A pesar de lo mucho que se ha escrito sobre Bartolomé de Las
Casas en todo el mundo, la obra de sus últimos años es poco conocida todavía. Y
sin embargo, constituye uno de los capítulos más apasionantes de la historia de
las ideas del siglo XVI.
El último combate de un profeta desarmado
El Viejo Topo
10 octubre, 2021
En los años que le quedaban de vida desde el encarcelamiento de Bartolomé Carranza de Miranda, con una edad ya muy avanzada para la época, Las Casas tuvo tres objetivos íntimamente relacionados entre sí. El primero de ellos fue luchar por la liberación del amigo encarcelado y procesado. Con tal motivo, declaró a su favor ante el tribunal de la Inquisición, escribió a los compañeros dominicos que estaban en América para negar los cargos contra el arzobispo de Toledo y buscó, y halló, documentación jurídica y teológica para fundamentar la causa del procesado contra las acusaciones de Fernando Valdés.
Su segundo objetivo entre 1559 y 1563 fue continuar la ya prolongada batalla contra las encomiendas, y particularmente contra la perpetuación de éstas en Perú; una batalla en la que había tenido como principal aliado en la Corte a Bartolomé Carranza de Miranda. También en esto acumuló información jurídica que permitiera fundamentar sin lugar a dudas la ilegalidad de la enajenación de tierras y personas propuesta por los encomenderos y aceptada por Felipe II. Para el trabajo de fundamentación jurídico-teológica de estas dos causas contó, primero en Valladolid, y luego en Toledo y Madrid, con la ayuda y asesoramiento de juristas y teólogos que sabían más que él de teoría y que le proporcionaron numerosos materiales a este respecto.
El tercer objetivo del viejo Las Casas
fue tratar de convencer a los compatriotas de que solo la restitución de lo
expoliado a los indígenas en las Indias podía limpiar el peor baldón de la
historia de España. En este sentido, entre 1561 y 1564, tomó la pluma para
disipar las dudas de quienes aún las tenían, probar la ilegalidad de la
explotación por los españoles de las minas americanas y profetizar que, si no
se realizaba la restitución, de todas las historias de la historia la de España
sería la más triste porque terminaría mal. La última palabra de Las Casas, la
que corona los tres objetivos, fue ésta: aprender la palabra del otro, la
lengua de la otra cultura. Cosa tanto más de apreciar cuanto que en Castilla la
palabra propia había sido secuestrada por el poder político-religioso.
Primer apartado del capítulo VII del libro de Francisco Fernández
Buey La gran
perturbación. Discurso del indio metropolitano.
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