema abre el camino a eventuales avances hacia una socialización de la gestión de la economía, y por consiguiente, a auténticos nuevos avances hacia una invención de la democracia capaz de res ponder a los retos de una economía moderna.

Solo si Rusia se mueve en este sentido, el actual conflicto entre, por un lado, la política internacional supuestamente independiente de Moscú, y, por otro lado, la continuación de una política social interior reaccionaria, podrá tener una resolución positiva. Este movimiento es necesario y posible: sectores de la clase política dirigente podrían alinearse con este programa si la acción y la movilización popular lo promueven. En la medida en que avances similares pueden también llevarse a cabo en Ucrania, Transcaucasia y Asia Central, será posible el establecimiento de una auténtica comunidad euroasiática de naciones, que podrá convertirse en un actor poderoso en la reconstrucción del sistema mundial.

Lo que queda del poder del Estado ruso dentro de los estrictos límites de la receta neoliberal elimina toda posibilidad de éxito de una política exterior independiente, y la posibilidad de que Rusia se convierta en un país realmente emergente capaz de actuar como un actor internacional importante.

El neoliberalismo no puede producir en Rusia más que una trágica regresión económica y social, un patrón de “lumpendesarrollo” y un estatus cada vez más subordinado en el orden imperialista global. Rusia suministraría a la Tríada petróleo, gas y otros recursos naturales; sus industrias se verían reducidas al estatus de subcontratas en beneficio de los monopolios financieros occidentales.

En esta posición, no muy alejada de la que ocupa actualmente Rusia en el sistema global, los intentos de actuar independientemente en el campo internacional seguirán siendo frágiles en extremo y estarán amenazados por unas “sanciones” que no harán sino reforzar el desastroso alineamiento de la oligarquía económica gobernante con las demandas de los monopolios dominantes de la Tríada. La actual salida de “capital ruso” asociada con la crisis de Ucrania ilustra este peligro. El restablecimiento del control estatal sobre los movimientos de capital es la única respuesta efectiva a este peligro. El neoliberalismo no puede producir en Rusia más que una trágica regresión económica y social, un patrón de “lumpendesarrollo” y un estatus cada vez más subordinado en el orden imperialista global.

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El colapso de Credit Suisse y Sillicon Valley Bank. La economía global en el filo del desastre. [Lo entiende cualquiera y yo el primero que el castellano tiene una difícil y compleja comprensión, sobre todo por su claridad y riqueza, y ha debido ser por ello que no he logrado dar a entender que cuando decía que la crisis de 2008 desprovista de milongas, tontilonas y otros muchos chupetines de estos de la gente que sabe, no es más que la fecha que marca el inicio del principio del proceso histórico que tiene que poner fin, digo poner fin y no mire usted que bien y que verdes las han segado, al modo de producción capitalista para ser sustituido por el nuevo modo de producción socialista, y que mientras más largo sea este proceso histórico de sustitución del capitalismo por el socialismo más tralla, miserias y calamidades para los trabajadores, (hombre, hágame el favor. Si conocen algún trabajador por ahí, avísenle de esto que digo). Pero qué se le va a hacer, no he podido darlo a entender en castellano. Ahora lo voy a intentar en cristiano a ver si hay más suerte. Dicen que el cristiano también es una lengua muy clarita. Unos dicen que tiene una claridad de la Hostia y, otros, que tampoco son pocos, dicen que tiene una claridad del Copón. Así que, a ver si hay más suerte y por fin me hago comprender. Allá va la cosa, ahora en cristiano: en cristiano quiere decir que la crisis de 2008, desprovista de milongas, tontilonas y otros muchos chupetines de estos de la gente que sabe, no es más que la fecha que marca el inicio del principio del proceso histórico que tiene que poner fin, digo poner fin y no mire usted que bien y que verdes las van a segar, al modo de producción capitalista para ser sustituido por el nuevo modo de producción socialista, y que mientras más largo sea este proceso histórico de sustitución del capitalismo por el socialismo más tralla, miserias y calamidades para los trabajadores, etc., etc., etc.,]

 


El colapso de Credit Suisse y Sillicon Valley Bank. La economía global en el filo del desastre

 

Publicado el 18 de marzo de 2023 / Por José Luis Carretero Miramar / kaosenlared

 

La economía capitalista global se mueve en el delgado filo que separa la recesión del desastre financiero. Los desequilibrios sistémicos que generó la crisis del 2008 nunca han sido superados. Pese a la brutal expansión cuantitativa desplegada por los bancos centrales en la última década, profundizada por las medidas tomadas para hacer frente a la pandemia, la economía capitalista nunca ha llegado a recuperarse del todo de la devastación provocada por la Gran Depresión y se mueve con dificultades, como un equilibrista beodo, sobre un delgado hilo suspendido sobre una futura nueva recesión cuya magnitud previsible aún se desconoce.

El reinicio económico tras la pandemia constituyó una operación problemática. El colapso de las cadenas de suministros globales tensionó el comercio mundial y la actividad industrial. El inicio de la guerra en Ucrania profundizó las contradicciones en este escenario tensionado. La inflación se desbocó y las cadenas de suministros no pudieron ser reconstruidas en su totalidad, en medio de una fuerte tensión geopolítica que amenaza provocar un proceso de disgregación en varios bloques beligerantes del mercado mundial.

La guerra ha generado, también, una crisis energética que atenaza la economía europea y bloquea el proceso de Transición Ecológica que pretenden implementar las potencias occidentales. Además, la tensión geopolítica amenaza con detener el proceso de innovación tecnológica que apuntaba hacia una “Cuarta Revolución Industrial”, y con él, toda posible opción de una solución “técnica” a la crisis climática. Una hipotética desconexión tecnológica entre los bloques dirigidos por Estados Unidos y China, dificultaría la innovación disruptiva, poniendo en funcionamiento estándares técnicos diferenciados entre ambos bloques, fracturando las grandes bases de datos que alimentan los avances en Inteligencia Artificial y fragmentando los procesos de investigación y desarrollo de las grandes transnacionales al prohibirse determinadas tecnologías por su origen nacional en determinados mercados.

La Reserva Federal y el Banco Central Europeo han reaccionado a la inflación con agresivas subidas de los tipos de interés. Esto amenaza con generar una depresión en la economía real, cuya magnitud todavía se desconoce. Los préstamos más caros implican una fuerte presión sobre los hogares con hipotecas y sobre los márgenes de beneficio de las empresas productivas, así como sobre los tesoros nacionales, fuertemente endeudados tras el aumento del gasto público provocado por la pandemia. Además, la subida de los tipos de interés en los mercados centrales provoca la fuga de los capitales de los mercados de los países del Sur en dirección al Norte, donde obtendrán una mayor rentabilidad, lo que amenaza con generar brutales crisis de la deuda en países como Argentina, Egipto, etc.

En este contexto turbulento y volátil se produce la quiebra desordenada del Sillicon Valley Bank (SVB) y del Signature Bank en Estados Unidos. Son bancos de tamaño mediano con inversiones poco diversificadas. El SVB estaba especializado en captar depósitos de start ups tecnológicas y fondos de capital riesgo. Una reforma legal implementada por el presidente Donald Trump, en 2018, relajó los requisitos de vigilancia sobre los bancos medianos bajo la premisa de que no eran sistémicos (su hipotética quiebra no podía arrastrar al conjunto del sistema financiero a la crisis). El SVB invirtió sus depósitos, en un contexto de bajos tipos de interés, en bonos del tesoro de Estados Unidos a largo plazo. Al subir los tipos de interés, la retribución de los depósitos subió también y los márgenes de los bonos cayeron aceleradamente. El banco se vio obligado a vender los bonos con descuento para tratar de capitalizarse y los depositantes huyeron. El banco cayó con rapidez, en la mayor quiebra de un banco estadounidense desde 2008.

Ante el olor de la sangre, los depositantes de los bancos medianos estadounidenses huyen hacia bancos de mayor tamaño. Esto pone en duda la supervivencia de otras entidades financieras débiles. Las grandes entidades de Wall Street, capitaneadas por JP Morgan, Bank of America, City y Wells Fargo, rescatan el jueves 16, con una inyección de 30.000 millones de dólares, al banco First Republic, cuyos títulos acumulan ese día una caída del 80 % en una semana.

Paralelamente, la crisis de la banca mediana estadounidense precipita la implosión de la entidad financiera suiza Credit Suisse. El jueves 16 de marzo Credit Suisse se desploma un 24 % en Bolsa y provoca caídas generalizadas de la cotización de los bancos europeos. El banco suizo llevaba ya varios años amenazando con colapsar tras desastrosas inversiones en 2021 en los fondos Greensill Capital y Archegos Capital Management, que le provocaron un agujero en sus cuentas de casi 4000 millones de euros. La combinación de la caída del Sillicon Valley Bank con las declaraciones del principal accionista del Credit Suisse, el Saudi National Bank, en el sentido de que no va a continuar invirtiendo en el banco, provocan el desplome de la entidad suiza. Atención: el Credit Suisse no es un banco mediano regional, sino una institución con 50.500 empleados, el segundo mayor banco de Suiza y uno de los cincuenta más grandes del mundo. Desde 2020 los inversores en el Credit Suisse han visto evaporarse un 84 % de toda su inversión y el precio de los seguros de impago de la entidad (los llamados CDS) se ha disparado aceleradamente.

Parece, por lo tanto, que es posible que nos encontremos ante los inicios de una nueva crisis financiera, que venga a sumarse a los brutales efectos de la inflación, la recesión en ciernes y la crisis energética. Los grandes medios de comunicación especializados en economía lo niegan. El SVB es demasiado pequeño para arrastrar al conjunto del sistema financiero norteamericano, afirman. Es un banco de nicho de mediano tamaño. En todo caso, el Fondo de Garantía de Depósitos estadounidense anuncia que se va a hacer cargo de toda posible pérdida de los depositantes, incluso superando la cuantía asegurada, según la legislación previa, de 250.000 dólares.

La reacción del Banco Central Europeo es parecida. Cristine Lagarde anuncia que el BCE continúa, sin inmutarse, su senda de subida de los tipos de interés, y que, en todo caso, hará lo necesario para sostener el sistema financiero de la Eurozona. El Banco Nacional Suizo anuncia que va a rescatar al Credit Suisse con 50.000 millones de euros. Los rumores de que Credit Suisse podría ser absorbido por UBS (otra entidad financiera helvética) se hacen cada vez más insistentes.

La situación, sin embargo, puede no ser tan sencilla como la pintan los anuncios de los bancos centrales occidentales. Los depositantes de los bancos medianos estadounidenses están huyendo en masa hacia las entidades sistémicas. Es muy posible que SVB y Signature Bank no sean los últimos en caer. Y, aunque gran parte de la banca europea tenga pocos negocios en común con Credit Suisse, lo cierto es que entre los principales accionistas de la entidad helvética se cuentan algunos de los fondos que más presencia tienen en las bolsas del continente, como BlackRock o el Norges Fund.

El problema subyacente a esta turbulencia bancaria es de difícil resolución. El proceso de financiarización que desató la crisis del 2008 nunca fue del todo revertido, y las contradicciones que el mismo genera para el proceso de acumulación capitalista subsisten, y se agravan con el escenario de alta inflación y crisis energética desatado por la guerra de Ucrania y las tensiones geopolíticas con China. Ante la posibilidad de una nueva crisis financiera provocada por las subidas agresivas de los tipos de interés implementadas para atajar la inflación, los Bancos Centrales Occidentales tratan de soplar y sorber al mismo tiempo: suben los tipos (drenando capital del sistema para detener la inflación) al tiempo que rescatan a los depositantes de las entidades financieras que quiebran (introduciendo capital en el sistema para tratar de parar la recesión y la crisis financiera).

Desde el uno de enero de 2022, el estabishment económico occidental se ha mostrado enormemente optimista: la guerra no era para tanto, Alemania ha sobrevivido a un invierno sin gas ruso, y los precios de la energía no se han desbocado como era de esperar. Se ha hablado de que la recesión en ciernes va a ser suave y coyuntural, y de que la inflación empezará a remitir este mismo año.

Sin embargo, el escenario real puede entreverse tras las brumas levantadas por los colapsos bancarios de la semana pasada. Occidente es como un equilibrista borracho que sabe que, muy probablemente, caerá al vacío, pero que no sabe cuál será la dimensión de la caída. El barco, es cierto, no se ha hundido este invierno. Pero cada vez cruje más y empiezan a aparecer nuevas vías de agua. ¿Podrá el equilibrista occidental evitar la caída o limitar su extensión? Nos movemos en el filo de una nueva gran crisis mientras los tambores de una guerra civilizacional con los países emergentes se hacen cada vez más audibles.

Y, mientras tanto,  las calles de París y de Atenas arden en el marco de huelgas generales como no se habían visto desde el gran ciclo planetario de luchas del 2011. ¿La nueva crisis se verá acompañado de una nueva emergencia de los movimientos de insurgencia contra el capitalismo? En ello estamos porque, como dijo en su día Francisco Carrasquer, la opción revolucionaria se basa mantener siempre un “optimismo intransigente”.

 

José Luis Carretero Miramar para Kaosenlared

 

 

Imagen de portada: Credit Suisse – Imagen Creative Commons

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